Filosofía, Psicología, Psicoanálisis

Andrés Cappelletti

Durante más de dos mil años no existió de hecho una separación entre la filosofía y la psicología. Este último término fue ideado recién en el siglo XVIII y, etimológicamente, significa ciencia del alma. Pero es claro que no cabe esperar de la etimología demasiadas precisiones sobre lo que debería ser la psicología.

En efecto, se sabe que no existe acuerdo ni en cuanto a la naturaleza ni a las funciones de esto que ha sido llamado alma, y muchos descreen aún de su existencia misma. Pero no hay duda de que en los diversos significados que se han atribuido a este término es en donde hay que buscar buena parte de lo que en la historia podemos llamar ideas psicológicas. Por otra parte, las relaciones entre la psicología y la filosofía han estado signadas por el hecho de que la psicología ha hecho suyo este tema privilegiado de la metafísica que es el de la naturaleza de la psique y sus relaciones con el cuerpo.

Sin filosofía

Sin embargo, y a pesar del pasado común que las integra y que nos muestra la ausencia de una psicología independiente al menos hasta el siglo XVII, muchos psicólogos contemporáneos pretenden desprenderse de cualquier influencia filosófica. Para estos psicólogos, la intromisión de tales ideas es una característica de la etapa precientífica de la psicología, momento del cual es preciso alejarse si lo que se pretende es constituir un campo con pretensiones de cientificidad.

Tal forma de procurar el acceso de la psicología al conjunto de las disciplinas indiscutiblemente científicas tiene su origen en el clima gestado en el siglo pasado, en el cual la sociología de Comte y el evolucionismo de Darwin contribuyeron de manera decisiva a extender la idea de un determinismo a todos los dominios de la vida cultural y social. La intención de finalizar con las especulaciones metafísicas se sostiene en la consideración de que la materia y los ìhechosî que surgen de la experimentación positiva constituyen los únicos datos válidos para la edificación de una ciencia. En este clima, la psicología que pretende ser considerada otra ciencia, al lado de la Biología, de la Química o de la Física, toma diversos caminos.

Principalmente en Alemania, la nueva Psicología se constituyó como una psicofísica, en la que el problema de la medida en algunas experiencias, particularmente en los campos de la Astronomía y de la Optica, conducía directamente al problema de la percepción. La psicología debía allí explicar, buscando en la estructura del cuerpo humano, las razones por las cuales el contenido de la percepción no se identificaba con la realidad del mundo, realidad que solo puede plantearse una vez reducidas las ilusiones producidas por la experiencia sensible. Esta necesaria reducción de lo ilusorio en la experiencia implica una responsabilidad del espíritu, que la psicología intenta explicar mostrando cómo los sentidos externos están por naturaleza obligados a engañar a la razón con respecto a lo real.

El intento de esta nueva psicología científica es el de determinar las relaciones existentes entre los fenómenos físicos, entendidos como excitaciones, y sus resultados en lo psíquico, las sensaciones, con el objetivo de descubrir las leyes que gobiernan esas relaciones. La introducción de las matemáticas para describirlas puede ser atribuida a Gustav Fechner, y en sus trabajos puede sin duda reconocerse el antecedente inmediato de la Psicología Experimental de W. Wundt, que insiste en admitir solo los hechos de la experiencia y en la medición de estos hechos, con la esperanza de encontrar un determinismo que, en cuanto a las leyes de los fenómenos de la conciencia, le otorgue a la psicología su estatuto de ciencia y por tanto a sus leyes validez universal.

Pero además de esto, que podría denominarse ciencia de los sentidos externos, la psicología del siglo XIX toma también el camino de proponerse como ciencia de la conciencia de sí o ciencia del sentido interno, psicología cuya génesis puede buscarse en el cogito cartesiano y que comparte con la anterior la concepción de que el conocimiento se adquiere fundamentalmente a través de la observación. Esta tendencia de la psicología hace de la introspección la técnica fundamental de observación de los contenidos mentales, que son indagados más como ìexistenciasî que como significados, a los fines de proporcionar una explicación de la estructura mental. Un discípulo de Wundt, E.B. Titchener, formula claramente la pretensión observacionista que guía al método de la psicología de la introspección: ìEstamos de acuerdo en que el método científico puede resumirse en una sola palabra: observación; la única manera de trabajo en la ciencia es ìobservar los fenómenos que forman el tema de la mismaî. (En ìLectures on the elementary psichology of feeling and attentionî, 1908, p. 175.)

La descripción y el análisis de los contenidos y de las funciones de la conciencia pasan a ser los objetos temas de la psicología, que a través de la ìintrospección experimental sistemáticaî se ocupa ahora de nociones tales como sentimientos, memoria, juicio, percepción, etc. La profunda y vasta influencia de esta tendencia psicológica hizo que, en el momento de su auge, introspeccionismo y psicología fueran considerados casi como sinónimos.

Biología de la conducta

Pero el inicio del siglo XX ve constituirse un nuevo campo de estudio cuya influencia ha sido decisiva, una nueva forma de entender a la psicología como ciencia de las reacciones y del comportamiento, que puede también calificarse como una biología de la conducta humana. El estudio de la conducta real de los individuos en situaciones concretas sustituyó paulatinamente a la indagación al respecto de los estados de conciencia como forma predominante de la psicología, sustitución que conlleva el abandono del método introspectivo y su reemplazo por la experimentación objetiva.

Si se trata de indagar acerca de las razones por las cuales se hizo posible esta sustitución, puede verse enseguida que es en la constitución y en el progreso de la Biología como teoría de las relaciones entre los organismos y los medios de donde los conductistas toman los elementos para desestimar la separación tajante entre el hombre y los animales. Darwin es el que comienza con el estudio de los movimientos que son comunes en hombres y animales y que constituyen la expresión objetiva de los estados emocionales, tendencia que resulta en una humanización de los animales y en una animalización de los hombres.

Los progresos de la psicología animal ñque los primeros conductistas consideran como el prototipo de la psicología científicañ, y la comparación con el estancamiento que para la época sufren los estudios introspeccionistas, hacen posible afirmar a Watson la necesidad de abandonar la psicología o convertirla en una ciencia natural. Para él, la observación de la conducta de los individuos resulta una forma mucho más confiable para poner a prueba los supuestos sobre la conducta humana que la evidencia fundada en la introspección. Por otra parte, la psicología de la conciencia era, para los conductistas, manifiestamente inútil, en tanto su interés y sus posibilidades estaban limitados a una descripción de los estados mentales.

Para los conductistas, en cambio, el objetivo de la psicología es la observación del comportamiento y su explicación en base a la teoría del estímulo y la respuesta, para luego poder predecir y fundamentalmente controlar la conducta de los individuos de acuerdo con un criterio de adaptación. Al pretender constituirse, según el modelo de la Biología, en una rama experimental y objetiva de las Ciencias Naturales, en una ciencia objetiva de las reacciones, las aptitudes y el comportamiento, los psicólogos conductistas rechazan toda idea de situar los comportamientos y las reacciones en relación con circunstancias histórico-sociales, en virtud de que los medios en los que se producen esas conductas son entendidos como medios naturales. En esta actitud puede reconocerse un recurso ideológico característico del ideario positivista que consiste en una biologización de lo social, que conduce a considerar que la sociedad humana es también el producto de una evolución natural.

Hacia lo inconciente

Siguiendo un camino radicalmente diferente al de los conductistas, Sigmund Freud crea en 1896 el término ìpsicoanálisisî, y cuatro años más tarde publica la Interpretación de los Sueños, obra decisiva en la construcción de la teoría psicoanalítica y que abre una nueva y fructífera perspectiva desde la cual abordar la indagación al respecto del psiquismo humano. No resulta fácil definir brevemente lo esencial del psicoanálisis, y esto se debe no solo a la gran cantidad de bibliogrqafía a la que ha dado lugar esta teoría, sino también a que el mismo Freud resulta a veces objeto de diversas lecturas e interpretaciones.

En primer lugar puede decirse que el psicoanálisis es un método de investigación de procesos mentales que de otro modo resultarían inaccesibles. Este método, en lo fundamental basado en la libre asociación de ideas por parte del paciente, intenta poner en evidencia un determinado orden del inconciente y mostrar que palabras, actos y producciones imaginarias tales como los sueños, las fantasías y los delirios poseen una significación inconciente.

Pero también el psicoanálisis es una psicoterapia, que está fundada en esa investigación, y que tiene como objeto principal los trastornos neuróticos, entendidos como expresiones simbólicas de un conflicto psíquico que tiene su origen en la infancia del sujeto. Por último, el psicoanálisis es también una serie de concepciones psicológicas y psico-patológicas que ordenan y sistematizan los datos adquiridos a través del método de investigación y tratamiento.

Dentro de este conjunto de teorías y concepciones al respecto de la vida psíquica de las personas, la noción de inconciente adquiere una importancia fundamental. En un sentido meramente descriptivo, se utiliza este término para designar a cualquiera de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia. Pero más específicamente, el inconciente es uno de los sistemas, definidos por Freud a partir de la experiencia de la cura analítica, que está constituido por contenidos reprimidos que ven negado su acceso al sistema preconciente-conciente por la acción de la represión. La experiencia psicoanalítica condujo a Freud a la necesidad de suponer la existencia del inconciente como un lugar psíquico que posee contenidos y mecanismos específicos. Por lo general, se afirma que estos contenidos son el producto de la acción de la represión, en particular durante la infancia del sujeto; pero también, y sobre todo hacia el final de su obra, Freud afirma que además forman parte del inconciente contenidos no adquiridos por el individuo, de origen filogenético, que constituirían el núcleo del inconciente.

Resulta claro que si se piensa que lo psíquico puede ser inconciente, la psicología no puede reducirse a una ciencia de la conciencia. En la afirmación de que lo psíquico es en su mayor parte de carácter inconciente ñafirmación fundada en un gran número de observaciones y de datos clínicosñ, puede situarse lo esencial de la ruptura que produce Freud con la psicología y con la psicopatología de su época.

La psicología de la conciencia, constituida sobre la base de los pensamientos y las sensaciones que todos experimentamos, se mostraba incapaz de explicar las ideas y representaciones concientes y los trastornos en los contenidos y en la aparición de esas ideas en los pacientes neuróticos. Freud elabora una teoría que explica los síntomas a través de una estructura no aparente ñel inconcienteñ, y construye al mismo tiempo una explicación sobre la constitución del psiquismo humano. Para el psicoanálisis, la conciencia es una función del yo en contacto con la realidad exterior, una cualidad momentánea que caracteriza a las percepciones externas e internas dentro del conjunto mucho más amplio de los fenómenos psíquicos.

Sin embargo, el mismo Freud no deja de destacar que la conciencia no es un fenómeno carente de importancia, y realiza una crítica a ciertas tendencias de la psicología, en especial al conductismo norteamericano, que no tiene en cuenta este hecho fundamental. Desde la perspectiva del psicoanálisis, tanto los pensamientos como las conductas encuentran parte de sus determinaciones en esa estructura que Freud denominó aparato psíquico.

Por supuesto, el carácter de cientificidad que puede o no otorgársele al psicoanálisis es materia de discusión y está en relación con las posiciones epistemológicas que se adopten. Lo que sí puede afirmarse es que ñpara la psicología introspeccionista, la conciencia y, para el psicoanálisis, el inconcienteñ son los principios sobre los que se pretende justificar una cierta idea del hombre y de la verdad de las cosas. Pero, para la psicología de la conducta como biología del comportamiento humano, que intenta separarse completamente de toda filosofía como forma de lograr su acceso al conjunto de las ciencias positivas, la concepción de la naturaleza humana que de forma implícita es admitida es la de que el hombre es, antes que nada, un medio de utilidad. Las investigaciones y las prácticas habituales características de esta psicología ñsobre las leyes de la adaptación, sobre la medición de las capacidades de producción y rendimiento individuales y grupales, sobre el aprendizaje y su relación con las aptitudesñ, ìadmiten todas un postulado implícito común; la naturaleza del hombre es la de ser un instrumento, su vocación es la de ser ubicado en su lugar, en su tareaî, como lo sostiene Canghilhen en (¿Qué es la Psicología?, 1961, p. 15).

El sentido

Si el psicólogo es entonces aquel profesional que investiga sobre las formas de ìubicar a cada hombre en su lugarî, sobre las leyes de adaptación de los individuos a un medio que es concebido como ìnaturalî, cabría entonces preguntarse qué valor ético podría otorgársele a una práctica que, en tanto medición y control del comportamiento de las personas, aparece tan cerca del poder y de lo instituido.

Preguntarse por el sentido y por la esencia de la psicología en el marco de las condiciones que marcan el fin del presente siglo constituye una tarea en la cual la reflexión filosófica no puede estar ausente, tanto en la labor de indagar sobre los fundamentos epistemológicos como en la de proporcionar las ideas que le confieran su sentido. Negar cualquier relación con una teoría filosófica, como sucede en el caso de estos orientadores del comportamiento humano, tan en auge en los últimos años tanto en América como en Europa, es intentar desconocer el sentido de su práctica y es también olvidar que ésta se encuentra determinada por circunstancias históricas y sociales.



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