Serie: Los Pliegues de la Lectura (XX)
El discurso del huevo
Antonio Risco
y la piedra toda empuje vegetal, si los vegetales van organizándose en arquitectura, pero en arquitectura orgánica, toda ebullición, absolutamente antiversallesca. Arquitectura y botánica en desfogue y desboque. Delirio Barroquismo desatado.
¡Nada iguala al parque Güell! La fiesta mediterránea. Dionisismo, aunque pretenda más bien obedecer a menudo a un impulso místico cristiano. O por lo mismo.
¡Qué invención! Torbellinos, pálpitos secretos, floraciones espontáneas, internas selvas, calidoscopios, espirales, discos, entrelazados, laberintos, rompecabezas, enredos... Una explosión de sorpresas en cada recoveco. ... "Mamá, mamá", gritaba la niña mongólica corriendo asustada hacia la señora apayasada en su maquillaje hiperbólico, mientras un servidor trataba de evocar torbellinos y aspavientos equivalentes a los de Gaudí en aquella vieja borrachera del barrio chino barcelonés, cuando paseaba mi extravío en el entrepiso callejero como una maraña de pelos, y de pelos particularmente sucios, greñas, o serpientes viscosas enredadas en nudos laberínticos, cabeza de medusa, acechado por tanta podredumbre y lepra y miasma repugnante entre putas-carteles de películas con sus colores chillones y agresivos y maricones recortados y bamboleantes y serpentinos o babosos y patosos y tiendas de gomas y condones y tanto increíble útil de higiene sexual y tabernas estruendosas y tan abrumadoramente ornadas de cuernos, azulejos, cerámicas, calendarios y ex votos de toda clase, no tan lejos de Gaudí, en suma, al empeñarse en ese afán de sabotear el urbanismo racionalista y racionero, represor de los excesos naturales, superponiéndole, escandalosamente, otra naturaleza artificial y urbana, aún más desaforada y turbulenta.
Y esto a pesar de las disparatadas flechas de la Sagrada Familia o por lo mismo. Desboque que apenas logra una ligera compostura de buen ver en el suntuoso, y tan exhibicionista, paseo de Gracia que construyó la alta burguesía modernista, al tiempo que en el puerto, barcos, grúas, bultos, trenes, camiones, almacenes y sirenas también se entregan a sus orgías y excesos frenéticos, a la cínica pornografía del trueque y el remaje, el mete y el saca, y el barrio gótico aprieta, en cambio, sus sombras, silencios y fantasmas. Ahora, en las Ramblas... "Ponía el huevo". ¡Curiosa frase castellana cazada el vuelo entre tanta palabra catalana! Aunque este gentío que por aquí barzonea entre mesas de café, puestos de flores y de periódicos, debe ser en buena parte foráneo, turístico (español o de fuera). Dos tíos maquillados con excesivo aspecto de maricas, Ácómo pululan por aquí! Una borracha que canta, baila, se tambalea y se precipita a beber los fondos de los vasos de los clientes de las terrazas y a robarles aceitunas y calamares fritos de las tapas. ¿O está loca?
El árabe con su turbante, chilaba y babuchas avanza con aire bien solemne como hacia una definitiva floración de petrodólares en un paraíso del Profeta en que las cachondas huríes negras y perfumadas con gasolina le echan al cuello brazos que son collares y collares que son tersos neumáticos suspirantes, ahora, eso sí, con incrustaciones de oro y diamantes, aunque a lo mejor no es más que un chamarilero de cualquier zoco. Menea la cola con gracia, el perro. Rubias luminosas congestionadas de sol, barullo y polvo, las dos parejas de turistas nórdicos, inequívocos. Como inequívocos son esos extremorientales de ojos oblicuos con sus máquinas fotográficas y las dos negras que se han afilado en tan curiosos chichitos. Entre tanta y tanta cara celtibérica.
Y la niña mongólica decía "mamáÓ y esta otra niña, "ponía el huevo". ÁVaya! No está mal la frase: Mamá ponía el huevo. Ca ca ca, ca ca ca, ca ra ca ca, ca ca... Y la gallina se infla, aprieta, sufre se expande, pone y se enternece. Pues no resultaría nada mal esta expresión como comienzo de un poema.
A ver, busquémosle una rima, así, al azar del paseo, entre los retazos de conversaciones que se me van prendiendo al oído. Alguna rima castellana aparecerá, claro que sí, entre la espesa plática catalana. ¿Cómo? No, no me sirve. ¿Qué dicen éstos? Pero hablan en alemán, por supuesto. ÁBonita chica si no inflara los ojos de mosca asustada! Fino talle, grupa de sirena, toda inflexión, teoría y evasión pescadina. Y curas, siempre y siempre curas ÁToma! Pero ¿qué ha dicho ése? "Y todo estaba huero". ÁPerfecto! El poema marcha. Poema colectivo dirigido por aquello que André Breton llamaba el azar objetivo. Yo no hago más que polarizar su recepción en mi oído e imponerle una sola ley, la de la rima, que al fin, y también por simple azar, resultó asonante. Ríe el viejo.
Congojosas piernas de avestruz. Enormes gafas y morros porcinos: casi una caricatura disneylándica la de esa turista. Serpentean corriendo entre la gente los tres chicuelos, y he ahí una señora que los increpa agitando furiosa su bolso que acaso deseara bomba en estos momentos. ¡Bum! Y... ¡Ah! "...en enero". ¡Pues sí, es verdad! En enero, dijo el vendedor de periódicos. ÁYa lo tengo! Ya es algo:
Mamá ponía el huevo
y todo estaba huero
en enero.
No me disgusta. Rico en sugerencias. Indudable. Porque, por ejemplo, si intentamos una explicación del mismo a partir de la musicalidad, solo apoyándonos en ésta, ocurre que huevo al rimar con huero se contamina de su significación, y eso por mera presión de la música y de la memoria. Con lo que el auditor puede hacerse fácilmente la idea de un huevo huero, apoyado por enero con el que riman los dos y, por tanto, contaminándose a su vez de su significación: pudiendo sugerir entonces la frialdad y esterilidad del invierno: huevo = huero = enero. Así, las tres palabras vienen a identificarse, sorprendentemente, a convertirse en metáforas mutuas. Con lo que es la misma música la que crea la retórica. Histórica o no histórica. Paródica, pero en el sentido de mimética (estética, aunque herética). Tética y no tética. Histórica y no histórica. La retórica.
Si leemos esas rimas al revés (lo que es perfectamente posible desde la memoria y la poesía es ante todo tiempo ritmado o música y, por tanto, memoria): enero = huero = huevo, resulta que enero está vacío en su huevo o como un huevo ... La significación no cambia gran cosa. ¡Aún hay pájaros en Barcelona! Y la florista alza sus claveles con el ademán alarmado de los semáforos rojos. ¡Qué obesidad impresionante! Bolso y zapatos de piel de lagarto y cara de rana. Avanza acordeonándose el tío: ¿el baile de San Vito? La expresión familiar mamá intensifica el carácter afectivo de la evocación del yo lírico, a no ser que tenga una significación irónica que se confirmaría con la referencia a la función gallinácea.
La evocación se evidencia en el uso del pasado, imperfectivo en su decurso revivido (ponía, estaba). En cuanto al artículo el individualiza del todo el huevo en cuestión: se trata de un huevo muy preciso que el hablante lírico conoce en su singularidad irreemplazable y que quiere distinguir en cuanto tal por cualquier razón (?); no es un huevo cualquiera.
El verso siguiente está coordinado al anterior por y, coordinación que en este caso parece anunciar una consecuencia. El adverbio todo en su generalización absoluta puede abrazar igualmente el momento en su plenitud, el instante del parto, como el mundo (incluso, acaso, simbolizado en el huevo), el universo y hasta el ser en sí. El inhabitual uso de huevo contribuye a destacar la palabra en su significación central, que ya las otras dos que riman con ella, con su ampliación fónica que la prepara y la sigue como un eco, la ponen tan en evidencia.
El tercer verso determina temporalmente el suceso por medio de la proposición en y el nombre del mes. Pero semejante localización en un momento determinado del año adquiere un valor muy particular en razón de aquel poder de la rima que tan eficaz se manifestó. Y se le cayó el sombrero al anciano con el empujón. ¡Caray! Y un mozalbete le da un puntapié, lo levanta en el aire como una pelota. El anciano acciona su desesperación como un loco. ÁGraciosas niñas! La del centro, con su lazo, como una gran mariposa en la cabeza, una extraña mariposa rosa, resueltamente exótica. Es de los negros elásticos. ¡Tan guapa y con culo-calabaza! Desde una perspectiva mítica esa calabaza cósmicaÉ Pero volvamos al huevo, no menos cósmico. Y mítico.
¿Quién pone el huevo entonces? No puede ser otra sino la Gran Madre, la Madre Universal, diosa de la fecundidad, llámese Gea, Isis, Cibeles, Istar, Parvati, Venus de Vilendorf, Vaca Astral... Mamá, evoca el hablante lírico. ¿Por qué esta familiaridad un tanto grotesca? ¿Cuál es la razón de semejante ironía? ÁQuién sabe! Acaso porque pone el huevo huero en enero. ¿Infecundada? ¿Se trata, en consecuencia, de la Muerte? La Naturaleza es también agente de la Muerte, claro está, y por eso la figura de la Gran Madre ofrece siempre ese doble aspecto: Hembra generosa, fecunda, donadora de vida, y Hembra oscura, secreta, terrorífica y devoradora. Las distintas fases de la luna. Eros y Thanatos confundidos en la misma imagen, imagen que gesticula ambiguamente, a dos tetas (monumentales tetas) y a dos nalgas (monumentales nalgas). El Sí y el No a la vez. Indescifrable. La Esfinge. Pero aquí es el No lo que se privilegia. Solo el aspecto negativo se impone. ¿Una premonición apocalíptica? ¿El anuncio de la guerra atómica?
Cierto, si consultásemos a un psicoanalista quizá lograse hacernos ver en el poema la intensa frustración que siente el yo lírico ante el incesto imposible, unido a la idea de esterilidad que acarrea, claro, la conciencia de la prohibición. Con lo que se le cierra irremisiblemente al sujeto la puerta del placer. Un Edipo no resuelto como tantos otros. Mamá fecunda pone el huevo en la frialdad mortal de enero... Aunque, ¿no podrá significar enero también el nuevo año e incorporarse entonces una significación positiva de resurrección o renovación? Pero no por eso el huevo deja de ser huero: sin duda, la proyección del deseo reprimido, estrangulado en su cumplimiento y el consiguiente autocastigo. De ahí la ironía sarcástica con que enuncia; mamá.
Desde un punto de vista sociológico, esta expresión podría muy bien denunciar la puerilidad del yo lírico: manifestación típicamente burguesa, en su relación familiar, muestra del aniñamiento, de la irresponsabilidad y de la pérdida, por tanto, del sentido de la realidad a que conduce el individualismo extremo, cerrado en sí mismo como un huevo. La alienación infecunda, el huevo huero. La esterilidad fundamental del mundo burgués y capitalista. Es cierto que siempre queda... ¡Qué grandullón! Y esa extraña pareja!
(Fuente: "Serpentáguila". Notas de un lector de poesía. Ed. Hipogrifo, Quebec.)
Los pliegues de la lectura Artículos publicados en esta serie: (I) Leer, buscar y encontrar (Rosa
Márquez, No. 61). |
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