Serie: Freudiana (XXVIII)
El interminable trabajo del psicoanálisis
Ada Rosmaryn
En sus comentarios al "Análisis Terminable e Interminable",
Arnold Cooper enfatiza la intrepidez de Freud en su abrir paso
a una comprensión contemporánea del análisis
como un proceso de construcción narrativa que no tiene
fin. Analista y analizando trabajan para crear versiones cada
vez más complejas y coherentes de la historia de la vida
de éste, ilación causal de acontecimientos y vivencias.
El sentimiento de sí y el trayecto identificatorio, surgen de este relato conjetural que vincula la infinitud de pensamientos, sentimientos y acciones constitutivos de la persona. Identidad en devenir, cuya mismidad, sin embargo, teje el hilo de Ariadna de su biografía. El análisis genera infinitos fines; siempre cabe una nueva versión o interpretación de la historia.
Es la concepción del historizar que aparece en Piera Aulagnie y la identidad narrativa de la que, antes que Piera, hablaba Hanna Arendt. Según esta autora el hombre es el único ser viviente capaz de producir historias, ya que lo patognomónico de su condición es la natalidad, es decir la capacidad para realizar lo nuevo. Cada historia tiene muchos fines, porque sus consecuencias son imprevisibles e interminables. La historización (comprensión de la historia) hace posible que el surgimiento de lo nuevo signifique al mismo tiempo la realización de otros aspectos caros a la condición humana.
Si nosotros y nuestras teorías no solo somos hijos de nuestra época, sino también padres de ella, en el sentido de que somos tocados por el espíritu del mundo en que vivimos y respondemos a él, en parte adaptándonos a ciertos imperativos y en parte subvirtiéndolos, me pregunto: ¿como respuesta a qué vicisitud del espíritu del hombre aparece la narrativa?
Freud dice que ética es el conjunto de ideales y reclamos que atañen a los vínculos entre los hombres, y que, dado que apunta a la desolladura de toda cultura, es una especie de ensayo terapéutico. Creo que el relato o la narrativa es un intento terapéutico que aparece en nuestra época, para restañar una particular herida.
Freud intuyó la catástrofe y sufrió sus inicios de terror, pero murió antes que llegara a su consumación final. El nazismo abismó la historia.
La narrativa aparece entonces, después que se consumara
lo inenarrable, una vez que comenzó a abrirse el silencio
producido por el estupor.
Herencia sin testamento
"La violencia, a diferencia del poder, es muda. Comienza allí donde se acaba el discurso", dice Hanna Arendt (1995, pág. 30). Y agrega que cuando se recibe el presente y el pasado sin una tradición que selecciona y nombra, trasmite y preserva e indica dónde están los valores, parece no haber ninguna continuidad legada en el tiempo, solo un sempiterno cambio del mundo. Así explica Arendt la frase de un poeta de la resistencia francesa: "Nuestra herencia no fue legada sin testamento alguno". (R. Char) La tragedia comenzó, dice Arendt, cuando no había ninguna conciencia para heredar y cuestionar, para pensar y recordar. "Sin poder pensar la conclusión después del acto, sin la articulación lograda por la rememoración, sencillamente no queda historia que contar."
Ofrecer, como psicoanalistas, palabras que articulen los acontecimientos y las vivencias, puede hacer posible que leguemos nuestra herencia con testamento.
Según esta pensadora, cada acontecimiento irrevocable posibilita trazar su historia retrospectivamente. El propio pasado emerge conjuntamente con el acontecimiento y jamás puede ser deducido de él. Comprender un acontecimiento es ver el fin y la culminación de todo aquello que lo ha precedido. Lo terrible del surgimiento del totalitarismo radica en que iluminó la ruina de nuestras categorías de pensamiento y nuestros criterios de juicio moral.
En un Estado totalitario, gracias a la combinación del terror con el adoctrinamiento ideológico, la gente pierde la necesidad de la búsqueda de sentido.
El significado de un acto solo se revela cuando la acción en sí ha concluido, y se ha convertido en una historia susceptible a la narración. Pero dicha historia no domina nada de una vez y para siempre. Hacer propio el pasado (lo que de tus padres heredaste, tuyo debes hacerlo, decía Goethe), es posible cuando el relato adopta la forma de una historia recurrente, narración en movimiento que nos involucra.
Estudiando los orígenes de lo traumático Freud, en 1937, agregó a las impresiones de naturaleza sexual o agresiva, las mortificaciones narcisistas, daños tempranos del yo.
En los estudios postfreudianos, respondiendo a los sucesos que acontecieron en la sociedad y la cultura, se puso especial atención a las mortificaciones narcisistas tempranas y no tempranas (dado que el psiquismo no se estructura de una vez y para siempre), para las que muchas veces no hacía falta levantar represiones sino construir un pasado rescatándolo de su negativización, u ofrecer palabras para ligar vivencias indecibles o impensables.
"El trabajo analítico se cumple de manera óptima cuando las vivencias patógenas pertenecen al pasado, de suerte que el Yo pudo ganar distancia de ellas", dice Freud, imaginando tal vez un futuro en que pudiera pensarse la catástrofe.
Chasseguet Smirguel observa que, en 1942, ningún psicoanalista podía escribir acerca de lo que estaba sucediendo. Los textos psicoanalíticos parecían surgir de un mundo sin acontecimientos.
Solo 15 o 20 años después, las víctimas sobrevivientes
de los campos, pudieron presentar síntomas y el psicoanálisis
ocuparse de los efectos estructurantes del trauma. Mientras el
mundo produjo palabras como "totalitarismo", "genocidio",
"terrorismo de Estado", "desaparecidos", "desempleo",
nuestra ciencia produjo otras: enunciados identificatorios alienantes;
telescopage identificatorio; devastamiento narcisista; desinvetimiento
de la realidad, de los otros y de sí mismo ante la imposibilidad
de comprender las causas del sufrimiento. Historización.
Recuperación del contenido de bolsones de intoxicación
o basurero de experiencias que fueron dejadas fuera de la circulación
psíquica. Trasmisión transgeneracional de lo traumático.
Alarma ética. Y finalmente la irreversibilidad del tiempo,
la imprevisibilidad y la búsqueda del sentido del pasado.
Acerca del Mal
Todos los pensadores de la segunda mitad de este siglo intentaron salir de lo que empezó siendo estupor y termina siendo apatía, preguntándose acerca de qué Mal se puso en acto.
El psicoanálisis a lo largo de su historia, trató de responder a las distintas caras que adoptó el Mal, desolladuras de cada momento de la cultura.
Hay quienes afirman que podemos comprender los campos de concentración como la exasperación siniestra de la moral cotidiana de un tiempo que comenzó antes y sigue hasta nuestros días: la despiadada instrumentalidad racional y burocrática y la despersonalización de las relaciones humanas. (Todorov)
Para Lyotard, el aniquilamiento no tuvo lugar una vez, en Auchswitz; sino también ahora, por otros medios, en el mundo en que vivimos. Agrega: "en el que sobrevivimos".
El mal del sistema totalitario, según Arendt, es la destrucción del pensamiento y la moral. La ideología totalitaria se basa en la convicción de que no solo está permitido moralmente o de cualquier otra forma, sino que además todo es posible.
Después de conocer a Eichmann en Jerusalén, Arendt concluyó que el totalitarismo consiste en la "banalidad del mal". Y con esta expresión no alude a una teoría o doctrina, sino a algo fáctico, al fenómeno de los actos criminales cometidos a gran escala, cuya única nota distintiva personal es una extraordinaria superficialidad.
A pesar de lo monstruoso de sus actos, Eichmann no era un demonio ni un monstruo. La única característica específica a lo largo de toda su vida era algo enteramente negativo: una curiosa y absolutamente auténtica incapacidad para pensar. No tenía la más mínima dificultad para aceptar cualquier conjunto de reglas o códigos de juicio.
La capacidad de pensar condiciona a los hombres contra el mal. La manifestación del pensar es la capacidad para distinguir lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo. Y eso, agrega Hanna Arendt, "en los raros momentos en que se ha llegado a un punto crítico, puede prevenir catástrofes".
Arendt agrega que cuando todo el mundo actúa según
lo que todos los demás hacen, pensar las implicancias de
las opiniones, doctrinas o valores no examinados, tiene un efecto
liberador sobre la capacidad de emitir juicios acerca del bien
y del mal.
¿Por qué los judíos?
Lyotard, en su artículo "Los judíos", explica que usa este término en un plural indeterminado, para subrayar que no habla de lo judío como hecho político, religioso o filosófico. "'Los judíos testimonian que la desdicha del espíritu, su servidumbre a lo no realizado, les es constitutiva. De ellos emana esta angustia que nada calmará." Que el pensamiento responde a una falta. Y que si puede esperarse progresar en la libertad, es gracias a ese sentimiento, sumergido en él. La "solución final" consiste en exterminar ese sentimiento, y con ello el secreto del pensamiento.
La memoria y la responsabilidad por el otro, son asimismo parte de la condición de ser de los judíos. Esto es lo que se trata de aniquilar. La aceleración del tiempo destruye la memoria, pero es el argumento de venta de la industria electrónica. El aislamiento y la naturalización de los traumatismos sociales, hacen lo suyo con la responsabilidad por el otro.
Freud opinaba que el alto grado de sublimación y espiritualización de su ética, hizo posible la sobrevivencia de los judíos a tanta persecución. En una cultura donde el consumo solo puede perpetuarse en la medida en que se obstaculice el proceso de espiritualización o idealización del objeto, esta exigencia ética resulta molesta.
El psicoanálisis, cuando promueve la capacidad para pensar
o ampliar la conciencia ("conocer conmigo y por mí
mismo"), lucha contra la banalidad del mal, y en ese sentido
la acción terapéutica es también ética.
El hombre realiza su condición humana solo en la medida
en que es capaz de acciones que puedan ser relatadas como historias,
esto es a partir de su capacidad para producir lo nuevo. Por otra
parte, actuar y vivir dentro del discurso de los hombres, es "ser
entre mis semejantes-diferentes", la experiencia más
acabada de la polis griega. Por lo que la terapia psicoanalítica,
en tanto favorece el avance de la pulsión hacia el hallazgo
del objeto, el sepultamiento del Edipo en la exogamia, y la vida
social en pluralidad, tiene también una acción política.
Algo acerca de la amistad
En "Análisis terminable e interminable", Freud habla de un aspecto del vínculo entre ambos miembros de la díada analítica que no puede explicarse solo por la transferencia, entendida como repetición y resistencia. Se refiere a la amistad. En esto también las ideas de Hanna Arendt resultan esclarecedoras.
Esta autora cita a los griegos, para quienes la amistad consistía en el discurso. Sostenían que solo el intercambio constante de ideas unía a los ciudadanos de una polis. Se humaniza aquello que está sucediendo en el mundo y que nos afecta, en el mero hecho de hablar sobre ello, y mientras lo hacemos aprendemos a ser humanos. Al discurso de amistad los griegos lo llamaban filantropía, refiriéndose a la prontitud para compartir el mundo con otros hombres
Las teorías totalitarias, en tanto impiden el discurso acerca del mundo, es decir la amistad entre los hombres, contradicen la naturaleza humana.
Podemos extender estas reflexiones a la especificidad de esta destrucción del pensamiento y el discurso en América Latina, sucursal subdesarrollada de diversos tipos de totalitarismos (raciales, político-económicos, y científicos).
En el artículo que nos ocupa Freud dice que el vínculo analítico se funda en la verdad y en el reconocimiento de la realidad objetiva, y que el analista debe ser también modelo y maestro. Entiendo que, entre otras cosas, puede esperarse que reconozca más el mundo que su asociado, para que desde su lugar de auxiliar de historiador, favorezca la concientización de las identificaciones provenientes de sus vínculos transubjetivos.
Una de las metas del permanente análisis del analista, es la concientización de los efectos del mundo en él, para evitar las áreas de oscurecimiento dentro del análisis de su asociado, y el desinvestimiento de la realidad y del sí mismo, producto de sufrimientos no comprendidos.
Yo he llamado "transferencia que busca un semejante" a aquella que espera encontrar en un terapeuta a un otro co-padeciente del mismo mundo. A esta transferencia solo puede responder el analista en la medida en que haya ampliado suficientemente su conciencia en relación a sus propias identificaciones sociales, conjuntamente con aquellas provenientes de los vínculos familiares y con su propio cuerpo.
Agrega Freud que los efectos duraderos del análisis se ven acotados por la imprevisibilidad de situaciones traumáticas, y porque determinados conflictos que no aparecen a la conciencia como sintomáticos, no pueden despertarse voluntariamente.
En verdad no hace falta inventar o artificialmente presentificar traumatismos; la realidad es pródiga en sus ofertas. El psicoanálisis tiene mucho que aprender y producir, gracias a ello.
Comprender cómo se estructura el psiquismo cuando en vez de diálogo se nace y crece dentro de un discurso monótono y repetitivo al que adherimos por temor a la soledad. Cuando nuestra propia palabra pierde la posibilidad de adquirir sentido, por la ausencia de la palabra distinta del otro. Qué cualidades tiene un yo cuyo objeto de sostén es electrónico; cómo funciona y estructura la instancia crítica en un mundo en el que conformamos nuestros hábitos de vida de acuerdo a la propaganda. Los analistas de América Latina podemos intentar comprender, por ejemplo, cómo subjetiviza un infectado por HIV su sentencia de muerte firmada por quien decreta la reducción del presupuesto para medicamentos contra el Sida, en los hospitales, y cuando este ajuste responde a los compromisos de pago de una deuda externa contraída bajo un régimen de terror. Cómo se estructura la subjetividad y el necesario sentimiento de existencia, cuando el único valor social es maximizar las ganancias, y cuando los sufrimientos de origen social son "desaparecidos" por quienes los provocan. Comprender qué nuevo Edipo se desarrolla cuando la madre objeto del deseo está muerta, y el padre interdictor, descalificado socialmente. Comprender los alcances subjetivos del desempleo, en la confluencia de las tres áreas de identificación.
Precisamente la respuesta del analista a esta transferencia esperanzada
de encontrar un semejante, hará posible o no, que también
los acontecimientos traumáticos acumulativos de origen
social, puedan llegar a constituirse en relatos y ser historia.
Cuando podamos deshacer desmentidas, llamando asesinato a lo que
es más que una simple muerte.
Los dos sujetos del relato
Roussillon dice que Freud, al analizar el "Moisés" de Miguel Angel, al convertirse en el poeta que narra la historia del héroe, hace suya una parte de su propia historia, transforma la huella nmémica en recuerdo. Y también para relatar hace falta un otro.
En la construcción del relato acerca de la historia del analizando, que realiza éste junto con su analista, no solo al primero se le revela uno de los posibles de su texto histórico, sino que también el analista patentiza uno de los posibles de su capital relacional (Aulagnier). A partir de esta nueva construcción, ninguno de los dos constructores seguirá siendo el mismo.
La verdad, piensa Arendt, en cuanto se la dice, se transforma de inmediato en una opinión entre muchos, se la discute, se la reformula, y se la reduce a un sujeto de discurso entre otros. Por esto el discurso que surge del vínculo analítico, discurso de dos sujetos, adquiere sentido en el ida y vuelta del diálogo, transformándose para el uno y para el otro, una y otra vez, más allá del tiempo del encuentro, simplemente por estar sumergidos en la vida.
El ser humano, dice Arendt, solo puede realizar su condición, siendo entre iguales diferentes, es decir en pluralidad. La masa, o conjunto de iguales iguales, niega la condición humana. Por ello tiene fuerza pero no poder para la acción de cambio. Puede someter pero no conseguir consenso sin dominación. En el minúsculo grupo de dos que es el par del vínculo analítico, puede haber masa o pluralidad. Depende en gran medida de la condición humana del analista.
Para terminar: Los filósofos contemporáneos (Castoriadis, Arendt, Yerushalmi, Steiner, Lyotard, Habermas; Foster, Kovadloff y Sperling entre nosotros) discurren acerca del hombre en la política neoliberal globalizada y la cultura massmediática. Para ello toman, entre otros productos del espíritu, algunas ideas que consideran fundamentales del psicoanálisis. No temen la impureza.
El psicoanálisis debería abandonar el prurito a perder su castidad, y desarrollar más su pensamiento en relación, por ejemplo, con la intensificación, en este mundo de hoy, de la necesidad de pertenencia, y sus consecuencias. Cómo juega el terror de orígenes históricos mediatos e inmediatos, en la tendencia al sometimiento o la identificación con el agresor. Cuestionar nuestra propia práctica bajo la luz de estos interrogantes, y entender algo más acerca de por qué muchas veces fundamentalizamos las teorías, o nos refugiamos en la intimidad del Edipo y las pulsiones, como salvaguarda de peligros más aniquiladores.
El psicoanálisis, como proceso terapéutico y como ciencia, es interminable porque forma parte de las acciones humanas, historias con muchos principios y ningún fin. Es también interminable si acepta el desafío que la permanente producción traumática de la realidad, le ofrece.
En un mundo donde por falta de pensamiento se ejercita la banalidad
del mal y las mortificaciones narcisistas quedan muchas veces
desasidas de todo referente, el psicoanálisis ofrece una
singular dación: por la palabra, por la ética y
por la comprensión de lo irrevocablemente ocurrido. Comprensión
que abre las puertas a su otra cara: la acción; disposición
a producir lo nuevo.
Referencias
Aulagnier, P. El aprendiz de historiador y el maestro brujo. Amorrortu Ed. 1992.
Arendt, H. Hombres en tiempos de oscuridad. Ed. Gedisa. Barcelona, 1992.
La condición humana. Paidós, 1993.
De la historia a la acción. Paidós, 1995.
Barnett Pearce. Los nuevos modelos y metáforas comunicacionales: el pasaje de la teoría a la praxis, del objetivismo al construccionismo social y de la representación a la reflexividad. En Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Fried Schnitman.
Cooper, Arnold. Comentarios al "Análisis Terminable e Interminable", de Freud. IPA. 1994.
Chasseguet Smirgel, J. Luchando con el Angel. Int. Rev. Psycho-Anal (1992), Special, 7.
Forster, R. Frente al límite. Confines. UBA. Año I, Nº 1. Abril 1995.
Freud, S. Malestar en la cultura. Tomo XXI. Amorrortu Ed.
Análisis terminable e interminable. Tomo XXIII. Amorrortu Ed.
Guattari, F. EL NUEVO PARADIGMA ESTTICO. En Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad.
Kaes, R. El pacto denegativo en los conjuntos trans-subjetivos. En Lo negativo. Missenard. Amorrortu Ed. 1991.
Lyotard, J. Los judíos. En Confines. UBA. Abril 1995.
Puget, Janine. La pertenencia como una condición de los fundamentos. Encuentro con Laplanche en Argentina. 1990.
Puget y Wender. Analista y paciente en mundos superpuestos. Revista APdeBA. Vol. IV, Nº 3. 1982.
Roussillon, R. El pacto denegativo originario, el domeñamiento
de la pulsión, y la supresión. En Lo negativo. Missenard.
Amorrortu Ed.
Freudiana
Artículos publicados en esta serie:
(I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, Nº 131).
(II) ¿Cuánto de judío? (Alan A. Miller, Nº 131).
(III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, Nº131).
(IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº 132)
(V) Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, B. De León, Nº 132)
VI) Un vac'o en el divn Hctor Balsas, N¼132)
(VII) Génensis del "Moisés" (Nº 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº l33)
(VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, Nº 133)
(IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, Nº 133)
(X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, Nº 134)
(XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, Nº 134)
(XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, Nº135)
(XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, Nº 135)
(XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, Nº 136)
(XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, Nº 136)
(XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, Nº 137)
(XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, Nº 138)
(XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi Nº 139)
(XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, Nº 140/41)
(XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, Nº 143)
(XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, Nº 145)
(XXII) Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, Nº 147)
(XXIII) Transferencia y maldición babélica (Juan Carlos Capo, Nº 148)
(XXIV) Babel, un mito lozano (Juan Carlos Capo, Nº 150)
(XXV) La pulsión de muerte (Carlos Sopena, Nº 151)
(XXVI) Un rostro del "acting out" (Daniel Zimmerman, Nº 152/53)
(XXVII) ¿Cuál es la casuística de Freud? (Roberto
Harari, Nº 154)