dicciones

A las patadas con el tilde

Héctor Balsas

¡Cómo joroba esa virgulilla! Parece insignificante; sin embargo, da trabajo y causa complicaciones múltiples. Muchas personas, precisamente porque joroba (a ellas, que no la dominan) largan la esponja y se deciden a escribir siempre sin el tilde (o la tilde, como dicen algunos, tan correctamente como quienes dicen el tilde). Pese a esa actitud, los protestones no innovan, pues nadie descubre la pólvora a estas alturas; solamente continúan una corriente generalizada que apoya el olvido o el ladeo del tilde en aras de la comodidad y que sigue el mal ejemplo que dan las computadoras hechas para otros idiomas que no son el español. Tal proceder parece aducir que el tilde es superfluo y que tanto da escribir "cantó" como "canto", "néctar" como "nectar", "fábrica" como "fabrica". No lo es, por cierto. El tilde aporta a la escritura una marca defensora del contenido de los vocablos. Si no se pone, se escribe otra cosa, y otro es el significado o, simplemente, no hay significado.

Obsérvese: 1) "Liquido el problema en un momento" y "liquidó el problema en un momento". Cambia el significado, ya que (yo) liquido no equivale a (él o ella) liquidó. 2) "El ómnibus corre velozmente" y "el omnibus corre velozmente". La segunda construcción no dice nada. Es cierto que se comprende fácilmente que omnibus es ómnibus, pero, quien se atenga estrictamente a lo escrito no puede decir que se expresa en ese enunciado algo inteligible, que se conoce, que se experimenta en la realidad o que se produce en la imaginación. Y es así, porque nadie sabe qué es omnibus en español, aunque todos sospechan al instante que es ómnibus. Queda el término vacío. Uno solo no sería nada, pero, en un texto extenso -dígase de veinte páginas- la ausencia persistente del tilde provoca una cadena de sinsentidos y tropiezos en la lectura que atenta inevitablemente contra la comprensión inmediata y deseada, y la interpretación adecuada del mensaje.

Varios empleos

El tilde o acento (hay quienes dicen acento escrito, acento gráfico o acento ortográfico, y dicen bien) tanto en español como en otros idiomas tiene su razón de ser, que no es la misma en español, lengua en la que se conoce uno solo, que en francés, lengua en la que coexisten tres.

Pensando únicamente en el idioma de Cervantes (abría que decir ya de Rodó y Borges), se aplica el tilde por diversas y muy necesarias razones.

En los programas de la enseñanza primaria y de la secundaria o media suele aparecer esta indicación: "Los usos del tilde". Ello significa que hay variedad de empleos de esa virgulilla, lo que obliga a una segura separación entre unos y otros para saber con certeza cuándo y dónde hay que colocarla. Quien no maneje con soltura este conocimiento se verá trancado al escribir y caerá en fallas continuas, las que, a la larga, dificultarán la lectura de lo escrito. Como por adivinación no se procede, habrá que estudiar, para el dominio total (el parcial no sirve) del punto. Por eso, desde los primeros años de la vida en el aula, el niño se ve impelido a conocer, aplicar y tratar de aprender para siempre los usos más frecuentes.

Excluyendo aquellos pocos empleos que afectan a contadísimas palabras y los que a veces aparecen en casos sumamente particulares, se considerarán cuatro usos del tilde en español. Esa marca (´), que desciende de derecha a izquierda sobre una vocal, siempre sobre una vocal, se llama tilde agudo. No se debe confundir con el tilde grave (`) ni con el circunflejo (^), inexistentes en español, pero conocidos por los lectores de revistas, diarios y libros escritos en francés.

En cualquier gramática de buena información se hallan en seguida los cuatro usos más importantes. Resumidos, son los siguientes: 1) El tilde para indicar la sílaba acentuada (o tónica, como se la denomina también). 2) El tilde para indicar que no hay diptongo al concurrir dos vocales que lo puedan formar, o sea, que hay hiato. 3) El tilde para señalar énfasis. 4) El tilde para establecer diferencia entre dos voces que se escriben del mismo modo y que tienen valores o funciones distintos. El tercer y el cuarto uso suelen unirse en uno solo.

Como aquí no se desarrollará un curso e acentuación escrita, solamente se harán algunas observaciones que inciten al recuerdo de lo aprendido alguna vez y, quizá, ya olvidado.

El primer uso recae en un repertorio de voces abierto e infinito. Se marca la sílaba acentuada en ciertas palabras agudas (como en ombú, cantó, colibrí, ananá, esté, camión, perderás), en ciertas graves o llanas (como néctar, álbum, fértil, áspid, fénix, Martínez), en todas las esdrújulas (cántico, pérdida, olvídalo) y en todas las sobresdrújulas (como en corríjanme, deténganmelo, piérdesete). Se tildan también términos que no se incluyen dentro de ninguno de esos cuatro grupos y que configuran un quinto grupo sin denominación establecida. Se trata de algunos adverbios terminados en -mente (algunos, porque hay un resto muy amplio que no lleva tilde). Los adverbios terminados en -mente son las únicas palabras del español que tienen dos sílabas acentuadas: una en la terminación -mente (men) y otra en el adjetivo que encabeza la palabra, como en poderosamente, libremente, áridamente, comúnmente.

El segundo uso toma en cuenta un repertorio de términos abierto e infinito también. Todos ellos tienen hiato, que es lo que el tilde determina con precisión para que no se lean con diptongo: charrúa (cha-rrú-a), oído (o-í-do), caída (ca-í-da), tenía (te-ní-a), creído (cre-í-do), ríe (rí-e), río (rí-o).

En este grupo, la combinación ui constituye un problema que no se puede soslayar en la enseñanza y que merece atención especial y detenida.

El tercer uso afecta a un repertorio cerrado de voces: qué, quién (quiénes) cuál (cuáles), dónde, cómo, cuándo, cuánto (cuánta, cuántos, cuántas) y cuán (que puede verse como apócope de cuánto). Son todos pronombres interrogativos y pronombres exclamativos, según su aplicación en el enunciado.

El cuarto uso también va referido a un repertorio cerrado. Principalmente está formado por monosílabos: dé / de; más / mas; sé / se; sí /si; mí / mi; té /te; tú / tu; él / el. Hay ocho casos. Asimismo, son integrantes de este cuarto grupo los pronombres demostrativos este, ese, aquel con sus femeninos y plurales y el vocablo sólo / solo. Como representan un problema aparte, solamente se los menciona aquí.

Mirando hacia adelante

La adquisición de este aspecto de la ortografía conlleva dificultades, como cualquier otro conocimiento que se imparta. El derrumbe de los inconvenientes propios del tema debería ser problema resuelto por los enseñantes, quienes no pueden largarse a la aventura de incursionar desarmados o a medio armar por campos tan complejos.

El fracaso actual de los jóvenes y no tan jóvenes al escribir y no poner tildes o distribuirlos según un criterio personal, muestra un resultado poco alentador y apunta -lamentable es decirlo- contra planes y programas educativos en vigencia, así como contra los docentes adscriptos a posiciones pedagógicas muy del presente pero inadecuadas para la conquista eficaz y duradera de las nociones de ortografía.

Si no se cambia la mentalidad, si no se rompen sujeciones dogmáticas de trabajo; si no se reabren la mente y la actividad del educador, el tilde se mantendrá subyugado, oscurecido, tratado sin miramientos. En una palabra: parecerá a muchos un componente inocuo de la escritura.

Debe quedar claro que la defensa del tilde no es producto caprichoso de nadie. Tampoco lo es la defensa de la ortografía en todas sus manifestaciones. Como se trata de un aspecto más dentro de la enseñanza de la lengua materna, requiere el mismo tratamiento jerárquico-pedagógico que cualquier punto de fonología, morfología, sintaxis y semántica. Pensar en que la supresión lisa y llana de consejos, normas, ideas o recomendaciones acerca de esa marca es un adelanto o un pecado venial es pensar erróneamente e induce al educando a forjarse creencias que no condicen con la realidad en la que actúa y actuará.

 


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