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¿Qué rumbo toma la vida política?

Diálogo con el Dr. Hebert Gatto

Los actuales son tiempos de cambios, o de acentuada conciencia de cambios. Nos movemos en un clima en el que la única certeza posible es la de que vivimos nutridos de incertidumbres. Por debajo de ese clima quizá circule un más o menos vago sentimiento de inquietud ante el próximo fin de milenio. Y tan general como puede ser tal sentimiento, lo es también el vago temor a lo que vendrá.

El reciente plebiscito en el que el país debió optar entre aceptar o rechazar las reformas a la Constitución vigente propuestas por buena parte del sistema político, no hizo sino confirmar que hay cambios, y acentuar la incertidumbres respecto del contenido y los objetivos implicados en esos cambios. A fin de recabar elementos de juicio que pudieran permitir ubicar algunos parámetros lo suficientemente firmes como para hacer pie, conversamos con el doctor Hebert Gatto, que une a su condición de abogado la de ser un estudioso de la vida política, y cuyas reflexiones acerca de los contenidos de la reforma votada fueron dadas a conocer en el número de relaciones de diciembre pasado.

- Antes de analizar resultados, ¿cuáles fueron a su juicio las características más notorias del plebiscito?

- Para usar un lenguaje que luce como ritual en el análisis de cada elección uruguaya diría que una vez más, la ciudadanía ratificó su alto nivel cívico. Esto que parece un estereotipo es enormemente importante como indicador de la cultura política nacional. Una consulta donde no se haya registrado un solo incidente de ningún tipo en ninguna mesa de votación, debe ser un ejemplo excepcional en el mundo. Y ello pese a que el clima de confrontación previo al acto electoral era inusualmente alto.

Desde otro punto de vista da la impresión, que la conducta electoral de los orientales tiende a unificarse y por tanto cada vez se reducen más las diferencias en ese aspecto, entre los montevideanos y los habitantes del interior. Nada extraño por otra parte, en atención al tamaño del país, a la homogeneidad de su población y a la creciente penetración de los medios de comunicación. De cualquier modo se trata de un fenómeno que habrá que confirmar en futuras elecciones. Como habrá que confirmar un cierto atisbo de decadencia, también generalizada en el mundo, en los actos directos de masas de carácter político. Aún en el caso del Frente, cuyo poder de convocatoria es conocido, ni siquiera el acto final, logró reunir más que unos pocos miles de personas. También me pareció enormemente triste la falta de ética utilizada por una y otra parte en la polémica sobre la reforma. Especialmente por los impulsores del NO se esgrimieron notorias mentiras, como las del superpresidencialismo, que revelan un bajo nivel de conciencia cívica. La tarea de construir una ética cívica es una labor de generaciones y suele suceder que en determinadas circunstancias se produzcan claros retrocesos. Este plebiscito constitucional fue una evidente marcha atrás en ese terreno.

- ¿Qué le parecieron los resultados, por lo menos lo que se puede decir de ellos en este momento, en que no ha concluido el escrutinio definitivo?

- Creo que intentar explicar la paridad resultante hace necesario apelar a variables de muy distinta naturaleza. Tanto históricas, como psicológicas y culturales. Algunas cosas sin embargo, pueden adelantarse. Por un lado daría la impresión que los uruguayos siguen distanciándose de su clase política, a la que otorgan cada vez menos credibilidad y confianza. Alcanza con que los políticos soliciten algo, aun cuando ese algo sea instrumentos de gobernabilidad, para que la ciudadanía tienda a desconfiar y darles la espalda. Se trata de un fenómeno muy extendido en el mundo, presente en todos los regímenes, desde las dictaduras hasta las democracias, que se manifiesta en apatía y rechazo de la población hacia la gestión de sus gobernantes.

En lo que a la democracia liberal refiere, parecería que las formas clásicas de representación partidaria se encuentran en crisis, sin que hasta ahora -a la vista del fracaso de los corporativismos- hayan surgido mecanismos sustitutivos o complementarios. A ello se superpone una crisis de "lo público", con el consiguiente repliegue a la vida privada, y notoriamente a partir de la caída del comunismo, una falta de modelos socioeconómicos alternativos al capitalismo. Un capitalismo que reina pero no convence y que rápidamente deslegitima a sus gestores políticos. Por eso nada es más difícil en estos tiempos que hallar en cualquier parte un gobierno exitoso, quizás no tanto en sus resultados objetivos, que en ocasiones pueden ser buenos, como en la percepción de sus ciudadanos. Bien puede por ello hablarse de una encrucijada crítica de la política como actividad social.

En ese contexto de repliegue es mucho más fácil decir NO, que manifestarse activamente por cualquier cambio diciendo SI. Por consiguiente en las actuales circunstancias es bastante más cómodo ser oposición que gobierno. Se trata de un fenómeno que no debe celebrarse sino más bien deplorarse. La política es la actividad que tiene por cometido fijar las pautas últimas del orden social. Abandonarla en manos de grupúsculos poderosos -dándole la espalda a la vida pública- es dejar de lado la construcción de nuestra propia identidad comunitaria. De allí esa sensación de nueva edad media, que a todos nos asalta.

Un ambiguo rechazo a lo político

- Aun admitiendo que su análisis "del ocaso de lo público" fuera cierto, el mismo no parece aplicable en el Uruguay a la posición del Encuentro Progresista y del Dr. Tabaré Vázquez

- No estoy tan seguro de eso. No es casualidad que el Dr. Vázquez y el Frente Amplio se presenten públicamente como la exteriorización política de la sociedad. Vázquez concretamente se manifiesta como el símbolo del médico abnegado que se dedica lateralmente a la política, una actividad claramente subordinada a su profesión principal. Preguntado en un reportaje dónde se encontraría al día siguiente del plebiscito, contestó sin ninguna hesitación, que estaría en un congreso médico, como si el resultado de la consulta, fuera para él un tema menor. Notoriamente esa ha sido la constante de la imagen que ha ido cuidadosamente construyendo: la de un hombre que permanentemente se desmarca de los políticos profesionales reafirmándose en sus papeles sociales.

Por otro lado no es accidental que el F.A. sea secundado por entidades sociales de tipo corporativo tan importantes como el PIT-CNT y las organizaciones de Jubilados, de las que aparece como su representante y defensor en el campo político. En esa medida el Frente ha tenido éxito en separarse en la percepción ciudadana de los partidos políticos clásicos, representados por políticos profesionales. Un éxito que en gran medida responde a sus raíces ideológicas, a su imagen, a su discurso, pero fundamentalmente al hecho que nunca haya sido gobierno. Ese perfil de fuerza social que irrumpe en la política, como una novedad absoluta, por más que ya haya creado sus propias tradiciones, es claramente compatible con su papel como impulsor del NO y de su rechazo a los políticos tradicionales y a sus sugerencias.

- Yendo a los resultados concretos, ¿qué consecuencias tendrá este plebiscito?

- Vamos a suponer, lo que resulta altamente probable, que en definitiva triunfe la reforma. Pese a lo que se ha dicho, no hay razones para que los votos observados -mayoritariamente votos rurales- puedan absorber la actual diferencia de alrededor de ocho mil sufragios. Si esto, como sostengo, se confirma, el análisis debe desdoblarse en dos niveles.

En el primero de ellos, el político institucional, la sanción de la reforma puede comportar consecuencias nada menores. Es cierto -me apresuro a recordarlo- que no es fácil determinar los efectos de las instituciones sobre la realidad social. En teoría pudiera darse que las inercias sociopolíticas fueran tan fuertes que pudieran absorber sin mayores transformaciones los cambios institucionales. No obstante también es probable, y yo diría que en este caso bastante más probable, que las primarias abiertas en los partidos, el candidato único, la derogación parcial del doble voto simultáneo y la separación de las elecciones departamentales de las nacionales, puedan realmente transformar a los partidos infundiéndoles nuevas conductas y rompiendo sus inercias más nocivas. Si así fuere el caso, la reforma habrá rendido sus frutos modificando una realidad partidaria bastante deprimente. Todo ello sin entrar a considerar la influencia sobre el votante, que no solamente gozará de mayores opciones para expresarse, sino que sufragará mucho más libremente. En ese sentido no puedo entender cómo la izquierda frentista, tradicionalmente partidaria de la participación, pudo argumentar que la repetición de las consultas populares resultaba nociva. Un argumento que también utilizó -aunque aquí con cierta lógica- la derecha blanca y colorada.

Partidos envejecidos

- Y un argumento también de las posturas autoritarias, cuando desean enfatizar que las elecciones son innecesarias. ¿Ud. supone que la nueva constitución puede alterar la cultura política uruguaya?

- Creo que nadie puede hoy responder a esa interrogante de manera concluyente. De cualquier modo pienso que la presente votación también se explica -y diría que de manera muy relevante- por la evidente crisis de ambos partidos históricos. Tanto blancos como colorados sufren un proceso de envejecimiento notorio, que les quita capacidad de convocatoria y de impacto en la opinión pública. Son partidos muy viejos -del grupo de los más antiguos del mundo- y como todo organismo vivo, sufren las consecuencias de su edad. Si durante muchos lustros las divisas fueron capaces de convocar y de disimular errores y perdonar a determinados personajes en base a valores histórico-emocionales, hoy están perdiendo rápidamente esa posibilidad. No es casual que si cuarenta años atrás se repartían casi el noventa por ciento del electorado, probablemente hoy apenas superen el cincuenta por ciento de él. Y que entre los jóvenes su presencia sea aún menor.

Ese envejecimiento arterial y cerebral, para seguir con la metáfora, les quita capacidad de reacción y de imaginación, les dificulta la generación de líderes convocantes y los acerca a la muerte por trombosis. Es obvio que en el Uruguay del siglo XXI no alcanzará con Saravia, Rivera o Carpintería, para movilizar comportamientos partidarios. En este plebiscito fue notorio cómo las instancias intermedias e incluso algunos líderes departamentales, especialmente en el interior de la República, se opusieron con éxito a las dirigencias, para defender sus instrumentos de poder y sus cristalizados privilegios. En ese sentido -y ahora voy a su pregunta- esta reforma puede ser la última oportunidad de transformación para blancos y colorados.

Lo que parece claro es que, más allá de sus muchos méritos históricos, o cambian o perecen. Por más que tampoco sea descartable que las modificaciones -esta revolución electoral que la reforma probablemente signifique- pudiera acelerar la descomposición de ambos conglomerados al revelar su incapacidad para continentar las fracciones que ahora los conforman. Es por eso que en el sentido de su influencia sobre los partidos, la aprobación de la reforma, aunque fuere por un solo voto, es verdaderamente importante. Porque seguramente en una dirección o en otra, va a transformar el actual mapa político partidario.

- Dentro de ese análisis positivo de la eventual aprobación de la reforma que Ud. desarrolla, ¿qué papel desempeñará el balotaje?

- Como ya expresé en esta misma revista, pienso que el balotaje no debió estar incluido en la reforma. Si ese hubiera sido el caso, seguramente la votación positiva hubiera sido mucho mayor y el Frente -pese a su errática actitud durante la discusión del proyecto- no abrigaría los agravios que hoy mantiene respecto a la nueva carta. En cualquier caso es obvio que las normas aprobadas no pueden desagregarse. Por eso me temo, que si en la próxima elección el Frente triunfa en la primera vuelta y es derrotado en la segunda, (situación sumamente probable), los resultados serán aceptados muy a regañadientes.

Un resultado no demasiado prometedor, especialmente en el caso de los varios partidos frentistas que no admiten la "legalidad burguesa" y aun hoy siguen contemplando la revolución como una eventualidad legítima y posible. Desde otro ángulo es deseable que el balotaje facilite la creación de coaliciones de gobierno. Un resultado que el sistema partidario hace absolutamente ineludible para obtener condiciones de gobernabilidad aceptables. Sólo los tontos o los irresponsables pueden suponer que confrontando se gobierna un país. De cualquier modo la reforma del sistema de gobierno, complementando la electoral ahora lograda sigue siendo un deber pendiente de los uruguayos.

- Fuera de los resultados político institucionales, ¿qué otras reflexiones le suscita el resultado del plebiscito, fuere quién fuere la opción triunfadora?

- Más allá de toda exageración, como la que profirió el Dr. Vázquez atribuyéndose todos los votos por el No, el Frente Amplio salió electoralmente favorecido. Aprovechó hábilmente esa tendencia negativa de la ciudadanía para con los políticos y se colocó en la vanguardia de ella liderándola. Eso permite esa lectura simplificadora tan en boga por estos días, donde el Frente o el Encuentro aparecen derrotando a todos los restantes partidos unidos. Pero, como decía, creo que esa visión no es totalmente correcta. Fundamentalmente porque los sectores más conservadores de ambos partidos tradicionales, ideológicamente muy alejados del Frente, claramente votaron por No. Algo que me recordó a la Alemania de Weimar, donde muy a menudo fascistas y comunistas salían juntos a la calle para combatir a la burguesía socialdemócrata.

De cualquier manera ese perfil triunfalista que el Frente se arroga no deja de tener costos. El Gral. Seregni, con sabiduría y valentía, ha manifestado que la coalición ha cometido un error histórico al separarse del resto del espectro partidario. Especialmente cuando eso lo hizo sacrificando o por lo menos debilitando seriamente a sus sectores más moderados, como es el caso de Asamblea Uruguay, justamente el ala desde donde al Frente le es más posible el crecimiento electoral. Casi como si un extraño anacronismo histórico, colocara en este momento a la izquierda radical -una de las dos que la coalición siempre albergó y reprodujo- en situación de preeminencia. De todos modos y en cualquier hipótesis razonable, el Frente no puede desarrollar un gobierno que exceda los parámetros de un tibio reformismo tipo social democracia. Sin embargo su acción y su prédica en este plebiscito está cargado de un radicalismo y de un mesianismo de imagen y de lenguaje, definidamente utópico. Seguramente no sea bueno para ningún partido con aspiraciones de gobierno polarizarse y distanciarse de los restantes partidos.

Aún cuando en lo inmediato ese perfil contestario, en tanto lo distingue netamente al resto del espectro partidario pueda suponerle determinados réditos electorales. El Frente ha elegido constituirse en la alternativa de cara a lo que considera la opción conservadora. Pero si no existen centros difícilmente pueda gobernar mediante acuerdos. Y en el momento actual, del mundo y de la región, ni siquiera es pensable un gobierno como el del Frente Popular durante el período de Allende. Son antiliberales y antiburgueses en un mundo que ha reforzado al capitalismo y donde triunfa el liberalismo. Pero en los hechos carecen, salvo en sus sectores moderados, de un programa medianamente operativo.

- ¿Qué incidencias cree Ud. que tendrá este resultado sobre blancos y colorados, en lo que refiere a sus internas partidarias?

- Creo que más allá de lo que ya comenté sobre la crisis tendencial de ambos partidos tradicionales, los colorados no tuvieron un mal desempeño en el plebiscito. Aparecieron alineados detrás del único líder con dimensión nacional con que cuentan -el Dr. Sanguinetti- en una acción a largo plazo del que la reforma política constituye únicamente un capítulo. Su éxito o su fracaso electoral, a corto plazo, está por consiguiente relacionado con todo ese paquete gubernativo -reforma de la seguridad social, reforma fiscal, reforma del Estado- difícilmente evaluable en este momento. Su política aparece como cuerda y consistente, aunque sigue sin despertar el entusiasmo y la adhesión fervorosa que una política más popular y más convocante podría concitar.

Probablemente vivimos una época de demasiadas frustraciones, con demasiadas nostalgias de un pasado embellecido por la distancia, como para escuchar la voz de la cordura. Pero esa, como decíamos es una limitación estructural que opera desde hace ya tiempo. No es el mismo el análisis en lo que refiere al Partido Nacional. Creo que los blancos viven el impacto de la mala votación del SÍ, con otras consecuencias en su interna. Tanto el Dr. Lacalle como el Dr. Volonté, aunque por diferentes razones, aparecen como seriamente debilitados. La rebelión de algunos de sus líderes locales emerge asimismo como potencialmente peligrosa. Fundamentalmente para un partido que siempre se ha mostrado más desordenado y emotivo que su viejo rival. Quizás el Dr. Ramírez, pese a la falta de carisma que lo aqueja, sea la figura que mejor ha emergido de la prueba.

Pero sea como sea, ambos partidos deberán aprovechar de la reforma si quieren ponerse a tono con los tiempos. La otra opción, mucho más complicada y difícil para ellos, es aguardar un gobierno frentista y apostar a los resultados. Una estrategia demasiado fatalista. En cuanto al Nuevo Espacio se jugó por la reforma y aparentemente ganó. Todo el proceso lo ha llevado a una confrontación directa con la expresión mayoritaria de la izquierda frentista. Su apuesta, desde ahora, debería ser trabajar por una recomposición de los partidos bregando por ser el factor catalizador de nuevos alineamientos. La reforma electoral puede ser un instrumento fértil en ese camino. No quisiera vivir en un país dividido en dos campos ferozmente enfrentados donde la cordura y la sensatez se marchen de vacaciones.


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