El diccionario está lleno de ejemplos que atestiguan lo dicho. En un extremo, se tiene flete, procedente del francés fret, que asumió estos significados en el español general: "Precio estipulado por el alquiler de una nave o por una parte de ella" y "carga de un buque", pero que, luego de su llegada a América, se recargó semánticamente con, por lo menos, seis significados más, entre los cuales está el tan conocido en el Uruguay: "Vehículo que, por alquiler, transporta bultos o mercancías", posteriormente casi desplazado por taxiflet, de formación estrafalaria.
En el otro extremo, está escarearse, verbo pronominal que significa: "Resquebrajarse la piel y llagarse por el frío", derivado del sustantivo escara (palabra grave o llana, pero no esdrújula). Este significado es el único que tiene y, a no ser que se emplee la palabra en sentido figurado y en uso personal (no extendido al grueso de los hablantes), no significa otra cosa.
Muchos años antes del florecimiento del fenómeno de la corrupción con ribetes sensacionalistas e internacionales, que revitalizó el uso de tal palabra, este verbo ya se había visto aureolado por su continua utilización como sinónimo de "ensuciar, manchar" y, en sentido figurado, de "calumniar, agraviar, menoscabar". En sentido recto, se enchastran las cosas o las personas (un papel, con aceite y manteca; un libro, con marcas y manchas de grasa; un niño, con dulce de leche y mermelada). Figuradamente, las personas sufren los efectos de tal proceder cuando son objeto de los ataques verbales originados en la ira o la venganza de enemigos y opositores desleales.
El término enchastrar (a menudo usado como pronominal, enchastrarse) y otros vocablos de su familia circulan actualmente sin protesta de nadie. En los comienzos del proceso de inserción del vocablo en el léxico, tuvo sus detractores, pues lo veían -y era muy cierto- como lunfardismo. Hoy esta aseveración causa asombro y quizá se tilde de exagerado el asegurar que enchastrar es una de las tantas palabras que pueblan ese vocabulario tan extendido (se dice que tiene seis mil voces) que se denomina lunfardo y que tuvo su nacimiento en las zonas orilleras de Buenos Aires. Una rápida mirada a algunos lexicones lunfardos quita las dudas y respalda la afirmación formulada. Tómense solamente dos prestigiosos diccionarios especializados: Breve diccionario lunfardo de José Gobello y Luciano Payet (A. Peña Lillo, editor. Colección "La Siringa". Buenos Aires, 1959) y Diccionario de voces lunfardas y vulgares de Fernando Hugo Casullo (Freeland. Buenos Aires, 1964). Casullo dice que es voz de origen italiano, y Gobello y Payet van más allá, pues indican el étimo inchiostrare, que quiere decir "manchar con tinta". Casullo, además, registra dos ejemplos extraídos de fuentes muy distintas. Uno de ellos procede del diario Clarín de Buenos Aires: "Muchas personas resbalan y se enchastran de lo lindo en el barro". El otro corresponde a un poema de Cadícamo: "En el fango maloliente / va y se enchastra el delantal". Obsérvese que enchastrar en los dos ejemplos aducidos está empleado como verbo pronominal: enchastrarse.
El Nuevo diccionario de uruguayismos de Ursula Kühl de Mones (Instituto Caro y Cuervo. Bogotá, 1993), integrante del Nuevo diccionario de americanismos, dirigido por Günther Haensch y Reinhold Werner, toma enchastrar como voz coloquial no grosera y le da los dos significados ya vistos. No hace referencia a su origen lunfardesco, criterio que sigue también con otros términos que indiscutiblemente tienen esa procedencia.
Lo interesante de esta palabra está en su ascenso de nivel. Por pertenecer al lunfardo, se situó, en un primer momento de su evolución, en uno de estos dos niveles: el popular o el vulgar. Como tantos otros lunfardismos, pasó rápidamente al nivel familiar, pero no es contentó con quedarse en él anclado, sino que continuó su ascenso hasta emparejarse con las palabras del nivel normal o general, como pared, lindo, cantar, después, entre miles y miles que diariamente se emplean en la vida de relación.
Es fácil comprobar que la mayoría de las personas, sin importar su grado de cultura, desconoce el origen de enchastrar. Sin duda, una encuesta revelaría que un elevadísimo porcentaje de hablantes quedarían asombrados al enterarse de que es un lunfardismo equiparable a mina, chanta y biaba.
Que enchastrar, en el Uruguay, ha perdido su halo de lunfardismo es una verdad total. La circulación alcanzada, que no elude su empleo en los medios de comunicación, es tal que hasta se ha ganado un puesto en notas editoriales de prestigiosos diarios de Montevideo, que lo utilizan sin más. Al mismo tiempo, está en boca de gente de reconocida autoridad intelectual y cuidadosa de su modo de expresión.
Portada | Revista al tema del hombre relacion@chasque.apc.org |