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Ramón Caraballo Anécdotas de un viaje
Recuerdo un paseo a Minas, cuando entramos a la gruta
del cerro Arequita.
No habiendo quien nos guiara entró como baqueano el
conductor del ómnibus, una persona mayor, y la maestra
Queca.
Entramos en un pasadizo que no era como el que está
actualmente sino que era muy rudimentario, sin escalones
y con mucha agua cayendo por las paredes, al llegar al
primer descanso la gruta se hacía más angosta, el
chofer casi no podía pasar y la iluminación que
llevábamos era un farol a mecha de queroseno que se
apagó por falta de aire, en ese momento de susto se
sintieron gritos de los alumnos y de la maestra lo que
asustó a los murciélagos que allí dormían, todos
queríamos salir por el estrecho pasadizo.
El pánico nos hizo huir en busca de la luz patinando en
el barro sin escalones apoyándonos unos en otros todos
embarrados. El que batió el record fue el chofer que
olvidando su función de guía llegó primero con mucha
ventaja.
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