Pedagogía
Social en América Latina
Legados de Paulo Freire
Alfredo Ghiso
Como
se introduce un cuento, podríamos decir que hace unos cuarenta años un
educador brasileño llamado Paulo Freire empezaba a poner en común, en los círculos
de cultura y entre los amigos de lucha política, sus planteamientos educativos
basados en una filosofía humanista y en una concepción religiosa liberadora,
que le permitía encarnar el sentido trascendental de la persona.
La
fe, la alegría y la esperanza jamás fueron, para él, instrumentos de alienación;
sino por el contrario, de trascendencia por el amor; en ellas los sujetos
retornan a la fuente que los libera.[1]
Después
de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma...
Jorge
Luis Borges
Las
condiciones de opresión política en América Latina obligaron a Freire a
transitar por diferentes países y continentes, en los que se vinculó a
procesos organizativos y a proyectos político/culturales que buscaban
fortalecer actores sociales, construyendo ambientes de participación, donde la
producción cultural y social tenían que pasar, necesariamente, por una toma de
conciencia y una comprensión dialógicamente crítica de los contextos y de las
prácticas sociales.
A
diferencia de otro tipo de propuestas teórico prácticas como: desarrollo
comunitario, animación sociocultural[2]
y pedagogía social, las propuestas educativas populares no son un producto de
modelos societales democráticos, debido a que éstas fueron generadas para
confrontar regímenes y condiciones de opresión, explotación, exclusión e
injusticia social. Desde estos contextos caracterizados por la negación de las
personas, Freire plantea una propuesta educativa en la que nadie libera a nadie,
nadie se libera solo. Las personas se liberan en comunión[3]
. El encuentro multicultural, la solidaridad, la comunicación, la autonomía,
la alegría y la esperanza, son condiciones necesarias del quehacer pedagógico,
entendido éste como una experiencia particularmente humana, histórica y política.
Desde
estos referentes, en esta reflexión se pretende dar cuenta de una manera
general, de las rutas practicas y teóricas, por las que ha transitado la
educación popular a lo largo de cuarenta años. En ellas ubicamos una serie de
aspectos estructurantes de las propuestas donde los legados de Paulo Freire se
expresan, facilitando pistas para avanzar en el proceso de conceptualización
sobre la Pedagogía Social en América Latina.
Por
otra parte, buscamos que estas ideas sean un aporte en las búsquedas
conceptuales, metodológicas y operativas que pretenden abrir la acción pedagógica
a los retos de humanizar, dignificar y democratizar las relaciones sociales, a
partir del fortalecimiento de expresiones culturales y prácticas organizativas
que en la actualidad son sistemáticamente marginadas y excluidas, por el
sistema social, político y económico neoliberal.
Rutas
de la educación popular en América Latina
Recorrer
los caminos de la Educación popular en América latina es partir del
reconocimiento de que toda acción educativa es una
acción política. Es imposible pensar en la superación de la opresión,
de la discriminación, de la pasividad o de la pura rebelión que aquéllas
generan, sin primero pasar por una comprensión crítica de la historia y de las
relaciones interculturales que se dan en forma contradictoria y dinámica; para
ello se requieren procesos y proyectos político-pedagógicos. La
naturaleza política de las propuestas educativas populares descartan prácticas
asistenciales, adaptadoras, transmisionistas o bancarias.[4]
Entender
la naturaleza de la educación popular desde la relación entre sujetos/política/pedagogía
o acción pedagógica y proyecto político/cultural configuran los nudos de la
reflexión educativa, marcando una diferencia sustantiva con los procesos de
conceptualización en animación sociocultural o pedagogía social. Con esto
queremos alertar que la reflexión pedagógica sobre las prácticas y procesos
de educación popular en América Latina, tienen aproximadamente cuarenta años;
pasando por
momentos fundacionales (60/70), sistematizadores (80) y de refundamentación
(90/00). Existe entonces, una
tradición de pensar el papel social del quehacer educativo, de reflexionar la
pedagogía como una construcción social intencionada cultural y políticamente;
entendiendo la educación desde opciones sociales alternativas, como una condición
necesaria, aunque no suficiente para lograr transformaciones individuales y
colectivas en contextos marcados por la opresión, la explotación, la
injusticia y la conflictividad[5].
Es,
entonces, ubicados en estas relaciones constitutivas y desde estos referentes
contextuales, teóricos y éticos que se puede iniciar un recorrido muy general
por las rutas de la educación popular, inventariando los criterios que han
guiado la construcción de las propuestas educativas alternativas, en América
Latina.
Desde
sus inicios la propuesta de educación popular latinoamericana ha ido
conformando una suerte de paradigma orientador de las prácticas educativas. Se
pueden señalar algunas premisas e ideas fuerza que han estado ligadas al
desarrollo de los discursos y que permitieron fundamentar, comprender,
sistematizar y narrar el quehacer pedagógico:
Aplicación
del método dialéctico a la pedagogía.
Transformación
de la conciencia ligada a la transformación de la práctica social.[6]
Relación
práctica (experiencia), teoría ( análisis crítico), práctica ( cambio
de situación).
Relación
dinámica entre la acción y la reflexión, el mundo de la palabra
(discursos) y del trabajo.
Diálogo
de saberes, negociaciones culturales.
Prácticas
sociales populares referentes y contenidos de las propuestas educativas.[7]
Desde
estas premisas "la concepción metodológica que prima es de carácter dialéctico,
en la que el rol de los educandos es considerado como esencial, así como la
valoración de su práctica como punto de referencia fundamental en todo el
proceso".[8]
Como consecuencia, la propuesta pedagógica desde sus inicios, se caracteriza
por valorar una metodología activa, crítica y fundada en concepciones de
proceso educativo como dinámica de construcción de sujetos mediante el diálogo
de saberes y participación consciente y decidida de los involucrados, desde
enfoques políticos y culturales emancipadores.
Los
rasgos generales de las propuestas educativas populares son:
Ruptura
con enfoques bancarios, verticales y autoritarios de educación.[9]
Se
parte de la realidad de los participantes, de su situación histórica
concreta, propiciando la toma de conciencia crítica con relación a su
situación económica y social.
Valoración
de la cultura popular y de la identidad cultural propia.
Búsqueda
de una relación pedagógica horizontal.
Autoaprendizaje,
auto evaluación y autogestión del proceso.
Procedimientos
grupales que expresen la cooperación y solidaridad comunitaria y de clase.
Educación
ligada a la acción. Se parte de la realidad para volver a ella y
transformarla.
La
práctica educativa estimula la organización, permitiendo la participación
de la comunidad y su intervención efectiva en el proceso de toma de
decisiones.[10]
Adopta
los modos de conocer y elaborar conocimiento de los sectores populares.
Utilización
de técnicas e instrumentos nuevos, participativos, simples, atractivos y
eficaces.
Desarrollo
de una articulación alternativa y distinta de los instrumentos en el
proceso educativo, en función de las finalidades.[11]
Estos
criterios y enunciados básicos dan cuenta de propuestas pedagógicas y de prácticas
educativas que buscan enraizarse en las urdimbres históricas y culturales de
los pueblos, reconociendo la diversidad, promoviendo la participación,
empoderando sujetos sociales individuales y colectivos y desarrollando
competencias, como la de poseer una conciencia crítica que les permita
diferenciar: la diversidad de la inequidad, expresada en relaciones de poder
injustas centradas en la concentración y enajenación de los acumulados de
capital económico, cultural y social.
De
aquí que la educación popular, como propuesta pedagógica alternativa,
desarrolla discursos teórico/metodológicos orientadores en el campo de lo ético, lo
político, lo cultural y lo metodológico, a partir de unos ejes articuladores,
pertinentes a los contextos que ubican e identifican los procesos educativos.
Es
así como en América Latina, la educación popular entendida como propuesta
pedagógica, política y cultural, requiere permanentemente dinamizar, al
interior de los procesos y propuestas educativas, un movimiento de identificación,
profundización y reconceptualización de los componentes que la constituyen;
teniendo como asuntos estructurantes de esa reflexión:
contextos, intencionalidades, actores sociales, perspectivas, procesos
colectivos y proyectos socio/políticos alternativos.
Es
en esta dinámica reflexiva y de sistematización, donde se empiezan a valorar y
a comprender los espacios en los que la educación popular se desarrolla y los
ámbitos que emergen, marcando la necesidad de implementar programas de acción
considerando que éstos, a diferencia de los ambientes tradicionales, tienen
configuraciones pluriclasistas, con lógicas de actuación y comprensión de sus
realidades particulares, entornos y contextos diferenciados. La descentralización,
las reformas en el campo educativo y de salud, las construcciones democráticas
desde las localidades, las opciones en áreas emergentes como la igualdad de
oportunidades para mujeres y jóvenes, el desarrollo local y a escala humana,
los movimientos anticorrupción, por los derechos humanos o contra las
discriminaciones, mueven a repensar las propuestas educativas en lo conceptual,
metodológico y operativo desde "visiones ampliadas"[12];
donde sea posible encontrar rutas y formular agendas que articulen sujetos,
procesos, acontecimientos y estructuras en torno a nuevos sentidos y caminos,
pertinentes a las opciones, que los actores sociales asumen frente a los cambios
y desafíos contextuales, ideológicos, culturales, políticos y económicos.
Educación
Popular y la Pedagogía Crítica
Paulo
Freire, como educador latinoamericano, vinculado al movimiento de educación
popular y situado en un paradigma pedagógico emancipador, que posteriormente la
academia denominó socio crítico, vinculando su pensamiento a los desarrollos
anglosajones de la "pedagogía crítica", aporta desde la comprensión
(vivencial e interactiva) y la reflexión de su práctica una serie de
principios filosóficos, éticos, pedagógicos y metodológicos que permitirán
una recreación permanente de las propuestas de educación popular en América
Latina.
Entre
sus legados rescatamos de una manera muy general, aquellos que nos permiten
orientar la construcción de propuestas educativas basadas en el diálogo, la
tolerancia, la autonomía, la alegría y la esperanza; bases pedagógicas, políticas
y éticas que sitúan la acción educativa en permanente confrontación con
imaginarios caracterizados por prospectar futuros frágiles en un mundo
globalizado, en el que todos somos minoría; donde los desafíos formativos
pasan, entre otros por: reconstruir sujetos sociales, promover ciudadanías,
repensar las potencialidades y posibilidades políticas, económicas culturales
de nuestros pueblos.[13]
En
este apartado de la reflexión, se retoman de una manera libre y no textual los
pensamientos de Paulo Freire que pueden encontrarse en la bibliografía que
tomamos de fuente y que listamos al final de este texto.
Práctica
educativa como quehacer contextuado
Como
contexto teórico/práctico, un proceso formativo no puede prescindir del
conocimiento de lo que sucede en el contexto de los educandos y de sus familias.
┐Cómo podemos entender las dificultades durante el proceso educativo sin
saber lo que sucede en su experiencia en casa, así como en qué medida es o
viene siendo escasa la convivencia con palabras, narraciones, imágenes creadas
en su contexto sociocultural?... Es necesario entonces, reconocer de una manera
crítica e histórica lo más profundo de los contextos socio culturales, económicos
y políticos donde se dio y se está dando la experiencia, y aprender la
racionalidad del quehacer social por medio de múltiples caminos.
Algunos
caminos son los de la participación conciente en la reconstrucción de la
sociedad y la comprensión crítica del momento en que se halla el país,
comprensión crítica de lo que se va generando en la práctica misma de
participar y que debe ser incrementada por la práctica de pensar la práctica.
En
las propuestas pedagógicas populares la lectura del mundo precede siempre a la
lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura
de aquél... Este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo
siempre está presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo
mismo, a través de la lectura que de él hacemos.
Práctica
educativa, un quehacer intencionado
Enseñar
exige la convicción de que el cambio es posible. No soy objeto de la historia
sino que soy igualmente sujeto. Nadie puede estar en el mundo y con los otros y
con el mundo de manera neutral. Cambiar es difícil pero posible, es la dirección
de nuestra acción político -pedagógica; es posible cambiar, es necesario
cambiar porque un acto educativo sin esta intencionalidad explícita y
consciente preserva las condiciones y situaciones de miseria, de opresión, de
exclusión y es, por consiguiente un acto inmoral.
La
realidad no puede ser modificada, sino cuando el hombre descubre que es
modificable y que él puede hacerlo. Es preciso, por tanto, hacer de esta toma
de conciencia el objetivo primero de toda educación: ante todo hace falta
provocar una actitud crítica, de reflexión, que comprometa en la acción.
Es
necesario que los procesos educativos sean coherentes con el fin que se
persigue: permitir al hombre llegar a ser sujeto, construirse como persona,
transformar el mundo, entablar con otros hombres relaciones de reciprocidad,
hacer cultura e historia... Parta ello se requiere una revisión total y de
fondo de las propuestas, programas y métodos educativos. Deseamos, señalaba
Freire, preparar al hombre que haga historia en vez de que éste sea arrastrado
por ella, que participe de manera creativa en los momentos que exigen opciones
fundamentales o elecciones vitales. Se necesita entonces, una educación que
libere, no que adapte, domestique o sojuzgue.
Sujetos
de la práctica educativa
Se
reconoce a los seres humanos como hacedores de cosas, transformadores,
contempladores, hablantes sociales, productores de saber que por necesidad
buscamos la belleza y la ética. Nos asombramos, actuamos, recibimos, miramos,
contemplamos. Aprendemos cosas sobre el mundo al hacer el mundo, al cambiar lo
que nos rodea, al transformar, al crear y recrear el mundo de la cultura y de la
historia, que hecho por nosotros nos hace y rehace.
Hombres
y mujeres se hicieron educables en la medida en que se reconocieron inacabados.
No fue la educación la que los hizo educables sino la conciencia de su in
conclusión la que generó su educabilidad. También es la conciencia de la in
conclusión, de la cual nos hacemos conscientes y que nos introduce en el
movimiento permanente de búsqueda donde se cimienta la esperanza. Freire
afirmaba: no estoy esperanzado por mera testarudez, pero sí por una exigencia
ontológica.
Inacabados
y conscientes del inacabamiento, abiertos a la búsqueda, curiosos, ejercitamos
nuestra capacidad de aprender y de enseñar haciéndonos sujetos y no puros
objetos del proceso.
Hombres
y mujeres, seres histórico-sociales, nos volvemos capaces de comparar, de
valorar, de intervenir, de escoger, de decidir, de romper, por todo eso, nos
hicimos seres éticos. No es posible pensar seres humanos lejos de la ética y
mucho menos fuera de ella. Para nosotros hombres y mujeres estar fuera de la ética
es una transgresión. Es por eso que transformar lo educativo en puro
adiestramiento es despreciar lo que hay de fundamentalmente humano en el
ejercicio educativo: su carácter formador.
El
estudiante es el sujeto del proceso de aprendizaje en tanto acto de creación y
conocimiento. El tipo de pedagogía critica que se propone esta relacionada con
la experiencia de los estudiantes. Toma como punto de partida los problemas y
necesidades de los mismos estudiantes. Esto sugiere tanto confirmar como
legitimar el conocimiento y la experiencia de los estudiantes a través de la
cual otorgan sentido a sus vidas.
Para
mí, señalaba Freire, es imposible conocer con rigor despreciando la intuición,
los sentimientos, los sueños, los deseos. Es mi cuerpo entero el que
socialmente conoce. No puedo en nombre de la exactitud o del rigor, negar mi
cuerpo, mis emociones, mis pensamientos. Sé bien que conocer no es adivinar,
pero conocer pasa también por adivinar.
El
proceso educativo tiene como principio fundamental e indispensable que forme
científicamente para la vida o para practicarla. En el fondo, es la misma
exigencia que se hace a la práctica de pensar la práctica. La práctica de
pensar la práctica desprovista de instrumental teórico serio y bien fundado se
convertiría en un juego estéril y molesto..
El
proceso educativo se constituye en un ejercicio crítico de pensar la práctica.
Cuanto más se piensa la práctica a la que el sujeto se entrega, tanto más y
mejor comprende lo que esta haciendo y se prepara para hacer y ser más humano.
Perspectiva
dialógica de la practica educativa
Diálogo
como encuentro de los hombres para la tarea común de saber y actuar. La
autosuficiencia es incompatible con el diálogo. Los hombres que carecen de
humildad, o aquellos que la pierden no pueden aproximarse al pueblo, no pueden
ser sus compañeros en el diálogo y en la pronunciación del mundo. El hombre
dialógico tiene fe en los hombres antes de encontrarse frente a frente con
ellos. Esta no es una fe ingenua. El hombre dialógico es crítico sabe del
poder de hacer, de crear, de transformar.
El
diálogo exige humildad, valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia
nosotros mismos y hacia los demás. Nadie
lo sabe todo, nadie lo ignora todo. El diálogo se basa en la humildad,
en la seguridad insegura, en la certeza incierta y no en la certeza demasiado
segura de sí misma. En la amorosidad sin la cual el trabajo pedagógico pierde
su significado.
El
conocimiento se genera en un proceso de interacción. La experiencia y la
subjetividad se construyen en el marco de una variedad de voces, condiciones y
narrativas que sugieren que el acto educativo es algo más que rechazos o
acatamientos. Dialogo y tolerancia, no es encubrir lo intolerable, amansar al
agresor, ni disfrazarlo. La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir
con lo diferente, a aprender de lo diferente, a respetar lo diferente. Nadie
aprende tolerancia en un clima de irresponsabilidad en el cual no se hace
democracia. El acto de tolerar implica el clima de establecer dialógicamente
principios, límites que deben ser respetados. Por esto la tolerancia no es la
simple convivencia con lo intolerable
Si
el sueño que nos anima es democrático y solidario no es hablando a los demás
desde arriba, sobre todo, como si fuéramos portadores de la verdad que hay que
transmitir a los demás. Es escuchando como aprendemos a hablar con ellos. Sólo
quien escucha paciente y críticamente al otro, habla con él, aún cuando en
ciertas ocasiones necesite hablarle a él. La primer señal de que el individuo
que habla sabe escuchar es la demostración de su capacidad de controlar no solo
la necesidad de decir su palabra, sino también el gusto personal de expresarla.
El
diálogo es, también en Freire, una actitud y una práxis que impugna el
autoritarismo, la arrogancia, la intolerancia, la masificación.[14]
El diálogo aparece como la forma de superar los fundamentalismos, de
posibilitar el encuentro entre semejantes y diferentes [15].
En
esta construcción dialógica la pregunta surge como afirmación del sujeto,
capaz de correr riesgos, capaz de resolver la tensión entre la palabra y el
silencio. De esta manera la pregunta confronta la modalidad pedagógica de la
contestación, de la respuesta única y definitiva. Hay que alertar que tampoco
se dan preguntas definitivas.
Por
último, agregamos que el diálogo y el lenguaje es para Freire el terreno en el
que se otorgan significado a los deseos, a las aspiraciones, a los sueños y a
las esperanzas, al posibilitar el intercambio de discursos y de conversaciones
críticas cargadas de realidad y de posibilidad [16].
Desde
la perspectiva dialógica de la práctica educativa es necesario preguntarse,
┐Cómo dialogar si aliento la ignorancia, si la veo siempre en el otro?
┐Cómo puedo dialogar si me admito como una persona diferente, virtuosa
por herencia, frente a los otros, meros objetos en quienes no reconozco otros
yo? ┐Cómo puedo dialogar si me siento participante de un ghetto de
hombres puros, dueños de la verdad y del saber, para quienes todos los que están
fuera son "esa Gente o son nativos inferiores? ┐Cómo puedo dialogar
si me cierro a la contribución de los otros, la cual jamás reconozco y hasta
me siento ofendido?
Contenidos
y metodologías en la práctica educativa
El
proceso del conocer y del enseñar no es neutro ni indiferente. La concientización
exige una rigurosa comprensión crítica de la realidad, no neutralizada ni
esterilizada. No hay toma de conciencia a la que le falte la curiosidad
cautelosa y arriesgada, la reflexión crítica, el rigor en los procedimientos
de aproximación al objeto. Si esto falta se queda en el nivel del sentido común.
Es
imposible pensar en educación sin pensar en conocimiento, en una cierta teoría
del conocimiento puesta en práctica. Enseñar cómo conocer, enseñar a pensar
correctamente revelando a los educandos cómo se estudia, cómo te aproximas al
objeto de tu conocimiento, lo que significa para ti la búsqueda de
conocimiento. La metodología debe llevar a que los sujetos se sientan capaces
de ir más allá de la pura comprobación de los objetos para alcanzar la razón
de ser de los mismos.
Criterios
metodológicos: buscar con rigor, con humildad, sin la arrogancia de los
sectarios, demasiado confiados en sus certezas universales, desocultar las
verdades escondidas por las ideologías, tanto más vivas cuando se dicen que
están muertas.
Es
necesario aclarar que el acto de conocimiento implica para Freire un movimiento
dialéctico que pasa de la acción a la reflexión y de la reflexión de la acción
a una nueva acción. Reconoce también la unidad que existe entre la
subjetividad y la objetividad. La realidad jamás consiste únicamente en datos
objetivos, el hecho concreto, sino también en esas percepciones que los hombres
tienen. Otra interrelación que establece en las acciones de conocimiento es la
de los contextos, señalando la existencia de dos contextos interrelacionados,
el del diálogo auténtico entre educador y educando como sujetos de
conocimiento y el contexto real de los hechos concretos, la realidad social en
la que los sujetos existen. En el contexto gnoseológico del diálogo, se
analizan los hechos que presenta el contexto real o concreto, implica un
desplazamiento desde el contexto concreto
, que proporciona los hechos hasta el contexto teórico, en el que dichos hechos se analizan en
profundidad, para volver al contexto concreto, donde los hombres experimentan
nuevas formas de práxis[17]
Como
en el apartado anterior, recogemos una serie de preguntas que Freire lanza y que
los educadores deberíamos responder para identificar cuáles son las posiciones
que condicionan los actos de conocimiento:
Cuáles
son nuestras concepciones en teoría del conocimiento?
Cómo
abordamos el objeto de conocimiento?
Lo
poseemos?
Lo
llevamos en el portafolios para distribuirlo entre nuestros estudiantes?
Utilizamos
este objeto de conocimiento para alimentar a los estudiantes o para
estimularlos a conocer?
Estimulamos
a los educandos para que asuman el rol de sujetos o de receptores pasivos de
nuestro conocimiento?[18]
Esperanza,
alegría y autonomía
Freire
señalaba: Me gusta la curiosidad, la afirmación de mí mismo, el riesgo a la
aventura, el respeto de los otros y de mí. Alguien que asuma su tiempo y lo
asuma con lucidez, es entender la historia como posibilidad. Cuando la gente
enmiende la educación como posibilidad, la gente descubre que tiene límites.
Es exactamente porque es limitable o limitada ideológica, económica, social,
política y culturalmente, por lo que ella tiene eficacia.
La
tarea de la libertad, la tarea de la liberación, la historia como posibilidad,
la comprensión del cuerpo consciente y sensual, lleno de vida, todo eso exige
necesariamente de una pedagogía de la alegría. Esta alegría, esperanza y
autonomía se construyen socialmente y uno de los ambientes es el educativo.
La
esperanza forma parte de la naturaleza humana. Sería una contradicción si
primero, inacabado y conciente del inacabamiento, el ser humano no se sumara o
estuviera predispuesto a participar en un proceso de búsqueda constante, y
segundo, que buscara sin esperanza. La esperanza es una especie de ímpetu
natural posible y necesaria, la desesperanza es el aborto de ese ímpetu. La
esperanza es un condicionamiento indispensable de la experiencia histórica. Sin
ella no habría historia, sino puro determinismo.
Hay
una relación entre la alegría necesaria para la actividad educativa y la
esperanza. La esperanza de que profesor y alumnos puedan aprender juntos, enseñar,
inquietarse, producir y juntos igualmente resistir a los obstáculos que se
oponen a nuestra alegría.
Paulo
Freire afirmaba que la capacidad de comenzar siempre, de hacer, de reconstruir,
de no entregarse, de rehusar burocratizarse mentalmente, de entender y de vivir
la vida cotidiana como proceso, como ir- a - ser, es algo que siempre me acompañó
a lo largo de los años. Es una cualidad del educador, comenzar siempre, no
importa de qué nuevo, con la misma fuerza y energía. Vivir, vivir de nuevo.
El
respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no
un favor que podemos o no concedernos unos a otros. El respeto por la autonomía
se caracteriza por valorar la curiosidad del educando, su gusto estético, su
inquietud, su lenguaje.
Tomar
en consideración el conocimiento y la experiencia con la que llega el educando,
valorar su saber acumulado. Tomar al educando como sujeto del proceso educativo
y no como objeto.
El
enseñar no es un quehacer mecánico de transferencia. Enseñar es hacer posible
que los educandos epistemológicamente curiosos se apropien de la significación
profunda del objeto de estudio como manera de aprehenderlo, aprendiéndolo. Lo
anterior, implica una búsqueda viva, curiosidad, equívoco, acierto, error,
serenidad, rigor, sufrimiento, tenacidad, pero también satisfacción, placer y
alegría.
Rompen
la autonomía posiciones de intolerancia en las que es imposible la convivencia
con los que son diferentes. La intolerancia es sectaria, acrítica, castradora.
El intolerante es autoritario, mesiánico y en nada ayuda al desarrollo de la
autonomía y menos al ejercicio y construcción de ambientes democráticos. Una
de las connotaciones del autoritarismo es el total descreimiento en las
posibilidades de los demás.
Lo
máximo que hace un educador autoritario es un remedo de democracia con la que a
veces procura escuchar la opinión de sus educandos. El autoritarismo no le
apuesta a la construcción de sujetos democráticos, sino al desarrollo de
propuestas domesticadoras, que inmovilizan, le apuesta a la necrofilia social[19].
Sostener
una mano o encadenar un alma...
Freire
hablaba de reinvención de su propuesta, pero también, de la reinvención del
texto, de la práctica educativa, de las sociedades y del poder. La condición
de reinvención y la conceptualización es la de alcanzar la comprensión crítica
de las condiciones históricas en las cuales se generaron las diferentes prácticas.
Reflexionar críticamente las diferentes prácticas y la experiencia de los
otros es comprender los factores sociales, políticos históricos y culturales
de la práctica o experiencia que se quiere reinventar[20]
La
comprensión y conceptualización pedagógica tiene que ver con la posibilidad
que tienen los sujetos involucrados en una práctica educativa dialógica y
liberadora de superar la descripción y la explicación científica, llegando a
comprenderla, interpretarla y significarla; para, desde nuevos sentidos:
recontextualizar, resolver, generar respuestas y poner en la práctica acciones
alternativas.
El
proceso de conceptualización de procesos pedagógicos insertos orgánicamente
en procesos sociales requiere, entonces, de una reflexión sistemática y crítica
acerca de los contextos concretos, de los momentos, de los desafíos y de las
dificultades que deben superarse.[21]
No
podemos pensar en los legados de Freire como apoyos para conceptualizar la
Pedagogía Social en América Latina, entendiendo esto como una pretensión de
elaborar discursos generalizables y totalizadores que desarrollen, filtren,
jerarquicen y ordenen de una manera única saberes y prácticas.
A
los educadores que reconocen sus prácticas como construcciones contextuadas,
pertinentes a las necesidades de aprendizaje, relacionadas con identidades y
pertenencias culturales, constructora de redes de sentidos, que brindan
posibilidades de reconocimiento, descubrimiento y sentir en el sentido de otros;
los legados de Freire favorecen la reinformación de las propuestas educativas y
la problematización que se requiere para reubicar y transformar las maneras en
que el quehacer pedagógico se vivencia, se comprende, se conceptualiza y se
expresa.
Las
reflexiones y conceptualizaciones que impulsemos en América Latina tendrán que
situarse en relación con necesidades, como: reconstruir sujetos sociales,
promover ciudadanías, repensar las potencialidades y posibilidades políticas,
económicas culturales de nuestros pueblos.[22]
No
está por demás señalar que en el contexto actual las conceptualizaciones que
se hagan en el campo de lo pedagógico social tienen que asumir aspectos claves
en el horizonte de las transformaciones sociales hoy. Aspectos como: derechos
humanos, lo ambiental, la problemática de género, la dimensión generacional,
la multiculturalidad, la globalización, las nuevas tecnologías, los medios de
comunicación, la construcción de alternativas económicas, sociales y políticas,
el protagonismo de la sociedad civil, la construcción de una nueva ciudadanía,
la búsqueda explícita y radical de modelos societales democráticos, justos,
pacíficos y tolerantes. Si queremos abordar estos temas tendremos que ocuparnos
de aprender a leer las narrativas que textualizan y ordenan presentes, pasados y
futuros sociales y las metáforas que los distintos actores sociales vienen
elaborando para expresar sus miedos y aspiraciones.
En América Latina existen múltiples textos, narrativas y discursos caracterizados por el descentramiento, la pluralización y la fragmentación. Esto nos está indicando que existen variados enfoques y diversos imaginarios educativos que organizan a su manera los elementos teóricos, prácticos, axiológicos y simbólicos. Esta diversidad da la apariencia de impedir la constitución de conceptos y narrativas consistentes y coherentes; pero si ahondamos en ellas, se pueden identificar entrecruzamientos, transversalidades, integraciones y ejes que permiten tejer puentes entre propuestas, ambientes y sujetos diversos. Los procesos de re-conceptualización requerirán entender la circulación de textos y narrativas , reconociendo que las metáforas son parte de la capacidad de convivencia del lenguaje, las emociones, las prácticas y las ideas.[23]
El releer y repensar crítica y contextuadamente a Paulo Freire nos puede ayudar a enfrentar el desafío de aprender la sutil diferencia entre una practica educativa capaz de sostener una mano o encadenar un alma.
Bibliografía de Paulo Freire
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Referencias
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