Expedientes: Alan Sokal (I)

Posturas e imposturas entre intelectuales

Eduardo Gudynas

 

Alan Sokal (profesor de física en la Universidad de Nueva York) fue autor de una "parodia científica" publicada en una revista de estudios culturales. Ahora lanza una nueva andanada de críticas (tan ácidas como demoledoras) a las corrientes de moda, postmodernas y relativistas. En su reciente libro "Imposturas intelectuales"*, escrito con Jean Bricmont (profesor de física en Lovaina), arremete contra conocidos intelectuales, dejando en pie preguntas que exigen ser atendidas.

En 1996 la prestigiosa revista Social Text publicó un artículo del físico Alan Sokal, de la Universidad de Nueva York, bajo el pomposo título "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica". El ensayo apuntaba a una revisión de varias ideas de la física contemporánea en consonancia en las corrientes postmodernas, sosteniendo que la "realidad física" al igual que la "realidad social" eran construcciones lingüísticas y sociales.

Vueltas a la tuerca

Poco tiempo después, en otra revista también dedicada a los estudios culturales, Lingua Franca, el propio Sokal reveló que su anterior escrito era una invención, con conceptos carentes de sentido y frases absurdas que tenían el propósito de dejar en evidencia la reducida rigurosidad del relativismo postmoderno en los Estados Unidos. El hecho explotó como una bomba en los ámbitos académicos, y pasa ser conocido como el "affaire Sokal", nutriendo con munición a la llamada "guerras de las ciencias".

La controversia se comprende cuando se recuerda que el artículo que Sokal envió a Social Text fue revisado por el comité editorial de la revista, según una práctica usual en los "journals" del hemisferio norte, donde cada trabajo es analizado críticamente para lograr con ello una "certificación" de la calidad de su contenido. Fue publicado en un número especial de la revista dedicado a remontar los cuestionamientos sobre la inconsistencia e incompetencia de las críticas "culturales" a las ciencias.

El ensayo de Sokal era muy ambicioso y a tono con esa moda; allí se presentaban afirmaciones como por ejemplo: "... tal y como veremos más adelante, la variedad del espacio-tiempo desaparece como realidad física objetiva, la geometría se vuelve relacional y contextual, y las categorías conceptuales fundamentales de la ciencia anterior, como la existencia misma, se problematizan y relativizan". En general, el ensayo planteaba que todo es relativo e histórico, tanto el número pi como la constante G de Newton.

En el segundo artículo de Sokal en Lingua Franca se revelaba que todo aquel texto era un invento, un "experimento" con la intención de desenmascarar el relativismo cultural. Según Sokal, como revela en la introducción de ese artículo, su experimento se basaba en averiguar si una revista académica de primera línea dedicada a temas culturales, donde en el cuerpo editorial se encontraban conocidas figuras como Fredric Jameson, publicarían un escrito repleto de sinsentidos si estos eran presentados de buena manera y adaptados a las preconcepciones ideológicas de los editores. Sokal concluyó que "la respuesta es, desafortudanamente, sí". Sokal, como buen físico, sostenía que la tontería fundamental de su artículo era considerar que la "gravedad cuántica -la teoría todavía especulativa del espacio y el tiempo en las escalas de la millonésima parte de la billonésima parte de la billonésima parte de la billonésima parte de un centímetro- tiene profundas implicaciones políticas, las cuales, por supuesto, son progresistas". Según el autor, el que le hubieran aceptado el artículo demostraba la arrogancia de la teoría, especialmente aquella asociada al postmodernismo, el relativismo y los estudios culturales.

A partir de esos hechos se desencadenó una enorme polémica que cubrió páginas en revistas especializadas, capítulos en libros, y centenares de artículos en diarios prestigiosos como el New York Times, Le Monde o Folha de São Paulo.

En ese contexto es que se acaba de publicar el libro "Imposturas intelectuales", bajo la autoría del propia Sokal acompañado por el físico Belga Jean Bricmont. Esta versión en castellano está a cargo de la Editorial Paidós. No deja de ser llamativo que este libro primero se editó en Francia y un año después en inglés pero en Inglaterra (1998). En la presente versión castellana se incluye el texto original de la controversia y un largo recuento de ejemplos y análisis en los que se sustenta la denuncia de estas posturas de los intelectuales. En las líneas que siguen se comentan algunos aspectos de este libro y la polémica que lo rodean, sin olvidar que son apenas un comentario bibliográfico, y no pretenden zanjas la cuestión en un sentido o en otro. Pero sí son una invitación a leer la obra, aprovechando la oportunidad de esta traducción al castellano, y sabiendo que más de uno se sentirá incómodo e irritado con mucho de lo que allí se dice. Ese es precisamente uno de los atractivos del libro.

El escándalo

La revelación que el primer artículo de Sokal era una parodia rápidamente derivó hacia un escándalo que cruzó los límites de los campus de las universidades y llegó a la prensa, tanto en Norteamérica como en Europa. De hecho mis primeras noticias provinieron precisamente de un comentario en el New York Times, y ya en 1997 se organizaban foros y mesas redondas en las universidades para discutir el asunto.

Los editores de Social Text presentaron una réplica al pretendido experimento de Sokal. Primero declararon que "lamentamos haber publicado el artículo de Sokal, y pedimos disculpas a nuestros lectores, y aquellos en los estudios en las ciencias o estudios culturales que puedan sentir que sus trabajos han sido descalificados como resultado de ese affair". Allí se revela que el artículo fue revisado y que se le pidieron modificaciones a Sokal, quien se resistía a ellas, por lo que todo el proceso llevó un largo tiempo hasta que finalmente se decidieron a publicarlo en un número especial de la revista.

Pero el daño estaba hecho. Por ejemplo, en las evaluaciones sobre el escándalo el conocido Paul A. Boghossian, profesor de filosofía en la Universidad de New York, en su artículo en el Times Literary Supplement en diciembre de 1996, sostenía que el debate arrojó conclusiones importantes, destacándose: primero, que las posturas que relativizan los conceptos de objetividad, verdad o evidencia, lograron conquistar muchos adeptos en la academia; segundo, que ello ha desencadenado una serie de consecuencias perniciosas para los niveles de calidad y responsabilidad intelectual.

Para tener una idea de la magnitud del debate basta visitar el sitio internet del propio Sokal, donde se encuentra abundante material sobre todo el debate (www.physics.nyu.edu/faculty/sokal). Asimismo, existen varios sitios en internet sobre la "guerra de las ciencias" y es fácil dar con varios de ellos, así como con distintos artículos apelando a los buscadores más conocidos.

Más allá de la polémica debe apuntarse que no deja de ser sorprendente que tanto Sokal como Bricmont califiquen al artículo disparatado de Social Text como una "broma", "parodia" o "experimento". Es bueno recordar que existió un diálogo con los editores de la revista, los que reclamaban cambios a los cuales se negaba Sokal. Hasta donde puede saberse, Sokal defendió en todo momento la seriedad de su ensayo, por lo que estaba mintiendo repetidamente. Es comprensible que los editores confiaran en la sinceridad de Sokal, en tanto en los ámbitos académicos llevar una parodia a estos extremos, y sobre todo mentir en un ambiente como el de Estados Unidos, resulta algo reprobable desde todo punto de vista.

El libro

En once capítulos, un epílogo y tres apéndices se ahonda en las críticas a ciertos intelectuales, casi todos ellos franceses. Para comprender un poco mejor toda la cuestión vale la pena tener en cuenta que el primer apéndice incluye el texto original publicado en Social Text, mientras que el segundo son comentarios sobre cómo se elaboró el artículo fraudulento y las forma en que se lo dotó de "seriedad". Finalmente, el tercer apéndice es la explicación académica de Sokal, la que fue enviada a la misma revista Social Text, y como era de esperar fue rechazada, para salir tiempo después en otra revista. No es mala idea comenzar el libro por el final, esto es por el artículo original que desencadenó toda la polémica.

El resto de la obra presenta la argumentación de Sokal, en este caso acompañada por J. Bricmont, profesor de física en la Universidad de Lovaina. Allí se alternan las ideas y justificaciones de los autores con recopilaciones y críticas hacia varios conocidos pensadores, con el propósito de demostrar el mal uso y abuso de conceptos que ellos definen como "científicos" y que son utilizados bajo formas inapropiadas. Los principales dardos se lanzan hacia Jacques Lacan, Julia Kristeva, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilio y muchos otros más.

El libro presenta dos objetivos. El primero es demostrar que famosos intelectuales, casi todos representantes de corrientes de pensamiento originadas en Francia, "han hecho reiteradamente un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos, bien utilizando ideas científicas sacadas por completo de contexto, sin justificar en lo más mínimo ese procedimiento, bien lanzando al rostro de sus lectores no científicos montones de términos propios de la jerga científica, sin preocuparse para nada si resultan pertinentes, ni siquiera si tienen sentido". Enseguida advierte que no se pretende invalidar el resto de la obra de esos pensadores, y que los dos autores no están en contra de extrapolar conceptos entre campos de saberes. El segundo propósito es arremeter contra el relativismo dominante en los países anglosajones, entendido como el que presenta a la ciencia moderna como un mito, una narrativa o una construcción social, una más entre varias otras. Desde esas dos metas el libro oscila entre el catálogo anotado de dislates y la crítica sobre las concepciones de la ciencia y el saber.

El libro no es una visión "política" sobre la ciencia, y quien lo aborde desde esa postura sospecho que se equivoca. Es sobre todo un libro sobre filosofía y ciencia, pero escrito desde quienes hacen ciencia que muchos llaman "dura" como es la física.

Los argumentos y la situación

Sokal y Bricmont parten de un problema que es real, y especialmente ostensible en círculos académicos de los Estados Unidos. Es la proliferación de posturas que consideran que todo, absolutamente todo, es una construcción intelectual, con rango análogos de validez., y por lo tanto desaparecen los hechos como tales, por ejemplo las mediciones y lo cuantificable, y todo se vuelve relativo. Esta posición parte de ideas que sin duda tienen bases muy atendibles, como por ejemplo la inescapable mediación humana y social de nuestra vivencia de la realidad, reconociendo la incidencia posturas que podríamos llamar culturales sobre cómo interpretamos nuestras vida y lo que nos rodea. Pero a partir de esas posturas se generó un relativismo cultural a veces exasperante y que se hizo muy popular en los campus universitarios del norte. Se llegaba a posiciones que posiblemente no alcanzaron esos extremos en nuestro país.

Por ejemplo, en mi propia experiencia, dictando unas clases en los Estados Unidos, recuerdo al menos dos ocasiones donde los estudiantes cuestionaban datos cuantitativos suponiendo que ellos reflejaban una postura ideológica, para enseguida exponer sus propias opiniones, las que carecían de cualquier información de respaldo. Ellos sostenían que una y otra posición eran meros discursos y por lo tanto igualmente válidos. Esos y otros casos muestran un extremo, donde hay una expansión exagerada, y a veces vulgarización, de posiciones que comprendidas en sus propios marcos conceptuales son serias y útiles.

El libro de Sokal y Bricmont apunta sus baterías hacia ese extremo. No puede olvidarse que también hay otras posturas extremas, como las que presentan "una" ciencia, que es "objetiva" y "neutral", y que puede llegar a postular conocimientos que presupone como "verdades" desvinculadas de cualquier contexto cultural o político. Este otro extremo está desatendido por este libro, y a veces ello explica una sensación intermitente de irritación antes quienes parecerían ser "sabelotodos" que cuestionan ácidamente a una larga lista de autores.

En efecto, el cuerpo principal de a obra con los capítulos dedicados a examinar esa extrapolación inadecuada de la "ciencia". Se suceden entonces las secciones dedicada a criticar a Lacan por su uso de los números imaginarios, Baudrillard por sus apelaciones a espacios no-euclidianos o la reversibilidad de una ley física, se ponen en evidencia las confusiones de Paul Virilio entre conceptos físicos, como su confusión entre velocidad y aceleración, o se apunta a Deleuze y Guattari; quienes usan términos científicos "fuera de su contexto y sin ningún nexo lógico aparente".

Sin duda Sokal y Bricmont son muy hábiles en disecar y extraer los pasajes de los autores en consideración. Algunos de ellos son sorprendentes y mueven al humor. Por ejemplo, al abordar los escritos en filosofía, psicoanálisis y lingüística de Luce Irigaray, citan su argumento sobre la sexualidad de una conocida fórmula: "¿La ecuación E = MC2 es una ecuación sexuada? Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza asexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa ..."

La proliferación de artículos de lenguaje oscuro, donde se mezclaban opiniones y citas amparadas en el relativismo exagerado, a veces sin fundamento, es común en algunos círculos. También son usuales los ataques a esos procedimientos, incluso con ironía. Por ejemplo se ha producido un programa de computación que prepara artículos "postmodernos" de apariencia real pero disparatados, logrados por medio de textos generados al azar (se lo puede visitar en la página de diversión de la Universidad Monash en Australia en www.csse.monash.edu.au/community/postmodern.html).

Los capítulos de crítica a distintos autores se intercalan con otros de reflexión y análisis. Entre ellos es destaca una revisión del relativismo en filosofía de la ciencia, revisando la postura de autores como T. Khun o P. Feyerabend.

Muchos lectores se sentirán incómodos con los cuestionamientos a autores que estudian e incluso admiran. Por ello es bueno tomarse un tiempo y volver a leer esos capítulos de revisión crítica, y tener en cuenta una larga lista de limitaciones de la obra que los mismos autores exponen en la introducción. En una segunda lectura seguramente se encontrará que muchos de los cuestionamiento que abordan Sokal y Bricmont son ciertos.

Más allá de validez de todas, o parte de las críticas, es un hecho muy positivo que se pongan las ideas bajo discusión, más allá de que estas provengan de reconocidas autoridades intelectuales. La jerarquía de un exponente nada dice sobre la validez de sus argumentos. Sokal y Bricmont invitan a ese ejercicio, y ello es muy sano, y debería ser seguido en Uruguay. En nuestro medio no son pocas las veces que las discusiones abiertas sucumben ante la autoridad de un grado cinco, y tampoco son raras las ocasiones en que conocidas figuras toman la revisión crítica de sus ideas como un ataque personal.

Las críticas de Sokal y Bricmont a veces se quedan en la superficie. En varias secciones se presenta entrecomillado el texto supuestamente erróneo de un autor bajo análisis, pero no siempre se explica al lector dónde están los errores y cómo se fundamentan. Por ejemplo, en su crítica a Deleuze y Guattari, luego de las citas dicen "con un poco de esfuerzo, es posible descubrir en este párrafo unas pocas frases con sentido, pero inmersas en un discurso totalmente carente de significado", o "Una vez más, el final del pasaje carece de sentido ...". Pero la fundamentación de ello está ausente. Seguramente Sokal y Bricmont tienen sus argumentos para arremeter contra las citas que presentan pero hubiera sido más instructivo reducir el número de transcripciones y analizar cada una de ellas con más detalle. En algunos capítulos logran eso con mucho éxito; posiblemente ello es evidente al analizar a Virilio, a quien acusan de copiar frases propias de la jerga técnica de la mecánica cuántica, dejando en claro que no entiende de que se trata.

El capítulo final presenta un esquema sobre cómo avanzar en un diálogo entre ciencias de la naturaleza (esencialmente la física en el sentido de los autores) y las ciencias sociales. Varias de las posiciones de Sokal y Bricmont son compartibles: saber sobre lo que se está hablando, no presuponer que los textos oscuros significan que sean profundos, reconocer que las ciencias naturales "no son un mero depósito de metáforas listas para ser utilizadas en ciencias humanas", desconfiar del argumento que se sustenta en la autoridad de quien lo expone, y así sucesivamente. Las cuestiones políticas están tratadas lateralmente al abordar el problema de las corrientes postmodernas a las que consideren irracionales pero que han cautivado a parte de la izquierda de Estados Unidos y Canadá. Allí apenas se plantean cuestiones muy reales, como el papel de los nuevos movimientos sociales y el desánimo con la política tradicional, y cuyos nexos con la problemática de la ciencia contemporánea requería un análisis más detallado.

Tanto en ese capítulo como en otros, así como los autores critican el uso inadecuado de términos físicos y matemáticos, ellos mismos utilizan conceptos filosóficos de manera incierta, y con ello se han hecho una fiesta varios académicos desde las humanidades (por ejemplo, alertando sobre la confusión entre subjetivo y relativo, y así sucesivamente). Queda en el aire flotando la duda sobre porqué Sokal y Bricmont no sumaron otros autores desde la filosofía para aumentar la contundencia de sus críticas.

Pero es más intrigante todavía sus posturas sobre cómo contemplar los aspectos sociales y culturales que inciden sobre la ciencia. Es llamativo y revelador que los trabajos y aportes de M. Foucault estén fuera de las críticas de Sokal y Bricmont: no le dedican un capítulo y ni siquiera está citado en la bibliografía. Es que los problemas a los que apuntan estos autores también se cuelan en otras disciplina en tanto la física u otras "ciencias duras" no son inmunes a las extrapolaciones cuestionables o los fundamentalismos insostenibles. Piénsese por ejemplo en los argumentos "científicos" para la defensa de usos militares de la energía nuclear o el vacío de análisis dentro de los avances de la biotecnología. Allí, aportes como los de Foucault y otros autores sobre los contextos históricos, culturales e ideológicos sobre la ciencia mantienen su jerarquía.

Muchos lectores encontrarán éstas y otras limitaciones para cuestionar a la obra. Ello revela un aspecto que en realidad es positivo: es un texto removedor y que invita a la discusión. En América Latina donde hay menos discusión científica de lo que se cree, y existe una fuerte compartimentación entre ciencias, y dentro de ellas entre escuelas, un texto como este es una gran oportunidad para pensar.

* IMPOSTURAS INTELECTUALES, de A. Sokal y J. Bricmont. Barcelona, 1999. Ed. Paidós, 320 pp

 

Expedientes

Artículos publicados en esta serie:

(I) Heidegger de filósosfo a führer (David Ojana, Nº108)

(II) Heidegger y el nazismo. Los ataques. (J. Michelle Palmier, Nº 110)

(III) Heidegger y el nazismo. Los hechos. (J. Michelle Palmier, Nº111)

(IV) Heidegger y el nazismo. Las implicaciones políticas de la ontología (Jean Michelle Plamier, Nº 113)

(V) Heidegger y el nazismo. Los temas de la ideología nazi. (J,M. Plamier, Nº114)

(VI) Marcuse/Heidegger, últimas cartas. (Nº 115)

(VII) Heidegger y el nazismo. Las raíces de la adhesión al partido nazi (B. Nunes, Nº118)

(VIII) Heidegger y el nazismo. La adhesión al nazismo, ¿destruye su filosofía? (Benedito Nunes, Nº 120)

(IX) El pensamiento político (Rafael G. Giradot) (121)

(X) Heidegger y el nazismo. Pensar es un riesgo. (Rafael G. Girardot, 122)

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