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  Capítulo 1.-
 
 
 

El lenguaje de los sacramentos

 

No ver  =  estar ciego.
No saber leer  =  ser analfabeto.

Jesús habla de unos ciegos muy particulares: ciegos que no están enterados de su ceguera;
 analfabetos que no están enterados de su ignorancia.

El hombre llega a su casa, se quita el saco, tira los zapatos en un rincón, ve un ramo de flores.
- ¡Vaya!, un ramo de flores – dice. Y toma el diario.

La mujer le pregunta- ¿Viste las flores?
- Sí, son rosas, ¿y qué?

Ciego, analfabeto.

Porque esas rosas son una palabra de amor, un signo de cariño,
hablan de alguien que pensó en él mientras estaba ausente, que lo esperó toda la jornada...

No supo leer esa palabra. No vio el

significado de ese gesto.

Estamos rodeados en la vida ordinaria de cosas que amamos,
porque nos hablan de otra realidad.

En el lenguaje popular se dice: “cosas que tienen valor afectivo”.

El viejo portafolio vacío que dejé olvidado en el colectivo
y que sin embargo busco afanosamente hasta que doy con él.
Cuando lo encuentro me lleno de alegría.
No tiene ningún valor comercial. Tiene valor afectivo.
Me acompañó tantos años, en tantos viajes, en tantas reuniones,
siempre al lado mío: regalo de mi padre, hecho por un talabartero amigo de mi familia.
 El viejo portafolio está cargado de historia, me habla de muchas cosas y personas,
es un sacramento para mí.

¡Cuántas cosas-sacramentos hay en nuestra vida!

 

   
   
 

Mi Sacramento

Yo soy una persona que me encariño
 con las cosas.
Me encariño con la ropa,
con el jardincito del fondo...

¡Mire el mate!
 Todo remendado y casi transparente.
Me han regalado no sé cuántos mates nuevos;
 pero yo sigo con el viejo y achacoso amigo...

Le voy a contar un recuerdo de niño.

Mi familia fue siempre muy pobre.
Mi madre, que en paz descanse,
cuidaba los pocos pesos que traía mi padre
 (cuando no lo echaban del trabajo por revoltoso)
 para dar de comer a siete cachorros.

Al lado de casa separado por un alambrado,
vivía un matrimonio que tenía una hija.

 

 

Una tarde (lo recuerdo como si fuera hoy),
estaba la Verónica comiendo mandarinas
detrás del alambrado y yo mirando del otro lado.

¡Qué ganas tenía de comer un gajito!

La Verónica saboreaba sus mandarinas
abriendo bien la boca para que viese
lo dulce que estaban.

Mi madre, que colgaba la ropa recién lavada,
vio la escena.

Entonces arrancó un limón del limonero
que teníamos en el fondo,
lo partió, le echó azúcar y me llamó.
 – “Tomá m`hijo, este limón con azúcar
es lo mismo que la naranja”-

Sabe compadre,
cada vez que veo un limón,
recuerdo con emoción a mi madre,
y su inmensa ternura.

 

 

Quizá el limón sea un sacramento para mí,
si entendí bien sus doctas enseñanzas

 
 
 
 
 Para tener presente durante la semana

 

  •  Hagamos una lista de cosas que son sacramentos para nosotros.
  • Elijamos una o dos que son más significativas para nosotros.
  • Tengámoslas cerca o a la vista mientras avanzamos en el curso. Esos elementos son sacramentos para nosotros y nos van a acompañar a lo largo del curso.