LAS FAUCES DEL LUNFARDO
Héctor BALSAS
Conviene aquí recordar que la voz "lunfardo" fue creada en la segunda mitad del siglo XIX y que (como acepción de "ladrón") fue escrita por primera vez en 1878, en el diario bonaerense "La Prensa", en una nota de autor anónimo. Desde ese registro hasta hoy pasaron ciento veintisiete años, y autores como Juan A. Piaggio, Luis M. Drago y Antonio Dellepiane (en 1887, 1888 y 1894, respectivamente) la tomaron sin rubor para emplearla en artículos y libros que estudiaban esa modalidad expresiva que se extendía por Buenos Aires desde las zonas barriobajeras u orilleras, sitios donde vio la luz y se afincó desde el principio.
"Las opiniones discordantes sirven
para demostrar que la verdad existe.
¡Dios sabe dónde!"
William COWPER (1731-1800) (en "Hope")
Tanto en su tierra de origen como en el Uruguay, el lunfardo fue siempre preocupación de los estudiosos del habla popular. Tenía que ser así porque el lunfardo es eso simplemente: un habla popular que se emplea en un lugar determinado, que, en este caso, es Buenos Aires. La denominación de "lunfardo" es obra de algunos visionarios que comprendieron que dar un nombre o nominar a un hecho o fenómeno significa fijarlo en la mente de sus cultores con una fuerza y un poderío que no tendría sin la existencia de una palabra para identificarlo al instante; de ahí que, el lunfardo pertenece al nivel popular de lengua y se opone a los otros niveles inmediatos a él, que son el familiar y el vulgar. Forma una masa idiomática cuyos límites se borran en la práctica cotidiana.
Quizá esto, sumado al bautizo de que fue objeto y a la influencia grande de las letras de tango y del sainete, haya contribuido a vérselo como un fenómeno distinto de similares en otras zonas de América o España, en las que también hay vocabularios populares, como tiene que suceder en un entramado lingüístico-social.
LO "NOVISISMO"
Acaba de aparecer un "Novísimo Dicionario del lunfardo" (Corregidor. Buenos Aires. 2004) que tiene como autores a José Gobello (Buenos Aires. 1919), fundador y actual presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, y a Marcelo Oliveri (Buenos Aires. 1966), periodista, investigador y miembro de número de la academia mencionada. Son representantes de dos distintas generaciones de estudiosos del lunfardo. Unieron sus esfuerzos para organizar del modo más sencillo posible este diccionario, que contribuye a dar una visión general y actualizada de su tema.
Mirado desde esta orilla del Plata, constituye un volumen que despierta no solamente curiosidad inmediata sino también polémica, pues contiene una gran cantidad de palabras que a un uruguayo le cuesta mucho asimilar al modo peculiar de expresión de los porteños. Recorrer las columnas de este lexicón supone entrar en un terreno resbaladizo (por eso lo de "polémica") y, asimismo, repasar conceptos arraigados en la mente y el espíritu desde muy atrás en el tiempo y que merecen, a estas alturas de la vida del lunfardo, una revisión seria para arrancarlos con vigor y sustituirlos por otras ideas, más acordes con la realidad de ayer y de hoy.
En cuanto a la difícil aceptación de diversas palabras como propias del lunfardo, habrá que decir que Gobello y Oliveri incluyen (a la par de "mina", "pibe" y "manyar", entre muchas otras tradicionales y muy conocidas) voces como "audiencia", "barman", "club", "martillero", "promoción", "water polo", "candombe", "milonga", "boliche", "pueblero". Y sigue una lista extensa en la que se incorporan decenas y decenas de términos –en particular préstamos del inglés y del francés, como "champú", "dumping", "entente", "karate", "king size", "lasaña", "picnic" y muchos otros- que hoy van y vienen libremente por los caminos del español de cualquier país en que se habla la lengua de Cervantes. Parece, por tanto, inadecuado el incluirlos en el vocabulario lunfardo, como propios o asimilados, pues pertenecen, por efectos de la creciente mundialización en todos los terrenos de la vida, al habla no solamente de Buenos Aires y aledaños, sino también de cualquier otra ciudad importante del mundo hispanohablante.
El concepto de lunfardo se ha ampliado muchísimo desde sus comienzos allá por mediados del siglo XIX. Tal ampliación condujo a Gobello y Oliveri a recoger como lunfardismos dicciones que entran de lleno tanto en el nivel popular de lengua como en el estándar o general. Hay suficientes razones para creer que con esta forma de ver el fenómeno se llega a crear confusión, incertidumbre e inseguridad a la hora de establecer límites, que nunca serán precisos sino borrosos como muchos límites sociales, morales o históricos, pero que ayudarán a comprender mejor los hechos.
TRES MITOS
Gobello y Oliveri en el Prólogo no siempre son rigurosos en la expresión y dejan abiertas rendijas por las que se cuela la inseguridad del lector; sin embargo, alcanza con lo que expresan para echar por tierra ideas míticas con respecto al lunfardo.
Planteados así los hechos, cabe formular la pregunta sobre qué es el lunfardo. La creencia del hablante, culto o no, suele basarse en lecturas, comentarios y experiencias personales que se afirmaron en él para siempre; de ello deriva la creación de algunos mitos.
Véase el primero: se sostiene que el lunfardo es un idioma o lengua. No es así: solamente es un conjunto de palabras que se agrupan para formar un todo denominado "vocabulario". Gobello y Oliveri dicen: "Hemos definido el lunfardo como un vocabulario cuyos términos tienen diverso origen y son utilizados por el hablante de Buenos Aires en oposición a los que propone la lengua oficial. Como quien dice, algo que se adiciona a la porción de términos castellanos usada por el hablante". La definición referida a través de la forma verbal "hemos definido" no se halla en este libro, pero sí está clarísimamente expuesta en "Aproximación al lunfardo" de José Gobello (Ediciones de la Universidad Católica Argentina. Buenos Aires. 1996).
No es un idioma o lengua porque no tiene gramática. La morfosintaxis, la ortografía y la prosodia que emplea son las del español, idioma dentro del cual está asentado, así como lo están otras manifestaciones de raíz popular pertenecientes a diversas zonas del ancho mundo hispanohablante, aunque sin la aureola de tradición de que disfruta el lunfardo. Si bien hay algunas pequeñas excepciones en su prosodia (trasladadas o no a la ortografía), ello es totalmente insuficiente para darle al lunfardo la categoría de lengua. En consecuencia: nadie habla en lunfardo o el lunfardo; menos aún, el argentino. (1)
Véase el segundo. Tampoco es el habla de los delincuentes, vista como nacida entre ellos y luego descifrada y copiada por gente ajena al submundo del hampa. No es privativa ni viene únicamente de lugares donde predomina la vida criminal o delictiva. Al respecto hay una confusión creada por los primeros estudiosos de este vocabulario, quienes centraban la atención en el hablar de los malvivientes. La vinculación de estos autores (eran abogados o funcionarios policiales, sobre todo) con la policía y su entorno sociocultural hizo que se creyera que el lunfardo estaba acotado y que valía como medio de expresión críptica para no ser entendidos sus practicantes por aquellos que estaban fuera de su mentalidad y actividad. Es indiscutible que el pueblo de las orillas de Buenos Aires se hallaba en contacto directo con el lunfardo porque era el habla popular, de todos los días, de la convivencia cotidiana, usada por los habitantes de esos lugares alejados del Centro y de la cultura. Gran cantidad de inmigrantes italianos, de vida honrada y de trabajo, tenían en el lunfardo el pan diario de la comunicación, pues no conocían bien el español y mezclaban lo propio con lo que habían recibido como inmigrantes. El aporte italiano de ese lunfardo inicial es enorme y aún hoy se mantienen en pie cientos de voces que pasaron inmutables por todo el siglo XX para llegar, como si tal, al XXI.
Por último, el lunfardo pertenece a una ciudad solamente. No hay exageración al afirmarlo y Gobello y Oliveri lo dejan ver con nitidez al decir: "...cuyos términos tienen diverso origen y son utilizados por el hablante de Buenos Aires..." Esta localización tan estricta está explícita en recientes definiciones. En otras se dice que también se lo encuentra en Rosario de Santa Fe y en el Uruguay. Ahora queda asegurado Buenos Aires como único lugar de nacimiento (nunca se dudó de la paternidad porteña), expansión y difusión. Si hay lunfardismos en el habla de los uruguayos, en particular de los montevideanos (y los hay en muy buena cantidad), ocurre tal hecho por el intercambio permanente de los pobladores de una orilla del Plata con los de la otra. Si a principios del siglo XX se utilizaban en Montevideo voces lunfardescas, hoy no puede suceder lo contrario, ya que los medios de comunicación son el vehículo cotidiano de trasmisión de las ideas de un país a otro. Si hoy se crea en Buenos Aires la palabra "rumume" para indicar, por ejemplo, un determinado estado emocional de un hombre o una mujer, ya mañana estará circulando por Montevideo, gracias al empuje imparable de la televisión.
VARIEDADES DEL LUNFARDO
Desde 1860 hasta 2005 va un largo período de tiempo que recubre a la modalidad expresiva de que se viene hablando aquí. Es casi un siglo y medio de vida y es natural, entonces, que se piense en estamentos temporales. Los vaivenes del quehacer humano, sobre todo en manifestaciones que abarcan un número millonario de personas, son inevitables. Así pues, no es disparatado suponer que el lunfardo atravesó varias etapas hasta llegar a hoy. Para Gobello y Oliveri, su formación –es decir, su origen y desarrollo inicial con el consiguiente asentamiento social- finaliza prácticamente "en la segunda mitad de la década de 1910, que fue cuando la Primera Guerra Mundial determinó una drástica disminución del flujo inmigratorio". Ellos no incluyen ninguna etapa posterior pues no necesitan hacerlo para lo que van explicando. Puestos al trabajo de marcar alguna, quizá hay solamente dos más: a) la que va desde 1914 hasta 1950, fecha esta última que apunta a la lenta y paulatina decadencia del tango y de su influencia en distintos órdenes; b) la que, comenzada en 1950, llega al presente. Podría hablarse de lunfardo (hasta 1950) y neolunfardo (después de 1950). Esta teoría serviría, entre otras cosas, para justificar –aunque no mucho, por cierto- la inserción de tantos anglicismos y galicismos en el vocabulario que el lunfardo constituye y que Gobello y Oliveri incorporaron al lado de "mina" y "amurar". Claro que esta inclusión es más bien personal, pues muchos hablantes rechazan de plano que "reality show" o "track" sean expresiones del lunfardo. Son, simplemente, préstamos que pasan al español general, que es el que permite la comunicación sin tropiezos entre los hablantes del Uruguay y de Guatemala o de Chile y España, por ejemplo. No pertenecen al habla popular de Buenos Aires ni de Montevideo ni de Lima ni de Madrid. Son extranjerismos que, al no estar erradicados, generalmente por pereza mental de los hablantes, se emplean en lugar de equivalentes del español, los cuales existen en la mayoría de los casos, pero suelen olvidarse a menudo, por no decir siempre. Entonces, la pregunta "¿Cómo se lunfardiza?" –hecha por Gobello y Oliveri- no tiene razón de ser. La que vale es "¿Cómo se españoliza?"
Se concluye el Prólogo de este diccionario con lo siguiente: "...hemos incorporado en este repertorio no pocas palabras de generación reciente, tomadas ellas de la computación, del sociolecto de los yupies y aun de la cumbia villera, que podrían llamarse y hemos de llamarlo, con toda propiedad el lunfardo del tercer milenio".
Sobre todo lo cual este libro –el más reciente dentro del tema- ofrece información abundante y clara, y a la vez que hace pensar provoca la reacción sana del lector.
(1) Véase qué anota Athos Espíndola en el Prólogo de su Diccionario del lunfardo (Planeta. Buenos Aires. 2002): "Podrá decirse que en la Argentina se habla la lengua española. Incierto. Los argentinos tenemos idioma propio". Más adelante se lee: "Algún día, con más luces, alguien escribirá el Diccionario del idioma argentino, que sorprenderá al mundo y a muchos compatriotas por su caudaloso léxico, su gracia, colorido, fluidez, y la encantadora parquedad en formulismos".
LUNFARDO HISTÓRICO
Este Diccionario, ¿contiene los cuatrocientos vocablos anotados por Dellepiane o los mil trescientos términos registrados por Villamayor? No importa la cantidad, sino el saber que hay un número de voces que forman la base de este vocabulario que se conoce como lunfardo y que, de esas voces, hoy en día circulan aún muchas con vigor y expresividad, si bien, a veces, con alguna variante semántica. Algunas: abatatarse, atorrante, bacán, bagayo, batidor, batuque, botón, bulín, busarda, campana, cana, chamuyar, crepar, encanar, engrupir, fundir, gamba, gil, mango, manyar, mina, morfar, otario, pibe, punguista, timbero, reo. LUNFARDO DEL TERCER MILENIO Para Gobello y Oliveri es el acopio de vocablos entrados por la influencia de las técnicas y los tiempos modernos. Algunos: champú, cumbia, dopar, dumping, entente, fainá, fast food, karate, king size, lasaña, marketinero, minifalda, picnic, radio, replay, sushi, swell, video club, viagra, western, winner, yudo, zapping. |
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