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Carlos Gardel (II) |
(Extractado de Internet: TIEMPO DE TANGO Boletín de la Secta del Cuchillo y del Coraje - Nº 5 - Colombia)
Nelson Bayardo responde
desde Montevideo la carta de José Gobello publicada en nuestro número anterior
y, de carambola, la de Hugo Cardey en este número:
«El Sr. Gobello (autoridad tanguera que yo no soy) dice que "le duele que para
demostrar que Gardel era uruguayo, se ponga en la picota a doña Berta".
Tratándose de dolores, a mucha gente le duele también que para afrancesar a
Gardel, gratuitamente se le acuse de haber falsificado su documentación
(jurídicamente perfecta y jamás cuestionada en acto oficial alguno) y lo peor,
se le transforme en traidor a su patria (si hubiere sido Charles Romuald, que no
lo era, lo que es peor aún) al acusarle de "desertor".
En mi artículo del Nº 5 de Tiempo de Tango se explica sin mencionar a doña
Berthe como testigo, pero sí a prominentes figuras del tango, no adictas a la
historia uruguaya -Cátulo Castillo, Terig Tucci, Isabel del Valle, Manuel
Sofovich, Manuel Pizarro, etc., etc.-, haber recibido declaraciones de Gardel
que lo sitúan como "cincuentón" en 1935, con lo cual se desploma el imposible
1890, año en que nace en Toulouse Charles Romuald.
Si como dijo el cantor argentino Roberto Maida, "doña Berta regenteaba una
pensión de muchachas", o se publica en Club de Tango (Buenos Aires, mayo de
1994) -y documentado por expediente oficial- que la casa Jean Jaurès 735 era un
prostíbulo, y que "Gardel compró esa casa para que viviendo en ella,
desapareciera la desfavorable actividad de su madre adoptiva", ni es problema de
la tesis uruguaya, y tampoco contribuye a demostrar lo que hoy se acepta
universalmente luego de los Congresos Mundiales de Cuba y México: la
orientalidad de Gardel, que no implica negar sea Buenos Aires su patria
artística.
Dejando dolores aparte, reconozco no termina de sorprenderme que una de las
partes más débiles de las letras de tango, o sea, que la mera condición de
'madre' actúe como detergente de "pecadillos femeninos" (que pueden ser
atribuibles a solteras, casadas, viudas o divorciadas, y madres o no, incluyendo
vírgenes), le haya sido trasladada a la Sra. Gardes por el mero hecho de que se
haya creído era la madre del cantor, que por otra parte -seamos maduros por una
vez- fue a su vez un hombre de carne y hueso, y por tal, expuesto a las luces y
las sombras como todo mortal. Criterio aplicable por otra parte a la Sra. Gardes.
Ahora sí: que doña Berthe, en su reportaje de La Canción Moderna (Buenos Aires,
junio 6 de 1936) dio pruebas terminantes de la existencia de dos niños, eso
nadie lo duda: por un lado Carlitos, un vagabundo que vivía fugándose del hogar
y faltando días enteros y, además, que de niño, "no entendía francés", y por
otra parte Charles Romuald, cuyo certificado de 10 puntos en todas las materias
fue entregado para su publicación, y que obviamente nacido en Francia, en medio
de familia y vecinos franceses, y con madre -doña Berthe- que declaraba "hablaba
mal el español", debía de hablar francés perfectamente. Y por si fuera poco el
error de exhibir fotos de los dos niños que se pretendía edificar: Carlitos, ya
insinuando el hombre obeso de 117 kg. en 1917, y Charles, delgado, barbilla en
punta, y que poco tenía que ver con el otro. Si esos errores la ponen en la
picota para la "historia oficial", ya es otra cosa».
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