Capítulo 4.-
   
 

Eucaristía

 

La Consagración de la Comunidad

       
       
 

"Todos se reunían asiduamente
para escuchar la enseñanza de los Apóstoles
 y participaban en la vida común,
en la fracción del pan y en las oraciones...

Unidos en un mismo espíritu,
frecuentaban diariamente el templo,
partían el pan en sus casas
y comían juntos con alegría
y sencillez de corazón
alababan a Dios
y eran queridos por todo el pueblo..."

                                                                         (Hechos 2, 42 y 46-47a)

 
       
   

 

   
       
       

   


 

   
 

El Sacramento de la Eucaristía, la Misa, tiene como referente a la última Cena
de Jesús con sus discípulos
antes de su muerte.
Esta cena no fue una comida de Jesús sólo, sino una comida de familia.

Cuando nosotros celebramos
la Eucaristía
es también algo familiar en el sentido que no estamos solos,
sino en grupo o comunidad.
Tal vez sólo conozcamos a alguien (o quizá a nadie), pero por el hecho de participar en ese banquete hacemos relación con los que nos rodean...

La celebración de la misa
tiene una serie de momentos
en donde se pone de relieve
esta dimensión:
la comunión de todos,
el saludo de paz, la oración de los fieles, la petición colectiva de perdón...

 

 

Muchos Padres de la Iglesia
afirmaron la conversión eucarística
de la Asamblea
en el Cuerpo de Cristo
por obra del Espíritu Santo.
En la misa no sólo se consagra
el pan y vino,
sino también a la comunidad.
El pan y el vino se transubstancian
en el cuerpo y sangre de Jesús,
pero, también la comunidad se convierte en el Cuerpo de Cristo.
La fuerza del Espíritu opera en ella.

En una celebración Eucarística
no hay espectadores,
todos son transformados
y así, de Eucaristía en Eucaristía,
el ser humano crece y realiza su vocación de plenitud de vida,
no sólo como hermanos de Jesús,
sino también como el Cuerpo de Cristo.


 

 

Las comunidades de nuestras celebraciones están formadas por nosotros,
o sea gente que tiene sus alegrías y sus penas, sus grandezas y sus pecados.
Es la Iglesia santa y pecadora.
Santa por la obra del Espíritu y limitada y pecadora
porque así somos.
 

         
       
    Para tener presente durante la semana:

Busca una pintura o un cuadro o una canción etc. que te sugiera lo esencial de lo que descubriste en el capítulo y tenlo presente al releer el presente texto y también los capítulos anteriores.