Frente grande: ¿de
qué nos espantamos?
Cada vez que uno evoca la
unidad del Obelisco y cosas así llama a construir un frente grande que vaya más allá
del Frente Amplio, aparece la confusión entre polipartidismo y policlasismo y se tropieza
con objeciones como esta: "No estamos dispuestos a cambiar un frente clasista por uno
policlasista".
Creo que con las declaraciones de Seregni a Carlos María
Gutiérrez publicadas recientemente en Brecha (21 de agosto), muchos de estos escrúpulos
deben trasladarse al seno mismo del FA. Dice el general Seregni: "Necesitamos
imperiosamente el concurso no sólo de las masas trabajadoras, de los intelectuales, de
los estudiantes; necesitamos también el concurso de los empresarios del campo y la
ciudad, de los empresarios que son auténticamente nacionales. No quiero hacer teoría
fácil, pero el Uruguay no ha transitado aún la etapa de la revolución
democrático-burguesa". Y cuando el periodista le cuestiona la existencia de una
burguesía nacional no dependiente, añade: "Tenemos que despertarla y tiene que
haberla. Personalmente, creo que la hay. Su magnitud no la conozco, porque no la hemos
incentivado lo suficiente. Es un juego que se retroalimenta en la medida en que las
propuestas del Frente sean viables y contemplen los intereses de todas las capas sociales.
El Frente, como fuerza política, es policlasista. Tenemos que asumir esa realidad".
Todo esto porque "la lucha ahora es por romper las cadenas de la dependencia. Para
realizar la sociedad que queremos, lo primero es reasumir la plenitud de nuestra
soberanía, lo que nos lleva a una primera definición, o sea al antimperialismo. Para
alcanzar esos objetivos, necesitamos el concurso de los empresarios progresistas, que los
hay".
Sin embargo, de estos conceptos, el mismo presidente del
Partido Encuentro Progresista-Frente Amplio prioriza una alianza con los trabajadores que
aún votan a los partidos tradicionales. Pero no dice cuáles serían los mecanismos para
provocar la fusión de esos sectores con el frente de izquierda.
¿Entonar cantos de sirena o tender puentes?
Si un trabajador, digamos del interior del país, tiene
un rechazo hacia el Frente Amplio, puede hacerse una propaganda sobre él y se obtendrá
un lento avance en ese sector. Tan lento que el porcentaje de votos del FA en el interior
no varió entre 1971 y 1984 (en ambas elecciones alrededor del 10 por ciento del total de
votos) e, incluso, en algunos departamentos retrocedió.
Se diría que la estrategia para obtener ingresos
masivos, no es hoy diferente de la que se ensayó con éxito cuando la creación del
propio FA. Entonces había un FideL y un conjunto de partidos y de fracciones desprendidas
de los partidos tradicionales que en total no sobrepasan el 5 por ciento del electorado.
Fue con el abandono de aquel frente para fusionarse con
las otras organizaciones en el FA, lo que trajo, ya en 1971, ese salto de la izquierda que
llegó al 20 por ciento del electorado. O sea, que se creó un nuevo instrumento, dejando
de lado al FideL, y con él se tendió un puente transitable a aquellas fracciones
desprendidas de los partidos tradicionales. No se les exigió pasar por las horcas
caudinas del ingreso a un Frente que hasta entonces había estado combatiendo. Y el
resultado fue que cruzaron este puente creado para ellos que se llamó Frente Amplio. El
cual fue mucho más que la suma aritmética de las fuerzas políticas que lo integraron.
Buena parte del pueblo no encuadrado en esas
organizaciones vio en ese instrumento una alternativa y se añadió a él.
Visión estática y visión dinámica de los frentes
¿Se puede decir que este Frente polipartidista fue en su
composición más policlasista que los partidos de izquierda anteriores por el ingreso de
los contingentes de los partidos tradicionales? Evidentemente no, los trabajadores están
distribuidos equitativamente entre los primeros y los segundos.
¿Se puede decir que los dirigentes políticos que se le
agregaron por estos sucesivos desprendimientos de los partidos tradicionales (Rodríguez
Camusso, Alba Roballo, Erro, Michelini) le dieron una tónica policlasista al frente de
izquierda? No, al cabo de un tiempo de su tránsito por el Frente no vemos diferencias
sustanciales entre ellos y los dirigentes de la izquierda tradicional. Pero en todo caso,
no hay que ver a estos dirigentes, y sobre todo a esta masa venida de esos partidos, como
algo estático, congelado en el tiempo, sino como algo dinámico. El camino cambia a los
caminantes.
Estas alianzas polipartidistas se levantan como puentes,
pero el proceso de las fuerzas que ingresan no culmina al atravesarlo sino que comienza
allí.
Luego, como en el Frente Sandinista y tantos otros,
algunos quedarán al costado del camino, pero el grueso seguirá adelante en continua
evolución hacia un auténtico frente de liberación nacional.
Los mil vericuetos de una reforma constitucional
La recolección de firmas por el referéndum obligó a
tender un transitorio puente de emergencia que unió en esta empresa a sectores bastante
alejados del panorama político nacional. Lo mismo pudiera pasar con el proyecto de
reforma constitucional sobre el que parece haber un principio de acuerdo en el FA. Para
que eso no sea una alianza transitoria que termine con la aprobación de unos artículos
en la Constitución (como la del referéndum puede terminar con la derogación de la Ley
de Caducidad), habría que llenarla de contenido programático.
Por eso no somos partidarios de una reforma simplemente
en las formas de la Constitución (eliminación de la Ley de Lemas, etc.) sino de
agregarle normas de tipo social: limitación de los latifundios, no pago de la deuda
externa contraída por la dictadura, estatización de la banca, presupuesto de enseñanza
y salud que vuelva al porcentaje histórico, etc. Así, el que se compromete para una
reforma, se compromete también por un programa social mínimo para paliar la pobreza.
Las reformas propuestas por un sector (al parecer
mayoritario) del FA no contienen cambios sociales de este tipo: son sólo formales. Pero
se las podrá llenar de contenido si se hiciera un programa de gobierno progresista por un
acuerdo de las fuerzas que la impulsan.
Así, por ejemplo, se abate el número de votos para
levantar los abusivos vetos del Ejecutivo. ¿Pero cuáles proyectos de leyes se
impulsarían una vez zanjada esta traba que ha impedido llevar adelante tantas iniciativas
a favor del pueblo, como la reciente de aumento a los jubilados?
Se habla de un bloque parlamentario que respalde un
gabinete ministerial, pero ¿a qué programa se compromete ese Ministerio?
O sea que la reforma puede o no ser un puente de algo
más que transitorio según se le añada o no un programa de cambios sociales.
En este proyecto se ha incluido también el "voto
cruzado": se puede votar simultáneamente la lista al Parlamento de un lema y la
fórmula presidencial de otro. Esta propuesta ha desconcertado aún a algunos políticos
veteranos; tomaron una posición inicial en contra de la misma y después se inclinaron a
favor. Es que aumenta la capacidad de maniobra del votante. Por ejemplo, los votos
frenteamplistas podrían definir el pleito por la presidencia dentro del Partido Nacional.
A su vez, al proclamar candidatos para ella cada una de las grandes fuerzas deberá optar,
entre los postulantes, por aquellos capaces de captar votos de otras fuerzas.
Todo esto juega a favor del progreso, juega en contra del
hambre creciente de un sector de nuestro pueblo, juega contra los acaparadores de la
tierra y otras riquezas, si a las reformas formales se le añade un compromiso de usarlas
para llevar adelante un programa de cambios sociales común, acordadas por las fuerzas que
las impulsan. Un programa común que sea el prolegómeno de un frente grande que aparezca
como alternativa de poder.
Si no se llega a esto, las reformas formales aún
podrían jugar a favor del fascismo que ya está resurgiendo también como alternativa.
2 de setiembre de 1987.