Energía y BMD: Resumen Cap 10

Energía y banca multilateral en América Latina: Contradicciones entre la realidad y el discurso.

Capítulo 10

LA BMD PUEDE ¿PERO QUIERE?

La política energética de la BMD incluye consideraciones sociales, ambientales, y de conservación y eficiencia. Sin embargo, en la práctica no les da prioridad y, de hecho, sus líneas estratégicas en buena medida se contraponen a esas consideraciones.

Al partir del paradigma de la superioridad de la competencia y del sector privado, en cualquier condición, no analiza cómo los procesos que ha promovido en América Latina han reemplazado el monopolio de dos decenas de Estados por el oligopolio privado de menos de dos decenas de grandes empresas -principalmente transnacionales- que tienden a una creciente concentración y a la reintegración vertical. La misma receta es aplicada -y en cierta forma impuesta- a realidades muy heterogéneas, a partir de un cierto paradigma ideológico utilizado dogmáticamente.

Pese a sus definiciones en torno a la preservación del medio ambiente y a la necesidad de estrategias de ahorro y eficiencia energética, poco ha hecho en tal dirección. Por el contrario, las líneas matrices de las reformas estructurales promovidas (competencia, lógica de mercado y predominio del capital privado), más bien han entrado en contradicción con los objetivos ambientales y de eficiencia.

Pese a sus definiciones en torno a la equidad y a la participación social, poco se ha avanzado en tal sentido. El predominio de la lógica competitiva y cortoplacista de los capitales privados, y las políticas gubernamentales condescendientes con sus intereses, han impedido una real protección de los consumidores y una defensa efectiva de aquellos sectores de la población afectada negativamente por las actividades del sector energía. La reciente crisis eléctrica chilena es el ejemplo vivo de una población indefensa frente al poder, manejado irresponsablemente, de las grandes empresas privadas.

Sin embargo, la BMD se encuentra actualmente en inmejorables condiciones para impulsar un cambio profundo hacia una economía energética social y ambientalmente sustentable, utilizando para ello sus recursos y su capacidad de interacción con los gobiernos de la región.

En efecto, la propia política llevada a cabo por la BMD ha dado lugar a la sustitución del estado por la empresa privada en el control de gran parte del sector energético de la región. La enorme capacidad económico-financiera de dichas empresas privadas (transnacionales o consorcios de transnacionales y empresas de capitales nacionales) hace pasar a segundo plano la importancia del financiamiento de la BMD para el desarrollo del sector energético.

Por consiguiente, la BMD puede ahora volcar sus recursos (y su poder político) para desarrollar aquellas áreas de poco interés para el sector privado, pero de gran interés social y ambiental. Tanto el Banco Mundial como el BID podrían ser el catalizador del pasaje paulatino de una economía energética basada en combustibles fósiles hacia una basada en energías limpias, renovables y de bajo impacto ambiental.

También podrían vanguardizar un cambio hacia el ahorro y la eficiencia energética y en asegurar la equidad social en el acceso a fuentes modernas de energía. Dado su papel protagónico en el desarrollo de otros sectores con implicancias en el sector energético (desarrollo urbanístico, transporte, industrialización), la BMD podría asistir a los países recipientes de sus préstamos a introducir cambios profundos en la conformación de sus matrices energéticas.

En todos estos aspectos existen experiencias puntuales que requieren de un fuerte impulso -que la BMD está en condiciones de proveer- para que puedan salir de su marginalidad y pasen a ocupar un espacio que hasta ahora les ha sido vedado.

Para ello, la BMD no tiene que modificar sustancialmente sus actuales políticas, sino más bien modificar su práctica y centrar sus préstamos hacia proyectos ambientalmente sustentables y socialmente equitativos. ¿Estará dispuesta a hacerlo?