Un "ejem"
en nombre de los ignorados
Vivimos una década durante
la cual la humanidad parece haberle vuelto la espalda definitivamente al drama de los
genocidios. En contraste con la postura, por lo menos afligida, de las décadas de los
60 y 70, un enorme "sálvese quien pueda" parece presidir el estrado
de la actual.
Comensales "clase B"
No vamos a hablar de Sudán o Bangladesh, donde los
niños y los adultos mueren de hambre por cientos de miles o millones cada año. No es
necesario ir tan lejos. No menos implacable y despiadada es la actitud de la oligarquía
en el Uruguay, que aprovechó la dictadura para reducir el salario real a la mitad y para
multiplicar por cuatro la ganancia de los grandes depositantes de los bancos y de los
bancos mismos.
El saldo está ahí: esos reclamos por salario que se
reprimen con saña, esos reclamantes por los despidos que son tratados como delincuentes.
También la consecuencia está ahí: según la UNICEF, el 33 por ciento de los niños
uruguayos están subalimentados; e incluso el mismo Ministerio de Trabajo, que se muestra
tan duro e implacable en estos días con los que reclaman por los despidos, publicó hace
poco que uno de cada seis uruguayos vive en "extrema pobreza" (El Día, 6 de
febrero de 1987). Según la misma fuente, y por cálculos tomados de una encuesta hecha en
Montevideo, 300.000 personas en la capital y 730.000 en todo el país viven en extrema
pobreza y 350.000 más en indigencia total.
A falta de un crecimiento en el nivel de vida, algo ha
aumentado, sin embargo, en el Uruguay durante los últimos años: los cantegriles. Según
la misma fuente, en 1959 sólo existían 20, en 1980 habían subido a 57, en 1982 ya eran
63 y en 1985, luego de una nueva oleada de miseria descargada sobre el pueblo, alcanzaron
a 116.
La juventud una generación "clase B"
Tampoco la marginación paulatina de los jóvenes, que ha
culminado en esta década, es un problema exclusivamente local. Se los margina de los
empleos aún en los países más desarrollados, con el consiguiente aumento de los que han
sido empujados a la delincuencia. Francia, por ejemplo, que tiene la preocupante tasa de
desocupación del 10 por ciento, es más alta aún en los jóvenes de 15 a 24 años (26
por ciento). Italia, también con una tasa de desocupación general del 10 por ciento en
jóvenes de la edad mencionada, alcanza a un 36 por ciento. Inglaterra tiene un 11 por
ciento de desocupados en general y un 20 entre los jóvenes. Estados Unidos, desocupación
genera: 7 por ciento; jóvenes 13 por ciento. Entre 1973 y 1985, las detenciones de
jóvenes de 18 a 24 años por delitos comunes en Francia, aumentó de 18 a 30 por cada
10.000. En el mismo período, los robos domiciliarios, típico producto de la pequeña
delincuencia no experimentada, se multiplicaron por tres.
En nuestro país, donde la desocupación general fluctúa
alrededor del 10 por ciento, algunos encuestadores estiman la juvenil en un 17 por ciento.
La falta de perspectivas (aún los que hacen largos estudios saben que están condenados a
un prolongado período de desocupación después de recibir el título) ha traído la
desmoralización, manifestada de diferentes formas; por un lado, y también aquí, con el
aumento de la delincuencia juvenil; por otro, con el poco rendimiento en los estudios, el
consumo de drogas, la emigración
Jóvenes del Interior que emigran a la capital,
jóvenes de todo el país que se van al exterior. El censo de 1985 registró este dato
sorprendente: había 33 por ciento menos de jóvenes de 20 a 25 años que de 15 a 20. A
esa juventud le falta un tercio de sus componentes: un tercio de jóvenes desesperanzados
que se fueron del país.
Proletarios "clase B"
Otra vez tenemos que analizar lo que sucede en los
países más desarrollados para ver lo que pasará acá a medida que venga el desarrollo.
La tendencia en esos países, es que tanto el proletariado manufacturero como el rural
disminuyen lenta pero inexorablemente. En Inglaterra, el primero bajó en un 23 por ciento
entre 1973 y 1984: en EE.UU., en 1986, el mismo proletariado industrial está disminuido
en un 19 por ciento de la mano de obra total, o sea en un porcentaje inferior a la mitad
del que había hace 30 años, mientras que los trabajadores agrícolas no llegan al 3 por
ciento.
¿Qué pasa con los desocupados expelidos por las nuevas
formas de producción industrial y agrarias? ¿Se puede seguir tomando a esa desocupación
como un fenómeno transitorio, superable no bien se atraviese esta etapa de recesión? La
respuesta parece ser no. Inglaterra, por ejemplo, ha tenido un crecimiento sostenido
durante la misma etapa en que su proletariado industrial bajó en más de un 20 por
ciento.
No sólo se puede marginar conscientemente al sector
proletario que queda cesante por cierre de empresas anticuadas o automatización de las
mismas, también se puede marginarlo inconscientemente por no adecuar nuestras doctrinas a
los nuevos tiempos.
En el Uruguay hay también un creciente sector radiado de
la industria, comercio y agro que se ha insertado en la economía informal. En 1968, era
el 10 por ciento de la mano de obra total; en 1984, ya era el 24 por ciento, o sea, el
mismo porcentaje que el proletariado de industria manufacturera. También creció el
sector propiamente desocupado, y los asalariados, en ese mismo período, bajaron del 79 al
71 por ciento del total de la mano de obra disponible.
La composición del sector informal, de ese sector
marginado por el capitalismo, es distinto aquí que en Europa o Estados Unidos. En
Uruguay, como en el resto del Tercer Mundo, hay un antiguo sector marginado que nunca fue
absorbido por el capitalismo, especialmente en pueblos o ciudades del interior, al cual se
le vienen a agregar por oleadas los despedidos de hoy y los jóvenes que no lograron nunca
un lugar en el mercado de trabajo.
En la medida que tengamos conciencia de que hay un sector
no transitorio sino definitivamente marginado por el capitalismo, en la medida que
despachemos el asunto como antaño- con exigirle a ese capitalismo sólo una
"apertura de nuevas fuentes de trabajo" como lo han hecho en Europa los
partidos de izquierda-, en la medida que sólo tengamos mensajes para los desocupados,
seguiremos la suerte de aquellos partidos, y nos estaremos separando de los sectores más
empobrecidos y marginados dentro de los trabajadores.
Las nuevas fuentes de trabajo que puede abrir el
capitalismo, esas que el gobierno de Sanguinetti quiere atraer incluso entregando una
parte de territorio en "zonas francas", serán fábricas automatizadas que
ocupan muy poco personal. Fábricas capaces de competir ventajosamente con nuestras viejas
industrias, quitándoles mercado, por lo cual éstas están haciendo oír su protesta a
través de la Cámara que los agrupa. Tendremos así unas empresas que con un tercio de
personal producirán el doble que, por ejemplo, FUNSA o CoNaProLe y que provocarán nuevas
oleadas de marginados. Y también tendremos partidos y movimientos de izquierda tan
decadentes como los de Europa Occidental de hoy.
Luchadores sociales "clase B"
Mientras no podamos fusionar en una misma organización a
ocupados y desocupados, con reivindicaciones y programas para ambos, mientras persista el
afán de copar, de hegemonizar gremios y partidos y no haya lugar en sus direcciones para
el pluralismo que hay en sus bases, mientras en los frentes permanentes, o en los
circunstanciales para una lucha determinada del pueblo, no se le dé cabida por igual a
todos los que están por esa lucha, mientras todo esto siga así: seremos parias
económicos y sociales. Quienes también tenemos el deber de organizarnos para salir
adelante.
15 de julio de 1987.