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Es una de las pioneras de los medios de comunicación nacionales. Una mujer que abrió brechas a puro talento e intuición y que se enorgullece de su condición de autodidacta. Pero ante todo es siempre ella. La televisión emborracha y es poder. Pero ella prefirió aparecer ante la cámara como mujer y como madre.
No habla de sus virtudes ni de sus encantos. Pero se enorgullece de su sabiduría y de haberle hecho frente a los desafíos.
Entre cuadros de Cabrerita o Iturria, Cristina Morán se multiplica en las inumerables fotos de su hija y sus tres nietos. Un retrato suyo muestra su seducción, sus enormes ojos verdes en los que ella misma descubre su nostalgia.
No quiere hablar solo de ella. Quiere contar un mundo. Pero su mayor mérito es seguir con ganas de aprender.
Comenzó en radio en el año 48. Era la época de los radioteatros y de las fonoplateas. La magia del éter reunía a la familia en torno al receptor, cuando se compartían las fantasías que despertaba la calidez de la voz.
Por entonces la única experiencia ante un público era la de la lectora de composiciones escolares. Pero siempre tuvo el deseo de comunicarse con la gente, aunque todavía no lo sabía.
"A los 17 años me presenté a un concurso. Leí
en el diario que se necesitaba una señorita simpática, de
buena presencia y buena voz. Le dije a mi mamá que ésa era
yo. Busqué en la guía y descubrí que Mercedes 973
era Radio Carve. Y me presenté. La misma idea tuvieron 119 aspirantes
más, ya que se exigía que ningúna postulante tuviera
experiencia radial.
Finalmente fui la ganadora. Se buscaba una nueva voz femenina para el programa
El cine y sus estrellas, porque ese año se inauguraba el cine continuado.
Trabajaba con Julio Cabot, uno de los profesionales mejores que pasaron
por la radio".
Así pasó a integrar al plantel de radio Carve. Muy pronto la conductora se convirtió en actriz de radioteatro. Primero fueron pequeños papeles junto a Violeta Ortiz y Juan Casanova hasta su rol protagónico en "Oh, la suegra" junto a Julio César Armi. Después su personaje Coca Peñalver de "Los Galíndez" terminó consagrando su actuación en el monólogo "Coca Peñalver, que en todo tiene que ver" .
Los radioteatros de Carve eran exitosos y muchos aún hoy recuerdan la repercusión de "Doctora Amor, especialista en divorcios" en la fonoplatea del Palacio Díaz.
La popularidad del radioteatro también la llevó al escenario,
ya que las compañías salían de gira por el interior.
"En ese momento salíamos porque salíamos. Fue un
aprendizaje sobre la marcha, por lo menos en mi caso.
Soy un papel secante que absorbe absolutamente todo.
Tuve, no la inteligencia, sino la visión de rodearme de gente de
la que pudiera aprender. Y eso me ha significado mucho. Eso fui desde el
primer momento. No me almidoné nunca".
"La radio no tuvo más remedio que aggiornarse ante el avasallamiento de la televisión que se la terminó tragando como al cine. Tuvo que bajar costos. Y una de las formas fue sacar los radioteatros. Porque así como hay ahora muchos teleteatros, había muchos radioteatros y mucha gente que trabajaba en ellos. Así también se dejaron de traer figuras señeras del ámbito artístico para presentarlas gratuitamente en las fonoplanteas".
En televisión empezó haciendo el programa Canasteando con Dorita Escobar . Ideado por Raúl Fontaina, mientras jugaban a las cartas comentaban lo que sucedía en la alta sociedad montevideana de la época.
"La televisión marcó la diferencia total. En la
radio leíamos todo; estaba todo libretado. Ante la pantalla el papel
desaparece. Cuando Don Raúl Fontaina me dijo que iba a hacer televisión
al principio me negué. Y me dijo lo más sabio que pude haber
recibido: "sé tú. Los naturales serán los que
triunfarán en la televisión, los almidonados quedarán
en el camino. Nunca fui otra cosa que yo misma. Hoy soy la misma mujer
que han visto sacar la cara en televisión. La presencia de la imagen
hizo desaparecer la magia de la radio. Después las grabaciones hizo
a la televisión selectiva y la edición dejó atrás
la espontánea naturalidad.
En los comienzos se improvisaba. El video tape le restó encanto
a la televisión. Porque si bien la tecnología avanza a pasos
agigantados, no puede tragarse a la persona. En las grabaciones está
todo impecable; nadie se despeina, todo es prolijo pero se aleja de la
verdad".
En sus 38 años de carrera televisiva se destaca su conducción durante dos décadas de Domingos Continuados, un programa que llegó a durar hasta 8 horas.
"Viví cosas divinas con ese programa. Ya con las posibilidades que ofrecía el video tape presentamos un parto, una operación al corazón. El canal nos apoyaba. Pero la producción era nuestra. Eramos dos o tres personas para hacer un programa de 3 o 4 horas".
Pero también Cristina Morán marcó su estilo durante diez años en prensa escrita. Un día Alfredo Testoni le ofreció tener una columna en El Diario.
Después publicó su libro "Desde estos ojos" donde desde su carrera recuerda sus años en radio y en televisión pero también de su vida. Tuvo buena crítica pero gusto a poco. La gente que en la presentación llenó el Cabildo se quedó con ganas de más. Debe ser por eso también que desde hace dos años escribe cuentos.
"Algo me fue trabajando por dentro y me encontré un día sentada frente a la máquina de escribir. Era algo necesario".
Sin ser feminista también fue una luchadora que reivindicó los derechos de la mujer.
"Lo hice en años difíciles, cuando creí que era necesario. No me movía ningún tipo de interés. Nunca tuve ambiciones políticas. Por eso después cuando vi que ya no era tan necesario me aparté".
Tal vez por su condición de autodidacta, quiso después enseñar lo que había aprendido en tantos años de carrera televisiva.
"Trato de darles todo y no ocultarles nada. Hay cosas intransferibles que van con uno. Pero de todo lo demás no hay nada que no les trasmita".
El vértigo de la acelerada competencia hoy impone en televisión la juventud y la belleza.
"Hoy en la televisión nacional no hay lugar para le gente mayor, sobre todo si es mujer. Esto ya se terminó en Europa y Estados Unidos. Me parece estupenda la posibilidad que se le ofrece a la gente joven, pero tengo temor de que tenga un cuarto de hora y nada más".
No por casualidad eligió integrar el elenco teatral que representó La Pecera , que denunciaba el inhumano olvido de los ancianos confinados en asilos.
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