Premiar o no premiar, es la cuestión

Jorge Pignataro Calero

Cada año al llegar el fin de la temporada teatral, el Festival de la Crítica donde se entregan los premios "Florencio" y las precedentes nominaciones de candidatos renuevan una interminable polémica iniciada casi cuarenta años atrás.

A comienzos de los años 60 todavía existía una entidad llamada Casa del Teatro originalmente integrada por instituciones y personalidades vinculadas a los diferentes quehaceres de esa área artística. Entre otras actividades acostumbraba premiar anualmente lo mejor de cada temporada; pero por diversas razones que sería largo enumerar tales premios habían ido perdiendo peso y consideración, acompañando una decadencia de la institución por sucesivas deserciones, hasta su definitiva desaparición.

Existía también por entonces el Círculo de la Crítica de Montevideo que agrupaba a especialidades de la talla de Cyro Scoseria, Edovico Revello, Angel Rama, Alejandro Peñasco y Tabaré Freire, entre otros. En 1962, por iniciativa de Yamandú Marichal el Círculo instituyó el premio "Florencio" cuyo nombre homenajeaba a Sánchez y en cuya estatuilla el escultor hispano Eduardo (Díaz) Yepes buscó sintetizar en su característico mechón de cabellos rebeldes y su penetrante ojo para captar la realidad circundante, la imagen del dramaturgo.

Si tal creación pudo ser un síntoma de reacción ante el descaecimiento de los lauros de Casa del Teatro, su principal y mayor fundamento fue la manifiesta intención de estimular la actividad teatral en sus diversos rubros que, inicialmente, no pasaban de la media docena; y luego, a medida que el paso del tiempo lo reclamó, se incorporaron nuevas categorías hasta duplicar hoy largamente esa cantidad.

Durante el decenio siguiente la premiación de los críticos fue mirada y seguida con general simpatía. Planteada a imagen y semejanza de lo que acostumbraban a hacer los críticos europeos y norteamericanos, ya desde la primera etapa consistente en la nominación de candidatos (inicialmente eran "ternas" a la manera del "Oscar" hollywoodense); y después en la entrega pública en el Festival de variable brillo en el teatro Solís, se suscitaban las infaltables polémicas, levantándose entre una y otra instancia la consiguiente espuma de comentarios, palpitando chances y barajando posibilidades, aplaudiendo merecidas distinciones o discutiendo las inevitables injusticias.

Cambiar para no cambiar

El Círculo de la Crítica dejó de funcionar en 1973, con el golpe de estado; y en 1981 la flamante Sección Uruguaya de la Asociación Internacional de Críticos Teatrales (luego convertida en la Asociación local) retomó la iniciativa reinstaurándolos. Desde entonces las aisladas voces discordantes opuestas a cualquier tipo de premiación se han multiplicado o han variado su tono y enfoque, desde manifestaciones de indiferencia, desinterés o ignorancia, hasta posturas combativas documentadas.

Ya en 1958, refiriéndose a los premios de Casa del Teatro, una asamblea del Teatro del Pueblo(1) entendió que "una distribución de premios entre integrantes del teatro independiente iba contra los principios de "no competencia" sostenidos repetidas veces por la Federación y en consecuencia creía que no debían recibirse dichos premios aun cuando se daban a título personal y no institucional", agregando que la integración del jurado no ofrecía la garantía mínima exigible de haber visto la totalidad de las obras y haber sido designado antes de iniciarse la temporada. Sin embargo…, la declaración de principios de 1963, Biblia del teatro independiente uruguayo, no contiene ninguna mención al respecto.(2)

Ya en tiempos más cercanos se conoce una resolución del Teatro Circular de Montevideo rechazando corporativamente el "Florencio" y negándose a participar en el Festival de la Crítica. Sin embargo…, deja en libertad a sus integrantes de recibir los que les fueran otorgados individualmente, mientras que en el "foyer" del teatro se exhiben varios "Florencio" ganados en 1967, 1968, 1970, 1971 y 1981.

Más allá de las variadas formas de exponerlos, los argumentos que vienen alimentando esta polémica, a favor o en contra de las premiaciones, se pueden reducir y resumir en tres o cuatro. Uno de los más manejados y difundidos se apoya en la actitud de Jean Paul Sartre cuando rechazó el Premio Nobel aduciendo que "el arte no es competitivo", regla de oro para los opositores, como así lo manifiestan -con obvias diferencias de estilo- algunas importantes y conspicuas figuras del movimiento teatral uruguayo en sucesivas cartas de fechas 7 y 8 de diciembre de 1982, respondiendo a una "Invitación a la polémica" que publiqué en "El Diario" del día 6 del mismo mes(3). Sin embargo…, cualquier estudiante de literatura sabe que ya en la Grecia clásica Esquilo, Sófocles, Eurípides o Aristófanes participaban entusiastamente en arduas competencias, como lo viene haciendo desde hace siglos el hombre en todos los órdenes de la vida. Aunque, justo es reconocerlo, la mentalidad consumista -hoy imperante- ha exacerbado esas actitudes hasta extremos intolerables.

Premios y competencias

La diferencia entre el "Florencio" y cualquier otro tipo de concurso reside en la libertad del hombre, por cuanto en el primero se le hace competir sea cuál sea su deseo, en tanto que en el segundo caso, uno puede elegir si participa o no, en función de muy diversas consideraciones. Sin embargo…, esa lesión a la libertad parecería no contar a la hora de emplear esas nominaciones, o los premios, en la publicidad de un espectáculo, los afiches, las carteleras.

Otras objeciones radicarían en la condición misma de quienes juzgan, su competencia, su preparación, su experiencia y otros etcéteras, seguramente en flanco más débil que puede resentir la idoneidad de un jurado cualquiera; y con alguna mayor razón en una materia tan frágil como el arte teatral.

Por otra parte, como sostiene Jorge Abbondanza, "competir puede ser estimulante, pero también es malsano. Cuando se trata de dar un premio o de elegir un candidato, el triunfador es uno solo y los derrotados son varios, de manera que el mecanismo generador de la alegría de un individuo es el mismo que determina el abatimiento del resto. Ese contraste ya sería suficiente para dudar del alcance saludable de las competencias…"(4). Y entrando a definir el perfil de quienes juzgan, "son en cambio seres como los demás, con su perfil subjetivo y sus posibilidades de errorÉ"

Frecuentemente se ha alegado que el mejor jurado o la mejor crítica es el público, pretendiendo justificar así el éxito numérico de quienes no lo merecerían, o explicar el fracaso de ignoradas obras maestras; y sin reparar en que la vastedad de un público puede ensanchar ese perfil subjetivo o esas posibilidades de error que apuntaba Abbondanza, entre otros argumentos totalmente compartibles. Lo que no obsta para que él mismo aparezca a menudo integrando jurados de diverso tipo. Es que, como dice Roberto Fontana en su carta citada, "el ser humano es un laberinto de contradicciones". ¿Quién puede asegurar, entonces, que a pesar de la defensa del "Florencio" que se ha intentado aquí, el autor de esta nota se aparte mañana de la pesada responsabilidad de otorgarlos?

16 de diciembre de 1996

Referencias

1. Libro de actas de Teatro del Pueblo, acta nº 36, folio 97, de fecha 30 de diciembre de 1958.

2. Jorge Pignataro Calero: "El teatro independiente uruguayo", Ed. Arca, Montevideo, 1968, págs. 23/24.

3. Cartas de Horacio Buscaglia, Roberto Fontana, y Héctor Manuel Vidal. Archivo del autor.

4. Jorge Abbondanza: "Despertador: lo bueno y lo malo de competir", El País, 23 de diciembre de 1993, pág. 27.

Premios "Florencio" 1996

Espectáculo: "Bajo el bosque de leche" de Dylan Thomas. (Comedia Nacional).

Director: Omar Grasso ("Bajo el bosque de leche").

Actor: Júver Salcedo ("Viaje de un largo día hacia la noche" de OíNeill, Teatro de la Gaviota).

Actriz: Lilián Olhagaray ("Viaje de un largo día hacia la noche").

Actor de reparto: Catherina Pascale ("Viaje de un largo día…).

Actriz de reparto: Catherina Pascale ("Bajo el bosque de leche").

Escenografía: Osvaldo Reyno ("Bajo el bosque de leche").

Vestuario: Nelson Mancebo ("La heredera").

Iluminación: Carlos Torres ("Bajo el bosque de leche").

Ambientación sonora: Fernando Ulivi ("Bajo el bosque de leche").

Texto de autor nacional: "Rococó Kitsch" de Roberto Suárez.

Revelación: Fernando Beramendi, director de "Acuérdate, amor mío".

Espectáculo para niños: "Los cuentos de Alfaguara", autora y directora, Adriana Lagomarsino.

Espectáculo musical: Desierto.

Espectáculo extranjero: No se pudo integrar el jurado.

Florencio especial "Cyro Scoseria" a la trayectoria teatral: Juan José Brenta y Rafael Salzano.

En la categoría "Espectáculo para niños" se entregaron, además, diplomas en cada una de las mismas categorías equivalentes a las establecidas para los "Florencio".

Jurado: Irma Abirad, María Esther Burgueño, Myriam Caprile, Rubén Castillo, Sergio Dotta, Cristina Landó, Yamandú Marichal, Jorge Pignataro Calero, María Nélida Richetto, Giselle Schaffer (esta última solamente participó en la primera ronda de votaciones para establecer las nominaciones, no concurriendo a la segunda votación definitiva de la que surgieron los precedentes premios "Florencio").

Los espectáculos para niños fueron juzgados por Irma Abirad, Myriam Caprile y Cristina Landó.


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