Las falacias religiosas del mercado

Hugo Assmann

Hugo Assman, casado, con dos hijos, brasileño, doctor en teología y "master" en ciencias sociales, es uno de los teólogos de la primera hornada de la teología de la liberación. En la actualidad es profesor de cursos de doctorado en la UNIMEP de Piracicaba (Sao Paulo). Pero en realidad, la mejor presentación que podemos hacer de él, quizá sean unas palabras que escribió hace más de veinticinco años, y que son un buen reflejo de la trayectoria de su pensamiento:

"Si la situación histórica... de dos tercios de la humanidad, con sus 30 millones anuales de muertos de hambre y desnutrición, no se convierte en punto de partida de cualquier teología cristiana hoy... la teología no podrá concretizar históricamente sus temas fundamentales. Sus preguntas no serán preguntas reales. Por eso, es necesario salvar a la teología de su cinismo. Porque realmente, frente a los problemas del mundo de hoy, muchos escritos de teología se reducen a cinismo"3.

El texto que presentamos procede de la obrita editada por Alberto Moreira y René Zicman, Misticismo e novas religiôes (Vozes, Petropolis 1994). Agradecemos a editorial Vozes y al autor, la autorización para publicarlo. Cencadec, a su vez, agradece al Centro Cristianisme i Justícia, la posibilidad de reproducirlo en nuestra serie Documentos de Formación.

Introducción del Cencadec.

A continuación les presentamos un material muy interesante del ex sacerdote católico y teólogo de la liberación, Hugo Asman, a quien los uruguayos conocemos bien, ya que en su momento debió refugiarse en nuestro país, tras ser perseguido políticamente en su Brasil natal.

En esta ocasión, Asman nos presenta una reflexión sobre el mercado desde la óptica cristiana, que nos parece de suma utilidad poder compartir a través de nuestra Serie Documentos de Formación, con los compañeros demócrata cristianos.

Sin duda, que en estos tiempos que vivimos, donde el grueso del discurso político (del cuál no escapa lamentablemente, el pensamiento demócrata cristiano del continente; ni el de buena parte de la autodenominada izquierda en el contexto mundial) parece ser absolutamente legitimador del funcionamiento mercantil acrítico, creemos muy oportuno poder compartir esta otra visión, más comprometida con el mensaje liberador del cristianismo, y por tanto menos comprometida con el mantenimiento del statu quo excluyente del actual momento histórico.

Que estos y otros elementos dados a conocer por nuestro Centro, cooperen en definitiva, a la construcción de nuestra utopía, esto es, una sociedad comunitaria, donde el mercado opere en función de los valores humanistas, y no de los valores crematísticos tal como sucede en la actualidad. Una mayoría de excluídos y marginados del sistema, seguramente pondrán en ello todas sus esperanzas.

Cencadec, Febrero de 2000.

 

Introducción de Cristianisme i Justícia.

Cristianisme i Justícia ha dedicado uno de sus seminarios internos de este curso al tema de "La idolatría del mercado" (título de un famoso libro de H. Assmann y F. Hinkelammert no traducido al castellano)1.

Idolatría es una palabra extraña en nuestro mundo secularizado. Lutero decía que el hombre es un ser que tiende a fabricar ídolos. Esto ocurre a nivel es personales: cuando el ser humano percibe la falta de fundamento pleno para su existencia, se busca una fundamentación absoluta falsa que le haga sentirse "alguien".

Pero ocurre también a niveles sociales: cuando Marx hablaba del proletariado como la clase que, por estar absolutamente oprimida, se convertiría en absolutamente salvadora con sólo invertir la pirámide social, estaba cayendo en otra idolatría. Y cuando una ideología o un sistema social presentan grietas alarmantes, sus defensores intentan absolutizarlos, para no tener que verse obligados a cambiarlos.

Uno de los libros utilizados en nuestro seminario llevaba como subtítulo "Las falacias de las ciencias económicas" (P. ORMEROD)2. El autor de este Cuaderno utiliza el mismo substantivo, pero le ha añadido el adjetivo "religiosas". ¿Por qué?

En realidad lo que aquí se expresa como "idolatría" o "religiosización" podría decirse también de una manera más laica: fundamentalismo, dogmatismo, absolutización... Pero la alusión a la idolatría evoca algo muy característico en la tradición y en la biblia judeocristiana: el ídolo es aquel que exige sacrificios humanos. Y los sacrificios humanos son lo más opuesto a la idea del Dios bíblico.

Esta es la razón por la que hemos elegido un texto que habla no sólo de falacias sino de falacias religiosas. En este sentido puede leerse el presente Cuaderno como una versión moderna de aquel episodio bíblico del sacrificio de Abrahám. Según los expertos en Antiguo Testamento, ese pasaje no fue compuesto para mostrarnos la gran fe de Abrahám, sino para mostrar al pueblo judío (que vive en un medio rodeado de prácticas de sacrificios humanos) que Dios de ninguna manera quiere ese tipo de sacrificios, ni aun cuando se hicieran con la mejor buena fe y buena voluntad. Entre otras razones porque acaban quitando la sensibilidad de quienes los practican.

Una observación previa para el lector, si acaso es persona ajena a los mundos de la economía y de la teología. Estas dos disciplinas suelen tener una jerga muy propia y muy formalizada que asusta a los profanos, los cuales piensan ya de entrada que no van a entender nada. Nos hemos esforzado al máximo para que la traducción fuese lo más diáfana posible, dado que el texto lo merece. Si en las tres primeras páginas el lector se sintiera un poco perdido, no tema y siga adelante. Esperamos que cada vez irá entendiendo más y que, una vez concluido el Cuaderno, le será fácil si quiere releer esas páginas iniciales.

En el fondo, todo se reduce a la discusión entre:

— quienes aseguran que el mercado es, sí, muy eficaz, pero no para todos ni mucho menos,

  • y quienes afirman que el mercado es eficaz para todos y que, si de momento parece exigir verdaderos sacrificios humanos, a la larga (¿un "a la larga" semejante a aquel que prometía el paraíso comunista?) será bueno para todos.

Cristianisme i Justícia, marzo 1997.


Las falacias religiosas del mercado

  1. INTRODUCCIÓN:

RELIGIÓN DEL MERCADO

El título que se me propuso era: "La Religión del Mercado - la mercantilización de lo sagrado". Creo que se trata de dos temas diferentes aunque afines.

Mercantilización de lo sagrado sugiere, de inmediato, tratar lo sagrado como mercancía, comercialización de lo sagrado, marketing religioso... Este tema tiene larga historia, se remonta a la apropiación de lo sagrado por instituciones religiosas o de otro tipo. No se trata de un fenómeno originado por la economía de mercado. Se trata de la multiplicación y diversificación de un fenómeno antiguo con formas sorprendentes y nuevas hoy, como el teleevangelismo de la "iglesia electrónica"4 y las maniobras de los llamados "movimientos". Pero no voy a moverme en esta dirección.

Si no me equivoco, el tema esperado es: el carácter religioso del mercado, las implicaciones o supuestos religiosos de la propia economía de mercado como tal. O sea, "la religión económica". Es de eso de lo que se trata cuando se habla, por ejemplo de las mutuas implicaciones entre economía y teología. Propongo como titulo: las falacias religiosas del mercado.

¿Tiene sentido y relevancia actual este tema?

1. Sentido del tema

La respuesta depende, como siempre, del "para qué" y del "para quién". O sea, depende del objetivo y de los interlocutores.

Si el objetivo fuese una mera "denuncia" sin "anuncio", entonces tratar del carácter religioso del mercado podría derivar casi en una obsesión, como si fuese la única cosa o la más importante a ponderar acerca del mercado. Para mí, el objetivo no es la mera denuncia, ni creo que deba serlo para nadie.

Si los interlocutores fueran ciudadanos para quienes su ciudadanía se limita sólo al interés por su iglesia-institución, entonces habría el peligro de obsesionarse ante la amenaza que representa efectivamente la "religión económica" del mercado para la función que las iglesias se atribuyen en el campo religioso. Peligro de obsesionarse ante el miedo a que su sistema de creencias (o de iglesias) pueda estar siendo carcomido por dentro, al ser dominado por otro sistema de creencias más vigoroso (la confianza en el mercado).

Pero yo creo que, para muchos cristianos, el descubrimiento de estas cosas puede llevarles a cuestionamientos más significativos para su fe. Por ejemplo: pueden comenzar a percibir mejor que la fe viva es también un constante proceso de apostasía de los ídolos emergentes en la sociedad y en las iglesias. Los ídolos son los dioses de la opresión, y su exigencia invariable es el sacrificio de vidas humanas.

2. Relevancia del tema

Es verdad que desde una perspectiva más ambiciosa –como sería la búsqueda de alternativas reales a nuestros males en el plano socio-económico– nuestro tema se limita a un enfoque parcial, aunque relevante. Pero es un tema que no puede separarse de otros enfoques analíticos acerca del mercado.

Y ello nos obliga a profundas reconsideraciones antropológicas y políticas, incluso aunque se trate de un enfoque incompleto.

Obviamente, no todo es religión en la "religión económica" del mercado.

Religiosa es su pretensión de sistema auto-regulador que dispensaría del constante correctivo de la intención política, como si ésta fuera superflua, por ser una instancia necesariamente exterior a sus mecanismos.

La tarea de discernir las falacias religiosas del mercado, sólo tiene sentido en la medida en que existe descrédito y desconfianza en relación a los supuestos automatismos benéficos del mercado. Pero no escaparíamos de las falacias religiosas si imaginásemos poder substituir un sacramento automático por otro con iguales pretensiones: por ejemplo el de decisiones centrales omniscientes.

Creemos por tanto que la crítica del carácter religioso del mercado, además de ser un enfoque incompleto acerca del mismo resultaría unilateral sin su contrapartida: la crítica del carácter religioso de las planificaciones centrales omnímodas.

Y es que es fácil hablar, en abstracto, de la necesidad de una fecunda conjunción entre mecanismos de mercado, por un lado, y priorización planificada de metas sociales inaplazables, por otro. Pero es preciso darse cuenta de que ahí está en juego un conflicto de concepciones antropológicas, un conflicto profundo entre las maneras de concebir la conciencia histórica posible, un conflicto agudo entre los diversos proyectos institucionales en los que parece viable un comportamiento colectivo de los seres humanos en sociedades complejas, desde la perspectiva del bien común para todos.

Nuestro tema se transforma, así, en una simple introducción a discernimientos sobre las limitaciones y posibilidades de los hombres en la organización de su esperanza. ¿Es posible un amanecer sin ídolos y sacrificios?

 

ACLAREMOS ALGUNOS CONCEPTOS

Para evitar confusiones fácilmente soslayables, se me permitirá que recuerde algunas distinciones obvias.

1. Mercado

Hablamos de mercado en el sentido de sistema de mercado o de economía de mercado.

Por mercado ilimitado se entiende la propuesta de supresión máxima o total de interferencias de cualquier instancia planificadora exterior a los mecanismos del mercado. Es el anhelo del libre mercado.

¿Existe esto? Sabemos que no, porque tropezamos por todas partes, con obstáculos al "libre" acceso al "libre" mercado. No obstante, la propuesta es pertinaz, porque brota de un modo de ver que (aunque ya se ha blindado con mil salvaguardias de los poderes establecidos) continua siendo presentado como si fuera un mecanismo surgido espontáneamente de la interacción de los intereses de cada cual, activados de forma competiviva.

Los Mercados en cambio son otra cosa. Existían ya antes del capitalismo. O bien se refieren a franjas o sectores del mercado (mercado del café, del capital, etc.), con evidentes sentidos derivados.

2. Economía social de mercado

Por economía social de mercado hay que entender la manera como se autocalifican algunas economías capitalistas que aparentan haber superado en el plano nacional (pero ciertamente no en el exterior) algunas insensibilidades sociales de las más escandalosas. Así se autoproclama Alemania. Se trata de una autodesignación bastante ideológica.

3. Auto-regulación

Auto-regulación o auto-organización es un concepto clave. Pretende explicar la supuesta o real "causalidad circular interna de los órdenes espontáneos". Es decir: hay mecanismos internos que regulan autónomamente el funcionamiento del sistema. Y, por ello, la clave de la explicación racional de los fenómenos internos de ese sistema debe ser buscada en sus propios mecanismos internos. Este es el caso de los organismos vivos.

¿Es el mercado un sistema espontáneamente auto-regulado?

Hasta cierto punto sin duda alguna. Incluso Marx lo admitía. Pero consideraba que esa autorregulación se rige por una lógica férrea de mecanismos de exclusión e inclusión, con acentuada dinámica de la exclusión. El proceso autoregulador funciona sólo para los incluidos, una vez aceptadas las reglas de la regulación (la competitividad)

Por ejemplo, la ley de la oferta y la demanda influye básicamente en los precios. Pero esa ley contempla sólo a los que tienen poder adquisitivo. Los que no lo tienen quedan excluidos. (Por otra parte ¿son estos mecanismos reguladores los únicos determinantes de los precios?...)

La cuestión crucial, por tanto, no consiste en admitir que el mercado tiene mecanismos auto-reguladores, sino en saber hasta qué punto esos mecanismos son incluyentes o excluyentes. La ideología del mercado cree en la inclusión como dinámica básica del mercado. Pero para ello, necesita un presupuesto ideológico adicional: la igualdad de oportunidades, que ni siquiera existe para los incluidos. (Y no digamos nada de los excluidos, que ni siquiera son agentes económicos).

4. Los mecanismos del mercado

Los críticos radicales del sistema parecen tener dos dificultades en el análisis de los mecanismos del mercado.

a) Primero, tienden a considerar únicamente la lógica de exclusión y, por eso, ven la auto-regulación sólo como proceso excluyente.

b) Pero además analizan muy poco las posibilidades que los mecanismos de mercado crean o desencadenan entre los incluidos en el proceso competitivo. Y se trata de potencialidades positivas de producción.

Quizás se debe a eso la dificultad de dichos críticos para admitir que el mercado, a pesar de su lógica excluyente, desencadena de hecho creatividad de iniciativas, aumento de productividad, diversificación de bienes y servicios, progreso técnico, en una palabra: eficiencia productiva. No querer admitirlo significa cerrar los ojos ante hechos comprobados.

La cuestión que queda en pie, en cambio, es la de las características excluyentes de este sistema auto-regulador. Los defensores incondicionales del mercado ahogan ese problema tan real en promesas garantizadas de inclusión futura. O sea: en el fondo no admiten como real la lógica de la exclusión. Si la admitiesen como tal, deberían admitir también la necesidad de una instancia sanadora no prevista en los mecanismos internos del mercado y, por tanto, necesariamente externa a la auto-regulación.

5. Religión

En cuanto al concepto de religión, podemos mantenerlo bastante amplio en nuestra reflexión, sin delimitar demasiado sus diferencias respecto al concepto de lo sagrado. (Esta distinción sería importante en otro tipo de análisis, ya que la religión es siempre una inserción de la sacralidad en proyectos o mecanismos institucionales, que delimitan lo sagrado admisible).

Para nuestro análisis basta aquí con decir que "religión" designa una variada gama de sacralizaciones explícitas o implícitas, supuestos mágico-milagrosos, confianza en misteriosos efectos prometidos como seguros, utopización de mecanismos institucionales, saltos trascendentales de lo contingente a lo necesario y de la historia a la naturaleza, etc.

Los mismos ejemplos irán mostrando los diferentes niveles en los que aparecen las falacias religiosas.

Es evidente que recurrir a elementos religiosos no se realiza sólo allí donde se apela directamente a símbolos religiosos o se manipula abiertamente la imagen de Dios.

(A comienzos del s. XIX) "el propósito central de la disciplina (económica) era mejorar el bienestar humano mediante una mejor comprensión de cómo operaba la economía".

... "Las ciencias económicas fueron secuestradas en el siglo XIX por un método que todavía hoy forma los cimientos de la disciplina.

Este método de análisis se basó en el deseo de aumentar la precisión matemática de las ciencias económicas, de modo que pudieran disfrutar del status y el prestigio de las ciencias físicas en la era victoriana.

Irónicamente, mientras se intensifica el fervor de los economistas convencionales en esas creencias, en los 90 la perspectiva mecanicista del mundo adoptada por la economía ortodoxa es considerada cada vez menos relevante por biólogos, químicos y físicos."

"En economía se da por sentado que la teoría pura describe cómo funciona el mundo en realidad. No se percibe la necesidad de contrastar esa teoría empíricamente".

P.ORMEROD, Por una nueva economía. Las falacias de las ciencias económicas, Madrid 1995, pp. 28.21.35.

 

2. ¿DÓNDE APARECEN LAS FALACIAS RELIGIOSAS DEL MERCADO?

Pasemos ahora a una especie de mapa-guía –incompleto como todos los mapas– pero que tal vez ayude a orientar a quien desee localizar falacias religiosas en el discurso económico acerca del mercado. La brevedad nos obliga a limitarnos a rápidas alusiones. Las comprobaciones más detalladas de cada punto, son una tarea, bastante entretenida, que no puede ser completada aquí.

2.1. LA INTENSA MESIANIZACIÓN DEL MERCADO EN EL DISCURSO NEOLIBERAL

Asistimos hoy, a nivel mundial, a una exacerbada retórica en torno a las virtudes ilimitadas del mercado. Se trata de un clima avasallador, de una oikumene mesiánica.

En la primera Revolución Industrial, como nos documenta Karl Polanyi5, "se dio un fenómeno parecido: el de la insistencia retórica en el carácter indiscutible de una buena nueva", de un "evangelio jubiloso": el "descubrimiento feliz" del paradigma del interés propio el cual, articulado a través de los mecanismos del mercado, aparecía como un camino seguro para el bien de todos, dispensando así de otros propósitos e intenciones referidos a metas sociales. Sin esto, enfatiza Polanyi, no se explica la tranquila asimilación del increíble número de víctimas de aquella pauperización tan intensa.

También hoy constatamos que las victimas y los excluidos (2/3 de la humanidad) no avalan las certezas de los neoliberales. Pero no basta constatar, es preciso analizar esta tranquila indiferencia, sin recurrir a moralismos que supongan maldad intencional. Cuando los opresores se sienten bienhechores es porque creen en un evangelio inconmovible. Este elemento está prácticamente ausente en los análisis que hace la izquierda, y se trata de una pieza fundamental. Remito, por razones de brevedad, al agudo análisis de F. Hinkelammert acerca de la utopización de las instituciones existentes y de los mecanismos del mercado, en el ideario neoliberal.6

J.K. Galbraith no duda de que se trata de una teologización:

"La retórica del mercado del conservadurismo de nuestros días está afincada, firme y muy efectivamente, en el interés económico; el compromiso económico con el mercado clásico, el modo como se lo explica, y su amplio y penetrante papel en la conciencia pública están vigorosamente al servicio de intereses económicos. Y toda esta retórica posee una cualidad teológica que la eleva muy por encima de cualquier exigencia de comprobación empírica."7

Luchamos pues con un verdadero credo. O con otras palabras, como le gusta repetir al mismo Galbraith, "el pensamiento económico es un sistema de creencias, con sus defensores de la fe".

Notese, sin embargo que la retórica neoliberal no tiene aceptación homogénea en cualquier parte del mundo. Por eso vale la pena analizar las particularidades de su exacerbación en América Latina, donde asistimos a un "show" constante de llamadas a los imperativos de la "racionalidad económica".

2. 2. LA CELEBRACIÓN TRIUNFALISTA DEL FRACASO DEL SOCIALISMO

Los medios de comunicación de Occidente, los círculos políticos conservadores, los discursos inaugurales de muchos presidentes de países latino-americanos (entre ellos, el presidente Fernando Collor) y un extenso número de artículos y libros de teóricos de la política y economistas no dudan en caracterizar todo el complejo proceso que atraviesan los países del "socialismo real" como un retorno, puro y simple, a la economía de mercado en el Este de Europa. Los acontecimientos del Este Europeo desencadenaron, en el exterior, un triunfalismo eufórico, con rasgos inocultables de entusiasmo religioso.

Hechos complejos, explicaciones simplistas

A este respecto ciertos sectores de la izquierda continúan centrando las explicaciones de aquellos hechos en las excrecencias burocráticas del centralismo planificador, en la inhibición de todo tipo de participación y en otros tópicos similares. Pero el papel central de la cuestión económica es ineludible.

Creo que si nos alegramos con el carácter inédito de los reordenamientos que suceden en aquellos países, no deberíamos eludir este punto central: el de su eficiencia económica.

Se trata, evidentemente de procesos en curso, con amplios márgenes de indefinición. Por eso, cualquier crítica de las falacias religiosas del citado triunfalismo no puede servir de pretexto para escapar al debate acerca de la necesidad de mecanismos de mercado, ampliamente vigorizados, y no tolerados casi marginalmente, en una economía eficiente. Esto significa enfrentarse positivamente, y no sólo negativamente, con la dinámica auto-reguladora del mercado.

Me parece que en el corazón de esta cuestión es donde aparecen las raíces más profundas de la religión del mercado. A saber, en el dogma de que el mercado es un todo indivisible, una especie de proceso circular autofinalizador, que no admite interferencias que dificulten su lógica autoconcluyente. Es decir: no admite ser rebajado al nivel instrumental, por ser un fin en si mismo.

Para erigir semejante dogma, el argumento más empleado parece ser el de que "nadie ha inventado todavía una economía más eficiente". Una vez afirmado esto, se imposibilita la pregunta: "eficiente en qué y para quien?". O sea, queda anulada la discusión sobre fines y metas sociales. La tantas veces citada "eficacia" da un salto trascendental y se mueve en las nubes, cuando debería estar referida a necesidades humanas concretas. Sospecho que, si no fuera porque, en los ex-socialismos "reales", estuvieron ya satisfechas algunas necesidades elementales de la casi totalidad de la población (cosa de la que estamos bien lejos por aquí), el problema de las urgencias inaplazables en el plano social no podría evaporarse hacia ese nivel tan etéreo de una eficiencia desligada de objetivos concretos.

Un par de ejemplos:

Ese nudo central religioso de la euforia pro-mercado tal vez puede ser encontrado en muchos pronunciamientos surgidos en el Este de Europa. He aquí dos ejemplos. El primero, de Leszek Balcerowicz, hasta hace poco ministro de finanzas de Polonia. El segundo de Vaclav Klaus, ministro de finanzas de Checoslovaquia:

"Decidimos crear una economía de mercado en Polonia, no por razones doctrinarias –espero que nos hayamos despedido de ellas para siempre– sino porque nadie inventó hasta ahora una economía más eficiente".

"Necesitamos una economía de mercado sin más adjetivos. Cualquier compromiso haría todavía más complejos los problemas que tenemos. Buscar una así llamada tercera vía es una locura. Ya tuvimos una experiencia de ello cuando, en los años 60, buscamos un socialismo con rostro humano. No funcionó, y tenemos que ser rotundos cuando decimos que ya no esperamos una versión más eficiente de un sistema que fracasó. El mercado es indivisible. No puede ser reducido a un instrumento en manos de los planificadores centrales".8

2. 3. EL DISCURSO SOBRE EL "FIN DE LA HISTORIA"

Hegel retorna. Se reencarnó, esta vez en una especie de mago de las metáforas definitivas: Francis Fukuyama. Llegamos al "fin de la historia". Ya tenemos, en las manos y en el corazón, el ideal perfecto que gobernará al mundo en el futuro. Acabó la imprevisibilidad de la historia. Pasamos a vivir en un mundo post-histórico. Un apocalipsis feliz, sin los sobresaltos de las clásicas visiones apocalípticas.

Pero él nos aclara:

"El fin de la historia no significa el fin de los acontecimientos mundiales, sino el final de la evolución del pensamiento humano respecto a los principios orientadores"... "Es el término de la evolución ideológica de la humanidad y de la universalización de la democracia liberal occidental como forma última de gobierno humano".

Hegel había hablado del "fin de la historia" en el sentido de que por fin surgirá de modo definitivo una "vanguardia de la historia humana". Descubrió que esa conciencia de haber alcanzado "el fin de la historia" era indispensable para sustentar el estado moderno. Y ¿en que vio Hegel concretada la vanguardia definitiva? En el estado napoleónico y en la monarquía prusiana. La idea de vanguardia atraviesa también el discurso de Fukuyama. Pero él añade algo nuevo, un "suplemento" evangélico, no tan explícito en Hegel: estamos entrando en la era del igualitarismo como promesa/certeza irreversible.

Por eso insiste tanto en la dinámica igualitaria del mercado y en la tendencia democrático-igualitaria del capitalismo.

Ya es sabido que la reanudación del discurso sobre el "fin de la historia" por Fukuyama, desató una discreta polémica. Pero siempre "dentro de un orden". Molesta su capacidad significante. Pero no sé si llega a chocar su significado concreto de que, al menos por ahora, cualquier mesianismo alternativo "tiene menos posibilidades de renacer" (Fukuyama): pues en este punto ya hubo antes muchas tesis coincidentes ("fin de las ideologías", etc).

Si atendemos a lo esencial, todo estaba ya afirmado en las características de "descubrimiento" (del mejor camino), que los economistas atribuyen incansablemente, al paradigma del interés propio y del sistema de mercado. Sólo las voces del Tercer Mundo han sido bastante más cáusticas al analizar el discurso de Fukuyama quien, para dar ejemplo, se dio de baja por algún tiempo, del Departamento de Estado, para ampliar su tesis en un libro.9

2. 4. UNA LÓGICA DESPREOCUPADA DE LA MAYORÍA DE LA HUMANIDAD

Uno de los aspectos religiosos de nuestro tema reside en la insensibilidad, en esa erosión profunda de la solidaridad humana, que hizo mella en amplios sectores de los que ejercen el poder. ¿Puede ser esto explicable si no se considera que, detrás de ello, hay ídolos dignos de confianza?

Es un punto sobre el que ya han escrito muchos. Dos tercios de la humanidad están cada vez más al margen de las preocupaciones de los grandes. Para ser breve, resumo la visión que tiene del tema F. Hinkelammert:

1. La crisis del socialismo debilita todavía más al Tercer Mundo en el sentido de que su aislamiento se hace mucho mayor, ya que el Norte está preocupado sólo con el Norte. Pero en los 2/3 de la humanidad abandonados ahora en este aislamiento, lo que está amenazado de forma nueva es la supervivencia de la misma humanidad como un todo.

El capitalismo puede volver a ser puro capitalismo: ya no teme a ningún sistema alternativo; no necesita hacer concesión alguna.

2. Los países centrales del Primer Mundo necesitan todavía de los países del Tercer Mundo (como exportadores de capital y materias primas y suministradores de trabajo barato), pero ya no necesitan a la mayoría de la población del Tercer Mundo, que pasó, en buena medida, al papel de no aprovechable.

La deuda del Tercer Mundo se ha transformado ahora en instrumento para dictar e imponer políticas económicas en conformidad con los intereses de los países centrales.

3. Se considera que la única posibilidad de desarrollo para los países del Tercer Mundo, es una forma de sujeción obligada al mercado mundial: por tanto, cualquier tentativa de integración un poco autónoma y eficiente, dentro del sistema de mercado mundial tal como es, pasa inmediatamente a ser considerada por los países centrales, como una amenaza. Otro Japón, ¡jamás! ¿Cómo podrían ellos admitir un caso-Japón del tamaño del Brasil o de la India?10

¿Quien mató al pueblo?

Hace poco más de dos años, un crítico literario norteamericano prologaba una antología poética con un ensayo titulado "Quien mató a la poesía?". Y su respuesta fue, en síntesis: Los propios poetas.

El año pasado –no sé si haciendo eco de aquel texto o no, pero existe una relación sugerente...– el administrador-asistente de la USAID, Richard E. Bissel, publicó un artículo titulado "¿Quien mató al Tercer Mundo?". La respuesta era análoga: las ideologías tercermundistas. El autor constata que muchos "sienten, como una pesadilla, que los pobres y hambrientos del Tercer Mundo estén siendo abandonados al borde del camino, sin recursos y sin causa que atraiga la atención del resto del mundo".

Pero enseguida pasa a echar toda la culpa de tal situación, a las tentativas autonomistas, etc. del Tercer Mundo. Quisieron encontrar caminos propios, se resistieron a integrarse en la "amplia competitividad" del mercado mundial:

El verdadero fracaso del movimiento tercermundista es psicológico. Al acusar al resto del mundo de los males de los países subdesarrollados, esa gente quedó marginada, amargando más su impotencia".11

Pero lo que más me impresionó de este artículo fue el lenguaje, de inequívocos tonos religiosos, en que se hacía la propuesta para salir del atolladero: en apenas dos páginas aparecen seis compuestos verbales en torno al concepto "confianza". Acepten el "mundo como es"; vean en el resto del mundo, es decir, en el mercado, el "catalizador de la confianza"; sólo existe un único proceso global de interacción de la confianza; se trata de confiabilidad y confianza en términos económicos, etc.

Como es sabido, este tipo de aura religiosa es la que envuelve los famosos "ajustes estructurales" a que nos vemos forzados. Con un lenguaje de apariencia estrictamente económica, la dogmática de este purgatorio de ajustes se refiere a:

— recortes profundos en los gastos públicos,
— eliminación de los déficits,
— política monetaria restrictiva,
— desmantelamiento de las barreras nacionales para atraer capital exterior,
— recorte de los subsidios sociales, eliminación de barreras comerciales,
— incentivos a la exportación, etc.

Y todavía hay otro lenguaje, mucho más repleto de toques mágicos, que se refiere al clima necesario para todo eso: choques de capitalismo, crear una cultura capitalista, y los innumerables giros verbales en torno a la palabra mágica "modernización". En este contexto, es donde se insertan, invariablememente, los "sacrificios inevitables".

Ahora bien: después de años de ajustes penales, el propio Banco Mundial ya no puede ocultar los resultados:

— han aumentado las desigualdades sociales,
— se ha favorecido todavía más la concentración de la renta,
— no se han logrado avances en el crecimiento económico en términos de PIB,
— al contrario, la recesión –contemplada siempre como un sacrificio transitorio, aunque necesario– se extiende,
—no se frenan los daños ecológicos,
— e incluso en virtud del propio empobrecimiento, la participación popular queda seriamente perjudicada, cuando no excluida.

¿Cómo explicar que, en semejante contexto, todavía rebroten nuevos tipos de populismo? Vale la pena analizar la magia populista de nuevo estilo, que consigue agrupar, en una constelación de discursos, un entusiasmo incondicional por el mercado... y la promesa de que no se entregará a sus mecanismos la solución de los problemas más angustiosos del pueblo.

Cuando salta a la luz la contradicción, en momentos de dificultades cruciales, se echa mano de una conocida treta mágica: la responsabilidad en la solución de las emergencias se juega en una difusa participación de todos.

2. 5. LA NATURALIZACIÓN DE LA HISTORIA

En el lenguaje económico del mercado aparecen, a todas horas, saltos hacia lo trascendente. Esos saltos tienen una impronta religiosa como puso de relieve Marx en su teoría del fetichismo. El salto de la historia a la naturaleza es uno de los más frecuentes. Tanto la publicidad como el lenguaje de los economistas, están repletos de esos saltos. Existe incluso el "doble salto": un primer salto, de la historia a la naturaleza, que puede quedar implícito en un segundo salto, cuando es nuevamente la historia la que permite a la naturaleza retornar por fin a sí misma.

Sólo un ejemplo: la promoción televisiva de la publicidad clasificada de un periódico sigue un movimiento pendular; sin los anuncios clasificados la ley natural del péndulo queda bloqueada; sólo vuelve a funcionar con la intervención (histórica) de los clasificados.

Atendamos al diálogo de un film que desvela este proceso de naturalización de la historia. Se trata de Rollover (título brasileño: Amantes y finanzas). Se desata un pánico financiero, quiebran los bancos, los árabes retiran sus capitales... Y todo porque alguien quiso purificar las reglas del juego, eliminando privilegios.

Cuando el ciclón ya rugía, el mandamás le dice al "culpable":

— "Todo porque usted quiso detener una cosa que no puede ser detenida. Atención a esto, Hub, el dinero y el capital tienen vida propia. Son una fuerza de la naturaleza. Como la gravedad, o el océano. Van a donde quieren. Lo que ocurrió con las acciones, o con el oro era inevitable. Estamos simplemente siendo arrastrados por la marea.

Ahora le pregunto: ¿Quiere usted que todo funcione como un misil sin dirección? ¿O que quede en manos de gente responsable? Mantenga la cosa en silencio. El dolar se va a mantener. Confíe en mí. El sistema es óptimo, con tal que no se desate el pánico. Cuento con usted, Hub".

Como se puede percibir, también en este diálogo el salto es doble. Todo es naturaleza. Pero sin los que saben cómo hacer las cosas, el curso natural de las mismas se transtorna. Por algo Marx calificó al capitalismo de "religión de la vida cotidiana". Porque es en lo cotidiano donde la gente "sigue la ola" y "se deja arrastrar por la marea".

2. 6. ES PRECISO ENTENDER QUE SE TRATA DE UN EVANGELIO

No voy a extenderme aquí sobre lo que ya analicé en varios escritos. Sólo un apunte.

Gran parte del lenguaje de las izquierdas es moralista y maniqueo. Es necesario comprender mejor que estamos tratando con portadores de un evangelio, una "buena nueva", entendida como benéfica para todos. Los tachados de opresores tienen la certeza personal profunda de que son benefactores. Al paradigma económico burgués se le da un carácter evangélico desde sus orígenes. Un evangelio extraordinariamente vigoroso, porque se profesa en nombre de leyes naturales y garantiza resultados beneficiosos para todos.

Entre las innumerables ilustraciones posibles, recurro otra vez a fragmentos de un diálogo de película. Me refiero a Network [título brasileño: Red de intrigas, de Sidney Lumet, EUA, 1976; agradezco la pista a un amigo/alumno, Sergio F. Valle].

Se trata de un film sobre el poder de la TV, en el cual se unen la crítica al medio ("ese aparato es el evangelio") y al mensaje (el "evangelio económico"). Un presentador famoso denuncia a los poderes económicos. Y un patrón poderoso (Jensen) decide comprarle para predicar el evangelio correcto.

Omito los detalles fantásticos del lenguaje de la imagen. He ahí algunos fragmentos del imponente discurso con el que se confiere la misión de evangelizar:

— Jensen [el jefe]: "Usted se enfrenta a las principales fuerzas de la naturaleza, Sr. Beale, y eso no puede ser. ¿Está claro? Usted piensa que solamente impide la realización de un negocio, pero no es así. Los árabes sacaron miles de millones de este país. Van a tener que devolverlos. Es el flujo normal, como la gravedad y las mareas y el equilibrio ecológico. Usted es un ingenuo que todavía piensa en términos de naciones y de personas. No existen naciones, no existen personas, ni rusos, ni árabes (...).

Sólo existe un único, un único sistema de los sistemas. Existe tan sólo un entramado, un dominio multinacional de los dólares, petrodolares, marcos, yenes (...). Es un sistema internacional de las monedas que determina la totalidad de la vida en ese planeta. Ese es hoy el orden natural de las cosas. Esa es la estructura atómica, subatómica y galáctica de las cosas que existe en este momento. Usted se enfrentó a las fuerzas principales de la naturaleza, y va a tener que pagarlo. ¿Me explico, Sr. Beale? (...)

No vivimos ya en un mundo de naciones e ideologías, Sr. Beale. El mundo es un conjunto de empresas inexorablemente determinadas por las leyes inmutables de los negocios. El mundo es un negocio, Sr. Beale (...). Una vasta y ecuménica empresa holding, para la que todos los hombres trabajarán para servir a un lucro común (...) en el cual todas las necesidades serán satisfechas, todas las ansiedades apaciguadas, todo aburrimiento satisfecho. Yo le escogí Sr. Beale para predicar este evangelio [Primer plano de Jensen, gesto de imposición de manos].

— Beale: ¿Por qué yo?

— Jensen: ¡Porque usted trabaja en la televisión, estúpido! Sesenta millones de personas le contemplan todas las noches, de lunes a viernes [aureola de luz en la cabeza de Jensen].

— Beale: ¡He visto el rostro de Dios!
— Jensen: ¡Quizá tenga razón Sr. Beale!"

"Un ejemplo muy simple: en los EEUU se gastan alrededor de 60.000 millones de dólares (7,4 billones de pesetas) al año en productos de belleza. En Gran Bretaña, más de mil millones de libras se destinan a comida para animales de compañía. Y eso a pesar de que en ambos países se le recuerda sin cesar a la ciudadanía que no hay más dinero para una mejor sanidad pública o una mejor educación pública".

P.ORMEROD, o.c. p.41.

2. 7. IDOLATRÍA Y SACRIFICIALISMO

Hay una serie de reflexiones ulteriores, que considero significativas para nuestro tema, pero que no puedo repetir aquí. En algunos de mis libros y artículos recientes me dirigí a lectores e interlocutores interesados tal vez en otros enfoques analíticos muy concretos: ¿qué es lo que ha sucedido en el seno del sistema del mercado, que pueda suponer un profundo remodelamiento de la religión y especialmente del cristianismo? Voy a tratar de iluminar, desde lo hondo de los supuestos implícitos del sistema de mercado, unos temas decisivos a los cuales aludo rápidamente.

1. El hombre

Un nuevo evangelio acerca del ser humano. Manojos de pasiones e intereses, los seres humanos no crean instituciones basadas en el amor y la entrega generosa, a no ser en contextos comunitarios muy reducidos; son sólo los intereses los que mandan en las sociedades complejas, principalmente en el plano de la economía; es mejor apostar por el interés propio de cada uno, que en sujetos ideales dispuestos al amor desprendido. Pues bien: la jubilosa noticia del paradigma económico del mercado es que "se ha descubierto" que un egoísmo estimulado por la competitividad en el mercado, es el único altruismo seguro y viable.

2. El mandamiento nuevo

Secuestro y redefinición del "mandamiento nuevo" del amor al prójimo. Reformulado como la "buena noticia" de que más vale apostar por los intereses de cada cual, sin exigir –incluso para que no estorben el proceso– ninguna intención generosa en relación a los eventuales beneficios para el prójimo. Pues del seno de los mecanismos del mercado brotarán, espontánea e infaliblemente, resultados universalmente beneficiosos para todos.

3. Dios

Alteraciones significativas en la idea de Dios. Ahora se trata de un "deus absconditus", un misterio dinámico que actúa en el interior de los mecanismos de mercado, asegurando la dirección benéfica de la autorregulación del mercado. Basándome en el concepto bíblico de idolatría (recurso a símbolos religiosos para atentar contra la vida y para oprimir) denunciaba en aquellos escritos la presencia de un ingente proceso de idolatría en la economía de mercado. No que sea la única idolatría existente. El centralismo planificador conduce a otro tipo de idolatría. Tampoco es ésta la única evaluación factible acerca del mercado. Pero, si los ídolos son los dioses de la opresión, y si su exigencia de sacrificios es implacable, es hora ya de pensar seriamente en las implicaciones de estos dos temas: idolatría y sacrificialismo.

En suma, toda aquella reflexión culminaba en tres temas-eje, relacionados con el carácter religioso del mercado: idolatría, sacrificialismo y concepción de la fe cristiana como una coincidencia con la óptica del Dios de la vida, que escucha el clamor de las víctimas. Sin liberación de la teología no puede haber teología de la liberación.12

"La principal característica de la economía de mercado es que su objetivo no es producir bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas, sino mercancías para ser vendidas y obtener un beneficio."

J. ALBARRACÍN. La economía de mercado, Madrid 1991, p. 19.

 

3. SISTEMAS AUTO-REGULADORES Y OPCIONES SOLIDARIAS CONSCIENTES

Son muchos los puntos que han quedado sueltos en la reflexión hecha hasta aquí. No tengo la pretensión en esta breve parte final de poder unirlos, en un todo coherente y transparente. Pero sí quisiera precisar un poco más algunos desafíos. Espero que el lector no se frustre si los dejo pendientes, sin respuestas conclusivas. Creo que no es posible dar esas respuestas sin la inmersión de cada uno de ellos en contextos históricos concretos.

CUESTIONES PARA PROFUNDIZAR

  1. ¿Qué es lo que hace importante, sobre todo hoy, la percepción de las falacias religiosas del mercado?

Hay, por lo menos, tres razones.

Primero, vivimos en una coyuntura de exacerbada mesianización del mercado, de utopización de los mecanismos institucionales de la economía de mercado, considerados por muchos como un todo indivisible, que funcionarían en niveles óptimos cuando no los interfieren instancias externas.

Segundo, semejante utopización del mercado subsume, esto es, introduce utópicamente en el propio mercado, la cuestión de la solidaridad humana fundamental, dejando aparte sólo algunas suplencias caritativas emergentes. O sea, el sistema de auto-regulación devora, substituye y, por tanto, elimina las opciones solidarias conscientes.

Tercero (tal vez el aspecto más sacrificial de esa idolatría), para los excluidos de la lógica del mercado, este no prevé garantía del mínimo vital, ya que no son contemplados como agentes activos de la economía. Esto quiere decir que su dignidad y sus derechos humanos básicos no están contemplados en la lógica del mercado.

Desde la teología y la fe cristiana hay, obviamente, otros motivos peculiares para insistir en este análisis. Cada uno de estos temas exige una profundización.

2. ¿Hay riesgos en este tipo de crítica al mercado?

Veo algunos. Primero, que la crítica se convierta en rechazo puro, cayendo, tal vez, en el simplismo de utopizar direcciones centralizadas de la economía. Segundo, que se evite profundizar en los aspectos positivos de la auto-regulación, fijándose sólo en su dinámica excluyente. Tercero, que se permanezca tan obsesionado en la crítica al carácter religioso del mercado que se olviden otros enfoques.

3. ¿Cuales serán las cuestiones antropológico-políticas, "candentes" e inevitables para quien se abre a este tipo de análisis?

Diría que, en términos generales, son las que se refieren a la posibilidad y a los límites de que los hombres (individual o colectivamente) se vuelvan sujetos conscientes y responsables de su historia, teniendo que servirse, al mismo tiempo, de mecanismos institucionales que tienden a funcionar con una relativa autonomía, y a establecer procesos auto-reguladores. Ese tipo de mecanismos tiende a crear oportunidades, pero también serias limitaciones para el obrar humano consciente.

En otras palabras: se trata aquí de la complicada relación entre utopía y proyecto histórico. Toda institucionalización limita el horizonte utópico, ciñéndose a un camino de opciones (conscientes o no) que se relacionan con lo que se considera factible. Siempre que unos mecanismos institucionales sean declarados perfectos, y tenidos como la única solución, se obturará el horizonte utópico, utopizándose el "status quo" de los mecanismos institucionales puestos en acción en el presente.

Pero en esa relación dialéctica entre utopía e instituciones o proyectos, se corre también el riesgo de utopizar ideales totalmente desvinculados de la historia presente, perdiéndose "el suelo nuestro de cada paso".

Creo que en apretada síntesis, hay tres "modelos antropológicos" con los cuales nos confrontamos actualmente, en lo que se refiere a proyectos históricos o a la manera de encarar tales proyectos.

— Primero, los que apuestan por el ser humano generoso "amorizable" capaz de toda entrega a los demás, en resumen, consciente y siempre más concientizable porque se le define a partir del don de sí a los demás.

— Segundo, los que, en el extremo opuesto, solamente apuestan por el interés propio como motor del obrar humano.

— Tercero, los que creen que el ser humano cuando está inmerso en instituciones complejas, no puede dejar de estimular por un lado, su interés propio (ya que otros fatalmente activarán el suyo), pero, por otro, permanece abierto a exigencias de solidaridad, no sólo en gestos individuales, sino en proyectos solidarios institucionalizados, fomentados mediante una suma de consensos colectivos.

4. ¿Cual es el grado de fiabilidad del ser humano como sujeto activo en proyectos solidarios? ¿Está dotado de disposiciones permanentes para no olvidar a sus semejantes?

Esta es la cuestión donde las respuestas divergen esencialmente según los "modelos antropológicos" antes expuestos. Si se niega esa disposición solidaria, se apostará por mecanismos institucionales que no la requieran como elemento intencional, y se pasará a insistir en que la auto-regulación de estos mecanismos institucionales ya produce automáticamente efectos solidarios (el mercado).

Si esa disposición solidaria es elevada a esencia del ser humano, incluso en su comportamiento en el interior de instituciones complejas, se legitiman lógicamente instancias de mando encargadas de canalizar esa disponibilidad solidaria, con la cual se supone poder contar en todo momento (planificación central).

Si, en el intermedio, esta disposición solidaria es vista como limitada, y acompañada también de un interés propio muy real, los proyectos históricos viables tienen que tomar en cuenta y calibrar según las circunstancias, el potencial conjunto de ambos elementos definitorios del ser humano (planificación con mercado - mercado con planificación).

Todo eso, obviamente, suena como muy abstracto, porque nos estamos moviendo al nivel de criterios muy generales. Diría, en síntesis, que no podemos ignorar que existe un conflicto muy profundo entre las diferentes concepciones antropológicas vigentes en el mundo de hoy.

5. En resumen, ¿existen circunstancias en las cuales el ser humano abandona radicalmente la solidaridad con sus semejantes y se convierte en un animal totalmente insensible y cerrado a la solidaridad?

En cuanto al "totalmente" francamente, no lo sé. En cuanto al comportamiento predominante, ciertamente se dan situaciones donde esto acontece. De forma transitoria, pero no por eso menos brutal, esta cerrazón radical se verifica, a niveles inferiores, en condiciones agudas de miedo, hambre y miseria extremas. Incluso la televisión nos ha mostrado, recientemente, varias situaciones de este tipo.

Vale la pena meditar mucho sobre las rupturas de solidaridad cuando tales condiciones se prolongan.

Pero pienso que existe también este tipo de cerrazón radical y de pérdida total de la sensibilidad solidaria en condiciones donde no hay carencias materiales o presión psicológica extrema. Creo que la religión del mercado da cobertura ideológica a este tipo de insensibilización.

6. ¿Estaría ahí el motivo más poderoso para discernir, agudamente, las falacias religiosas del mercado?

Pienso que sí. No podemos resignarnos a aceptar que los hombres se cierren a un reconocimiento, activo y efectivo, de la dignidad humana plena de todos los demás seres humanos de este planeta. Un mercado ilimitado podría arrastrar a ese tipo de erosión fatal de las potencialidades solidarias de los hombres. Da miedo esa perspectiva de sacrificios sin límite exigidos por el ídolo del "Capital".

Organizar la esperanza significa no abandonar las opciones solidarias conscientes, a ningún sistema auto-regulador.

 

PARA CONTINUAR REFLEXIONANDO

Algunas frases

La primera, del ya citado Vaclav Klaus, ministro de finanzas de Checoslovaquia, que afirmó que el mercado es indivisible:

"Nosotros quisimos crear el hombre nuevo, que ya no tuviese ansias egoístas. Me temo que no sea posible".13

La segunda, de Zbigniew Brzezinski, ex-secretario de Defensa de los USA, al final de su libro sobre el colapso del socialismo:

"He aquí la lección básica: la planificación social utópica está fundamentalmente en conflicto con la complejidad de la condición humana, y la creatividad social florece mejor cuando el poder político es limitado".14

La tercera, del pensador italiano Enrico Chiavacci:

"El problema Norte-Sur, ese foso o abismo, como Juan Pablo II lo califica en la Solicitudo rei socialis, es evidentemente un problema estructural: sin un profundo cambio en la manera como el Norte concibe la actividad económica, no hay esperanza alguna para el Sur. Dentro de la lógica del mercado, como regulador primario de la dinámica económica, los cambios estructurales necesarios son imposibles e incluso impensables. Dentro de la lógica del mercado, el discurso sobre la solidaridad pierde completamente su sentido".15

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