autogestión vecinal

Jefas de familia son el 25% de la poblacio'n en Uruguay
Mujeres en obra

Todas son mujeres fuertes. Acostumbradas a lidiar solas con la vida, se conocieron hace seis an~os, nucleadas por las necesidades de sus hijos. Cuando Revista del Sur converso' con tres de la doce integrantes de MUJEFA, ninguna quiso que su nombre figurara en la nota. Respetando ese deseo de anonimato, los nombres que aqui' figuran son ficticios, pero no los hechos que ellas relatan.

por Diana Cariboni

Las integrantes de la cooperativa Mujeres Jefas de Familia (MUJEFA) se conocieron hace seis an~os en establecimientos del Instituto Nacional del Menor (INAME) donde dejaban a sus nin~os: el Hogar Maldonado, del Barrio Sur, que atiende a nin~os hasta cinco an~os, y el Club de Nin~os N§ 2, del Centro, para menores en edad escolar. Alli' comenzaron a reunirse con asistentes sociales y psico'logas.

Mucho en comu'n

El primer vi'nculo se dio en la bu'squeda de soluciones para los problemas ma's graves que enfrentaban, sobre todo los nin~os.

Pronto descubrieron que teni'an mucho en comu'n: vivi'an en la zona ma's antigua y tradicional de la ciudad, teni'an enormes dificultades econo'micas y, sobre todo, eran madres jefas de hogar y el u'nico sustento de sus familias. La mayori'a vivi'a en piezas de pensiones o inquilinatos. Cualquier solucio'n de vivienda que encararan debi'a contemplar estos aspectos.

Permanecer en la zona era vital para ellas, porque alli' cuentan con la atencio'n para sus hijos, cercani'a de hospitales y el transporte que las conduce a sus trabajos: casi todas son empleadas dome'sticas, otras cuidan enfermos o son vendedoras ambulantes.

Helena fue electa presidenta de la cooperativa por sus compan~eras. Tiene 32 an~os y dos hijos. "En enero de 1994 habi'amos hecho los primeros trabajos de limpieza en la casa", recuerda.

"Pero la pre-obra comenzo' en octubre del 94 y la obra en si', en diciembre. Vamos bastante bien. Se ha finalizado la mayori'a de los entrepisos, es decir el trabajo bruto. Queda toda la parte de terminaciones: ban~os, patios, etce'tera. La obra debe estar terminada para julio o agosto del an~o pro'ximo". La finalizacio'n de la obra esta' prevista para mediados del an~o pro'ximo.

La experiencia de trabajar como alban~il "es muy dura, afirma Helena, porque el trabajo en la construccio'n ya es duro, pero adema's tenemos que seguir trabajando, ya que la u'nica entrada al hogar es la que aportamos nosotros. Yo hago limpiezas, y la obra me ha obligado a cambiar mis horarios. De man~ana vengo a la cooperativa tres veces por semana, y cambio mis trabajos para la tarde. Salgo de mi casa a las 7 de la man~ana y vuelvo a las 10 de la noche".

Una situacio'n parecida enfrenta Susana -39 an~os, tres hijos- y Franca -29, dos hijos-. Susana es encargada en una pensio'n. Ella tambie'n se vio obligada a cambiar de trabajo para poder cumplir con las horas en la obra. "Los di'as que vengo a la cooperativa, tengo que dejar a alguien en mi lugar, y pagarle las horas, para poder cumplir".

Diecise'is horas-mujer

Segu'n disposiciones de la Intendencia, cada integrante de la cooperativa debe aportar 16 horas semanales de trabajo en la obra.

Susana sen~ala: "Esto es nuevo y tiene sus riesgos. La experiencia es buena y con los alban~iles la relacio'n ha sido positiva. El capataz de la obra es muy afi'n a ensen~arnos, y a veces nos larga a hacer cosas pensando que nosotras ya sabemos".

Franca es vendedora ambulante y esta' acostumbrada a las largas jornadas. "Ahora vengo todos los di'as a la obra porque estoy de licencia en el puesto", afirma.

Pero la situacio'n no es igual para todas. Helena recuerda que actualmente so'lo 7 de las 12 integrantes esta' cumpliendo con su aporte de horas.

Para la asistente social Raquel Mo'rtola, integrante del equipo te'cnico, "16 horas semanales es demasiado. Ellas deben trabajar fuera todo el di'a, cuidar a sus hijos y no tienen ningu'n apoyo familiar. El li'mite deberi'a establecerse en la mitad, 8 horas".

Los hijos y la obra

La historia de Susana es la de muchas mujeres. Mientras estuvo casada, alquilaba una casa en el barrio de Buceo, "pero tuve que entregarla porque no podi'a pagar el alquiler. Los chiquilines sufrieron la separacio'n, el divorcio, el cambio de vivienda: terminamos en una pieza de pensio'n". Los hijos de Susana permanecen durante la semana en un hogar del INAME, Las Brujas.

"No me animo a dejarlos solos, por eso los fines de semana no vengo a la cooperativa".

La participacio'n de los hijos es un tema de importancia para las cooperativistas. Las familias reu'nen un total de 29 hijos, algunos de ma's de veinte an~os, y otros muy pequen~itos. Segu'n las reglamentaciones vigentes, a la obra no pueden ingresar menores de 16 an~os.

Sin embargo, las mujeres necesitan que sus hijos conozcan la cooperativa y entiendan el esfuerzo de sus madres. Algunos hijos mayores colaboran en el cumplimiento del trabajo. "Los chicos entienden lo que estamos haciendo", afirma Susana. "Mi hijo mayor, que tiene 15 an~os, a veces viene a hacer algunas cosas porque tiene la necesidad de sentir que tambie'n es su casa", cuenta Susana.

Helena se muestra esperanzada, pero agrega: "Este invierno ha sido brutal, la etapa que encaramos hasta ahora fue la ma's pesada y hemos pasado momentos bravos".

"Mujeres antes que madres"

Segu'n Raquel Mo'rtola, un 25% de la poblacio'n del pai's esta' constituido por mujeres jefas de familia, cifra que revela una realidad social y personal muy extendida.

Sin embargo, "las jefas de familia, y en particular las madres solteras, son bastante marginadas, en especial en el a'mbito del INAME. La institucio'n y sus funcionarios tienden a depositar en ellas todas las culpas por los problemas que viven sus hijos. Hay una fuerte tendencia en ese sentido. Por otra parte, ellas se sienten, social y psicolo'gicamente, madres antes que mujeres".

Por eso "los objetivos de este trabajo son ma's ambiciosos que resolver el problema de vivienda: Apuntamos desde el principio a un crecimiento personal de las mujeres, y a que pudieran lograr una forma de vida ma's solidaria. Nuestro trabajo no se agota cuando la obra este' terminada y sus propietarias viviendo en ella. Alli' en todo caso comenzara' otra etapa".

En el abordaje multidisciplinario, Mo'rtola trabaja en conjunto con una psico'loga, "por lo general en sesiones grupales, pero tambie'n hay una asistencia individual. Creo que en este tiempo, las mujeres han experimentado un importante cambio, sobre todo en su autoestima", sen~ala.

En el grupo se han generado muchos lazos y fuertes relaciones de reciprocidad y ayuda. La prueba ma's cabal es que luego de seis an~os ninguna deserto'. "Adema's, pese a las dificultades, en todas hay una resistencia muy grande a cualquier posible expulsio'n de alguna compan~era".

Vivir al di'a

Otro aspecto en el que la vida de las cooperativistas experimento' un fuerte cambio fue en la forma de encarar lo cotidiano: "Debieron aprender a planificar sus vidas. Creo que la esperanza es lo que las mantiene", sen~ala Mo'rtola.

Helena relata co'mo aparecio' la idea de organizar microempresas: "Recibimos de Alemania ayuda para formar dos microempresas. Un grupo de cuatro compan~eras eligio' sanitaria y esta'n haciendo el curso correspondiente, con la posibilidad de ir estudiando y haciendo sus horas en la obra, ya que el curso esta' a cargo de nuestra te'cnica sanitaria, que es adema's profesora de la UTU".

Otra idea que au'n no se ha concretado es organizar una pequen~a empresa de organizacio'n de fiestas.

La solidaridad

El apoyo del exterior provino sobre todo de la organizacio'n no gubernamental Marie Schlei Verein -un grupo de mujeres socialdemo'cratas de Hamburgo- que ya contaba con experiencia en financiacio'n para la capacitacio'n femenina en diversos oficios en el pai's.

"Nosotros recibimos un gran apoyo de algunas mujeres alemanas que vinieron a colaborar desde el principio. Tambie'n trabajo' la gente del SUNCA (Sindicato Unico de la Construccio'n y Afines), que han acercado herramientas, y ahora un grupo de chicos de quinto an~o del Seminario, que vienen los sa'bados a hacer ocho horas de trabajo. Esto ha sido muy importante", asegura Helena.

Peonas, alban~ilas y ma's...

La mayori'a de las viviendas tienen dos dormitorios, adema's de cocina, ban~o, y comedor, en dos niveles. Otras cuentan con tres dormitorios. Los tres patios, la azotea y espacios abiertos sera'n comunes, asi' como los dos salones al frente, que sera'n utilizados con usos mu'ltiples por las cooperativistas: para celebrar fiestas, cumplean~os.

La escalera que conduce a la azotea tiene un origen especial: fue hecha por carpinteros alemanes que utilizaron las vigas de los pisos originales de la casa.

Las mujeres han recuperado las bellas baldosas del primer patio.

Ese trabajo valoriza los materiales, la historia de la casa y ayuda a identificar a los futuros habitantes con el lugar.

Las cooperativistas trabajan como peones, segu'n las tareas que el capataz de la obra va considerando apropiadas a cada una. "Pero adema's hacen trabajos que son de mayor nivel, tanto en la recuperacio'n de materiales, como en la fabricacio'n, por ejemplo, de losetas de ladrillo armado con las cuales se hacen los entrepisos", cuenta la arquitecta Furman. "Es un trabajo que definimos con el capataz como ideal para la mano de obra femenina, que en general es muy cuidadosa para las terminaciones".

Note 836 Uruguay: mujeres jefas de familia / redtm 6:33 pm Feb 8, 1996
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Edición Internet1997: Guillermo Font


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