vecinet No. 1.097 – Especial 17 de FEBRERO 2016

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[Montevideo] Radio Comunitaria Vilardevoz, la radio como espacio para la rehabilitación psiquiátrica
http://www.elobservador.com.uy/vilardevoz-la-radio-como-espacio-la-rehabilitacion-psiquiatrica-n866674
     La radio de pacientes del hospital Vilardebó lleva 18 años emitiendo pero, aún hoy, hay profesionales que no la conciben como un apoyo para los pacientes...

Las medidas a tomar para combatir al Aedes aegypti
http://www.republica.com.uy/las-medidas-a-tomar-para-combatir-al-aedes-aegypti/558302/
     El MSP reiteró una serie de acciones a llevar adelante para lograr controlar al mosquito transmisor, el Aedes aegypti...

Aedes Aegypti : Ministro de salud explica por qué la fumigación no es efectiva
http://www.msp.gub.uy/noticia/aedes-aegypti-ministro-de-salud-explica-por-qu%C3%A9-la-fumigaci%C3%B3n-no-es-efectiva

     “Los criaderos de mosquitos no son afectados por la fumigación”, afirmó. “Fumigando, no logramos que esos  200 a 300 huevos que cada mosquito produce en los criaderos sean eliminados”, aclaró.
El ministro recordó que “la única forma de eliminar los criaderos es que cada uno en su domicilio elimine todo tipo de recipientes rígidos que queden en el exterior, capaces de acumular agua de lluvia, que es donde se generan los criaderos”.
“Eso es la única tarea efectiva para prevenir Dengue, ChiKungunya y Zika”, remarcó...

[Tacuarembó] “Patria Gaucha es excelente carta de presentación de la marca Uruguay Natural
https://www.presidencia.gub.uy/comunicacion/comunicacionnoticias/patria-gaucha-kechichian-mintur-darosa
[Tacuarembó] Documental - Fiesta de la Patria Gaucha
https://www.youtube.com/watch?v=SYXkWNASPFA
[Tacuarembó] Ranchos - Fiesta de la Patria Gaucha 2012
https://www.youtube.com/watch?v=RDMPn9M72iY

 

Las mujeres ¿dónde estaban?

 
19- Las compañeras de FUNSA(*)
     por María Julia Alcoba Rossano [vecinet]
     La Negra Espronzato, me invita a su casa a tomar mate. Cuenta que ella nació en Canelones y vino a Montevideo a trabajar, como tantas muchachas.
     -Yo salí de entre los terrones, a trabajar en lo que fuera, o sea de domestica. Pero tuve la suerte de que una vecina me avisara que en FUNSA estaban tomando mujeres. Yo no sabía nada de fábricas, pero me dijo que se ganaba muy bien. Eso me entusiasmó. Lo malo, me advirtió, era que te tomaban y antes de las cien jornadas te despedían. Pero la oportunidad no se podía desaprovechar.
     Se presentó en la puerta de la fábrica y quedó muy impresionada. Era muy grande, no la podía comparar con ningún galpón que hubiera visto antes. En ese momento una sirena anunciaba la salida de un turno. Le pareció un hormiguero de tamaño desproporcionado. Todos caminaban de prisa, hombres y mujeres, vestidos de azul, de “brin sanforizado”. No sabía a quién preguntar, ni que hacer, se sintió muy pequeña...
     FUNSA era una gran fábrica de manufactura de caucho. Allí se hacían botas, zapatos de goma, neumáticos…
     Se le acercó una muchachita, flaca, larga y mal vestida que había estado recostada a la pared, observando el mismo espectáculo. Le preguntó, casi temblando:
     -¿Aquí es FUNSA?
     -Si.
     La otra estaba en la misma que ella: buscando trabajo.
     Entre las dos se las ingeniaron para preguntar y encontrar la puerta de entrada. Descubrieron el cartel en que una flecha indicaba donde estaba la oficina de personal. Allí llegaron con una amistad de cinco minutos, que les daba mucha seguridad.
     -Estoy nerviosa.
     -Yo más.
     Se acercaron a una empleada y le preguntaron, carraspeando:
     -¿Aquí toman gente?
     Sacándose los lentes, la empleada contestó con otra pregunta.
     -¿Cuántos años tienen? Se está apuntando a las mayores de dieciocho. ¿Tienen cedula de identidad?
     -Si -dijo la Negra. Echó mano al bolsillo y puso su documento sobre el mostrador.
     -No contestó la otra con poca voz y dando un paso hacia atrás.
     -Entonces sácala y vení otro día -dijo, desinteresada, la empleada.
     -No estoy apuntada en el Registro Civil, mis padres no están casados. Mejor dicho: no estoy reconocida - o dijo casi como una confesión.
     La empleada siguió escribiendo. La joven dio media vuelta, dispuesta a irse.
     -Espérame un poquito, no te vayas -le pidió la Negra.
     Al poco rato la Negra salió como borracha de alegría:
     -¡Me tomaron!
     Afuera la esperaban los ojos húmedos de la muchacha.
     -Mis padres no me apuntaron cuando nací y no sé cómo lo tengo que hacer.
     -No te preocupes. ¿Cómo te llamas?
     -Luisa
     -Vamos a preguntar. Tenemos que ir hoy, porque mañana empiezo a trabajar. Vamos. No podés estar sin documentos en Montevideo.
     Luisa no pudo entrar esa semana, los trámites llevaron varios días.
     -Hacía un calor terrible, ese verano. Entré en 1947, yo era una muchachita. Todo lo nuevo da un poco de miedo, el olor tan fuerte a caucho, el ruido, la gente que te observa y que todavía no conocés…
     La Negra, sacó un poquito de yerba y acomodó la bombilla.
     -Las nuevas entran y salen todas juntas, se esperan para darse ánimo. Vos ya sabés -esquivó la mirada y sonrió-. Aunque no lo creas, yo era tímida.
     En 1952 la Negra y Luisa seguían siendo amigas. Hacía cinco años que trabajaban en el mismo turno. La Negra trajo a una hermana más chica a trabajar a Montevideo, que entró en PHUASA una fábrica textil y unos meses después, trajo a un hermano que consiguió entrar en ANCAP.
     Los padres, desde Canelones, les mandaban una vez por semana bolsos con frutas, verduras y cordero. De esos paquetes algo iba para Luisa, que tenía muchos hermanos. Porque la huelga del 52, esa fue brava.
     No se acuerda mucho de cómo empezó ella en el Sindicato, pero recuerda que un día, en su turno se empezó a hablar de sindicato dentro de la fábrica. Nunca había oído nada sobre eso. Escuchó que había otros gremios que iban a la huelga.
     -En FUNSA había un sindicato «amarillo». Casi todos eran administrativos, encargados, capataces… Los amarillos no querían ir a la huelga.
     Luisa y la Negra callaban, escuchaban, pero no estaban ajenas a nada, porque sabían de las injusticias que se cometían y de las mañas del viejo Pedro Sáenz. Habían visto muchas veces temblar al capataz cuando el patrón recorría la fabrica; no podían oírlo, pero se daban cuenta que lo estaba miliqueando, que le pedía “más velocidad, mas producción, mas control”. El capataz se ponía rojo de vergüenza y la gente se daba cuenta.
     -Así es la cosa, cuando querés acordar, te despiden y anda a reclamarle a Macucho. Y al capataz igual que a cualquiera.
     No se acuerda, porque todo fue muy rápido. Los gremios del puerto y el transporte de Montevideo empezaron una huelga por derechos sindicales para todos, y el gobierno decretó Medidas Prontas de Seguridad (estado de sitio).
     Las Medidas Prontas de Seguridad, decretadas por el gobierno, permitían al Poder Ejecutivo enviar al Ejército a sustituir en sus puestos de trabajo a los funcionarios públicos en huelga.
     Esa fue brava. En la fábrica nos decían que nosotros, en FUNSA, no teníamos nada que ver, que arreglaríamos directo con el patrón. ¿Y eso qué importa? Si todos los gremios llaman a la huelga porque el Ejército entró a trabajar en el Puerto nosotros también.
     Me animé y lo dije en la asamblea.
     -Yo no subo a un ómnibus, si lo maneja un milico- dijo Luisa-. Dice mi padre que el Ejército entra mañana a los tranvías, que no suba.
     En el vestuario, las demás callaban.
     -Dicen que hay que apedrearlos -agregó Luisa-, y yo tengo flor de puntería.
     Todas rieron, cómplices.
     A la mañana siguiente, en la calle, camiones de milicos por todas partes. Vigilaban la ciudad, cerraban los locales sindicales y en la puerta dejaban un milico vigilando que no entrara nadie. Los sindicalistas pasaban a la clandestinidad; se refugiaban en casas de familiares o de otros compañeros, pero seguían reuniéndose.
     ANCAP ocupado, también, por el Ejército.
     La Negra era la mayor de los hermanos, la jefa de hogar con veintitrés años. No se acostaba hasta que llegaran todos, por la noche. En casa de la Negra se sabía lo que pasaba en tres sindicatos, los tres hermanos trabajaban en distintas lugares: FUNSA, textiles y ANCAP. De a poco se iban integrando, aunque no supieran mucho de sindicatos.
     A veces comía sola, nerviosa, esperando que llegaran.
     -No me pasaba la comida.
     Cada vez tenía menos para poner a la olla: todos los integrantes de la casa en huelga...
     -Miedo, pero más rabia… Cuando llegaba Luisa, las dos salíamos a la calle a ver qué pasaba. Si cuadraba, apedreábamos algún ómnibus manejado por carneros.
     En los diarios, FUNSA, convocaba a los trabajadores, diciendo que el que no se presentara al otro día se podía considerar despedido. Les enviaban telegramas colacionados.
     -Angustia, miedo, rabia, pero carnerear ¡nunca!
     -De a poco las cosas fueron cambiando y ahora nosotras también empezamos a cuidar en las esquinas, que no entraran a carnerear a la fábrica. Se puso muy difícil, el Ejército puso camiones en las dos esquinas de FUNSA. Entraron los capataces y algunas empleadas. Les gritábamos “carneros” y “bee, bee”... Algunas veces nos corrieron los milicos y nos tuvimos que esconder en casas que, como al descuido, dejaban la puerta sin pasador. Los vecinos nos apoyaban. Teníamos algunos compañeros de base presos.
     -Le dije a Luisa que estaba con mucha bronca y que ahora tenía yo también buena puntería con las piedras y nos empezamos a reír como si fuera una travesura.
     Luisa, después que tuvo la cédula de identidad, dijo que se sentía persona. Se interesaba por los derechos que tienen los trabajadores. A la Negra no le gustaba la injusticia. Hicieron un piquete solitas, ellas dos. Sin saber mucho de política, se empezaron a decir socialistas, como el compañero Irmo Bidegaray.
     -No sabíamos dónde se reunía el Sindicato. Preguntando, preguntando, llegamos a donde se cocinaba; era la olla sindical. Allí conocimos hombres y mujeres de otros sindicatos. Nos reuníamos lejos, a veces en el Cerro con los de la Federación de la Carne y escuchábamos.
     Lo que sucedía en todo Montevideo era más de lo que imaginaban. Ya eran los últimos días de la huelga general, se negociaban soluciones, hasta con el Ministro de Trabajo.
     -Fueron luchas por salario y mucho más. Movimientos callejeros, se ocupaban las fábricas, caravanas por la ciudad en camiones, mujeres y hombres en camiones recorriendo los barrios hasta el Palacio Legislativo y allí llegaban otros gremios. Las mujeres también subíamos a los camiones, nos encontrábamos con ustedes, las textiles, saludábamos con las banderas del Sindicato, acampábamos frente al Palacio… Y la persecución también, compañeros presos por varios días en cada salida…
     -Un día ocupamos FUNSA. Comunicamos: «Huelga de brazos caídos».
     Don Pedro Sáenz, que era un déspota, no quería venir a hablar con los trabajadores. Nosotros pusimos la fábrica en marcha nuevamente. Le dijimos que ahora la fábrica era nuestra. ¡Ay juna!
     Cuando los de la oficina lo llamaron para darles nuestra respuesta y vio que salía humo por las chimeneas, llegaron tres autos con los del directorio, sí, vinieron a interesarse por lo que pasaba.
     Las cosas las conseguíamos sólo así: por la fuerza de los trabajadores.
     Cuando terminó la huelga y entraron a trabajar en su turno, Luisa y la Negra se dieron cuenta de que ellas eran distintas, estaban más atentas a los comentarios, a lo que pasaba dentro de la fábrica.
     -Nosotras dos, éramos las únicas de las nuevas que nos entreverábamos con los del gremio.
     Así supieron que en la fábrica se buscaba formar un sindicato autónomo y fueron las dos primeras mujeres que trabajaron en esa primera comisión buscando adherentes. Era casi secreta porque allí antes solo había “sindicato amarillo”. La Negra y Luisa eran aparadoras, buenas trabajadoras, cumplidoras: eran respetadas.
     -No queríamos ni sindicato rojo, ni amarillo, queríamos que fuera de los trabajadores de FUNSA.
     -Fue así que nos hicimos del Sindicato.
     -¿En aquella época, las mujeres tampoco sobresalían en el sindicato?
     -No teníamos interés en sobresalir. Eran tiempos distintos, algunas de nosotras no sabía leer ni escribir. Muchas mujeres de FUNSA éramos del interior del país algunas tenían miedo de perder el trabajo, pero apoyaban al Sindicato, aunque no querían aparecer públicamente.
     Había compañeras de Artigas, Rivera, Melo, de muy lejos. Venían a Montevideo solas, con una recomendación de un club colorado o blanco, y sin conocer a nadie. En Montevideo se metían a vivir en una fonda y si no llegaban a entregar la carta en la fábrica porque les daba miedo, se empleaban con cama en una casa de familia y allí se hundían trabajando.
     Había mucho trabajo en esa época y también mucha lucha sindical en la calle. Durante la huelga las mujeres trabajamos mucho, vendíamos bonos, conseguíamos mucho apoyo en otros gremios, pedíamos en la feria y en el mercado fruta y verdura, llevábamos las finanzas y ayudábamos en la olla sindical. No era nada nuevo, igual que ustedes. También, hablábamos en las asambleas pero éramos las menos.
     Esa, la huelga grande del 52, es la que más recuerdo.
     La Negra Espronzato me alcanza el mate.
     -Eran otros tiempos.
     Queda pensativa. Se ríe.
     -Una vez entró la policía al local del Sindicato. Pusieron todo patas arriba, pero el dinero del Sindicato lo salvamos, porque a una compañera, que andaba con su tejido de arriba para abajo, se le ocurrió ovillar lana alrededor del rollo de billetes. Y así pasó el dinero, como una madeja más en el bolso, junto a las agujas y al buzo que tejía.
     Los años 50… Ahora es diferente. Yo hablaba poco en las asambleas, era más de hacer... no de hablar, ni de escribir.
     -Hablaba cuando me ponía furiosa, cuando me calentaba. No aguanto las injusticias. Era cuando hablaba, porque no podía con mi genio.
     Nos despedimos con un fuerte abrazo. Teníamos muchas cosas en común: el mismo patrón, la misma rabia..
[vecinet]
(*) De su libro "Las mujeres ¿dónde estaban?" Publicación en vecinet autorizada por María Julia.

Leer cuentos anteriores "Las friyeras" http://www.chasque.net/vecinet/noti1096.htm#mujeres

 
Capítulos del libro ya publicados en vecinet
 0- ¿Dónde estaban las mujeres en los momentos de lucha? http://www.chasque.net/vecinet/noti1078.htm#mujeres
16- Jorgelina y Delia en Budapest http://www.chasque.net/vecinet/noti1094.htm#mujeres
 

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