Evaluación
preliminar
Las políticas públicas son programas
de acción gubernamental dirigidas a una necesidad sectorial, social o
territorial. En nuestro caso se refieren al área de salud reproductiva.
Conllevan ímplicita o explícitamente la idea de cambio social. En tal
sentido, interesa analizar la idea genealógica, es decir si se plantea la
policausalidad de los fenómenos, si la causalidad propuesta es lineal o
existe recursividad y complejidad. Importa analizar la contribución que
las políticas hacen, no sólo las necesidades prácticas, sino también las
necesidades estratégicas de género. Es decir "aquellas que se formulan
a partir del análisis de la subordinación de las mujeres con relación a
los hombres (...) para lograr una organización más igualitaria y
satisfactoria de la sociedad" (Moser, 1991).
Toda política pública testimonia una
concepción del cambio social. Ya sea por acción o por omisión, las
políticas públicas llevan implícita o explícitamente una teoría del cambio
social (Meny;Thoenig). Intentaremos presentar la teoría de cambio
subyacente, siguiendo los siguientes ejes para su análisis:
1. Contenido y objetivo de la acción
pública
Tanto en el Programa del MSP como en
el de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), el objetivo central
corresponde -en términos generales- al desarrollo de la salud reproductiva
y de los derechos a ella asociados.
El ejercicio de los derechos sexuales
y reproductivos de las mujeres está influenciado por los modelos femeninos
y masculinos dominantes en la sociedad, internalizados a través del
proceso de socialización. El programa del MSP enuncia con claridad la
preocupación por los derechos y la salud reproductiva, aunque no se
definen los términos y el enfoque que lo sustenta. En la práctica, los
derechos reproductivos aparecen asociados al conocimiento de las
posibilidades de planificar los nacimientos por parte de la mujer y de la
pareja, y a hacerlo efectivamente mediante el uso de métodos
anticonceptivos, lo cual obviamente constituye un aspecto de los derechos.
La mirada, tanto en la enunciación como en la práctica, está fuertemente
influida por la perspectiva biomédica (disminuir las situaciones de
riesgo, de mortalidad infantil, embarazos no deseados y abortos). No
obstante, el programa cuenta con una estrategia de promoción en salud a
través de actividades educativas dirigidas a ONGs, escuelas y liceos
públicos y otras instituciones estatales, lo cual contribuiría al
desarrollo de mayores grados de autonomía.
En cuanto al programa de la IMM, la
concepción en materia de salud sexual y reproductiva se sostiene sobre
una revisión crítica de las prácticas sociales que inciden en la
salud de las mujeres y en sus malestares y formas de enfermar. Esto
se traduce en una concepción de la salud sexual y reproductiva donde la
mujer es concebida integralmente en tanto sujeto y no reducida a la
maternidad como su función exclusiva.
Tanto en su enunciación como en su
práctica, el Programa de Acción Integral hacia la Mujer (PAIM) tiende a
ubicar la salud en el campo de los derechos humanos, en particular de los
derechos sexuales y reproductivos, en tanto son concebidos en
términos de empoderamiento y autonomía de las mujeres.
2. Ejecutores
En el caso del MSP, el ejecutor es el
organismo rector en materia de salud. El proyecto se realiza desde la
óptica de los decisores en salud, por lo general médicos. Sin embargo, la
encargada de instrumentarlo es una profesional del campo social,
trabajadora social.
En el caso de la IMM, el proyecto
surge a partir de la División Salud y de la Comisión de la Mujer, es decir
que nace de una articulación intrainstitucional y entraña una intención de
articulación conceptual de la salud sexual y reproductiva. Esto posibilita
una mirada con mayores grados de integralidad del problema en su
multidimensionalidad. Esto implica un proceso de cambio en el modelo de
atención, y un proceso de sensibilización y capacitación sostenido de los
equipos de salud que posibilite la revisión crítica de sus prácticas y
enfoques.
3. Concepción y lugar asignado al
destinatario de la acción pública
Género y mujer no son términos
intercambiables, obedecen a lógicas diferentes. El género enfatiza el
carácter relacional entre las categorías de lo femenino y lo masculino,
mientras que la categoría mujer alude principalmente a una de las partes
de la relación. Estas diferentes perspectivas nos permiten, en el primer
caso, reconocer una relación de poder donde hay dominación y
subordinación; la otra perspectiva permite enfatizar los aspectos de
subordinación y discriminación, realizando análisis unilaterales.
Históricamente los Estudios de la Mujer, tendientes a darles voz y
visibilidad precedieron a los Estudios de Género, los cuales procuran
mostrar las complejas relaciones e interdependencias entre hombres y
mujeres admitiendo la necesidad de cambios en unos/as para que existan
cambios en otros/as.
El proyecto del MSP está dirigido a
mujeres y hombres en su enunciación, el nombre mismo del programa
"Maternidad-Paternidad Elegida" alude de manera directa al papel de los
hombres. Sin embargo, en su práctica se dirige privilegiadamente hacia las
mujeres. Considerar la centralidad del género implica la consideración de
hombres y mujeres al analizar y tratar la problemática de la sexualidad y
la salud reproductiva.
De la enunciación de sus objetivos y
propuestas se desprende la noción de Género en Desarrollo (GED). Sin
embargo, al observar sus prácticas éstas parecen obedecer a la noción del
Mujer en Desarrollo (MED). Estas contradicciones internas evidencian
-desde una perspectiva optimista- modificaciones en la perspectiva de
Salud y Género desde el MSP. La letra va más lejos que la acción, lo cual
señala las contradicciones entre las lógicas prácticas y las lógicas
discursivas en el seno de las instituciones. De cualquier manera un breve
análisis sobre los aspectos MED Y GED que incluye el programa puede
resultar esclarecedor. La propuesta de desarrollo desde la perspectiva de
GED enfatiza la calidad de vehículo para el cambio diferenciándose del
asistencialismo. Implica la participación activa de "los beneficiarios",
los cuales no son concebidos como grupos homogéneos. La práctica de dar
los anticonceptivos de forma gratuita lleva al programa a un terreno más
cercano al asistencialismo, lo cual -unido a la ausencia de participación
activa de los individuos- aleja la propuesta del MSP de la perspectiva GED.
Dado que en la práctica las
beneficiarias son las mujeres, resulta interesante analizar el «constructo» mujer del cual se parte. En la enunciación del proyecto se
percibe la centralidad de la idea de empoderamiento y autonomía de las
mujeres, nociones que claramente aluden a una conceptualización
constructiva del género. Sin embargo, en algunos aspectos de la práctica
parece prevalecer una noción heredada de la medicina del siglo pasado, la
cual ocupó un lugar central en la definición de la «naturaleza humana» de
la mujer, proporcionando una formulación «científica» a los estereotipos
prevalecientes. La coexistencia de ambas nociones señala una contradicción
interna del programa ministerial.
El enfoque de GED "reconoce la
necesidad de tener metas multifacéticas en sus proyectos, que sirvan para
dar poder y consolidar las organizaciones de las mujeres. A la vez, se
sustenta en el derecho que tienen todas las personas, mujeres y hombres,
de participar en igualdad en la toma de decisiones relativas a políticas y
programas de desarrollo que les afecten, así como en el disfrute de sus
beneficios" (León, 1994, p.212). Por lo tanto cualquier medida
tendiente a modificar de manera permanente el comportamiento de fecundidad
pasa por un proceso de creación y fortalecimiento de la autonomía de las
mujeres, la cual en su dimensión física implica justamente el autocontrol
de su sexualidad y fertilidad, y que necesariamente va unido a otros
procesos de autonomía: económica, política, subjetiva, social y cultural.
En tanto la salud de las mujeres pasa por el empoderamiento, una política
pública autosustentable debería necesariamente contemplar estos
aspectos.
Por su parte, el programa municipal
sostiene la concepción de un imprescindible protagonismo y
participación de las mujeres en el cuidado de su propia salud y en la
detección de sus necesidades, facilitadores y obstáculos para su
desarrollo en tanto sujetos. Esto implica considerar a las mujeres no como
objeto de la atención de los servicios, sino como sujetos activas con
capacidad de opinar, proponer, decidir e incidir en los temas de su salud.
En tal sentido, desarrolla una doble estrategia respecto a las mujeres en
tanto jerarquiza y estimula su participación local (destinatarias directas
de las acciones y las involucradas en la implementación del
programa).
Si bien las Comisiones de Salud
convocan a hombres y mujeres, a los efectos de su integración, son éstas
últimas quienes participan mayoritariamente o en exclusividad. El rol de
servicio construido para las mujeres, y su rol protagónico en el sistema
doméstico de salud genera, entre otros efectos, que la participación
social de las mujeres esté centrada fundamentalmente en este tipo de
tareas.
"La participación social como una
de las estrategias de atención primaria en salud y pivote en el desarrollo
de los sistemas locales de salud, no escapa tampoco a ser sometida al
análisis desde la perspectiva de género. Desde este enfoque, la
participación social se visualiza como parte de los procesos de
democratización social y fundamentalmente como instrumento de
redistribución de poder entre los sectores sociales y entre los
sexos." (De los Ríos; Gómez, 1991)
En tal sentido, cabe preguntarse
acerca de la instrumentación de estrategias que posibiliten que
efectivamente la salud sea un asunto de involucramiento colectivo, donde
mujeres y hombres jueguen un rol activo en su promoción local.
Si bien el PAIM contribuye a que las
mujeres participantes adquieran herramientas para identificar sus
necesidades e incidir en las decisiones relacionadas con su condición
genérica, no ha podido instrumentar con claridad y fuerza práctica
estrategias para la inclusión y/o el involucramiento de los hombres en
este proceso de transformación.
4. Sistema de actores considerado por
la acción gubernamental
Las políticas públicas se traducen en
un sistema de acción pública que puede involucrar activamente o no a
diferentes actores implicados en la temática, a través de la definición de
un sistema de actores. Las características de tal construcción serán
necesariamente diferentes al tratarse de una política global y de una
política local.
En el escenario local, las lógicas
inherentes a los diferentes actores implicados adquieren mayor relevancia
y visibilidad. La construcción de un sistema local de actores, articulador
e incluyente de las diferencias, supone analizar las relaciones de poder
entre los actores participantes (sociales, políticos y técnicos) y sus
lógicas.
Actualmente, las políticas públicas
del Gobierno central son preponderantemente de orden sectorial y vertical
en su construcción. Sus niveles de enlace responden a un sistema de
actores también global y preponderantemente sectorial. Esto señala una de
las diferencias entre lo global y lo local: sectoriales y verticales unas,
territoriales y horizontales las otras. El sistema de actores que
entreteje una política global puede o no incluir la participación social y
puede o no ser construida desde una perspectiva de las necesidades de la
población. Habitualmente generan enlaces intersectoriales, pero no suelen
generar enlaces con las políticas locales, si bien las determinan en sus
posibilidades. Sin embargo, en la actual manera de concebir y ejecutar
políticas, se mantiene una concepción global-centralizadora, cuyas
estructuras, procedimientos y culturas no alcanzan un nivel de complejidad
en el cual la idea matriz fuera "pensar global, actuar
local".
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