Serie: El Fin al Fin (V)

Contexto de final

Saúl Paciuk

Los anuncios de finales nos acosan. Final del siglo, del milenio y también del psicoanálisis y de muchos de los que fueron sus acompañamientos culturales por una centuria. Los primeros, finales por vencimiento de plazo, ansiosamente adelantados; el tercero, por una "superación" ¿o quizá por una agorería? Los tres anuncios tienen algo de infundado. O tienen de algo fundado en que, ante la confesada urgencia por el reemplazo, deben ceder ante el nuevo contexto y morir. O al menos, penar por ello.

¿Es necesario identificar las señales de ese nuevo contexto? Con razón se podría decir que corresponde dejar librada la tarea a lingüistas, sociólogos y etcétera, pero ninguno de nosotros puede declararse ajeno a lo que el contexto proclama tener de nuevo.

Sobre esa base, en este aporte deseo poner el contexto del contexto bajo discusión y argumentar en favor de que "el" contexto no es uno ni es homogéneo ni es unívoco, que en él es posible y preciso reconocer diversas zonas. Y que presenta fronteras con otros contextos con los cuales coexiste y establece intercambios. Además, es evidente que existen diferentes respuestas (implícitas o explícitas) a la pregunta por el contexto actual y es posible también que cada respuesta pida considerar cuál definición del contexto (y de lo nuevo de él) tiene en vista.

El contexto de "contexto"

El término "contexto" aparece hoy afectado por la moda, esa misteriosa presión que impone utilizarlo. En este como en todos los casos, el uso reiterado produce dos efectos simultáneos y opuestos: el término se satura de ocasiones en que se le aplica y se vuelve improblemático, pero en este camino se vacía de contenido, porque al quedar al margen de la interrogación y poder aplicarse para nombrar de todo, ya no puede referirse con precisión a nada.

Quizá sea mejor evitar cuestiones que lucen como opinables, quizá sea mejor que retrocedamos para encontrarnos con el sentido corriente de "contexto", el que propone el diccionario. Larousse nos dice que refiere a enredo, maraña, trabazón, aludiendo a que algo es parte inextricable de un conjunto mayor. Es porque el texto está entretejido con el contexto que lo contiene.

El uso más o menos generalizado de "contexto" nace en el ámbito francés y arranca de la lingüística de fines del siglo pasado, pero ha conocido su mayor fortuna recientemente, cuando reemplazó el empleo de otros términos tales como estructura (que viene de la ciencia histórica, con el sentido de lo opuesto a coyuntura).

Contexto se propone como el conjunto textual en que está comprendida una palabra o frase y que sería una de las fuentes de su sentido. Su uso en el plano literario se ha ampliado para designar un conjunto de circunstancias (sociales, políticas, económicas, etc.) entre las cuales se sitúa un acontecimiento, las que confieren al acontecimiento su significación, lo que lleva a que se le reconozca un valor próximo al de "situación".

En esa misma dirección, el pensamiento de este siglo ha enfatizado conceptos tales como mundo, entorno, ambiente, circunstancia, medio (social, histórico, humano). Así también y en el plano de la percepción, ha relacionado los de figura-fondo, y a los estudios de la escuela de gestalt cabría sumar los de la topología. Se trató de una clara reacción al elementalismo, subrayando que los elementos presumidos como simples y unitarios, pertenecen a -o se inscriben necesariamente en- conjuntos más amplios de variado orden.

A la vez que se postuló la existencia de totalidades, se sostuvo que las partes y el todo mantienen entre sí estrechas y específicas relaciones, las cuales suelen ser entendidas de maneras diversas. Una tesis atomística postula la existencia de partículas o de individuos ya dados, identificables y autosubsistentes, los que, optativamente o movidos por necesidades internas, de hecho, se relacionan con lo que los rodea (es decir, con otros elementos, semejantes o diferentes). Esta tesis se disputa el cielo cultural con otra visión que se centra en afirmar el carácter necesario, de derecho, de tal relacionamiento, postura que llega a sostener que es a partir del relacionamiento que los elementos o individuos alcanzan alguna forma de existencia o de identificación.

Lo nuevo del contexto

Se sostiene corrientemente que estamos en un nuevo contexto, tan nuevo que muchos, con cierta urgencia, exigen que se le reconozca el nombre de posmodernidad. Sin pretender plantear aquí una caracterización acabada, podemos esquematizar este nuevo contexto siguiendo algunos de sus ejes temáticos.

La globalización, un fenómeno de integración de naciones a escala mundial, paralelo a la asombrosa y acelerada urbanización que integra las comunidades de cada nación, es un rasgo prevalente, con sus implicaciones de uniformización de los modelos de producción de bienes y servicios, de comercialización y sus estilos de uso y de consumo. Y los hechos actuales sirven para comprobar la tesis de que los cambios que trae tal globalización arrastran consigo cambios culturales y políticos.

Todo ello ocurre sin perjuicio de que al mismo tiempo se manifiesten fuertes impulsos hacia la particularización y un empeño en marcar diferencias, sobre todo en las culturas de los grupos (los renovados y pujantes nacionalismos políticos y culturales y el esfuerzo sobre todo de los jóvenes por diferenciarse a través de tatuajes, ropa y hasta cortes de pelo).

Los metarrelatos caracterizan el presente como el tiempo de su crisis. Los grandes metarrelatos mostraban una larga marcha humana cuya tónica era el progreso, una marcha orientada hacia la emancipación y que contaba con la certera guía de los intelectuales, quienes habrían tomado ese lugar de vanguardia iluminada precisamente en los tiempos de la Ilustración.

La ciencia mágica se dispone a apropiarse del campo de la atención psicológica. Llega vigorizada por una notable confianza en la medicación a través de la cual se puede esperar hasta el colmo de que surja en cada uno, "una persona nueva". Ello ocurre porque se otorga al medicamento un margen de acción que lo acerca al milagro y al mismo tiempo decrece la confianza en la relación interpersonal y el diálogo con otro como vía para el logro de lo que en cada caso puede considerarse como la "cura". Por su parte el médico ha pasado a ser el incómodo pero exigido intermediario para la obtención de las panaceas que ofrece la publicidad.

Este cambio aparece también en relación a la creencia religiosa, entronizando un nuevo tipo de "pastor de almas". Al descaecimiento de las religiones instituidas sigue un aumento notorio de formas religiosas en nacimiento centradas en algún personaje de cuerpo presente o televisivo, cuya oferta tiene la ventaja del inmediatismo en la relación con la divinidad dispensadora de milagros.

La producción de enfermedad ya no se entiende dominantemente como una producción subjetiva ligada a la familia (edípica). Cambios en las funciones materna y paterna, transexualismo, institucionalización precoz de los niños, producción de significaciones, valores e ideales por los medios masivos, fragmentación de la vida social urbana, multiplicación de vínculos anónimos, empobrecimiento de las interacciones, compulsión creada por los medios de comunicación, ideales estéticos confundidos con la bulimia y la anorexia. Es decir, por todas partes hallamos muestras fuertes de raíces en lo social y un correlativo empobrecimiento de las referencias a la historia infantil libidinal.

Los cambios en la comunidad que muestran el afianzamiento de formas de aislamiento junto con sociabilidad en bandas. Aumenta la pérdida de lazos sociales y de solidaridad, desconfianza ante los extraños, aprecio por los diferentes que desafían o atacan lo establecido. La preocupación predominante es por el cuerpo (estar en forma, gimnasia, vida sana, alimentación sana, hipocondrías normales) como condición de aceptación y éxito y hasta de existencia social.

En fin, todo hace pensar que el individualismo (que quizá tenga una fuerte base de defensa narcisista) es el indicador de la vida actual y forman parte de ese individualismo, el aislamiento y el sentimiento de vacío, patrones de una afectividad esquizoide vueltos señales de "normalidad", de buena sintonía con el "nuevo contexto".

Esto no es todo

La referida caracterización del contexto actual parecería abonar la tesis de una ruptura con la modernidad, de que la posmodernidad supone la negación de la primera. Tal tesis tiene un fuerte apoyo en el hecho de que la modernidad no ha podido proponer un metarrelato que incluya o comprenda su posible desarrollo en la dirección de la posmodernidad y se diría más bien que la posmodernidad la ha tomado de sorpresa.

Los cambios son presentados como derogando el contexto en curso y esa presentación impone hablar de un nuevo contexto. Este contexto abarcaría una parcela del mundo (geográficamente hablando) y sería muy instructivo marcar la extensión de esa parcela para valorar su posible incidencia (como recordar que lo del cambio de milenio sólo vale para una fracción de los humanos). Pero además, ¿cuál es su grado de novedad, acaso se trata de lo irrestrictamente nuevo? Seguramente en muchas épocas sus respectivos contemporáneos habrán hecho observaciones acerca de su tiempo que no diferían demasiado de las que formulan los ensayistas de la posmodernidad.

En efecto, existen muchos rasgos de este nuevo contexto que atemperan este planteo rupturista con la modernidad y fundamentan diciendo que estamos ante una crisis, ante una oportunidad de cambio que habilita la posibilidad de una sucesión entre ambos contextos. En todo caso conviene considerar que el contexto nuevo se muestra pleno de contradicciones y abierto, lo que es decir que es altamente dinámico y preñado de incertidumbres.

Comencemos por la denominación que tuvo tanta fortuna, posmodernidad; ella quiso presentarse como alta o radicalmente rupturista (el post), a pesar de que ya en su nombre estaba marcada la continuidad con la modernidad. Tal continuidad está también expresada en que asume uno de los valores típicos de lo moderno, la novedad, el aprecio por la innovación y el cambio, el valor del estar "después de", lo cual no deja de ser una incoherencia de la posmodernidad.

Tomemos el caso de la globalización. A escala mundial, ella es, en definitiva, una occidentalización y occidente es la cuna y la propulsora de las condiciones que llevaron al racionalismo, a partir de la modernidad y la Ilustración. Por otra parte, la globalización en el plano cultural supone una afirmación de generalidad, con la consiguiente afirmación de la igualdad e intercambiabilidad entre los hombres.

Fue señalado también, respecto de los jóvenes y de grupos nacionales o culturales, el esfuerzo por diferenciarse. Estas subculturas toman la palabra desde dentro mismo de occidente, y el distanciamiento que supone su postura opositora no hace sino reconocer el esfuerzo unificador representado por la cultura de occidente. Como consecuencia, hoy día toda mirada sobre el universo cultural descubre en el contexto una multiplicidad de mundos que parece ser irreductible. A la vez esta diversidad supone la posibilidad de interacciones más intensas que las que podían darse en los tiempos anteriores y esas interacciones permiten experimentar posibilidades de integración.

De modo que si bien la racionalidad se ha visto controvertida, también encontramos signos de que busca caminos para restablecerse y llegar a configurar una visión que comprenda puntos de vista diferentes y no excluyentes. Es decir, la racionalidad aparece como en curso de buscar una nueva síntesis y no en el camino de declararse obsoleta.

Respecto de los metarrelatos, muchos, desaprensivamente, indican que el proceso tiene una dirección que ellos presentan como inevitable -por ejemplo, en la dirección de la invalidación de los metarrelatos- pero en verdad nadie con autoridad sostiene que los tiempos por venir van inequívocamente en una (cualquiera que ella sea) cierta dirección y el futuro no renuncia a albergar la incertidumbre, por lo que la cuestión permanece abierta. Es que ya el decir que la posmodernidad trae la invalidación de los metarrelatos supone o bien hablar en nombre de otros metarrelatos (como hablar de que estamos ante el fin de la historia es ya hacer un relato, visualizar ese fin forma parte de un cierto relato) o bien declarar que ha quedado cancelado lo que Vattimo menciona como "capacidad de señalar opciones históricas", a lo cual nadie renunciaría.

¿Cómo es el contexto?

Como hemos visto, el llamado contexto no puede ser tomado como unívoco y quizá incluso deba ser considerado como ambiguo. Cobija versiones que pueden llegar a ser contradictorias y hasta conflictivas.

Por lo cual la reflexión acerca del contexto no debería eludir las preguntas por cómo se llega a definir cada contexto y si una definición puede aspirar a ser validada como objetiva.

¿Es que en alguna medida podemos dejar de considerarnos sumergidos en el contexto que nos proponemos caracterizar o podemos evitar el tomar alguna posición respecto de él? Más bien cada texto y aun más cada contexto, son materia de interpretación, el contexto no es presencia sino que adviene y no podemos dejar de estar implicados en cada observación y de eludir la confrontación entre interpretaciones. Pero en ese caso ya no podemos hablar de un contexto como una realidad única, sino que debemos encararlo como plural.

Definir un contexto no es constatar, no surge de un inventario objetivado; puesto que un contexto no es materia de observación, no es un dado, un objeto, ni un "hecho", en el sentido de algo antepuesto con lo que el sujeto tropieza. La definición tiene el carácter de un acto de percepción en el que el sujeto está necesariamente involucrado.

Tal como el texto y aun con más razón, el contexto requiere ser interpretado para volverse visible. Si el contexto no surge de una investigación inocua por parte de un observador ajeno e incontaminado, entonces hay que conformarlo eligiendo qué es lo que debe formar parte de él. Y al elegir, el sujeto deja las pistas de cuál es el lugar que tiene frente a ese contexto. La consecuencia es que el contexto y su definición son abiertos, no cerrados, abiertos tanto a lo que acontezca que confirme o desmienta el entendimiento, abiertos a la contra-dicción, la dicción de otro, el disenso. Precisamente, porque el sujeto debe organizar es que pueden caber diferentes versiones del contexto, y al sujeto puede caberle la libertad de negar o cuestionar esas otras versiones, lo cual convierte la definición en un hecho comunicativo.

Tenemos versiones del contexto y ellas tienen que ver con los objetivos del observador que es quien se pro-pone como su intérprete.

La base de lo que define qué y cómo es el contexto es más bien un en-tendimiento, lo que implica tender a. El entendimiento define su objeto y a la vez define aquello a lo que tiende el sujeto, lo que es su objetivo, su fin. El observador no se entiende por ser objetivo sino por tener objetivos y es objetivo sobre todo en este sentido.

Pero si descubrimos que la definición del contexto es una producción humana, un entendimiento, ¿acaso debemos por ello liquidarla como subjetivismo o error? ¿Pero es que acaso tenemos otra cosa libre de subjetivismos en nombre de la cual podamos derogarla? Además, por ser humana habría que decir de ella lo que Vattimo dice de los valores: que siendo producciones humanas es "cuando nos resultan todavía mas queridos, porque son todo lo que tenemos en el mundo, la única densidad, espesor y riqueza de nuestra experiencia, el único ‘ser’".

De modo que lo que podemos -con una arbitrariedad que es insuperable- caracterizar como contexto, no deja de ser sino una versión, una interpretación, una forma en que el contexto se vierte o es vertido por cada uno.

Para esta forma de entender las relaciones entre sujeto y contexto, entre texto y contexto, el texto es lo que perfila y da cuerpo al contexto, el texto apunta a lo que llegará a ser su contexto, delimita cuál es el campo en el cual algo es contexto, ya que es contexto por "contener" cierto texto. Es desde el texto, desde la interpretación del texto, que el contexto se perfila y renuncia a su ambigüedad.

Habría entonces que hablar de una mutua implicación entre texto y contexto, de que ambos se iluminan mutuamente. Desde este ángulo, la preeminencia que algunos dan al contexto en la definición del texto parece más bien estar fundada en una ilusión que derivaría de que un contexto puede dar lugar, en el sentido de anidar, a variedad de textos.

Valor del contexto

Partiendo de que sujeto y contexto están entretejidos, se abren dos modos de entender esta implicación mutua. Según uno, el contexto se impone al sujeto y lo conforma; según el otro, el sujeto organiza el contexto, el que le pertenece, y ambos se definen a un tiempo.

Generalmente se habla de "el" contexto como de un objeto, un dado que está allí enfrente, ello supone que es también un algo que debemos registrar y a lo que nos debemos someter o adaptar. Al mismo tiempo se lo toma como determinante, lo que comporta una particular concepción según la cual el contexto "hace" al sujeto.

Esta pauta es la seguida por muchos planteos acerca de la relación ambiente-sujeto. El ambiente, en sentido material-espacial, o en sentido cultural-histórico, es tomado como una condicionante del sujeto que está predefinida y ella le da forma (por ejemplo, le impone modelos o bien lo edifica, el sujeto resulta ser obra del ambiente que interviene en su formación). En este sentido son ilustrativas expresiones que aparecen en diferentes aportes que sostienen que "la cultura obliga al sepultamiento del complejo edípico".

Así también se puede leer que "La cultura imprime sus características específicas sobre las expresiones psicopatológicas" en una relación de determinación que alcanza incluso, según el mismo autor (Marucco), a "explicar que determinadas expresiones psicopatológicas tengan o no cabida dentro de cierto ámbito cultural".

Si la inspiración del sujeto está fuera de él, si está en los modelos que la sociedad le impone, entonces toda posibilidad de cambio se reducirá a actuar sobre esos modelos. Pero si ese es el caso, ¿queda lugar para el psicoanálisis? Es evidente que no lo hay si la tarea del sujeto es dejarse moldear o es imitar modelos: entonces han desaparecido el conflicto y la tensión y la tarea será no equivocarse al seguir la pauta que el modelo impone.

Pero debe observarse que la tesis según la cual se trata de una fuerza ineluctable que determina al sujeto no se sostiene por mucho tiempo, ya que ella exige un espacio de mediación en el que puedan tener lugar tanto las (inevitables) confrontaciones como los ensayos de conciliación entre ambiente y sujeto, por lo que habría que decir que la sociedad propone más que impone. Ese espacio es concebido por la psicología como el de la imaginación articulada en fantasías, por la sociología y la ciencia jurídica como la persona. Por su lado la psicopatología concibe a la neurosis como ese espacio de mediación, en el cual la propuesta del sujeto (pulsión, deseo, necesidad) enfrenta una supuesta inadmisibilidad por parte del ambiente, la que toma la forma de represión, a partir de lo cual aparecería el síntoma como formación de transacción. De modo que aun en planteos que pueden sostener que el contexto predetermina un sujeto, no se tiene en vista a un mero sujeto pasivo, lo cual a su vez debilitaría el valor de una tesis determinista estricta.

En otras concepciones, el sujeto es entendido como que hace al contexto, el sujeto delimita qué aspecto del contexto es el que tiene peso, es quien organiza o se reconoce implicado en la definición de su contexto y también en la definición del modo cómo ese contexto lo afecta. En este caso se establece una relación de racionalidad, de relaciones que buscan ser inteligibles en las que cada término puede "comprender" al otro: es así que texto y contexto se iluminan mutuamente. Es en esta dirección que el término contexto puede ser entendido como "tejido conjuntamente", el texto y el contexto.

Estas dos posibilidades en el entendimiento del contexto son centrales en la toma de posición de cada uno de nosotros frente al contexto nuevo o viejo. Porque podemos o bien asumir o bien renunciar al hecho de que, en definitiva, la definición y el curso que tome el contexto puede depender de nosotros si la construcción del contexto no es entendido como un proceso impersonal, dictado por alguna fuerza ajena a los hombres y a su quehacer. Postura que tiene validez aun cuando reconozca que la voluntad o la propuesta de cada uno no sea suficiente para configurar el contexto: es que todo contexto de alguna forma es sensible a lo que los hombres quieren que sea.

Pero no se trata de meras opciones incompatibles, de verdad y mentira; más bien hay que decir que pueden ser consideradas como diferentes posturas, fantasías del sujeto, acerca de su situación, las que pueden expresarse tanto como presentarse como víctima o considerarse involucrado en su contexto y en el despliegue de su peripecia. Es este caso, ambos modos de entender son válidos, siendo cada uno representativo de un momento de esa peripecia.

¿Y el psicoanálisis? Debemos dejar para una próxima oportunidad el hablar del psicoanálisis en este nuevo contexto…

 

El fantasma global

La globalización, si es que existe como hecho, debiera nombrar una vía de acceso a una generalidad. Pero no siempre es así y corresponde decir algo acerca de un otro uso actual de la palabra.

Bajo el amparo de ese nombre tan ampuloso, se suele hablar de la globalización como de un fantasma que está recorriendo el mundo y quiere ser la causa de las calamidades que marcan los días actuales. Muy pronto se descubre que ese hablar no se refiere a un hecho, a algo objetivable como lo puede ser lo que la sociología o la economía llaman globalización, sino que ese es el nombre que parte de esta época da su fantasma: se habla de globalizar, como antes se hablaba de masificar; es que los peligros y las amenazas no nos abandonan.

Porque esa globalización no es sino una producción psíquica.

Veamos. Estamos nosotros y están "ellos". Se diga o no, esta globalización fantasmática tiene nombre, se llama americanización y es impulsada por los Estados Unidos, que como se sabe es la cuna de lo indeseable. Esa globalización se presenta como aniquiladora de la particularidad, borradora de nuestras diferencias, por lo que nos convertiría en iguales a "ellos". A todos nos es propia alguna particularidad, a nosotros y también a ellos, y deberíamos reemplazar la nuestra por la de ellos, y mientras ellos no cambian, nosotros, globalizados, sí lo hacemos.

Es que sin globalización, ¿no cambiamos? Nuestra particularidad no es una esencia de la que somos portadores desde nuestro nacimiento o desde nuestra concepción o desde algún otro momento ignoto. No es del orden de la naturalidad sino que más bien cada particularidad está en relación con un contexto, se ha forjado en relación a las ocurrencias de una vida y nada más azaroso y contingente, nada menos necesario, que lo que nos ha pasado ¿O afirmaremos lo contrario, que nuestra vida cumple un destino prefijado?

Nada dice que vinimos al mundo para encarnar precisamente esta particularidad, para vivir precisamente esta historia y de esta manera. Ademas de sernos contingente, esta particularidad no está terminada, no es fija, ha cambiado a lo largo de nuestra peripecia y está cambiando en muchas de sus facetas. Y además, salvo excepciones, no nos otorga una coherencia a toda prueba sino que más bien incluye variadas incoherencias. Nuestra particularidad no es maciza ni es eterna.

De modo que cada particularidad incluye posibilidades de cambio, está abierta al cambio, y los cambios se podrán llegar a definir según sea lo que nos acontezca y según nos posicionemos frente a lo que nos acontezca.

La globalización, la influencia del modo de ser de otros, es una de estas posibles influencias y fuentes de cambios, y los cambios que podrán sobrevenirnos serán siempre un avatar de nuestra particularidad. No se trata de una falsificación, lo que resulte de cada cambio será algo de lo que nunca estuvimos lejos sino que más bien anidó en nosotros siempre. Y si no es así. no lo podemos adoptar.

Pero, ¿y "ellos"? El fantasma que conforma el "ellos" no deja ver que tal forma que presuntamente buscan imponernos, no es maciza, que dentro de ella existen matices, contradicciones, particularidades varias y tensiones entre ellas. Estados Unidos es precisamente el mejor ejemplo de esa vida en ebullición. Y el mejor ejemplo de que a su vez la particularidad de "ellos" es cambiante y se nutre de las influencias de las particularidades que integra.

Porque, y además, ¿hay alguna otra forma de acceso a la generalidad que no sea ejerciendo la particularidad de cada uno? Muy posiblemente deba responderse que no es posible la generalidad fuera de los accesos particulares a ella.

La globalización tan temida aparece entonces como presentando pocos puentes con lo real y el temor y el rechazo que despierta quizá hable mas bien del rechazo y del temor a lo diferente, a la confrontación con otra cosa -con un "otro"- y que sus modalidades culturales o vitales resulten ser diferentes a las propias y resulten tener aspectos capaces de seducirnos o francamente mejores que los de lo propio.

Porque, y además, ¿hay alguna otra forma de acceso a la generalidad que no sea ejerciendo la particularidad de cada uno? Muy posiblemente deba responderse que no es posible la generalidad fuera de los accesos particulares a ella.

 

El fin, al fin

Artículos publicados en esta serie:

(I) Un mundo que cambia (Marcelo N. Viñar, Nº 176/77)
(II) Hacia la sociedad global (Miguel Serna, Nº 178)
(III) Futuro del psicoanálisis (Sélica Acevedo de Mendilaharsu Nº 180)
(IV) Psicoanálisis , de un fin de siglo a otro (Luis Correa, Nº 185)

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