Con hache y sin hache
El recién aparecido Diccionario panhispánico de dudas (Santillana. Bogotá/Madrid. 2005), creado conjuntamente por la Real Academia Española y las Academias de la Lengua de todo el mundo de habla hispana, es un magnífico reservorio de palabras y expresiones que hacen dudar a la mayoría de los hablantes. Quien consulta este diccionario está bien encaminado para resolver sus vacilaciones idiomáticas; sin embargo, puede ocurrir, y ocurre, que el acercamiento a este libro mayor deje un gusto no muy agradable luego de haberlo hojeado adecuadamente para la obtención de una respuesta que aviente una duda persistente o una inseguridad recurrente.
Se dice esto para evitar, desde un principio, el endiosamiento de la obra. Resulta muy fácil comprender que no puede contener la resolución de todos y cada uno de los problemas ortográficos, prosódicos, morfológicos, sintácticos y semánticos que van y vienen por el camino del idioma español. El gran valor del DPD no está en su infalibilidad –que no puede tenerla por más que se lo proponga- sino en la ayuda, grande o pequeña, que ofrece en el momento de surgir un inconveniente de pronunciación o de construcción, por ejemplo. Esa ayuda orienta y conduce además al ahondamiento de la investigación, pues de una duda suele saltarse a otra que, para el buen consultor del diccionario, necesita respuesta inmediata.
Si bien todo lo dudable no se registra -¿quién forja la hazaña de llevar al diccionario la totalidad de las dudas existentes?- el mero hecho de recorrer páginas y columnas del DPD es alentador y recomendable. De un fracaso (por ejemplo, luego de buscar información sobre el sustantivo "zafiro", que no está, pese a las vacilaciones que suscita) es muy posible que, por asociación de ideas, salga alguna noticia que beneficie a quien consulta el diccionario, puesto que el ojo curiosos y la mente abierta y ágil del lector están prontos para atrapar, por aquí y por allá, datos que son verdaderos hilos conductores hacia lo inesperado.
Un fallo para reparar. Este exordio no es pirotecnia verbal. Tiene su razón de ser: permite advertir que el DPD no es impoluto, por un lado, y que el consultante lo mejora –si lo desea- con sus reflexiones y discusiones, por otro.
Como contribución a esta tarea, se estudiarán ahora tres voces: "arpa", "arpía" y "armonía". Suelen generar titubeos ortográficos, ya que presentan otras escrituras: "harpa", "harpía" y "harmonía". Y esta últimas, a su vez, originan discusiones si aparecen en encabezados o titulares de publicaciones, pues hay lectores que categóricamente sostienen que la hache inicial es un absurdo ortográfico. La doble vertiente de dudas está tratada en el DPD. En tres artículos breves y claros se expone el parecer de las Academias al respecto.
Una primera apreciación sostiene que los tres sustantivos citados (y, naturalmente, sus derivados) tienen doble escritura: con hache y sin ella. En segundo término, se recomiendan las grafías que no tienen la consonante hache; de ahí que "arpa", "arpía" y "armonía" se imponen al escribir. Quien quiera olvidarse de la hache inicial puede hacerlo sin más y pasar a otra cosa. Quedaría así terminado el problema si no fuera por lo que el DPD agrega con respecto a las tres formas con hache. La lectura atenta –medianamente atenta, no más- descubre que hay vacilaciones, inconsecuencias, desajustes o como se diga acerca de la validez y la circulación de "harpa", "harpía" y "harmonía".
Véase qué sucede.
Para "harmonía" dice el diccionario: "La variante ‘harmonía’, que conserva la ‘h’ del étimo latino, es hoy desusada y, por ello, desaconsejable".
Para "harpa" se expresa de esta manera: "La variante ‘harpa’, que conserva la ‘h’ etimológica, ha caído en desuso y debe evitarse".
Por último, para "harpía": "También es válida, aunque mucho menos frecuente, la variante ‘harpía’, que conserva la ‘h’ etimológica".
Obsérvese que en los tres casos se habla de la consonante "h" etimológica. Se da, pues, como letra que desde un principio se incluía en la palabra sin vacilar. El paso del tiempo hizo perder tal consonante para dar prioridad a la forma sin ella, que es lo que hoy prevalece de manera casi absoluta. Precisamente por tal supresión, es raro hallar esos sustantivos con la hache inicial, aunque hay casos recientes, como el que el propio DPD anota: "Eres una harpía dispuesta a quedarte con Ramón". Este ejemplo pertenece a la escritora Lola Beccaria, quien lo trae en su novela La luna de Jorge, del año 2001.
Frente a este panorama, caben varias reflexiones mínimas pero fundamentales. Se desaconseja el uso de "harmonía" ("es desaconsejable", lo que no significa prohibición); se prohíbe el de "harpa" ("debe evitarse", giro modal obligativo formado por "deber más infinitivo" y que es categórico en cuanto a lo que significa); y nada se dice sobre supresión o rechazo en el caso de "harpía". El escribiente se verá sometido a un ejercicio de memoria cuando tenga que valerse de estos términos, y esta gimnasia mental se une a la que corresponde también a otras muchas voces, todo lo cual lo mantiene en un estado de inseguridad que no es aconsejable en ningún momento y menos en ortografía. Hay un mismo problema por dilucidar, pero varias respuestas que coliden. Si la hache inicial está desestimada por quienes escriben hoy, la mejor y única vía de sostenimiento de ese estado de cosas es eliminarla radicalmente. Si todavía algún autor se vale esporádicamente de "harpía" o "harmonía", eso no obliga a mantener la hache.
Parecería más efectivo que la Academia se dispusiera, sin vueltas, a la nivelación y dijera que tanto "arpía" como "arpa" y "armonía" pierden indefectiblemente la hache, por desuso. El desuso está señalado claramente al decir el DPD "es hoy desusada" (para "harmonía"), "ha caído en desuso" (para "harpa") y "aunque mucho menos frecuente" (para "harpía").
Con decisiones de esta naturaleza, que tienden a unificar la escritura de los vocablos en todos los lugares en que el español es lengua materna, se da un gran paso adelante para el afianzamiento de la ortografía y se favorece el gusto por una disciplina que es necesaria siempre, así como es sumamente formativa en particular en los primeros peldaños de su enseñanza.
Héctor BALSAS
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