Serie: Memoranda (XXIX)

EL QUE PAGA, CONOCE

LA ENCICLOPEDIA

Alción Cheroni

"La Enciclopedia sólo podía ser el intento de un siglo filósofo… Hay que examinarlo todo, removerlo todo sin excepción ni contemplaciones." Así caracterizó Denis Diderot a la época que produjo el más impactante y subversivo proyecto político-cultural que la Ilustración legara a las generaciones futuras. Más allá de las contradicciones e intereses sociales y políticos de sus autores, el lema "atreverse a ver, como nosotros…" constituyó la base del llamado hacia el cambio político y social que los enciclopedistas convirtieron en programa.

En muchos sentidos se debe considerar a la Enciclopedia como la expresión concentrada de una corriente filosófica materialista y avanzada, que sistematizado en los densos artículos del diccionario y en las imágenes del mundo del trabajo que reproducen sus grabados, operó como fundamento teórico y recreó los objetivos prácticos de la era de las revoluciones burguesas. Por eso el núcleo de enciclopedistas que continuó hasta el final trabajando junto a Diderot visualizó dialécticamente el proceso histórico cuyo motor era el desarrollo revolucionario de la sociedad: "son necesarias las revoluciones; siempre las hubo y siempre las habrá, y estamos en el mayor intervalo de una revolución a otra." (Diderot)

Los enciclopedistas aprovecharon ese intervalo para desatar a través de los tomos del diccionario filosófico y de las técnicas, una convulsión intelectual de tal magnitud, como nunca había vivido Francia desde el siglo XVI, transformado a la Enciclopedia en el programa de la revolución cultural burguesa, preludio de la revolución política iniciada en 1789.

En este breve esbozo, que resume investigaciones anteriores, apuntaré a una interpretación que ayude a situar a la Enciclopedia como una aventura intelectual impulsada por los intereses de una empresa comercial capitalista. El perfil mercantil fue la razón de ser de las actividades de los intelectuales en el proceso de profesionalización que principia a partir de la revolución industrial. El trabajo al servicio del capitalista se resuelve en la Enciclopedia como un eficiente medio desde y por el cual se realiza "el oficio del pensar." No es estigmatizar ni devaluar el producto identificar el origen mercantil del productor. Simplemente se trata de ubicarlo en sus justos términos, para comprenderlo y valorarlo como, en este caso, corresponde.

PARA UN MERCADO

"Trabajar no es el secreto de la fortuna en literatura, se trata de explotar el trabajo de otro." (Balzac, "Las ilusiones perdidas")

La Enciclopédie, ou dictionaire raisonné des sciences, des arts et de métiers, par une Société de Gens de Lettres (17 volúmenes 1751-1765) fue una empresa comercial capitalista. El carácter mercantil de su origen denuncia hasta qué grado estuvieron ligados los intelectuales (gens de lettres) que participaron en su confección con los intereses de la burguesía, en una etapa de la evolución histórica de Francia en que esta clase se preparaba para conquistar el poder. Estas iniciales y permanentes relaciones mercantiles conformaron el contexto concreto sobre el cual se definieron fines y objetivos de lo que inicialmente era una propuesta limitada al ofrecimiento que los empresarios-editores hicieran a Diderot, de traducir al francés la Cyclopaedia, or an Universal Dictionary of Arts and Sciences (1ª. ed. 1728) conocido como Chambers.

La necesidad de editar ese texto tecnológico es un síntoma que registró la existencia de un amplio mercado de pequeños y medianos empresarios ávidos en incorporar a los centros manufactureros las novedades técnicas ocultas tras el secreto corporativo. Tras largas idas y venidas que se inician en 1745, con buen olfato los libreros empresarios, desde 1747 André Le Breton asociado con Brisson, David y Durant, no dejaron escapar la ocasión de hacer un gran negocio. El éxito editorial y los grandes beneficios obtenidos confirmaron esa capacidad para captar en su total dimensión el requerimiento social y aprovechar sus óptimos resultados financieros.

A fin de certificar ese éxito financiero repasemos apretadamente las cifras documentadas. El negocio se inició con un adelanto de capital de 80.000 libras, y a partir del año 1751, con el soporte financiero de los primeros mil suscriptores, número que se duplicó al año siguiente y que en 1757 alcanzó la cantidad de más de 4.000 suscriptores. El precio inicial de la suscripción fue de 280 libras por diez tomos y terminó siendo de 850 libras por tomo. La edición original que se compone de 17 volúmenes de artículos, (el diccionario propiamente dicho) y 11 de láminas (los grabados de las planchas), alcanzó un tiraje de 4.225 ejemplares por tomo, cuyo precio fue de 380 libras. Entre el aporte de suscriptores y venta al público, los empresarios obtuvieron una ganancia de 3:500.000 libras. Los editores invirtieron entre 1751 (año de aparición del primer tomo) y 1772 (cuando se publicó el último) la suma de 1:158.988 libras. Al final del camino la empresa obtuvo un beneficio neto de 2:400.000 libras.

Otra parte sustantiva de donde los empresarios extrajeron beneficios fue la explotación de la mano de obra, tanto de los obreros de las imprentas, como la de los propios intelectuales redactores, muchos de ellos anónimos, que nunca cobraron por los artículos. Vale al caso ilustrar con algunas jugosas anécdotas los procedimientos que se valieron los editores para extraer plusvalía del trabajo de sus colaboradores. Surge de los datos el empleo de todo tipo de artimañas para obtener contribuciones gratuitas por parte de intelectuales. Algunos ni siquiera fueron engañados, simplemente se sintieron gratificados por el hecho de que sus nombres fueran inscriptos como colaboradores del diccionario. Otros canjearon el pago y en vez de dinero solicitaron se les entregara ejemplares de la obra. Aceptado tal procedimiento, ni siquiera ese compromiso fue cumplido por los editores.

No se necesita abundar más para acordar con Voltaire de que en 25 años la Enciclopedia dio tanto dinero como para sostener mil obreros, papeleros, impresores, encuadernadores y grabadores, demostrando que esta empresa capitalista produjo una circulación de capital de más de 7:650.000 libras, volumen no logrado siquiera por la actividad comercial y especulativa de las dos Compañías de Indias. Y estos cálculos no son producto de la fantasía poética de Voltaire, a quien, como dice Jacques Proust hay que creerle pues "era un experto capitalista." En torno a estas relaciones mercantiles la Lettre sur le comerce de la librairie escrita por Diderot tiene un especial interés en tanto se detallan las vicisitudes particularmente críticas entre editores e intelectuales, sino que, además, cito a Proust, es un "estudio histórico de la condición de los escritores" en el interregno entre el capitalismo comercial y los inicios de su etapa industrial.

Este formidable negocio estuvo ligado a las contingencias económicas de la burguesía francesa. Precisamente en el inicio de la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra se avanzaba hacia la revolución industrial lo cual contrasta con el inquietante atraso que comenzó a darse en Francia en el frente económico La acelerada profundización de la aplicación de las invenciones y novedades tecnológicas al proceso de trabajo, la transformación de la manufactura en gran industria mecanizada, tal como se estaba desarrollando en Inglaterra, incidió de manera decisiva en la confrontación entre ambas naciones por el secular liderazgo europeo y mundial. La consecuencia más impactante de la revolución industrial fue generar una ventaja competitiva que transformó a Inglaterra en la nación hegemónica en el mercado mundial hasta avanzado el siglo XX y motivó que se buscaran caminos rápidos a fin de superar esa brecha tecnológica.

En medio de tales urgencias la Enciclopedia contribuyó a solucionar a través de la información tecnológica las exigencias materiales que la burguesía francesa debía resolver para potenciarse nacionalmente como clase dominante. Pero este objetivo primario era irrealizable en tanto no se derribaran los obstáculos políticos que bloqueaban todo esfuerzo por liberar las fuerzas materiales del aherrojamiento a que estaban sometidas por el poder monopólico del Estado absolutista.

Correspondió a la lucidez de Diderot asumir los riesgos que imponía esa necesidad social y promover el salto decisivo entre el objetivo puramente mercantil y el comprometido fin político que ofendía la neutralidad que en estos emprendimientos les era exigida por los censores ideológicos. Diderot, encargado por los editores de llevar a buen término la primigenia empresa de traducción, percibió que la propuesta empresarial no alcanzaba para satisfacer tan graves necesidades nacionales. Para Diderot la burguesía francesa necesitaba consolidar su fortaleza económica, y así potenciada convertirse en agente activo y hegemónico en la lucha de clases.

El fin político que estaba implícito en el proyecto de Diderot, significó un giro estratégico que, impensado en los planes originales de los editores y apoyándose en ellos, le imprimió a la empresa comercial un sesgo revolucionario. Ese cambio de orientación hace comprensibles las violentas reacciones de sus enemigos, las que inevitablemente afectaron la normalidad editorial a lo largo de más de veinte años, en una continua sucesión de censuras gubernamentales, autocensuras preventivas de los editores al radicalismo de algunos artículos filosóficos y políticos, prisiones de autores y editores y sucesivas contramarchas del gobierno, que mantuvieron en jaque a la sociedad francesa y europea en períodos en que la empresa estuvo a punto de sucumbir. La culminación de la empresa, su sorprendente éxito comercial, el impacto de su difusión entre el público, son hechos que justifican plenamente la visión de Diderot. La realización del proyecto concluyó en el período revolucionario cuando se puso en marcha el programa social y cultural de los enciclopedistas. Concretamente los partidos revolucionarios se inspiraron en las ideas filosóficas y políticas de los ilustrados. Los esfuerzos de los enciclopedistas por reformar las estructuras culturales heredadas, tuvieron su respuesta cuando en el período revolucionario se destruyeron las instituciones educativas y científicas levantadas al amparo del antiguo régimen, y se levantó un sistema científico y tecnológico de altísima calidad y avanzado, cuya excelencia colocó a Francia a la cabeza de los países occidentales y ayudó a acelerar y expandir la industria nacional.

DISPARADORES DE NUEVAS IDEAS

"Todavía no se ha hecho, ni durante mucho tiempo se hará, una colección tan considerable y tan hermosa de máquinas." (Diderot)

Inicialmente los objetivos políticos implícitos en el programa de los enciclopedistas quedaron circunscritos a que la obra tecnológica a editarse cumpliera con proporcionar información de primera mano sobre las novedades técnicas "ocultas" tanto en el mundo de las manufacturas, como en las publicaciones de la Academia de Ciencias. La propuesta, explicitada en el Prospectus escrito por Diderot del cual se distribuyeron 8.000 ejemplares como propaganda de la obra y el Discuors Préliminaire, con el que D’Alembert inaugura el primer tomo, estaba orientada a abrir de par en par las puertas que resguardaban los secretos tecnológicos, es decir, quebrar las murallas cerradas del universo de las corporaciones. Era un nuevo paso hacia la ruptura completa con los controles corporativos supervivientes del modo de producción feudal, coadyuvando con la burguesía en el largo proceso, iniciado a fines del siglo XV, de apropiación y transferencia del conocimiento.

La estructura de la Enciclopedia, tanto en su diagramación, formato y, por supuesto, contenido ideológico, dio respuesta al complejo entramado de variables que supuso ese proceso. En este sentido la obra presenta dos núcleos entrelazados: el diccionario y las planchas. Los artículos más impactantes del diccionario, escritos por destacados intelectuales, entre otros Voltaire, Buffón, Montesquieu, D’Alembert, Quesnay, Turgot, d’Holbach, Rousseau, de Jacourt y, por supuesto, Diderot, funcionaron como agresivos disparadores de las nuevas ideas. A ese conjunto imponente de reflexiones críticas sobre política, filosofía, historia, religión, ética, arte y educación debe la Enciclopedia el permanente reconocimiento de los siglos posteriores. Sin embargo, la potente originalidad está concentrada en Recueil de planches, sur les sciences, les arts liberaux et les arts méchaniques, avec leur explication (11 volúmenes, 1762-1772) en los cuales se despliega, a través de descripciones gráficas y de textos explicativos, una formidable información sobre la situación, fundamentos y perspectivas de las técnicas, oficios y talleres.

Para comprender en su total magnitud el papel cumplido por la Enciclopedia es necesario trascender el círculo de los intelectuales redactores de los artículos del diccionario o los artesanos que colaboraron en la descripción de las técnicas y oficios. El universo social que rodeó a la Enciclopedia fue mucho más amplio y, precisamente, esta obra debe también leerse desde la perspectiva de quienes fueron sus suscriptores, agregándoles el amplio círculo de personas pertenecientes a las capas medias del antiguo régimen que fueron impactadas por las novedades tecnológicas y las ideas filosóficas de la obra. ¿Qué quería esa gente y de qué manera los enciclopedistas solventaron sus requerimientos?

Prioritariamente, quienes integraron estos sectores de la burguesía francesa, mas allá de recrear su conciencia social con las audacias filosóficas y políticas, les importaba obtener una información cierta y concentrada de las novedades científicas y tecnológicas.

La Enciclopedia cumplió acabadamente con tal requerimiento. En primer lugar la venta por suscripción y abierta al público del diccionario y las planchas formalizó la mercantilización del conocimiento. En segundo término, la explícita valorización gnoseológica del trabajo manual, ocultaba el mecanismo a través del cual se obtenía gratuitamente la información científico-técnica acumulada en la práctica de obreros y artesanos. Finalmente, el operativo concluyó con la sistematización de las condiciones necesarias y suficientes a fin de que pudiera llevarse a buen término la apropiación del conocimiento. Es así como en los artículos especialmente dedicados a la descripción de los oficios y de las técnicas, y las láminas que reproducen con fidelidad el interior de las manufacturas, con minuciosidad los procedimientos técnicos, hay un arsenal de información que explicita las formas de ejercer el control y disciplinamiento de los trabajadores en los talleres. Operativo que en el capitalismo se ejecuta a través de la división técnica del trabajo y acentuando la sujeción del obrero al instrumento y a la máquina.

Por supuesto no fueron las cuestiones sociales que motivaron la oposición a la Enciclopedia. Por razones de clase a los enemigos ideológicos del círculo enciclopedista, no les interesó el defender a los obreros de la explotación, sino que los que los conmovió fue que se rompiera con secretos técnicos y administrativos reservados a las élites del poder. En ese espacio concentraron sus adversarios una parte fundamental de las críticas que la Enciclopedia soportó durante más de dos décadas. Con la finalidad de obstruir, dificultar y, en definitiva, impedir la publicación de la obra, jesuitas y jansenistas, dejando de lado sus públicas y violentas discrepancias, unieron sus esfuerzos contra ese enemigo común que representaba la Enciclopedia. El tema que discurre por las críticas, tanto de jansenistas como de los jesuitas, es un ataque permanente, a veces explícito otras solapado, a los objetivos tecnológicos de la obra.

Detrás de las denuncias sobre plagios y otros detalles de ese tipo, que fueron los argumentos más utilizados para zaherir la confianza del público en la empresa enciclopedista, se escondía el temor de perder zonas de poder. Jansenistas y jesuitas tenían conciencia tanto del valor político del conocimiento científico, como del valor económico de la tecnología. Las disputas teológicas, de cuya virulencia dan cuenta, entre tantos libelos, las Lettres Provincials escritas por Pascal, son incomprensibles si no se contextualizan con la perspectiva epistemológica con que ambos partidos interpretaron la función social de la ciencia y la tecnología. Después de la condena de Galileo este fue un tema epistemológico recurrente en los debates institucionales. Unos y otros, vinculados, aunque desde espacios institucionales confrontados, con el poder de la monarquía absoluta, percibieron con claridad que el proyecto enciclopedista fundaba su éxito en desplegar un grado de democratización del conocimiento que terminaría por romper con los privilegios políticos de la nobleza.

Lo que entendieron como una grave ofensa contra el orden establecido alcanzó su nivel más alto con afirmaciones de contenido democrático como las que registra el informe de Diderot Plan d’une Université pour le Gouvernement de Russie, al sostener que "(…)sería tan cruel como absurdo condenar a la ignorancia las clases subalternas de la sociedad", para concluir que, "se puede apostar diez mil contra uno a que el genio, el talento y la virtud saldrán mas bien de una cabaña que de un palacio." Esta visión política, publicitada por la cabeza dirigente del círculo enciclopedista, era insoportable para los defensores y aliados del régimen. Se percibía con claridad que los enciclopedistas seguirían avanzando hasta romper con el doble y poderoso obstáculo de poderes conjugados en esa instancia, el Estado y la Iglesia católica representada, hasta su disolución, por la orden de los jesuitas.

Las páginas del Journal de Trevoux, el periódico de los jesuitas, y las Nouvelles Ecclésiastiques periódico semiclandestino de los jansenistas hicieron punta en la censura contra los postulados de los enciclopedistas. Con una desmesura apologética en defensa de la religión católica y del régimen monárquico, jansenistas y jesuitas zanjaron sus divergencias con los enciclopedistas fundando sus argumentaciones en una retórica casuística amparada en la tradición escolástica o en la herencia semi-heterodoxa de las influyentes corrientes agustinianas, matizadas, además, con los despojos de un cartesianismo a la Malebranche, es decir, purgado de sus notas más progresistas.

El peligro fue detectado en la medida que los enciclopedistas hacían explícitos los fundamentos materialistas de su concepción filosófica. No se trataba solamente del ateísmo o del agnosticismo, manifestaciones que todavía en el siglo XVIII no había adquirido fuerza social.

Era otra cuestión la que preocupaba a los ideólogos del poder dominante; es decir, las consecuencias de la valorización gnoseológica del trabajo manual. Ahí está concentrada la base teórica del proyecto cultural y político de los enciclopedistas, cuya faceta práctica la estableció el perfil social de los colaboradores que se integraron a la obra. En el Discours Préliminaire D’Alembert menciona un grupo significativo de técnicos y artesanos que participan directamente, junto a los más destacados intelectuales de la época, en la redacción y conformación de la obra. Por tanto, lo que se les reconoce es la capacidad de ser productores de conocimiento. Ni al más ingenuo podía escapársele que un hecho de tal magnitud, inevitablemente concluiría con la valorización social de un amplio espectro de sectores sociales, marginados hasta ese momento de cualquier clase de reconocimiento intelectual y político. Precisamente los artículos programáticos Arts y Encyclopédie (tomos I y V, respectivamente del diccionario) escritos ambos por Diderot, como École (Philosophie d’) y Experimental y los discursos preliminares a los volúmenes I y III de D’Alembert, cumplirán un papel singular en la preparación del clima ideológico que influyó en las clases poseedoras para que aceptaran que sectores marginados de la cultura oficial se les considerara capacitados para acompañar a la burguesía en su lucha por transformar radicalmente a la sociedad francesa. Un proyecto realmente revolucionario.

HACIA EL CONOCIMEINTO

"No hay aquí nada superfluo, de pasado, de ideal; todo está en acción y vivo." (Diderot)

Concluiré este artículo respondiendo a una cuestión que es central: ¿de qué forma fue planificada en la Enciclopedia la estrategia de apropiación del conocimiento? Recorriendo el Discours Préliminaire encontramos referencias directas a tan importante cuestión. En primer lugar hay un directo reconocimiento al papel desempeñado en su momento por Francis Bacon, al cual se le elogia, entre otros motivos, por haber desentrañado la relación entre el conocimiento y el poder. Así dice D’Alembert: "(…) comenzó por encarar en su panorama general los diversos objetos de todas las ciencias naturales; dividió a esas ciencias en diferentes ramas, que enumeró en la forma más exacta posible; examinó lo que ya se sabía sobre cada uno de esos objetos e hizo el catálogo inmenso de los que restaba por descubrir… Recoge hechos, compara experiencias, indica otras muchas por hacer; invita a los sabios a estudiar y perfeccionar las artes, que considera la parte más eminente y esencial de la ciencia humana."

En el artículo Experimentale D’Alembert explora las alternativas institucionales de la invención del método experimental, mostrando las etapas cumplidas hasta su consolidación, desde la sistematización que realizaron Bacon y Descartes y el proceso que inician los pioneros de la revolución científica en las nuevas instituciones científicas, las academias. "La academia del Cimento en Florencia, Boyle y Mariotte y tras de ellos otros varios, llevaron a cabo con éxito gran número de experimentos. Las academias se formaron y se apropiaron de esta manera de filosofar con gran rapidez; las universidades, más lentas porque ya estaban todas formadas cuando el nacimiento de la física experimental, siguieron todavía durante mucho tiempo su método antiguo."

Me interesa subrayar que el concepto de apropiación que utiliza D’Alembert, no es un simple giro gramatical, sino que indica cómo se incorpora al sistema, a través de vehículos institucionales y personales, novedades generadas fuera de él. En este marco de referencias D’Alembert adelanta una sugestiva interpretación del cambio paradigmático en términos actualmente compartidos por epistemólogos, historiadores y sociólogos de la ciencia: "Se levantó una generación nueva, pues una vez que se han echado los cimientos de una revolución, casi siempre concluye esa revolución en la generación siguiente; raramente allende, porque los obstáculos perecen antes de ceder; raramente aquende, porque una vez franqueadas las barreras, el espíritu humano va con más frecuencia más de prisa de lo que quiere, hasta que halla un nuevo obstáculo que lo obliga a descansar un momento." Esa generación nueva estará integrada por los burgueses y pequeños burgueses que compondrán los movimientos políticos revolucionarios que desde 1789, conmoverán los cimientos de las monarquías europeas.

Políticamente, los enciclopedistas enseñaron que previo a cambiar la sociedad lo que hay que hacer es apropiarse de las fuentes del poder, en su caso, la información retenida en las instituciones científicas y en los talleres manufactureros. Bacon advirtió el problema e impulsó la lucha contra la escolástica como estrategia para romper con el poder feudal. Los enciclopedistas lo leyeron en clave política, concluyendo que la Enciclopedia debía operar como motor de esa lucha. Condorcet, el último de los ilustrados, concentró en una frase tan importante estrategia: "todo es política."

Establecido este referente histórico-ideológico los enciclopedistas planificaron, bajo la dirección de Diderot, el procedimiento adecuado para obtener información gratuita sobre el conocimiento científico y las técnicas. Este es el tema que está contenido en lo que conceptualmente Diderot denominó la descripción de las artes y los oficios. Empresa de tal magnitud y responsabilidad exigía conocer directamente el mundo del trabajo. Así como demarcará el objetivo inicial que la empresa editorial se había propuesto, con esta otra novedosa finalidad: "Chambers ha leído libros, pero no ha visto artistas; sin embargo, hay muchas cosas que sólo se aprenden en los talleres."

Precisamente, entre las múltiples actividades que cumplió Diderot como co-director del diccionario, estuvo la de planificar y orientar los trabajos de investigación sobre los procedimientos técnicos y los procesos tecnológicos que se realizaban en los talleres manufactureros. En términos muy precisos y elogiosos se consigna en el Discours Préliminaire la actividad desplegada por Diderot y la metodología que utilizó para cumplir con una tarea calificada por D’Alembert como la "más deseada por el público":

"Diderot (…) es el autor de la parte más amplia, más importante, más deseada del público y, me atrevo a decirlo, más difícil de cumplir, de esta Enciclopedia: la descripción de las artes. Diderot las ha escrito sobre la base de memorias suministradas por obreros o aficionados, cuyos nombres se leerán luego, o con los conocimientos que él mismo adquirió de los obreros o, en fin, sobre la base de los oficios que se tomó el trabajo de ver, respecto a los cuales se hizo construir a veces modelos para estudiarlos más cómodamente. (…) Veamos ahora el método que se ha seguido para cada arte. Hemos tratado, 1. la materia, los lugares en que se encuentra, la forma en que se la prepara, sus buenas y malas cualidades, sus especies diferentes, las operaciones por las que se la hace pasar, sea antes de emplearla, sea al ponerla en acción. 2. las principales obras que se hacen con ella y la manera de hacerlas. 3. hemos dado el nombre y la descripción de las herramientas, las máquinas, etc. 4. hemos recogido y definido lo más exactamente posible los términos propios del arte."

En estas líneas se concentran los fundamentos epistemológicos y la estrategia y táctica del operativo de apropiación del conocimiento llevado a cabo por los enciclopedistas. Este fue el fundamento teórico y el método práctico para extraer a bajo costo los saberes creados por quienes trabajaban en los centros de producción. Un aspecto clave de esta compleja tarea correspondió a la normalización de las tareas para realizar encuestas técnicas al interior de las manufacturas. Resuelta la apropiación, el enciclopedista concluye su tarea con un acto creativo, la estandarización terminológica, es decir, la relación entre el lenguaje común (los neologismos como los denominó Diderot) y el lenguaje científico y técnico, que fue lo que aportaron como propio estos intelectuales al servicio del capital. Diderot describió con precisión, en el Prospectus todo el proceso: "Todo nos determinaba a buscar nuestros futuros colaboradores. Nos hemos dirigido a los más hábiles de París y del Reino; nos hemos tomado el trabajo de ir a sus talleres, de preguntarles, de escribir a su dictado, de desarrollar sus pensamientos, de deducir los términos adecuados a sus profesiones, de establecer sus cuadros, de definirlos."

Decía más arriba que la agresividad de los jesuitas contra la Enciclopedia se concentró en reiteras denuncias de plagio contra los responsables de la obra. Directamente se involucró a Diderot en tales maniobras. Desde cualquier punto de vista nada más ridículo que esta denuncia por plagio tecnológico. Los jesuitas tenían conciencia que el robo es el factor más estimado en la lucha por beneficiarse con los secretos tecnológicos. El plagio fue otra forma de apropiación de conocimientos y en caso de la Enciclopedia sus propios autores reconocieron haber sustraído información de la propia Academia de Ciencias. La lectura de algunos párrafos del artículo Encyclopédie despeja dudas: "Sería muy de desear que el gobierno autorizase a entrar en las manufacturas a ver trabajar, a interrogar a los obreros, a tomar apuntes de los instrumentos, de las máquinas e incluso de los locales. Hay ocasiones en que los artesanos resultan tan impenetrables, que la manera más sencilla sería entrar uno mismo como aprendiz o poner a alguno de confianza. Por ese procedimiento muy pocos secretos quedarían sin divulgar."

Este esfuerzo de apropiación está concentrado en los once tomos de planchas, una obra de delicada perfección técnica. En las planchas está presente a través de los grabados el mundo del trabajo manufacturero: talleres, máquinas, herramientas, técnicos, artesanos. Obreros y administradores. Su descripción gráfica minuciosa, precisa y objetiva, irrumpe como un maravilloso fresco de la vida real del mundo del trabajo visto con los ojos de estos intelectuales burgueses que si bien edulcoran la imagen, no pueden ocultar las formas en que se explotaba a los trabajadores.

La minuciosidad de las descripciones tanto gráficas como literarias es la respuesta necesaria a las exigencias de los editores y suscriptores, es decir, apropiarse del conocimiento para difundirlo, dándole un sentido social democrático del que sus predecesores carecían. Este es un rasgo que diferencia a la Enciclopedia de las Mémoires, Histoire y Machines et inventions de l’Académie Royale des Sciences y que los enciclopedistas marcarán como un operativo contra el orden establecido. En torno a estas cuestiones lo que se jugó en la Enciclopedia fue el control del conocimiento, es decir, colocar la ciencia y sus aplicaciones al servicio de intereses de clase concretos y transformar a la ciencia en un agente de poder.

PLENITUD DE LA RAZON

4."Es la historia del espíritu humano, no la de la vanidad de la humanidad." (d’Alembert)

 

Actualmente es lugar común en los círculos académicos desplegar, a través de impulsos denegatorios, una implacable crítica a la modernidad. La elaboración de la Enciclopedia revela que esa etapa tan criticada de la evolución de la sociedad occidental, sólo puede ser evaluada, siempre que nuestro objetivo contribuya a superarla, en la medida que entendamos que "el orden de la razón" es una forma de referirse al orden del capitalismo. Quienes se interroguen por sus límites reales y lo que es su razón de ser, deberán investigar las relaciones mercantiles capitalistas. Desde esta perspectiva materialista la Enciclopedia abre sus páginas para vigorizar, no sólo nuestra memoria, sino nuestras mentes.

Si queremos romper con las "telarañas dogmáticas" que siguen proliferando en nuestros días, las páginas de los diecisiete volúmenes de la Encyclopédie aportan la frescura vitalizadora de la razón en su plenitud más radical. Si queremos asumir la responsabilidad de contribuir a la construcción de conocimientos novedosos, los grabados de los once volúmenes del Recueil de planches expresan, aventando el maquillaje de la soberbia narcisista, que la inteligencia no es propiedad de las élites intelectuales. La obra de los enciclopedistas prueba, hasta por sus limitaciones históricas y sociales, la capacidad de los hombres para transformar el mundo. Por eso, más allá de panegíricos huecos y denegaciones interesadas, la grandeza del legado de los enciclopedistas debe ser estimada en la medida que fueron creadores de una obra intelectual imponente, superando las restricciones impuestas por los editores y las poderosas trabas que le opuso el poder.

La Enciclopedia fue la aventura de un siglo filósofo; a través de sus páginas se entra en el mundo fascinante que los ilustrados se propusieron construir. Esta es una obra plena de ideas novedosas, sutilezas argumentativas, requiebros retóricos, un espacio vital de letras e imágenes que son un permanente estímulo a la reflexión crítica es incitan a continuar militando a favor de una sociedad donde las relaciones humanas se desplieguen bajo las banderas de la igualdad, libertad y fraternidad. Comenzará entonces otra etapa histórica, veremos surgir otro siglo filósofo, que se desplegará como una extraordinaria aventura de mujeres y hombres liberados de la explotación.

REFERENCIAS

Robert Darnton, The Business of Enlightenment. Cambridge, Belknap Press of Harvard, 1979.
Alción Cheroni, La revolución cultural burguesa. El concepto de trabajo manual en la Enciclopedia Francesa. Montevideo, Editorial Nuestra Tierra, 1972.
Alción Cheroni, "La apropiación del conocimiento en la Enciclopedia."
Galileo, Montevideo, Segunda Epoca, núm. 14, octubre de 1996.
René Hubert, Les sciences sociales dans l’Encyclopédie. Paris, Libraire Félix Alcan, 1923.
Jacques Proust, Diderot et l’Encyclopédie. Paris, Armand Colin, 1962.
Jacques Proust, L’Encyclopédie. Paris, Armad Colin, 1965.
Franco Venturini, Los orígenes de la Enciclopedia. Barcelona, Editorial Crítica, 1980.

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