vecinet No. 1.099 – Especial 10 de MARZO 2016

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Elecciones de Representantes Sociales

en el Directorio del Banco de Previsión Social - BPS

http://www.espectador.com/sociedad/332337/elecciones-de-representantes-sociales-del-directorio-del-bps

     El domingo 13 de marzo se realizan las elecciones de los Representantes Sociales que integrarán el Directorio del Banco de Previsión Social, el que está formado por cuatro miembros designados directamente por el Poder Ejecutivo y tres electos por los tres órdenes de afiliados: activos, pasivos y empresas contribuyentes. Se podrá sufragar en el horario de 08:00 a 19:30.

     En el sobre sólo debe ponerse una sola papeleta con el candidato (nada más), de acuerdo a lo que corresponde a cada votante: Trabajadores activos, trabajadores o pensionistas pasivos y patrones de empresas contribuyentes.

     Se vota únicamente con la Credencial Cívica y es imprescindible presentarla para votar...
http://www.bps.gub.uy/10600/elecciones-de-representantes-sociales-del-directorio-del-bps.html

CANDIDATOS

     Para representante de los Trabajadores, la Central de Trabajadores PIT-CNT apoya la Lista 11, con Ramón Ruiz de candidato.

     Para de representante de los Jubilados y Pensionistas, la Organización Nacional de Jubilados y Pensionistas ONAJPU apoya la Lista 1, con Sixto Amaro de candidato.

     Para representante de los Empresarios, las organizaciones empresariales apoyan a Elvira Domínguez de candidata.
BUSQUEDA PLAN CIRCUITAL

http://www.corteelectoral.gub.uy/gxpsites/page.aspx
http://www.corteelectoral.gub.uy/gxpsites/page.aspx?3,26,504,O,S,0,
Consulta de Credenciales http://www.bps.gub.uy/9740/
Para saber en cual orden te corresponde votar (activos, patrones, pasivos). Aquí lo que hay que ingresar es la Cédula de Identidad, número completo, sin el guión.
Ver más información
http://www.corteelectoral.gub.uy/gxpsites/page.aspx?3,26,504,O,S,0,

INSTRUCTIVO: HABILITADOS PARA ELECCIONES DIRECTORES SOCIALES DEL BANCO DE PREVISION SOCIAL

http://www.chasque.net/vecinet/2016-bps.pdf

 

Las mujeres ¿dónde estaban?

 
21- Las chacras del Norte(*)
     por María Julia Alcoba Rossano [vecinet]
     Trabajar y vivir como las mujeres recolectoras de tomates en las quintas de Bella Unión, en Artigas, es algo muy duro, inhumano.
     UTAA no se limitó a agrupar a los trabajadores cañeros. Obreros de distintas ramas del trabajo agrícola, se fueron agrupando alrededor del Sindicato. Trajeron nuevos reclamos y denunciaron sus malas condiciones de trabajo.
     Las obreras de las chacras tomateras se acercaron a UTAA.
     Querían «estar en caja», para cobrar la asignación familiar por sus hijos y poder jubilarse algún día. Querían que las respetasen, que no las trataran a gritos.
     -No somos perros.
     ¿Cómo las conocí? ¿Cuándo?
     Corría el año, mil novecientos sesenta y tres, a fines de noviembre y principios de diciembre.
     Dos fines de semana llegué a Bella Unión con Andrés Cultelli. Atendíamos sábado de tarde y domingo por la mañana. Enseguida empezaba a llegar gente.
     Andrés como asesor jurídico del sindicato recogía los datos de los casos de reclamos legales que se presentaban en UTAA: despidos, diferencias de salarios, acusaciones de abigeato etc.
     Las entrevistas jurídicas eran charlas acompañadas con mate, fuera de toda formalidad. Comíamos allí mismo, lo que los compañeros nos traían de sus casas.
     Yo iba ayudar en lo que fuera útil. Escuchaba a la gente que traía distintas preocupaciones.
     En rueda de mujeres, hablábamos de salud. Oí a muchas hablar de abortos, de embarazos no deseados, del riesgo de vida que acarrean las prácticas abortivas ilegales que se practican en nuestro país y también cruzando la frontera, de la automedicación y la desinformación que todas padecemos.
     Eran los mismos temas de los que hablábamos las mujeres de las fábricas textiles. Eran las mismas preocupaciones de nosotras, las obreras montevideanas.
     Les llevé la invitación para el Primer Encuentro de Mujeres Trabajadoras, que se preparaba en Montevideo para fines de diciembre. En esa convocatoria estaban trabajando Delia Maldonado y Jorgelina Martinez, dos compañeras textiles. Ellas me pidieron que hablara del Encuentro a las mujeres de UTAA.
     Días después, las mujeres de UTAA eligieron a Hilda Silva y a Isabel Gómez, para representarlas. Ellas explicaron las condiciones de vida y de trabajo en Bella Unión. Por primera vez escuchamos la consigna TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA, traída por estas compañeras al Encuentro Nacional de Mujeres Trabajadoras.
     Esos fines de semana aprendí mucho en el intercambio.
     Andrés se iba por la noche a alguna reunión en el pueblo, en la que yo no participaba.
     -Eso es cosa de hombres -decían ellas.
     -Quédate con nosotras.
     Y me quedaba en el barrio, compartiendo algún pan casero recién hecho.
     Me invitaban a dormir a su casa. Conocí sus familias, su forma de vivir, sus ranchos y el olor a leña de sus hogares, que me llevaba a mi casa, para recordarlas durante la semana.
     En el sindicato era diaria la rueda de mate. A veces traían buñuelos o tortas fritas. Relataban distintos casos. Contaron tantas cosas, que se llegó a pedir una inspección sanitaria que nunca se realizó.
     Los patrones abusaban del uso de insecticidas, venenos con los que sulfataban las plantas. A las obreras les provocaba alergia en manos y ojos, vómitos y erupciones en todo el cuerpo. Terminaban en la consulta, en el hospital y tenían que dejar de trabajar.
     Durante los días de cosecha bajo el sol, el calor era aplastante, de treinta a treinta y ocho grados durante las ocho o diez horas de trabajo a destajo.
     La zafra era esperada con alegría y angustia a la vez. Tenían que ser muy rápidas, explicaban, porque los tomates maduran todos a la vez y en tres o cuatro días se puede perder una cosecha. Debían apurarse porque solo tienen esos días para hacer su salario. El tomate es delicado, no lo podés machucar ni arrancar de cualquier manera. Lleva su tiempo y pagan muy mal.
     Algunas mujeres tenían que llevar a la quinta a sus hijos chiquitos. Los acostaban en los surcos, cerca de ellas, envueltos en unos trapos, tapándolos con ramitas verdes para que estuvieran fresquitos mientras dormían.
     Tenían que cuidarlos de los insectos que allí abundan, por el clima.
     Me decían que alguna había parido a sus hijos en los surcos de tierra:
     -Cuando sos de parto rápido y levantas un cajón podés romper agua y atrás viene el gurí, sin avisar –contaba una, con toda naturalidad.
     Yo, como montevideana, estaba lejos de imaginar que en el Uruguay al que llamaban «la Suiza de América», pasaran estas cosas.
     Jacinta tendría unos cuarenta y cinco años, supongo, aunque algunas veces me equivoqué al calcular edades. Siempre parecen mayores, llenas de hijos, desgastadas por el trabajo y la vida.
     La vi por primera vez una tarde, cuando la trajo otra zafrera al ranchito del Sindicato.
     Nos dijeron que el caso de Jacinta era urgente. Traía un papelito de pase a cirugía del hospital local para el Hospital de Clínicas. Tenía que viajar a Montevideo para operarse aquel enorme bocio, que señaló con la mano, aunque no era necesario; se veía que era del tamaño de un huevo de avestruz y le colgaba. Jacinta tenía grandes ojos saltones y enrojecidos por la enfermedad avanzada.
     Nos pedían que le solucionáramos el viaje, alojamiento y acompañamiento al Hospital de Clínicas. Yo traté de explicarles que eso teníamos que tramitarlo con el sindicato de ONDA, que era la única empresa de ómnibus que viajaba hasta Artigas.
     Así lo hice: recogí sus datos personales y el pase médico. Después de una semana conseguí su pasaje de ida y vuelta a la Capital y se lo envié.
     Una tarde, me avisaron que Jacinta estaba en Casa del Pueblo, esperándome.
     Cuando llegué me sorprendí: no estaba sola. En sus brazos sostenía una niña que padecía parálisis cerebral e hidrocefalia, según supe después.
     Piernas y brazos largos, finos y descarnados, manos y pies grandes, que colgaban como trapos, y una cabeza grande, frente ancha, ojos mirando hacia atrás sin ver y una boca babeante.
     Jacinta sólo me dijo, a modo de saludo:
     -No tenía con quien dejarla.
     Yo no sabía que traería a esta hijita y tampoco sabía qué hacer. Sólo tenía previsto el alojamiento para ella y la visita al médico que la atendería en el Hospital de Clínicas. ¿Qué hacer? ¡Qué ganas de llorar! Cuando hablo de alojamiento no hablo de hotel: era la casa de alguno de nosotros, no teníamos plata para otra cosa.
     La presencia de la niña lo cambiaba todo. Pensaba alojar a Jacinta en otra casa, cerca del Hospital, pero todo cambió, porque la niña necesitaba cuidados especiales. Eran las ocho de la noche, y pensé en mi madre. No le había comentado en que andaba, pero suponía que mi madre no me dejaría en la estacada.
     Llegué a casa a cenar sin avisar, como tantas veces, acompañada por Jacinta, su hijita y un nudo en la garganta. Miré la cara de mi madre durante la cena para ver su reacción. En seguida supe que se podían quedar las dos en casa. Doña Rosa me hizo comprender que ella cuidaría de la niña. Yo sabía que mi madre tenía un gran corazón solidario.
     ¡Qué tranquilidad! A la mañana siguiente iría a la fábrica sabiendo que la niña quedaba en buenas manos y que otra compañera llevaría a Jacinta al hospital.
     Cuando operaron a Jacinta nos quedamos con la niña en casa. Mi madre la trataba con cariño y le preparaba sopas nutritivas, papillas y frutas.
     Le daba mucho de comer porque la veía muy flaquita. La niña respondía con risas nerviosas; a veces apretaba la cuchara entre los dientes y era difícil sacársela. Respondía también al estímulo de las palabras cariñosas de doña Rosa. A los tres o cuatro días empezó a hacer un poco de fiebre, después temperaturas más altas y convulsiones, lo cual nos asustó mucho.
     -Es un angelito de Dios -decía mi madre-. ¿Extrañará?
     Llamamos a Isabel, la pediatra, esposa del compañero José Pedro Cardoso.
     Al ver a la niña, le dijo a mi madre que no le diera tanto de comer, que la niña estaba desnutrida y padecía raquitismo. Tenía cinco años y pesaba diecisiete quilos y tenía un sistema digestivo diferente al de un niño de su edad. Nos explicó que, aunque tuviera siete años, era como un bebé‚ y no aguantaría el cambio de alimentación, ya que la madre sólo le daba leche o agua con azúcar en mamaderas y muy poco sólido.
     Seguía haciendo fiebre por las tardes y no movilizaba el intestino.
     Otra vez llamamos a la médica; vio que se estaba poniendo grave. La internaron en el Hospital de Niños. Teníamos a la madre y a la hija en distintos hospitales. A los pocos días murió la pequeña, de una parálisis intestinal.
     En mi casa se vivió una jornada de duelo. No podíamos conformar a mi madre. Aunque Jacinta le había explicado, en conversaciones anteriores, que los médicos le habían dicho que la niña no pasaría de los cinco años, mi madre no podía aceptar que la comida le hubiera hecho mal.
     -¡Si yo la preparaba con tanto cariño! -decía.
     La velamos en casa de Andrés. Fue muy triste todo, había muy poquitas personas. Jacinta no hablaba, no conocía a nadie, sólo miraba y agradecía.
     Se quedó unas semanas en casa de Andrés, recuperándose. Jacinta volvió al pueblo, operada y sin su hija.
     A veces pienso en Jacinta. La imagino trabajando cada día, con aquella niña que «no tenía con quien dejar», envuelta en trapitos, a su costado, en los surcos.
     La salud es uno de los derechos irrenunciables de las mujeres trabajadoras, todo lo que ponga en peligro este derecho se debe denunciar. Es un tema de todos; está en nuestra vida cotidiana y debe estar en los espacios sindicales.
     Vivir dignamente para una trabajadora no es solamente tener un salario decente, es también tener acceso al cuidado de su salud. Era una necesidad de antes y de ahora.
     No es por casualidad que desde su fundación UTAA luchara por tener una policlínica en Bella Unión, al lado del Sindicato, integrada como parte de la organización. Ellos supieron verlo desde el principio
[vecinet]
(*) De su libro "Las mujeres ¿dónde estaban?" Publicación en vecinet autorizada por María Julia.

Leer cuentos anteriores "Las mujeres del Arrozal" http://www.chasque.net/vecinet/noti1097.htm#mujeres

 
Capítulos del libro ya publicados en vecinet
 0- ¿Dónde estaban las mujeres en los momentos de lucha? http://www.chasque.net/vecinet/noti1078.htm#mujeres
16- Jorgelina y Delia en Budapest http://www.chasque.net/vecinet/noti1094.htm#mujeres
 

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