Energía y banca multilateral en América Latina: Contradicciones entre la realidad y el discurso.

Capítulo 4

APROVECHAR RECURSOS ABUNDANTES Y BARATOS ¿AHORRAR PARA QUÉ?

Petróleo, gas natural: las "estrellas"

Las políticas de desarrollo de fuentes energéticas en América Latina se han orientado, en lo fundamental, a aprovechar los recursos naturales existentes en abundancia y baratos, mediante una explotación intensiva, antes que a promover el ahorro y el uso eficiente de la energía.

Los países exportadores de petróleo -como es el caso de Colombia, México y Venezuela-, presionados por las necesidades de equilibrar sus balanzas de pagos, intensificaron -y lo harán aún más en el futuro- la producción de petróleo.

Colombia definió expresamente en su Plan Nacional de Desarrollo el objetivo de intensificar y optimizar la contribución de las exportaciones energéticas al crecimiento global de la economía colombiana, por lo que los énfasis productivos se colocaron en la exploración y explotación de petróleo y de carbón.

México busca maximizar sus exportaciones petroleras para mejorar una balanza de pagos fuertemente presionada por la deuda externa.

En ambos casos, la dependencia de los Estados respecto a la renta petrolera es el factor fundamental que impulsa la intensificación de la exploración y la explotación de los yacimientos, sin atender al hecho de que son recursos no renovables que, más tarde o más temprano, se agotarán.

Pero no son sólo las necesidades financieras las que impulsan esta explotación. Las necesidades del Norte desarrollado de acceder a recursos energéticos baratos es un factor que también está jugando.

Hacia finales del primer decenio del próximo siglo "los países de la OCDE reducirían su participación en la demanda mundial de petróleo del 56 al 47% por la sustitución de fuentes energéticas y un uso más eficiente de la energía. Pero se volverán más dependientes aún del abastecimiento importado, porque la relación reservas/ producción es hoy, en promedio, de ocho años en Europa Occidental y de 11 años en América del Norte. En América Latina, en cambio, la relación es de 50 años; de allí el interés porque América Latina aumente su participación en el abastecimiento de la OCDE (Campodónico, 1996b)".

"La puesta en producción de mayores reservas regionales -dada la incertidumbre política que persiste en el Medio Oriente y Rusia- haría más seguro el abastecimiento de petróleo a la vez que la mayor oferta regional contribuiría a reducir las presiones alcistas sobre las cotizaciones mundiales...".

Los países con yacimientos de gas natural -como Argentina, Bolivia y Venezuela, por ejemplo- están intensificando su explotación, con la misma lógica. Y se está construyendo una vasta red de gasoductos -en el caso del Cono Sur de América- para suministrar el gas natural argentino y boliviano a Brasil, Uruguay y Chile -países deficitarios en hidrocarburos-. El gas natural es promovido por los BMD con muy discutibles argumentos "ecológicos": es más limpio que el petróleo.

Sin embargo, son consideraciones económicas las que están definiendo la estrategia de expansión del gas natural como fuente energética.

En la mayor parte de los países de América Latina en los que se ha incorporado el capital privado en el sector eléctrico y en los que existe gas natural disponible, éste ha comenzado a desplazar a las restantes opciones, incluso a la generación hidráulica, como medio de expansión de la generación. Esto se debe principalmente a que el sector privado actúa con un horizonte de cálculo económico de corto plazo, por lo que es muy improbable que encuentre incentivos suficientes para invertir en proyectos hidroeléctricos de largos períodos de maduración. Esto hace que tiendan a descartarse opciones que desde el punto de vista del uso de los recursos naturales y del medio ambiente pudieran ser superiores.

En Brasil, por ejemplo, se está desarrollando una estrategia de expansión de centrales termoeléctricas alimentadas por gas. Para atraer a los inversores privados se procura que éstos dispongan de un combustible relativamente barato y que las inversiones se realicen en centrales de generación que tengan plazos de amortización menos largos que los impuestos por las centrales hidroeléctricas. El factor rentabilidad, que es el que principalmente aprecia el capital privado, es el prioritario en la definición de la estrategia energética.

En México se está desarrollando una estrategia similar: la mayoría de las nuevas centrales, en construcción o en proyecto, serán alimentadas con gas natural. El creciente interés en el gas puede explicarse, al menos en parte, por la agresiva presión de las empresas canadienses Nova Corp. y TransCanadá Pipelines, que durante años han tratado de formar sociedades conjuntas para la producción, distribución y generación de electricidad con el gas como combustible.

Al gas natural, así como al gas licuado de petróleo (GLP), en ocasiones se les nombra como verdaderas fuentes energéticas limpias, en otras ocasiones como fuentes de transición hacia energías limpias y renovables.

Respecto de las siempre mencionadas ventajas ambientales de la utilización de estas fuentes, cabe recordar que se trata de recursos naturales no renovables. Además, mantienen altos niveles de emisión de NOx y CO2 y agregan los problemas derivados de las fugas de CH4. Por tanto, aunque tengan algunas ventajas comparativas en relación a otros combustibles fósiles, para una correcta evaluación económica de su uso, debieran internalizarse los costos ambientales derivados de la contaminación y el "costo de agotamiento".

El nuevo modelo de orientación comercial y participación privada tiende a aumentar el consumo de combustibles. En consecuencia, si bien por unidad de energía generada se disminuye un 28% -y sólo un 28% de emisiones de CO2, según la Unión Internacional Empresarial del gas natural- el aumento de la generación y el consumo incrementará significativamente las emisiones de gases contaminantes. En Uruguay, por ejemplo, sólo el Gasoducto del Sur traerá 2 millones de m3 de gas por día -cifra que luego se elevará hasta 5-, un volumen similar a todo el combustible que utiliza Uruguay en un año.

Son energéticos más económicos, y debido a ésto pueden funcionar mejor como energéticos para clases menos favorecidas, pero esto tiene un límite. En las zonas rurales, sobre todo en los países más extensos, es muy costoso extender líneas. Además frente a un energético que no tiene un costo comercial como la leña, el GLP y el GN no tiene mucho que hacer.

En los informes de la BMD convenientemente se magnifican los impactos negativos de una fuente de energía -como los biocombustibles- y se ocultan los de otras fuentes, como en el caso del GLP o el GN. En estos casos prácticamente se ignora su carácter no renovable, mientras que se pone a todos los biocombustibles en la misma bolsa y a todos se los juzga como malos per se. ¿Objetividad o defensa encubierta de ciertos intereses económicos?

Energías alternativas y mercado

En América Latina no se avanzó seriamente hacia el uso de fuentes de energía limpias y renovables. Los emprendimientos que procuran utilizar ese tipo de fuentes son casos aislados y marginales en el conjunto de la producción eléctrica; en algunos casos, hasta parecen iniciativas testimoniales -como para decir que algo se está haciendo-. Pero no existe un impulso real para promover esas fuentes alternativas. Sí se está promoviendo el gas natural, que es contaminante aunque menos que otras fuentes más usadas tradicionalmente (como el petróleo); las motivaciones reales, por otra parte, son de tipo económico (reducir costos de energía) y no reflejan verdaderamente una preocupación ambientalista de sus promotores -aunque la misma esté presente en los discursos-.

El supuesto objetivo de fomentar la incorporación de energías limpias e introducir patrones de producción y consumo sustentables en materia ambiental, no se cumple de manera alguna en forma automática por la reformas regulatorias del sector. Por el contrario, las energías renovables o limpias, no son en términos generales competitivas en un mercado mayorista de generación, sino que por regla general sus costos económicos son superiores a los de la generación convencional con gas natural.

Dentro de la lógica de los nuevos marcos regulatorios, los medios para permitir la incorporación de las energías renovables serían dos:

la internalización de los costos ambientales en la lógica económica de las empresas del mercado, a través de medidas regulatorias conocidas y en parte aplicadas en países económicamente desarrollados; en estas condiciones las fuentes alternativas se tornarían competitivas;

la creación de fuentes de fondos destinados a fomentar la instalación de esas energías.

Si la BMD no induce a la incorporación de éstos u otros medios en el sector eléctrico, no será consecuente con su supuesto objetivo de desarrollo de energías sustentables.

En Colombia, por ejemplo, el Plan Nacional de Desarrollo es explícito: la utilización de fuentes energéticas alternativas es una prioridad, siempre y cuando sean viables económicamente. Y los esfuerzos concretos, en ese y en otros países latinoamericanos, son pocos. Las fuentes alternativas ocupan un lugar marginal en la matriz energética de todos los países de la región, pese a que existen importantes potenciales. Para que esos potenciales se desarrollen efectivamente, dentro de una lógica capitalista de mercado, se requerirían medidas como los antes señaladas que, al considerar los costos ambientales derivados de la contaminación y el "costo de agotamiento", encarecerían las fuentes explotadas intensivamente frente a las fuentes alternativas. En otros términos, si en vez de considerar sólo los costos actuales, se consideraran los costos futuros -que deberán afrontar futuras generaciones o aún la generación actual-, las fuentes alternativas, limpias y no contaminantes, pasarían a ser competitivas para la lógica capitalista.

Donde más se emplean fuentes nuevas y renovables de energía -incluidas la de biomasa, la hidráulica, la geotérmica, la eólica y la solar- es en las zonas rurales aisladas. Esto proviene de cuatro características que favorecen la energía renovable común en esas zonas: 1) baja densidad demográfica y grandes distancias entre los centros de demanda; 2) características geográficas extremadamente difíciles; 3) abundancia de estos recursos no tradicionales; 4) mayor generación de empleo por la utilización de recursos energéticos locales.

Ahorro sí, pero...

Las políticas energéticas de los países latinoamericanos -así como las de los BMD que apoyan financieramente esas políticas- están centradas, por lo general, en la oferta de energía, en el desarrollo y explotación de los recursos naturales existentes, pero es bajo su énfasis en el ahorro y uso eficiente de la energía.

Sin embargo, se está abriendo paso la opinión de que la conservación de energía debería tener una alta prioridad en los países en desarrollo por las siguientes razones:

i) Ofrece a todos los países en desarrollo importadores de energía un camino para disminuir su dependencia de fuentes extranjeras de energía y por consiguiente disminuir los gastos de divisas en importaciones energéticas (por unidad de producción nacional);

ii) Incrementaría la eficiencia de todos los sectores de la economía, liberando recursos que se gastan innecesariamente en el suministro y utilización de energía para aplicaciones más productivas;

iii) Reduciría las necesidades de capital del sector energético, ya que los costos de capital por unidad de ahorro de energía son de ordinario considerablemente inferiores a los del suministro de energía, e inmovilizaría al capital por períodos más breves, ya que los tiempos de puesta en marcha y los plazos de reembolso son generalmente mucho más breves para las inversiones de ahorro de energía.

iv) El Protocolo de Kioto establece la posibilidad de vender cuotas de emisiones en función de la contaminación no generada. Por ejemplo, Uruguay tiene un techo de 100 toneladas de carbono y emite 70; puede vender las 30 restantes. Esto significa que Uruguay podría utilizar comercialmente las emisiones no producidas si optara por la conservación de la energía, la eficiencia y las energías renovables.

Al hablar de la conservación de energía es importante distinguir entre la eficiencia técnica y la eficiencia económica. En tanto que la reducción de las necesidades de energía para producir un artículo determinado sin elevar la utilización de otros insumos -es decir, elevar la eficiencia técnica de la producción- es deseable en sí misma, cabe la posibilidad de que no ofrezca eficiencia económica si las inversiones necesarias para conseguir esa reducción son excesivas. Una tecnología con una eficiencia técnica determinada puede ser económicamente eficiente en una economía, pero no en otra debido a diferencias en los precios relativos vigentes en una y otra economías.

Pese a las reformas, no se avanzó en la eficiencia energética. Por el contrario, en la región latinoamericana hubo un retroceso en esa eficiencia, lo cual se refleja, entre otros indicadores, en la relación Consumo de energía/ PBI. Entre 1980 y 1995, para el promedio de América Latina el Indice de Eficiencia (Consumo de energía/ PBI) empeoró, pasando de 2,51 miles de Bep por millón de dólares de PBI a 3,07. O sea que, en promedio, se requirió un 22,3% más de energía por cada unidad de Producto.

AMÉRICA LATINA. INDICE DE EFICIENCIA ENERGÉTICA

(Relación Consumo de Energía/ PBI). 1980 y 1995*

 

1980

1995

1. PAÍSES QUE MEJORARON    
Uruguay

2,28

1,98

Jamaica

4,98

3,45

Guyana

10,83

8,45

2. PAÍSES QUE SIGUEN IGUAL    
Panamá

2,43

2,47

Chile

2,52

2,51

República Dominicana

2,67

2,68

Costa Rica

2,90

2,81

Brasil

2,78

2,86

Colombia

3,25

3,32

3. PAÍSES QUE EMPEORARON    
Barbados

1,72

1,98

Argentina

1,84

2,03

Ecuador

2,51

2,83

México

2,91

3,13

Guatemala

3,13

3,40

Bolivia

3,17

3,43

Perú

3,41

3,77

Paraguay

3,52

3,99

El Salvador

4,22

4,67

Honduras

5,17

5,68

Nicaragua

4,68

6,48

Trinidad y Tobago

1,91

7,80

Haití

9,03

10,79

AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

2,51

3,07

* Consumo de energía medido en Miles de Bep y PBI medido en millones de U$S de 1980.

La baja eficiencia energética se inicia en el lado de la oferta. En el caso de los hidrocarburos, existen pérdidas excesivas en la producción, transporte y distribución de petróleo y sus derivados; asimismo es notorio el bajo aprovechamiento del gas asociado en los campos petroleros de varios países de la Región. De igual forma, en el subsector eléctrico las pérdidas entre la generación y el consumo final han alcanzado niveles alarmantes.

Aunque no se dispone de estadísticas a nivel regional sobre la evolución de la eficiencia energética del transporte, los estudios realizados en varios países de ALC indican que los consumos específicos de combustible del transporte por carretera son considerablemente mayores a los del mundo industrializado.

En el sector residencial, la penetración de combustibles comerciales para la cocción de alimentos ha conducido al uso más eficiente de la energía. Sin embargo, los estudios realizados por OLADE en varios países de la Región demuestran que la eficiencia energética de los equipos utilizados en los hogares puede ser elevada significativamente. Los mismos estudios revelan una situación semejante en los sectores comerciales y de servicios.

La información disponible indica que en ALC existe un significativo potencial de conservación de energía, estimándose que en el corto y mediano plazo el consumo específico de hidrocarburos y de electricidad podría ser reducido en 15-20% y 10-15%, respectivamente.

En México, por ejemplo, los esfuerzos realizados por la FIDE (fideicomiso de apoyo al Programa de Ahorro de Energía del Sector Eléctrico), han resultado en un ahorro de 5.400 GWH, aproximadamente el 5% del consumo nacional de electricidad en el período 1990-1995.

Ineficiencia ¿por qué?

Para los partidarios del paradigma neoliberal, la ineficiencia energética es causada:

* En el lado de la oferta, por la excesiva regulación de las actividades de naturaleza competitiva y la deficiente regulación de las áreas monopólicas, que han propiciado la ineficiencia en el suministro de energía. Los altos niveles de pérdidas energéticas en las empresas suministradoras se deberían a fallas estructurales y administrativas como son la insuficiente calificación del personal, la administración por procedimientos y las interferencias políticas en su gestión.

* En los sectores de consumo, este fenómeno es atribuible a diversos factores como bajos precios de la energía, insuficiente información sobre prácticas y equipos eficientes, baja eficiencia del parque de equipos consumidores, ausencia de motivación publicitaria y financiera, distorsiones de los mercados y deficiencias en los servicios de mantenimiento y asistencia técnica.

En esta perspectiva bajos precios implican menores ganancias -lo cual no atrae al capital privado-, pero no considera que pueden implicar mayor equidad en el acceso a la energía. Dependerá de cuál concepción se maneje: la de la energía como un servicio público cuyo acceso equitativo el Estado debe garantizar -aunque no deje ganancias en el sentido comercial-, o la de la energía como mercancía que debe asegurar una rentabilidad a las empresas productoras -aunque deje segmentos de población sin acceso a la misma-.

El objetivo fundamental de los cambios estructurales que se están efectuando en el sector energético latinoamericano es, según los neoliberales, lograr una mayor eficiencia económica. Las áreas cuya estructura natural es la competencia deben desregularse, ya que su funcionamiento óptimo se logra en un ambiente de libre mercado, según ellos. Otras áreas deben regularse, por constituir segmentos monopólicos del mercado.

La reforma estructural del sector, según los neoliberales, tendrá efectos positivos en el uso eficiente de la energía a través de los precios de la energía y de la reforma institucional de las empresas suministradoras. En este contexto, ya no podrán existir precios inferiores a los niveles económicos que desincentiven el uso eficiente de la energía; las empresas suministradoras de hidrocarburos o generadoras de electricidad no podrán sobrevivir con su actual ineficiencia energética en un mercado competitivo. Por otro lado, será inadmisible que en la transmisión y la distribución de energía eléctrica se mantengan niveles de pérdidas como los vigentes.

En esta concepción, no se indaga acerca de cómo es el propio modelo económico quien, de hecho, estimula la ineficiencia del sector energía.

El retroceso en la eficiencia no es un sólo ni principalmente una cuestión técnica, sino que es el resultado de un determinado modelo de desarrollo. Dicho modelo estimula la acelerada urbanización de las sociedades latinoamericanas y un creciente consumismo de su población. Con la concentración de la población en las grandes urbes aumentaron los requerimientos de energía, tanto para el uso doméstico como para el transporte. El consumismo promueve una intensificación en el uso de aparatos consumidores de electricidad y un desenfrenado crecimiento en el parque de automóviles de uso individual -en detrimento del uso de sistemas de transporte masivo como ómnibus, trolebus, monorriel, metro y ferrocarril-, que redunda en un mayor consumo de combustibles.

El transporte automotor es, precisamente, el principal consumidor de hidrocarburos y la mayor fuente de contaminación atmosférica del sector energético latinoamericano.

El consumismo, que genera estos impactos negativos en el uso de la energía, no es resultado de reales necesidades crecientes de la población, sino de las necesidades de la maquinaria económica contemporánea para continuar en funcionamiento. Esta maquinaria -sus agentes, las empresas- estimula la aparición de necesidades -reales a veces, ilusorias o de status en muchos otros casos-. El desarrollo del consumismo, por otra parte, exige -al menos según la experiencia latinoamericana- de una profundización de la inequidad: es necesario concentrar ingresos en una parte de la población, para que la misma pueda consumir esos bienes y servicios que no forman parte de la "canasta básica" para la vida; la contrapartida son crecientes contingentes de la población que no acceden a dicha "canasta básica".

La propia concepción de la energía como una mercancía en un mercado abierto en manos privadas opera como un estímulo a la ineficiencia energética en el consumo (en edificios, equipos domésticos, etc.): se estimula el consumo y no el ahorro.

El mercado global, por su parte, exige de un creciente gasto de energía en el transporte -que llega a ser un verdadero despilfarro- al promover el traslado cada vez mayor de mercancías. Cada vez más los productos que se consumen en un lugar tienen un origen remoto. La relación entre unidad energética contenida en un alimento, por ejemplo, y las unidades energéticas necesarias para producirlo y transportarlo, son mayores.

Por lo tanto, la cuestión de la eficiencia energética es de difícil solución en el marco del modelo económico que está impulsando el paradigma neoliberal hoy predominante.

Por otra parte, el enfoque centrado en la oferta -predominante en la política de los gobiernos y de los BMD- agrava la centralización, uno de los problemas más generalizados en América Latina. El desarrollo tradicional de la energía, por su misma naturaleza, fomenta la centralización.

La condición de círculo vicioso de los problemas que genera el enfoque centrado en la oferta son obvios: una zona carente de desarrollo económico y, en consecuencia, de demanda energética, ofrece muy baja prioridad para los suministradores de energía, pero la ausencia de energía, es, en sí, uno de los factores claves que retrasan el desarrollo económico.

Energía y transporte

Atendiendo al papel que juega en el consumo de energía, una política que procure avanzar en la eficiencia energética debería incorporar al desarrollo del transporte a largo plazo estrategias básicas como reducción de las necesidades de movilización, introducción de medios de transporte de baja intensidad energética, mejora de la eficiencia del parque y uso de energías más limpias. De aquí se desprenden algunas de las posibles soluciones de fondo:

. Incorporación de la variable energética en la planificación urbana y rural.

. Puesta en marcha de sistemas de transporte masivo de personas como trolebuses, monorriel, metro y modernización de líneas férreas.

. Ampliación del transporte intermodal de carga por ferrocarril, transporte fluvial, ductos y carreteras.

. Estímulo al transporte individual de baja intensidad energética (bicicletas, peatones). Desestímulo del automóvil particular (tasas contaminador/pagador, peajes, prohibiciones, etc.).

. Optimización de la red vial existente mediante sistemas de manejo de tráfico y construcción de infraestructura más adecuada.

. Marcos regulatorios e introducción de condiciones de mercado para promover la evolución del parque automotor hacia patrones de alta eficiencia energética y baja contaminación.

. Incorporación de costos ambientales.

Los límites ecológicos

Según un informe de Greenpeace, sólo el 25% de las reservas conocidas de petróleo, gas natural y carbón pueden consumidas sin pasar el límite ecológico del cambio climático. Según sus cálculos, con el ritmo actual de consumo y crecimiento, a ese límite se llegará en 30 años. Por otro lado, ese mayor crecimiento del consumo se dará en los países subdesarrollados que, para esa fecha, habrán alcanzado el volumen de emisiones del "Primer Mundo".

Si las cosas siguen como están, para el 2030 el equilibrio del sistema climático se habrá roto definitiva e irreversiblemente y las consecuencias sobre la habitabilidad del planeta son impredecibles.


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