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Cultura e Identidad uruguayaCarnaval 2003
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Hace veinte o veinticinco años, cuando era todavía una niña, mis padres me llevaban al corso de “8 de octubre.” No sé si había algún otro, aparte del principal por “18 de Julio”.
Recuerdo con detalle extremo a los cabezudos -por aquel momento muy poco atractivos: muñecos grandes de papel y engrudo, siempre deformes y mal armados- que aparecían perdiendo el equilibrio y amenazando caerse sobre el público, que acompañaba gritando.
Entonces era Dictadura, y a la gente cualquier cosa le servía para salir a la calle y juntarse.
También por aquella época ya me habían enseñado en casa que si necesitaba algo no recurriera al “policía más cercano”, como pregonaban los libros de texto que los niños argentinos usaban en la escuela y mi tía Teresa me regalaba inocentemente.
Era la época en que en mi Escuela nos prohibieron bailar, después de mucho haberlo ensayado, el Minué “Montonero” ante el embajador argentino (en una muestra de ignorancia y asociación seudo-histórica propia de la época)... y cuando me censuraron la proyección de las diapositivas del cuento “El soldadito de plomo”, porque este termina fundido en el fuego de una estufa de leña: tal vez ellos entendieron que lo tiraban al fuego por su condición de soldado...en fin : los fantasmas que uno ve siempre son los propios miedos.
Nunca entendieron que el soldadito deforme y la bailarina linda se funden en el fuego amándose, a pesar de la maldad de quienes no los aceptaban por diferentes y “obscenos.”
La pobre maestra directora de la Escuela, esposa de un militar, debe haber temido por la vida de su uniformado.
Hoy tengo, apenas, unos años más.
Mi sobrina de nueve años puede ir al desfile de Ramón Anador disfrazada para participar, puede anotarse en la comparsa o simplemente mirar. Ella prefiere esto último; hija de un par de carnavaleros (murguista y bailarina), cultiva un perfil bajo y prefiere la sobriedad.
Ella no conoce aquellas censuras.
Es un dato irrefutable que ha sido el gobierno municipal de los últimos quince o tal vez diez años quien generó de forma intencionada este retorno de la tradición de los corsos barriales.
Y como se ha buscado que esto sea un festejo en donde haya espacio para mucha gente, puede desfilar la comparsa de la zona pero también el cuadro de baby fútbol, el club de abuelos, o la Murga que se armó en el Colegio de Hermanas al que homenajean en el nombre (“La Lujanera”)... vale la pena animarse y estar cerca.
Agradecidos los vendedores que se hacen una extra: allí aparecen caretas, papelitos y manzanas acarameladas.
Y felices todos, porque los cabezudos ya no nos asustan.
Debe ser porque crecimos.
El
Carnaval 2003
Carnaval de Montevideo
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Edición Internet 2003: Guillermo Font
Guillermo Font - ELECTRICISTA
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