Gadamer, 100 años
Graciela
Fernández de Maliandi
El 11 de febrero Hans Georg Gadamer cumplió 100 años. En su casa de Heidelberg habrá visto aparecer el nuevo año y, si su médico todavía se lo permite, habrá brindado con calvados. Testigo e intérprete del siglo XX, su opera magna, “Verdad y Método”, apareció en 1960, cuando el filósofo tenía 60 años. Ni el título de la obra, ni la fecha de su aparición eran casuales
En 1959 se había traducido al inglés la Lógica de la investigación científica de Popper y, al traducirse, comenzaba a operar una real y notoria influencia, que no tuvo mientras la obra permaneció editada en alemán. El libro de Hempel Aspects of Scientific Explanation and others Essays in the Philosophy of Science (que tuvo también una influencia determinante en las discusiones de la segunda mitad del siglo XX) apareció publicado en Nueva York en 1965, pero es una colección de ensayos editados entre 1945 y comienzos de la década del 60.
Como es sabido, Hempel rescataba allí para la sociología y la historiografía la afirmación de Max Weber acerca de que una explicación adecuada de un hecho cualquiera en sociología o historiografía tiene que tener, en esencia, el mismo carácter de subsunción a leyes o principios teóricos que una explicación en ciencias naturales. Como también se sabe, la conjunción Hempel-Popper asumió la conducción dura del bando "explicativo" de la larga polémica que todavía continúa.
La hermenéutica en el debate de los métodos
¿Cuál ha sido el aporte de la hermenéutica gadameriana para la comprensión del status quaestionis del debate "Explicación-comprensión" y en qué medida esta influencia permite alcanzar una visión totalizadora de las consecuencias político-sociales de ese debate, constituyendo en sí un aporte para una comprensión ampliada de la racionalidad, especialmente aplicable al campo de los estudios sociales? La respuesta a esa pregunta es esencial, pues lo característico de esa crucial polémica es que la posición que en ella se adopte resulta determinante para el concepto de racionalidad que se sostenga y la política científica y cultural que se avale.
A juzgar por la bibliografía de comienzos de los años sesenta, la recepción de Verdad y Método parece no haber tenido mayor repercusión, particularmente en el dominante mundo anglosajón. El libro no estaba redactado en inglés y no provenía de la tradición epistemológica. Gadamer era visto –incluso en el mundo de las ciencias sociales europeas– como una prolongación medianamente inteligible de Heidegger, tal como reconoció Habermas: tenía la virtud de "traducir la provincia heideggeriana”.
En la presentación que Habermas hace de Gadamer en “Perfiles filosófico-políticos”, reconoce dos aportes fundamentales. El primero es haber extendido un puente entre la filosofía y las ciencias del espíritu. En segundo lugar, sostiene Habermas: "Heidegger era de esa clase de pensadores radicales, que abre en torno a sí, un abismo. La gran aportación filosófica de Gadamer estriba, a mi entender, en haber tendido un puente sobre ese abismo".
Es una característica de la hermenéutica el tender puentes y ver unido lo que está separado. Esto se nutre simplemente en la raíz clásica de la filosofía. Gadamer, efectivamente, "urbanizó" la provincia heideggeriana, permitiendo descubrir su relación con la historia de la filosofía y desocultando aquella apariencia de "Ereignis", que el mismo Heidegger forjó alrededor de él.
Los lectores de Ser y Tiempo experimentaron la extraña sensación de estar frente a un pensador que dialogaba en línea directa con los griegos más antiguos, con los presocráticos. De un modo casi mágico y envolvente, Heidegger conseguía dar la impresión de haber roto la continuidad del diálogo filosófico y saltado sobre las épocas. En este sentido, más que un seguidor de Heidegger, Gadamer resulta un historiador crítico de sus ideas: quizás el mayor de sus críticos inmanentes, aunque él mismo nunca se presente así.
La racionalidad en la hermenéutica gadameriana
La hermenéutica de Gadamer ha servido para balancear el peso de un modelo de racionalidad formal, ligado a la ciencia positiva, al método y a la cuantificación, al ideal cartesiano de matematización y exactitud, a la baconiana guerra contra los prejuicios, a la a-historicidad de la razón. Gadamer ha defendido la "actualidad operante" de los clásicos y su principal esfuerzo ha sido mantener viva la continuidad de la tradición filósofica. Frente a la dialéctica "científica", de corte hegeliano-marxista, ha retomado la dialéctica platónica del diálogo; en el ámbito de la argumentación ha reivindicado el lugar de la retórica para moderar las pretensiones de una ciencia social pretendidamente neutral, supuestamente liberada de toda coerción partidaria o ideológica; frente a la voluntad fundamentadora ha sostenido la infinita condición aporética del pensar.
En ética ha intentado recuperar las imágenes, la inexactitud y la sabiduría práctica de la ética aristotélica, distanciándose de la pretensión de fundamentación y del procedimentalismo kantiano. Habermas reconoce que la hermenéutica filosófica de Gadamer no apunta a una renovación de la doctrina del método, sino que representa una tentativa de renovar la pretensión de verdad de la filosofía, en lo que él considera la "audaz tarea de reconstruir la continuidad de esta pretensión de verdad salvando una triple ruptura en la tradición", los tres abismos que se han abierto entre nosotros y la filosofía de los griegos: la ruptura del historicismo en el siglo XIX, la física del siglo XVII, y el postulado subjetivista de la comprensión moderna del mundo.
La primera crítica –al historicismo– la endereza Gadamer a Dilthey y su comprensión de las ciencias del espíritu. Su esfuerzo ha consistido en describir la operación del Verstehen alejándola del historicismo y del relativismo, sin perder de vista el valor de la historicidad operante en la comprensión de sentido. Esta es su primera contribución para ampliar el sentido de la racionalidad dominante, la que encuentra una aporía irreconciliable entre historicidad y validez.
El segundo aporte al concepto de "racionalidad" estriba en su análisis del curso histórico del concepto de verdad, como aspecto central de su crítica a la filosofía de la subjetividad, especialmente a Kant y a su Crítica del Juicio. Gadamer sostiene que la exclusión de la verdad del campo estético, consagrada en la Crítica del Juicio, modificó el curso histórico de las Humanidades y es responsable, en gran medida, de la orientación predominantemente metodológica de las discusiones filosóficas contemporáneas. Este segundo aspecto que involucra la crítica al subjetivismo trascendental y el ensayo de una intentio recta, como dirección a los fenómenos, fundamentalmente dialógica, es el segundo paso en el esbozo de dicho tipo de racionalidad herméneutica.
En tercer lugar, Gadamer intenta una Aufhebung de las posiciones econtradas en la antigua y siempre renovada querelle des anciens et des modernes, en un importante esfuerzo por vitalizar el diálogo con la tradición filosófica y mostrar que sus clásicos siguen "hablándoles" a las épocas. Su estrategia ha sido, muchas veces, la de rejuvenecer a los "ancianos" y "envejecer" a los modernos. Su hermenéutica como filosofía práctica ha sido un esfuerzo particular por recuperar la fronesis aristotélica para el ámbito de la teoría social.
En resumen, el aporte de Gadamer a la racionalidad dominante ha resultado esencialmente equilibrador: ha llevado a la práctica la clásica mesotes aristotélica: allí donde las cosas parecían desviarse en un sentido (como por ejemplo el curso histórico del concepto de verdad, que Gadamer considera erróneamente ligado a la discusión de los métodos) ha empleado su esfuerzo racional en el intento por recobrar el equilibrio perdido.
Este esfuerzo racional lo ha hecho, es verdad, desde su visión conservadora y aristócrata de la vida y del arte, muy cercana (aunque no tan radical) a esa visión que se nos ha hecho familiar con el pensamiento de Ortega y Gasset. Esa es la sustancia en la que se nutre la propia historicidad de su persona; pero desde ese pathos vital, propio y difícilmente transferible, surgen indicaciones sustantivas, que han servido como contrapeso para moderar las pretensiones de una racionalidad descarnada y pretendidamente neutra, ya sea en sentido positivista o procedimental.
Artículos publicados en esta serie: (I) Supratemporalidad de las Humanidades (María Noel Lapoujade, Nº 148) (II) La idea de problema (Mario Silva García, Nº 149) (III) Filosofía, camino y experiencia (Mario A. Silva García, Nº 150) (IV) ¿Crisis de la racionalidad científica? (Ezra Heymann, Nº 151) (V) Lo natural y lo artificial (Roald Hoffmann, Nº 154) (VI) Herder y el origen de la lengua (Mario A. Silva García, Nº 156) (VII) Vico y Joyce (Jo´se Guilherme Merquior, Nº 157) (VIII) Un modelo dialógico del pensar. Reflexiones a partir de un espacio de diálogo intercultural. Mauricio Langón, Nº 158) (IX) A propósito del dualismo cartesiano. ¿Quién tiene el cuerpo? (Massimo Desiato, Nº 159) (X) Verdad y mentira en el lenguaje (Mario A. Silva García, Nº 160) (XI) Habermas y la hermenéutica (Gianni Vattimo, Nº 162) (XII) Avatares de la imaginación (Maria A. Silva García, Nº 163) (XIII) ¿Comprender o explicar? (Alberto Chá Larrieu, Nº 164/65) (XIV) Los arquetipos (Mario A. Silva García, Nº 167) (XV) Arquetipos y pensamiento colectivo (Mario A. Silva García, Nº 169) (XVI) Emanuel Levinas (Efraim Meir, Nº 170) (XVII) Los arquetipos en el pensamiento filosófico (Mario A. Silva García, Nº 174) (XVIII) Etica y moral (Mario A. Silva García, 176/77) (XIX) Nietzsche Un polémico legado (Pablo Ney Ferreira, Nº 179) (XX) La gran fisura (Francis Fukuyama Nº 182) (XXI) La gran fisura (Francis Fukuyama, (INEDITO) Nº 182) (XXII) La casa (Mario A. Silva García, Nº 182) (XXIII) Especulación trascendente acerca de La supuesta intencionalidad en el destino individual (INEDITO) (Arthur Schopenhauer, Nº 183) (XXIV) Una confidencia (Mario A. Silva García, Nº 183) (XXV) Estética contra ética (Amelia Valcárcel,.Nº 184) (XXVI) Revisión de la analogía (Oscar Luis Sarlo, Nº 186) (XXVII) Etica y estética (Ezra Heymann, Nº 190) (XXVIII) Realismo ontológico, relativismo epistemológico La mirada médica (José Portillo, Nº 192) (XXIX) Schopenhauer y Nietzsche (Rüdiger Safranski, Nº 194) (XXX) El “Ariel” de Rodó (Mario A. Silva García, Nº 195) (XXXI) La realidad ¿inventada? (José Portillo, Nº 196) |
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