Ciencias y artes
Patricia Linn
Se oye decir con frecuencia que las ciencias y las artes son actividades muy diferentes entre sí. Hay una parte de verdad en esta creencia, existen diferencias fundamentalmente en lo relativo al rigor necesario para comunicar el conocimiento adquirido, lo que aparece como el resultado.
Pero en realidad en todo el proceso y por el solo hecho de ser empresas humanas, las ciencias y las artes están ambas imbuidas de las mismas pasiones y ambiciones propias del ser humano. Además las artes se nutren de los avances tecnológicos resultados de la aplicación del conocimiento científico, como son los pigmentos para los pintores, las máquinas fotográficas, las filmadoras, y el tratamiento de los metales para los escultores, entre muchos otros ejemplos. Y los científicos también, ellos se nutren de las imágenes de los artistas para desarrollar sus modelos, de las metáforas, de las ideas planteadas por escritores, de los patrones en la música. Y ambos buscan comprender y expresar el mundo en que vivimos.
No hay barrera
Las diferencias sí existen, y marcadamente, en el resultado de la actividad, sea la búsqueda de conocimiento científico en las ciencias, o la elaboración de un poema, una pintura, una película, en las artes.
Un artículo de una revista de ciencia especializada tiene que ser escrito cumpliendo un determinado número de reglas, no sólo en la presentación de la información (el texto), sino también en el contenido. Debe tratarse de un estudio que al ser repetido por otra persona, obtenga el mismo resultado. Debe de tenerse mucho cuidado en las conclusiones que se extraen del estudio, éstas deben tener una línea lógica de deducción y razonamiento, y ser coherentes con otros datos y teorías dentro del área de trabajo. Es imprescindible que los colegas que juzgan el trabajo puedan seguir y aprobar no solo los pasos experimentales, sino también seguir y aprobar el razonamiento.
No es así para la presentación de una escultura, de un poema, de una composición musical. No es por razonamiento que se decide si una escultura es una obra de arte.
Pero esto no excluye que en ambas actividades sea fundamental la imaginación y la creatividad. Hecho que no se expresa en el estereotipos que la sociedad se ha formado del científico. El estereotipo del artista se presenta como una persona irracional, que se deja llevar por las pasiones, con capacidad de imaginar y de crear. Mientras que la imagen del científico se presenta como la de una persona fría y calculadora (desapasionada) usando la objetividad y la racionalidad como sus herramientas de trabajo. Por considerar que esta es una imagen incompleta y errada, en los últimos años muchos científicos, entre ellos Gerald Holton y Roald Hoffmann, han insistido en reivindicar para sí las características de las artes, imaginación y creación, haciendo un esfuerzo por describir mejor su quehacer y de esta forma romper la barrera entre artes y ciencias.
Imaginación
Por ejemplo con respecto a la imaginación, el profesor de física y de historia de las ciencias de la Universidad de Harvard (USA) Gerald Holton dice que si uno quiere observar a los científicos, en pleno uso de ella, hay que encontrarlos desprevenidos. Esto se debe a que la parte visible del proceso de obtención de conocimiento científico es la etapa de comunicación entre pares, necesaria para llegar al consenso y esencia del conocimiento científico. Esta es una etapa en la que la imaginación parece faltar. Pero en la ciencia hay dos etapas claramente delimitadas, la primera, de obtención del conocimiento por un individuo y la segunda, la de comunicarlo a la comunidad científica y la validación de ese conocimiento por ésta. Es en la primera en que se pueden encontrar las características comunes con las artes.
Holton, en su libro "Einstein, historia y otras pasiones", describe con ejemplos el uso de la imaginación en la primera etapa de la obtención del conocimiento científico. Para sistematizar el estudio, primero la clasifica en tres tipos: la imaginación visual, la metafórica y la temática. El uso de la imaginación visual tiene como ejemplo clásico la imagen actualmente descartada, pero útil en su momento, del átomo como un sistema solar.
Otro ejemplo muy demostrativo de la importancia que tiene la educación y capacidad de la persona que mira, es el de la imagen de la luna que vieron Galileo Galilei en Italia y Tomas Harriet en Inglaterra cuando la observaron (casi simultáneamente) con un telescopio. Ambos trazaron con un lápiz lo que vieron. La línea entre la parte iluminada y la sombreada (que se ve en todas las fases de la luna excepto el día de luna nueva y el de luna llena) se veía quebrada. Harriet hizo un dibujo en blanco y negro con una línea en zigzag. Galileo, en cambio, viendo lo mismo imaginó cráteres y protuberancias. Hizo entonces varios dibujos usando la técnica de claroscuro. Con diferentes tonos de gris representó en perspectiva las elevaciones, y más que eso, a partir de las sombras calculó las alturas de algunas de esas montañas. Cuando Harriet volvió a mirar la luna después de haber visto el dibujo de Galileo encontró las protuberancias que como sabemos hoy, son reales.
El uso de la imaginación metafórica es usualmente adjudicada exclusivamente a los escritores, fundamentalmente a los poetas, y nunca a los científicos. Pero esto no es justo con el trabajo de los científicos. La metáfora, esencia de la poesía, trabaja en función de la ilusión, hace analogías entre experiencias diarias, imágenes, y los sentimientos, sueños o fantasías que el poeta quiere comunicar. La analogía es subjetiva, y de utilizarse en la escritura, hace uso también de la subjetividad del lector que puede hacer una lectura muy diferente a la de otro lector.
Este no es el resultado buscado en la ciencia pero, en los pasos iniciales de la creación de hipótesis y teorías, la metáfora y la analogía no solo son muy usadas por los científicos, sino que también son necesarias. Estos, como cualquier persona, solo disponen de su imaginación cuando desean conjurar un modelo que se ajuste a las observaciones que realizan ellos u otros y que normalmente son muy irregulares y aparentemente desconectadas. Imaginar a las moléculas de un gas chocándose entre sí como bolas de billar, y usar las mismas fórmulas de choque, válidas para las bolas de billar en las imaginarias moléculas de gas, es usar un modelo de algo conocido y visible para aplicar en un área invisible.
Esta etapa de la ciencia, la de creación de modelos, hipótesis y teorías, es una que no puede enseñarse. A los estudiantes de ciencias en todos los niveles de su educación se les enseña a observar y describir lo que observan, se les enseñan los modelos explicativos que otros desarrollaron, y se intenta ponerlos en situaciones para que ellos busquen por sí mismos explicaciones, pero es imposible enseñarles a crear la hipótesis. Es cierto que para aceptar modelos en ciencia hay reglas y pautas, los modelos deben ser consistentes con el conocimiento previo confiable y usualmente se busca inspiración en soluciones que se desarrollaron antes. Pero el proceso es interno, personal, y lo que el científico crea y construye es una explicación que no estaba allí antes.
Por último, la imaginación temática es una herramienta que se usa al principio de una investigación, consiste en la práctica de dejar que una presuposición funcione como guía de la investigación cuando todavía no sólo no hay pruebas, sino que incluso puede haber evidencia en contra. Esta etapa, dice Holton, se puede ver sólo "si observamos a través del ojo de la cerradura". Al hacerlo se ve cómo muchos científicos mantienen, o mantuvieron, obstinadamente, una idea salvándola de ser destruida por la racionalidad. En la fase final de la investigación, estos científicos, al enfrentar la teoría elaborada por ellos con la realidad, logran las pruebas y todos los requisitos necesarios para dar por cierta su teoría. Por supuesto, no siempre lo logran: como la naturaleza no puede ser engañada, muchísimas de estas ideas fallan, por lo que se descartan y olvidan.
Creatividad
Con respecto a la reivindicación de la creatividad, Roald Hoffmann, premio Nobel de Química 1981, insiste en que esta no es propiedad de los artistas, y que dentro de la ciencia son los químicos los que menos deberían aceptar la metáfora de descubrimiento para describir lo que hacen, en contraposición a la creación asignada a los artistas.
Según dice Hoffmann en su libro "Química Imaginada" hay justificaciones históricas, psicológicas, filosóficas y sociológicas para el uso de estas metáforas (la de descubrimiento para científicos, y de creadores para artistas) y su arraigamiento en la sociedad. Hay que recordar, explica Hoffmann, que el surgimiento de la ciencia moderna en Europa coincidió con la era de la exploración geográfica. Los hombres llegaban a playas lejanas, exploraban tierras desconocidas, completaban mapas, e incluso penetraban tumbas reales llenas de brillantes vasijas doradas. Todas estas imágenes son muy poderosas, atractivas y sugerentes. Por esto Hoffmann cree que no es sorprendente que estas metáforas fueran y sean aceptadas por los científicos (mayormente hombres) como descriptores apropiados de su actividad, normalmente limitada a un laboratorio.
Además Hoffmann se refiere a la tradición racionalista francesa y al hecho de que la sistematización de la astronomía y de la física, antes que las de otras ciencias, ha dejado una filosofía reduccionista en el centro de la ciencia. Esta filosofía considera que hay una jerarquía lógica de las ciencias, los fenómenos biológicos se explican con la química, la química con la física y así sucesivamente.
La lógica reduccionista se corresponde con la metáfora del descubrimiento porque uno cava más profundo y descubre la verdad. Pero el reduccionismo, insiste Hoffmann, que es un declarado antirreduccionista, solo es una cara de la comprensión. "No hemos sido hechos solamente para desarmar, desconectar y analizar, sino también para construir. No hay mejor prueba de comprensión pasiva que la creación activa." dice Hoffmann.
Otro motivo para explicar la división de los científicos y humanistas como descubridores y creadores, según Hoffmann, es que los filósofos de la ciencia que comenzaron como científicos provienen generalmente de la física o de la matemática, y los que provienen de la filosofía también tienen una tendencia a favorecer esos campos, ya que la lógica tiene un papel importante en la filosofía. Es por esto que la ideología predominante de razonamiento, en las áreas científicas en las que son expertos los filósofos de la ciencia, haya sido extendida por ellos a todas las ciencias.
Lo que le resulta extraño a Hoffmann es que los químicos acepten la metáfora del descubrimiento. La química, como él la define, es la ciencia de las moléculas y sus transformaciones. Algunas de estas moléculas están realmente allí, esperando a ser "conocidas", como las moléculas de agua, del anhídrido carbónico, el colesterol o la hemoglobina. Se busca conocer sus propiedades, qué átomos hay en ellas, cómo están conectados dichos átomos, las formas de las moléculas, los movimientos internos de las moléculas, su reactividad. La idea o metáfora del descubrimiento, dice Hoffmann, se aplica bien al estudio de estas moléculas.
Pero muchas otras moléculas en la química fueron hechas por los químicos en el laboratorio. Un registro de esos compuestos llega a cerca de diez millones (plásticos, materiales varios, insecticidas, fertilizantes, medicamentos, fibras, y muchos más). Son compuestos que no estaban en la tierra antes. Fue un ser humano, un químico, que eligió la molécula a construir y la manera de hacerla. Este trabajo se parece al del artista. Un pintor cuando pinta está limitado por la física de los pigmentos y de las telas, y aún condicionado por su escuela, y crea algo nuevo.
También cuando los químicos están intentando descubrir cómo se produce una molécula dentro de un ser vivo, la insulina por ejemplo, utilizan moléculas creadas artificialmente, parecidas a las que están estudiando. Al ser un poco diferentes de las naturales, se las puede rastrear en el organismo en estudio, pudiéndose averiguar cómo y con qué otras moléculas reaccionan. El resultado de investigaciones de este tipo son a los ojos de sus colegas, obras de arte. Se sienten fascinados por el procedimiento ideado por el químico para realizar el descubrimiento del proceso de elaboración de una sustancia dentro de un ser vivo.
La síntesis de moléculas, dice Hoffmann, pone a la química muy cerca de las artes. Se crean los objetos que otros estudian o aprecian, que es exactamente lo que hacen los escritores, compositores, artistas visuales. Esta capacidad creativa es excepcionalmente fuerte en química. Los matemáticos también estudian los objetos que ellos crean, pero estos objetos, sin menospreciar su valor único, son conceptos mentales y no estructuras reales. Algunas ramas de la ingeniería están muy cerca de la química en este asunto de la síntesis.
La intención básica del científico es encontrar regularidades y patrones en el mundo exterior para moderar el miedo que el caos y la impredecibilidad provocan al ser humano, lo que se logra al establecerse leyes y teorías que permiten predecir acontecimientos.
Esto es semejante a lo que mueve al artista. "¿Es el arte totalmente creación?" se pregunta Hoffmann "No lo creo. En gran medida es descubrimiento de las profundas verdades de aquello que nos rodea, a menudo superponiéndose, pero más a menudo llegando más allá del conjunto de problemas delimitado que la ciencia se ha propuesto intentar comprender. El arte aspira a descubrir, explorar, descifrar, o cualquier otra metáfora que se le ocurra, sobre el mundo irreducible, azaroso, y no único, que hay dentro de nosotros".
Referencias "Einstein, historia y otras
pasiones", de Gerald Holton. Santillana, Taurus,
1998. |
La Creatividad Artículos publicados en esta serie: (I) Van Gogh: lo maravilloso
cotidiano (Ma. Noel Lapoujade, Nº 107) |
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