por otra parte
Un ácido llamado Gore Vidal

Thomas Banzer

La visión de Gore Vidal -el notable escritor y ensayista, teatrólogo y no pocas veces político, pero siempre crítico- acerca de su país, es una visón irritada que hace hincapié en lo que entiende como los signos de la decadencia de los Estados Unidos, a los que compara con un Estado policial y oligárquico. Lo cual no ha sido obstáculo para convertirse en un autor exitoso.

Acerca de él han opinado otros artistas. Como Norman Mailer, para quien Vidal cambia de posición constantemente. O Henry Miller, quien sostuvo que la pasión por ser admirado lo lleva a opinar de todo, desde la semiótica al sexo, y no puede ocultar su condición de personaje contradictorio y egocéntrico. A su vez Vidal, cuando debe referirse a quienes lo critican, cambia su expresión y su tono de voz para dar lugar a un aire de lamentación fingido que imita una santurrona antipática haciendo comentarios sobre gente de la casta de Gore Vidal: "Oh, él es corrupto, él es maligno. Y ultrajante".

A veces parece ser todas esas cosas, sin embargo, más frecuentemente, el ultraje se manifiesta en su sarcasmo. Porque trivial o banal, nunca lo es.

"Es sólo el comienzo"

Gore Vidal pasó la mayor parte de los últimos treinta años en Italia, dejando de lado su bella casa de estilo español en Hollywood, a la que regresó de tanto en tanto para incursionar con algunas conferencias o para hablar a pequeños grupos sobre… ¡los Estados Unidos!

Mirar retrospectivamente su vida y la vida de la República son, para Vidal, actividades integradas. Algo que él valoriza mucho parece ser el haber vivido en lo que llama "una porción de mundos", aprovechando a todos ellos para dar contenido a su crónica.

Cada vez que aterriza en Los Angeles, Gore Vidal es uno de los invitados del Johnny Carson's Show. Según relata, una vez le pidieron que llevase el pasaporte u otra prueba de ciudadanía. Supuso que era una broma, pero no lo era. Si fuese extranjero, le dijeron, la ley exigiría que llevase un green card o documentos para mostrar que su visa de permanencia estaba en orden. Todo ello era consecuencia, afirmaron, de la represión federal contra la contratación de inmigrantes ilegales.

"Entonces yo dije: Si, claro, todo el mundo sabe que cualquier mexicano que cruza el Río Grande es inmediatamente invitado al Carson's Show, privando así a un artista americano de su caché". Pero no era el Carson's Show lo que estaba incomodando a Vidal. Era la exigencia, que él clasificaba como violación de la Primera y Cuarta Enmiendas -y la aceptación de tal exigencia.

"Ahora, vean. Esto es sólo el comienzo", dijo en su casa, días después. Y recitó en ritmo seco, destacando bien las palabras: "Exámenes de sangre obligatorios, tests de orina obligatorios, tests con el detector de mentiras, si viene al Carson's Show, traiga su pasaporte, demuestre que está en orden, ninguna multa de tránsito -esto es un Estado policial…".

Según él, los americanos aceptan todo eso como atribución del gobierno y parecen dispuestos a admitir leyes sobre aborto, sobre su vida sexual y sobre "la obligación de rezar en voz alta". "Al mismo tiempo, los norteamericanos encuentran equivocado dirigirse a una empresa a exigir que ella sea honesta y responsable, porque eso es, contra el capitalismo, y es una cosa mala. ¿Cómo es que se logra llevar a las personas a votar contra sus intereses y a que, sin embargo, piensen realmente que esa actitud es inteligente? La de los políticos norteamericanos es la clase dirigente más sagaz con que me encontré en toda la historia. Y es así hace 200 años. Es fantástico".

Los políticos y la sagacidad

El "gran americano" clasifica a su país como una oligarquía desde el inicio, y no como una democracia. Ataca las sociedades patriarcales y sostiene que eso es lo que son los Estados Unidos, que ello permite que sea un Estado policial; califica la corrupción política de total, impulsada por el costo de las elecciones.

Opiniones tan severas podrían tener su fundamento en un conocimiento íntimo de la clase política. Gracias a su querido abuelo, el senador Thomas Gore, de Oklahoma, Vidal pasó gran parte de su infancia en Washington. Conoció la capital antes de los días de sus sólidos marcos románticos y se nutrió de los recuerdos del abuelo, incluyendo las historias sobre su amistad con el hijo de Lincoln, Robert. A través del padre, Eugene, nombrado por Roosevelt para la recién creada oficina de aviación comercial, vivió días de pioneirismo y de vuelos, conociendo a Amelia Earhart y a Charles Lindbergh.

Vidal también conoció de cerca a Hollywood y a su "sistema de estudios", habiendo llegado como último escritor contratado por la MGM en 1954. Y también estaba presente en los primeros días de la televisión.

Un mundo del que también participó y que Vidal dejó atrás, fue Nueva York. Vivió en las afueras de la ciudad y se postuló al Congreso en 1960, en un reducto republicano. Perdió, pero no salió tan mal siendo un candidato demócrata. Entonces adoptó Los Angeles. Llama a Nueva York una ciudad del Tercer Mundo por su grado de violencia y a causa de su pobreza en contraposición a una "riqueza arrogante que, en una sociedad menos dócil, sería pre-revolucionaria".

"Vea el modo cómo los ricos viven (en Nueva York). Yo podría vivir como rico allá, si quisiese. Pero no quiero vivir detrás de guardias y vigilantes; no quiero tener cámaras de TV en todas las entradas; no quiero vivir en estado de sitio. En Los Angeles se puede tener una casa que usted conoce y usted puede descansar allí adentro -y esta es la parte buena de Los Angeles, se puede tener el tipo de vida que uno quiera. Pero después la calidad del aire se deterioró. Mi nariz no aguantó más". De allí en adelante Vidal pasó la mayor parte del tiempo en su apartamento de Roma o en la villa, en Rivello, regresando a Estados Unidos para cortas pero frecuentes visitas.

Pero en 1981, el patriota en semi-exilio se registró para votar y como candidato, concurriendo para el senado en California llegando segundo en la elección primaria de los Demócratas. Fue la primera vez que votó desde 1964; a partir de entonces no votó más.

"No soñaría con el voto" dice él. "Supongo que la mitad no votan en las elecciones, lo que me impresiona. Podemos decir que solamente el 49% suele votar en esas farsas. Por lo tanto, no puedo considerar legítimo al gobierno. Que además no es un gobierno democrático o representativo".

Solo un Gore Vidal puede pensar que para Gore Vidal no fueron fracasos sus incursiones en la política y sus ambiciones de llegar a ser Senador. Por ello no tener planes para votar o aspirar a un cargo público es, para él, una simple coherencia con su visión del patriotismo: "No tiene sentido. En parte, no hay nada que alguien pueda hacer ahora. Esto está yendo para el abismo y nada se puede hacer. Hice todo lo que un buen ciudadano debe hacer en el curso de mi vida" dice él, citando las veces que compitió por cargos públicos y su trabajo contra la Guerra de Vietnam con el Dr. Benjamín Spok y el Partido del Pueblo.

"Jamás quise que se dijese (empleando el tono nasal, de lamentación): 'Oh, usted sólo criticó. No hizo nada'. Bien yo hice… Así, mi parte fue cumplida. ¡Ahora, dejo que eso se venga abajo!, dice dramáticamente, agregando después, como en un aparte en el escenario, riendo entre dientes: "Es la primera escena de Macbeth".

Ser crítico para ser patriota

Habla de sí mismo como de un patriota que está envejeciendo. Y lo que dijo sobre los críticos, lo repite sobre los patriotas: "En una sociedad patriarcal, los patriotas son considerados peligrosos y de ese modo son transformados en no-personas". Obviamente, para Vidal, el papel del patriota es el de ser crítico.

Según Gore Vidal, la sociedad americana tiene tres maneras de lidiar con los que la critican o la censuran: "Una es destruirlos completamente, como lo hicieron con Noam Chomsky, quien no consigue ser publicado en ninguna parte y se convirtió en nadie. Otra es transformándolos en demonio, lo que hicieron con Jesse Jackson. O bien banalizarlos, volviéndolos vulgares, que es lo que hicieron conmigo".

Veamos un ejemplo de esto. Vidal dice francamente que los Estados Unidos ya quedaron y sin vuelta, atrás de Japón y que en poco tiempo también pueden quedar atrás de Europa. Ha sido llamado racista, al invocar el "peligro amarillo" con sus previsiones sobre el futuro poder del Japón y de China. Responde que también ha advertido acerca de los malos actos y la locura del "peligro blanco", agregando que los resultados ya están apareciendo.

"Sólo se puede vender el país una vez, dice sobre las inversiones japonesas en los Estados Unidos. Según prevé, los eslóganes de una próxima campaña de la elección americana serán "Liberen a los Estados Unidos de los extranjeros" y "Vamos a recuperar nuestro país".

También fue llamado antisemita, por sus observaciones sobre Israel y sus pronunciamientos sobre la doble lealtad de algunos judíos americanos. Sobre ese problema, tuvo una confrontación con intelectuales conservadores judíos como Norman Podhoretz, la mujer de Podhoretz, Midge Dectar, y Leon Wieseltier, entonces editor de la revista New Republic.

La revista Spy, en un irreverente reportaje de tapa sobre peleas y enemistades, reveló algunas de las famosas peleas de Vidal. Entre estas, se incluían sus relaciones turbulentas con los Kennedy, las batallas públicas con Norman Mailer, Truman Capote y Bob Guccione. Vidal respondió que gran parte de la nota estaba llena de errores y mandó una carta detallada y mordaz al director.

Es cierto que, contrariamente a lo que relató Spy, Vidal nunca procesó a nadie por difamación, excepto a Capote, caso que Vidal dice haber ganado. En cambio William Buckley lo demandó por haberlo llamado nazista, además de replicarle calificándolo de "faggot" (homosexual). El hecho ocurrió durante la Convención Nacional del Partido Demócrata en Chicago, 1968, mientras la policía castigaba a manifestantes antibelicistas en las calles. Vidal sostuvo que el caso no fue resuelto en la Justicia, como informó Spy, sino que Buckley retiró la queja poco antes de que los dos compareciesen al tribunal.

El reportaje de Spy ejemplifica, de manera general, el proceso de banalización que Vidal sostiene haber sufrido. La revista describió sus peleas como cosas personales, mientras que Vidal sostiene que, con excepción del caso de Capote, son todas situaciones políticas. Según Vidal, la consecuencia más importante del desentendimiento con Buckley es que demuestra lo que ocurre con críticos como él: desde 1968 nunca más fue invitado a realizar comentarios sobre las elecciones en el horario central de la televisión. Claro que a Buckley ni antes ni después le fueron solicitados comentarios…

Las cosas como son

Vidal atribuye lo que está ocurriendo a la "cretinización de mis conciudadanos" por los midia y por el sistema educativo. Hizo esa evaluación en la privacidad de la sala de estar, pero ella difiere muy poco de sus observaciones en la conferencia de la Prefectura o de lo que sostiene en sus ensayos. Vidal no es de los que suavizan el tono o embellecen las cosas cuando las destina a consumo público.

Sostiene que su país está próximo a ser un Estado policial e ilustra esa afirmación contando casos de arbitrariedad. Y lo hace en un almuerzo que reúne cerca de 300 personas ¡en la propia Prefectura! Y más aún, en el mismo acto, James P. Miscoll, vicepresidente ejecutivo del Bank of América, dijo que era un honor y un placer estar allí con Vidal, a quien presentó como un "gran americano y un individuo realmente interesante".

Algunas personas parecen irritadas o se sienten incómodas con juicios de este tipo y lo manifiestan a la hora de las preguntas. Pero los grupos más bien de apariencia próspera que van a escuchar a Vidal, alaban su inteligencia, su presencia de espíritu, escuchan atentamente y aplauden mucho. Es que seguramente no es el único en prever que "todo va ir peor", aunque ninguno parece realmente alarmado ni va mucho más allá de decirlo y así demostrar que no es tonto y que ve claro.

En todo caso, a Gore Vidal parecen no molestarle las reacciones adversas a sus dichos, quizá hasta le gustan porque le permiten decir, levantando los hombros: "Ya contaba con eso. Yo entiendo a este país".

Gore Vidal no puede dejar de ser visto como un típico ejemplo de esa especie diseminada por doquier que ha recibido de la vida muchos más dones que el común. A la vez esos dones lo vuelven admirable y llevan a que su sociedad lo haga objeto de todos los mimos que es capaz de brindar. Pero, curiosamente, al tiempo que esa especie disfruta plenamente de esos mimos, le responde a quien se los brinda con una implacable negación de sus propios fundamentos. Como si mordiera la mano que la alimenta la que, pese a ello, no deja de prodigarle caricias. Y para colmo, los que son el blanco de los puntazos de Gore Vidal (los agraciados con la cultura, la salud, la riqueza), fingen que no es a ellos a quienes apunta y no dejan de aplaudirlo. Al revés de lo que le pasa a Vidal, yo no contaba con eso y no entiendo a esta gente.


Una obra impar

Llegando a los 70 años, habiendo vivido una vida rica e intensa (en lo social, lo cultural, lo político, los viajes, los amigos y las peleas y hasta la actuación), Vidal ha probado ser un autor prolífico como pocos (más de 35 libros publicados contando entre ellos las novelas y diez colecciones de ensayos y más de 100 guiones producidos). Gore Vidal parece pertenecer a ese tiempo mítico en que los libros eran devorados por sus lectores apenas salían de las imprentas y los autores producían para satisfacer una demanda tan exigente.

Hace 50 años, en 1946. Gore Vidal era un norteamericano como muchos. Cumplía sus 21 primaveras, pero como pocos se revelaba ya como un notable escritor. Acababa de publicar ìWilliwayî, inspirada en su tiempo de servicio en las Islas Aleutianas durante la guerra que acababa de finalizar. A ella le siguieron ìThe City and the Pillarî, de 1948, que relata la vida homosexual en los Estados Unidos de entonces, y luego, en 1952, fue ìThe Judgment of Parisî (una versión moderna del mito antiguo en la que Myra Breckinridge es el extraño ser que representa a un héroe/heroína transexual), obra que terminó de granjearle el respeto entre los críticos y la fama entre los lectores.

Mostró su habilidad para el diálogo y una visión politizada especialmente en ìVisit to a Small Planetî, de 1957, y ìThe Best Manî, escrita en 1960 y convertida en film en 1964. Su fuerte inclinación hacia la recreación de la historia bajo la forma de novela, le inspira ìJulianî, biografía ficción del emperador romano, y luego ìBurrî en 1973, ìCreationî en 1981 sobre el quinto siglo antes de Cristo, ìLincolnî escrita hacia 1984, y ìEmpireî, de 1987.

Sus ensayos políticos, conteniendo muy amargas críticas a la sociedad norteamericana, fueron recopilados en colecciones como ìAt Homeî en 1990 y ìScreening Historyî, de 1992.

Progresivamente, sus libros consisten en recopilaciones de los ensayos que aparecen en periódicos. Su reciente "Palimpsesto" habla de los primeros 39 años de su vida, pero no es una simple memoria, allí expresa sus opiniones sobre los personajes que fueron el marco de su peripecia personal y artística (desde Tennessee Willimas a Anaïs Nin hasta Jack y Jackie Kennedy), gente con la cual no solo asistió a fiestas sino que con ella compartió vida y experiencias.

Otra parte importante de su obra consiste en guiones para películas, desde aquél legendario que escribió sobre Billy the Kid, pensado para alcanzar las dos horas de duración.

A ello se agrega el trabajo en el grupo de novelas que llama, colectivamente "The American Chronicle" (La crónica americana). Aunque no las escribió respetando la secuencia, esas novelas equivalen a una crónica de la historia de los Estados Unidos: "Burr", "Lincoln, 1876", "Empire" y "Washington, D. C" y un volumen que cubre el período 1917-1923 al que se propuso llamar "Hollywood" porque "Hollywood está en él. Woodrow Wilson, la Primera Guerra Mundial la Liga de las Naciones, Warren G. Harding -a los que intercaló con el ascenso del cine mudo… La historia política de este período no es tan interesante, pues lo que era interesante realmente era Hollywood. Fue el primer acontecimiento mundial. Nació exactamente aquí y fue el primer gran hecho cultural que alcanzó a todos los países de la Tierra".

Mientras Vidal terminaba "Hollywood", Walter Clemons, ex-crítico de la revista Newsweek, estaba concluyendo la biografía de Vidal. Entonces el biografiado dijo de ella: "Clemons está en eso hace unos dos años… El trabajo es todo de él, porque nunca hice nada. Escribí y actué políticamente, pero esas historias (las biografías) son generalmente horrorosas". "De pronto, quién sabe, no estoy cuando Clemons la acabe, y toco madera, pero en una biografía hay siempre cosas, drogas, divorcios, cambios de sexo, desastres y yo nunca tuve ese tipo de cosas en mi vida. El (Clemons) está muy interesado en mi vida particular y continúa diciendo: 'Parece que usted no tiene una vida'. Y yo le digo: 'Lo que usted no ve, no lo ve. Es muy simple. Yo siempre fui más público que privado".

Vidal ha criticado fuertemente a los que llama "biógrafos interesados" que han tejido una tela de mentiras" acerca de él. "Si me lo permitieran, haría un volumen englobando todo, escrito por mí, con una retrospectiva de mi propia vida, de la vida de la República, mezclando algunos personajes ficticios con personas de la vida real, a lo largo del camino…".

Pero no haría como Capote o Hellman, quienes habrían corregido y modificado constantemente los puntos que no les gustaban en el relato de sus vidas.



Portada
©relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@adinet.com.uy