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(Anexo vecinet – No. 826 – especial – 20/05/06) http://www.chasque.net/vecinet/noti826.htm

5- Floreal García, de las luces del ring a las sombras de la clandestinidad

     Las vidas de un luchador (texto completo)
     por Nelson Lista, periódico vecinal Periscopio (intercambio con vecinet)
    Gualberto Floreal García nació el 24 de mayo de 1943 y vivió su niñez en Los Olivos, un barrio chiquito y poco conocido entre el Hipódromo y Las Acacias. A comienzos de la década del 60 los chiquilines se arremolinaban tras la pelota en plena calle, pero otro deporte, el box, también atraía multitudes, era la época en que el ídolo indiscutido era Dogomar Martínez. Floreal no había cumplido los 16 años cuando le calzaron un brillante par de guantes, y con ellos llegó muy alto: fue campeón uruguayo, entró tercero en el Latinoamericano y logró la Medalla de Oro y el título de Campeón Panamericano en 1963. Fueron años gloriosos, de trompadas, de abrazos y de relucientes trofeos. La vida parecía sonreír, pero sin embargo serían otros caminos -mucho más trágicos- los que iba  a recorrer aquel muchacho nacido para luchar
    El deporte de los puños atraía a los jóvenes, que ansiaban tirar la piña y entrenar en algún club. "Si no te sabías defender, la quedabas".
    Gualberto Floreal García era uno de esos chiquilines, pero sus éxitos lo llevaron a trascender fronteras. Fue Campeón Uruguayo en su categoría (Mosca), luego en Argentina compitió en el Campeonato Latinoamericano y salió tercero. Pero su mayor logro lo consiguió el
4 de mayo de 1963, cuando obtuvo la Medalla de Oro y el título de Campeón Panamericano, venciendo por puntos al brasileño Pedro Dias, en el estadio de Pacaembú, en San Pablo.
    Al año siguiente se realizarían las Olimpíadas en Tokio. Floreal era el candidato natural para representar a Uruguay, pero poco antes de la partida ocurrió lo inesperado: el campeón se fugó de la concentración. Algo en él se había quebrado, es el punto de inflexión en su carrera y en su vida.
   
Los amigos
    "Mirá que vamos para allá a estar contigo", le dijo su amigo Pocho (Hugo García), cuando la barra lo fue a acompañar al aeropuerto el día que se iba a San Pablo, a participar en el Panamericano. "No me jodan, quédense tranquilos acá. A qué van a ir...". Pero ellos la tenían clara; eran sus amigos y no lo podían dejar solo en esa parada tan difícil.
    Entrevistado por el matutino El Popular antes de la partida, Floreal manifestaba: "Me siento fuerte, estoy seguro de que saldré bien del paso. Asumo la responsabilidad de defender a Uruguay en un torneo de esta trascendencia y haré todo lo que pueda para responder a las esperanzas que han depositado en mí".
    Fue así que días después el Pocho, el Negro Plá y el Cascarilla Da Silva -que recalaban en el Club Centella- se bamboleaban en un viejo vagón de
AFE, rumbo a Melo. Ninguno de ellos había salido del país; todos eran hijos de trabajadores, de gente no acostumbrada a esos trotes. En la frontera ni se acordaron de mostrar las visas que llevaban y se embarcaron en un ómnibus, así nomás, rumbo a San Pablo.
   
Tres boxeadores y un viaducto
    Medio dormidos y acalambrados después de más de mil kilómetros de carretera, arribaron a aquella ciudad gris, inmensa y lluviosa. Los últimos pesos que llevaban se los tragó un taxi que los "paseó" hasta llegar a la concentración en la Villa Olímpica.
    El encuentro con Floreal y los otros uruguayos fue increíble. Cuando los vio quedó pálido: "¡No se puede creer, ustedes están locos! ¡Se vinieron, nomás!" Y llovieron los abrazos.
    Esa noche tuvieron que dormir debajo de un puente. Los compañeros de la Villa Olímpica les llevaron comida. Al otro día les alcanzaron unas batas de boxeo, y ahí pudieron -bajo cuerda- entrar a comer junto con los competidores.
    El viaje había tenido sus incomodidades, es cierto, pero a los
20 años esa aventura bien valía la pena. ¡Cuando lo contaran en el barrio nadie les iba a creer! Y lo más importante era que habían visto las tres peleas de Floreal.
    El
28 de abril fue la primera. Se enfrentó con un argentino, un tal Camargo: "A ese lo paliseó", cuenta Pocho. El segundo encuentro fue el de mayo, contra el campeón chileno José Flores. "Ese fue un peleón. Floreal le ganó, y cuando sonó la campana lo seguía golpeando. Después el chileno  nos contó que le gritaba a Floreal '¡Cabro párate, que ya me ganaste!', y Floreal seguía pegando. No fue fácil pararlo".
    Y por fin, el
4 de mayo de 1963, llegó la gran velada: a final contra el brasileño Pedro Días. Era como el Maracaná del boxeo. "Había ocho mil personas en Pacaembú: 'Brasil, Brasil' era el grito que se escuchaba. Cuando empezó la pelea, el primer round fue parejito, aunque Floreal estaba un poco arriba. En el segundo asalto el brasileño empezó a agarrar. Y en el tercero -no me olvido más, confiesa Pocho- Días trastabilló y sonó la campana... Ya los gritos de 'Brasil, Brasil' no eran tan fuertes y los venezolanos, los cubanos, los chilenos y los argentinos se juntaron con nosotros y todos gritábamos por Uruguay. "En el tercer round Floreal parecía un rotswailer enfurecido..."
    De las tantas crónicas de prensa de esos días, vale la pena transcribir una del matutino La mañana: "Su agresividad desbordó al brasileño Pedro Días", titulaba. "
FG venció por puntos a PD.La decisión de los cinco jurados fue unánime. Después de unos primeros momentos de estudio, los boxeadores se lanzaron a buscar directamente el knock out, en combate a media distancia. Enseguida cambió la forma de pelear: García llevó la iniciativa en los dos round finales, en dura  pelea cuerpo a cuerpo. García lució una guardia muy cerrada, de la que salía para golpear fuertemente a Dias, quien debió dejarse llevar a las cuerdas, donde fue violentamente castigado, lo que acentuó la diferencia neta en favor del uruguayo".
    Pocho relata el final del combate: "El brasileño terminó la pelea paradito, y al no haber knock out, había que esperar el fallo. ¡Eso era lo difícil! Porque el hombre era locatario, y cuando es por puntos siempre hay discusión. Pasaron unos minutos de silencio, iban y venían las tarjetas de los jurados; la expectativa crecía esperando el resultado...
    En la esquina de Salustio y Galbani -en Los Olivos-, apretujada alrededor de la radio, una pequeña multitud esperaba ansiosa. Los amigos, los hermanos, los vecinos y el padre de Floreal contaban esos minutos interminables. La voz, desafinada y entrecortada, que salía con dificultad del pequeño parlante, era la del legendario relator de box Buck Canel, quien era escuchado por toda la comunidad hispana. Canel, con acento centroamericano, era el preferido de la afición uruguaya, que seguía con interés las grandes peleas de la época, como las de Archie Moor o las de Rocky Marciano.
    Rocío García, una de las hermanas de Floreal, recuerda: "En esos minutos en que no se sabía quién había ganado, a nosotros se nos cortó la respiración. El barrio estaba pendiente, escuchando".
    De pronto dijeron: "El ganador es...Gualberto Floreal García, Campeón Panamericano".
    Allá en Pacaembú el juez todavía mantenía el brazo derecho de Floreal en alto, cuando en Montevideo, en Los Olivos, aquella esquina comenzó a poblarse de vecinos coreando "¡Floreal campeón!, ¡Floreal campeón!". "La alegría de los muchachos era enorme, y los vecinos, todos, festejaban".
    El Centella
    El Club Centella está ubicado en la calle Iberia, entre Zolá y Niágara, a pocas cuadras de
Gral. Flores. A la vuelta de la casa de Floreal.
    Los muchachos se nucleaban en el Centella y la institución participaba de cuanto torneo futbolero había en la zona. Pero la institución trascendía lo meramente deportivo. Allí se realizaban bailes a los cuales asistía gente de todos los rincones. Llegaron a cantar allí los artistas más destacados de la época, como el "jilguero de La Unión", el recordado Romeo Gavioli, pero también Alberto Mastra, Francisco Amor y Dardo Sismondi, para citar a los más conocidos.
    La cultura popular era, comparada con la de hoy, mucho más dinámica. Múltiples tablados en Carnaval, decenas de cines de barrio como el Jockey Club, "El cine de las primicias", que era el más cercano a Los Olivos, en General Flores y Mendoza. Y había muchos clubes que organizaban actividades sociales y culturales, y aquellos bailes de rompe y raja...
    Los primeros guantes
    "Yo ya entrenaba en el Boston cuando un día -recuerda Pocho- el viejo de Floreal viene y me dice: 'Vos sabés que me habló el Negro Felipe (un experimentado boxeador y amigo de todos en el barrio), y quiere llevar a Floreal a hacer boxeo al Canillitas. Y sabés qué pasa, mañana me van a traer unos guantes. ¿Vos no te animás a probarlo allá, en el fondo de casa?' 'Y bueno viejo', le dije. Y al otro día le pusimos los guantes...y claro, no tenía técnica, pero, pah' ¡era un torbellino desatado! Después, el viejo me pregunta: '¿Y, qué te pareció?' Le digo: 'Me encantó'.
Ahí es que lo llevan al Boxing Club Canillitas, que quedaba en la calle Timoteo Aparicio. Y nos fuimos todos a practicar allá: el Coreano, Tomasito, Floreal y yo.
    Los sábados se realizaban allí los llamados Torneos barriales, en largas jornadas donde se hacían
10 peleas. Ahí Floreal debe de haber ganado ocho o nueve. No sé... no recuerdo exactamente. Claro, no eran peleas oficiales ¿no?, pero eran campeonatos amateur que organizaban los clubes de box. Había un montón de instituciones: El Canillitas, el Guillermo Llorca, Cerro, Peñarol, Nacional, el Policial, Villa Española, Olimpia, Wilson, Unión, Cap Arcona, el Maroñas y otros".
    El campeón uruguayo
   
Su primera pelea oficial fue con Domingo Gómez, en un debut en el Palacio Peñarol, donde perdió por puntos. Después ganó la segunda, la tercera, y ya las ganaba todas. Luego llegó el torneo "Leonicio Iglesias", en la categoría Mosca, donde derrotó por puntos a Wellington Vilela. La crónica del vespertino El Plata destacaba: "Ambos pugilistas se dieron enteros, buscando cada uno la oportunidad adecuada para dominar a su oponente. Triunfó Floreal García porque empleando debidamente ambos puños, imprimió a la pelea un ritmo intenso y rápido".
Eran peleas increíbles, que llenaban el Palacio Peñarol. Pero no sólo las suyas; también las de otros de la misma categoría, como Jorge González, Gregorio Rodríguez, Abel Araujo y Wellington Vilela. En el
62 va a un campeonato latinoamericano en Buenos Aires. Allí tiene un problema hepático. No lo querían dejar pelear, pero pelea igual y entra tercero.
    Se hace después el selectivo del
63 para el Panamericano de San Pablo. En el peso Mosca va él; en el peso Gallo, Washington Cuerito Rodríguez; en el peso Pluma, Opalón Aguiar. También van en Ligero Washington Trápani, Carlos Franco en Mediano y en la categoría Pesado va el Gordo Aguilar.
    Juan Zurdo Ferreiro vivió siempre en Enrique Castro. Es tres años menor que su amigo Floreal. Iban juntos a la escuela de General Flores y José María Guerra. Fue su sparring en la época del Olimpia, en la Ciudad Vieja. "Eramos los que abríamos el gimnasio a las cuatro de la tarde. Ibamos a buscar la llave al viejo bar El Hacha. Ahí comprábamos un litro de queroseno (para la caldera del gimnasio). Salíamos a correr, hacíamos gimnasia, guantes, cuerda, puching-ball. Eran cuatro o cinco horas por día, y después nos tomábamos un yogur. Floreal era un buen compañero, un muchacho que no fumaba (tenía unos pulmones de acero). En esa época, con nosotros entrenaba también Júpiter Mancilla -un ídolo de Floreal-, que peleó varias veces con el campeón mundial en la categoría, el argentino Angel Caballo".
    Una decisión crucial
    Faltaban muy pocos días para la partida hacia las Olimpíadas de Tokio, cuando anunciaron que Floreal había abandonado la concentración. Su decisión implicaba, en la práctica, el abandono de la carrera.
    Son muchas las especulaciones con respecto a esa actitud. Qué le pasó a ese deportista disciplinado, que nunca faltaba a sus entrenamientos, que no tomaba ni fumaba, que aceptaba las normas más duras desde los primeros años de entrenamiento. Y por qué hacer eso justo en el mejor momento de su carrera, cuando iba a realizar -según todos los testimonios- uno de sus máximos sueños deportivos, que era ir a las Olimpíadas.
    No existe una sola explicación. La que parece más firme es el desaire de los dirigentes, ante la promesa de aliviar un poco su situación económica consiguiéndole un trabajo. "No te preocupes, vas a tener todo resuelto", le habían dicho los que regenteaban el box nacional. Los señores de cuello duro, vinculados al poder. Pero la cuestión es que el tiempo pasaba, y ni noticias. Y la falta de palabra no era poca cosa para Floreal. El sí, había cumplido: se había venido de San Pablo nada menos que con el título Panamericano bajo el brazo. Lo mínimo que podía esperar era que el reconocimiento se hiciera efectivo.
    La angustia económica no sabe de triunfos deportivos. ¿De qué te sirven si no tenés ni para el ómnibus? El campeón necesitaba seguridad económica: un sueldo para poder vivir y financiar su carrera.
    Floreal era el tercero de seis hermanos: Mary y Aidé son mayores que él; lo siguen Rocío, Uruguay y Luis. La madre, Elbia Larrosa, se había ido de la casa cuando Floreal tenía sólo 13 años. Su padre -que también se llamaba Floreal y trabajaba como vidriero- hizo lo que pudo, pero sin duda la vida de esa familia no fue fácil.
    Su hermano Uruguay también llegó a subir a un ring -fueron sólo tres peleas- "pero era un desastre", reconoce.
    El tiene otra opinión sobre la deserción de Floreal a las Olimpíadas:  "Yo creo que un hecho que incidió para que Floreal no quisiera ir a Tokio fue que no estuvo de acuerdo con el cambio de técnico que hicieron los dirigentes. Ellos sacaron a Pedro Carrizo, que era del club Olimpia y con quién él se sentía a gusto, y colocaron a Francisco Costanzo, que era del Club Nacional".
    Por su parte Rocío, la hermana menor, cuenta: "Eramos muy compinches con Floreal, íbamos a la escuela juntos y a mí me gustaba jugar con él. Yo lo acompañaba en bicicleta cuando trotaba para perder peso, le aprontaba el bolso, las vendas y todo el equipo para el gimnasio".
Rocío vive hoy con su esposo Carlos y sus hijos Carlos y Gustavo en Jardines del Hipódromo. "Cuando él dijo que no iba a Tokio, no habló más. Después vinieron a buscarlo mil veces y no había caso, era de una sola palabra. Yo creo que no le gustó que a sus amigos del barrio -que lo habían acompañado a San Pablo- no los trajeran en el avión. Floreal llegó tan mal aquella tarde al Aeropuerto de Carrasco que se negó a subir al Cadillac desde el cual debía ir saludando a la afición, y se vino en el camión con la muchachada del barrio".
    Le gustaba estar con la familia, con los amigos. "Rechazó muchas invitaciones para fiestas porque prefería quearse con nosotros. Una vez salió de ganar una pelea y se fue con los muchachos a tomar el ómnibus. En eso, alguien desde un coche de lujo lo reconoció y quiso traerlo. Mi hermano le agradeció y le respondió: 'Yo vine con ellos, y me voy con ellos'. Cuando decidió no ir a las Olimpíadas, por la puerta de casa desfilaron para convencerlo de que cambiara de actitud. Los vecinos no entendían lo que pasaba, con tanto colachata en la cuadra. Al final insistieron tanto que, una tarde, cedió. Armaron de apuro la concentración y planificaron su entrenamiento, todo contrarreloj".
    Días después, en todos los diarios se publicó la noticia de que Floreal García se había escapado de la concentración y no se conocía su paradero. Meses después nos enteramos de que estaba en Minas, donde estaba viviendo Pochito García. Al poco tiempo se ennovió y se casó con Mirtha Yolanda Hernández -una gurisa del barrio, amiga de toda la familia- y cambió su vida."
    Como una premonición, aquella muchacha, que siempre había estado enamorada de Floreal, le había confesado a Rocío: "A Floreal lo voy a acompañar siempre, a los mayores triunfos o al fondo de una cuneta".
    A esa altura él trabajaba en Cuoopar, la textil de Centenario e Industria, y su carrera de boxeador fue quedando en el pasado.
    La clandestiniad, la cárcel, el exilio en Buenos Aires...
    Ya se hablaba poco de él, cuando en
1971 su nombre fue noticia nuevamente. Esta vez sin el glamour de antes: había caído preso como integrante del MLN-Tupamaros. Quién sabe por qué caminos lo había ganado la preocupación por lo social, como a tantos jóvenes de aquella época.
    Primero lo tuvieron en Jefatura y después fue trasladado a la cárcel de Punta Carretas. En
1972, tras múltiples gestiones de sus familiares, fue liberado. El había optado por no participar de la fuga que tuvo lugar el 6 de setiembre de 1971, que involucró a 106 tupamaros. Sus compañeros le habían recomendado que se quedara; que tenía posibilidades de salir pronto. Pero en el interín el gobierno de Pacheco Areco estableció el Estado de Guerra Interno, dando intervención al Ejército. Los presos políticos quedaron bajo control militar. "Ahí fue cuando a mi hermano lo trasladan a Punta Rieles (recién comenzaba a funcionar ese penal y todavía no estaba destinado a albergar mujeres), donde las condiciones fueron mucho más duras".
    Rocío y Carlos recuerdan cómo fueron sus últimos contactos con Floreal: "Mi cuñada se mueve y logra que le otorguen el habeas corpus y que salga exilado para Chile, en febrero del
72. Luego ella viaja con Amaral, que era un bebé. Cuando lo despedimos en el aeropuerto fue la última vez que yo vi a mi hermano vivo. Cuando el golpe de Pinochet en Chile, ellos se van a Buenos Aires. Carlos, mi esposo, que estaba allá, trabajando en una fábrica, se contacta con Floreal y se encuentran en la puerta de un cine, y Carlos llega a ir de forma compartimentada a una casa donde Floreal vivía. 'Es por tu seguridad, yo ya estoy jugado', le dijo. Es la última vez que Carlos lo ve".
    Uruguay García (hermano de Floreal): "Estoy dispuesto a seguir buscando justicia"
   
El 20 de diciembre de 1974 la radio informó que en las afueras de Soca se encontraron cinco cuerpos acribillados. Así recuerda aquellos hechos Uruguay, hermano de Floreal: "Fuimos a reconocer el cuerpo de mi hermano, pero ese día no nos dejaron verlo. Claro, lo habían torturado 39 días... Sólo pudimos hacer el reconocimiento al otro día en la Jefatura de Policía de Montevideo. Después comenzamos la búsqueda de mi sobrino Amaral. Viajamos a Buenos Aires y fuimos a la embajada uruguaya, a la Policía, y en todos lados nos decían que no sabían nada. Después de mucho dar vueltas sin ninguna respuesta nos recibió el propio presidente Juan María Bordaberry. Fuimos mis hermanas Mary, Aidé y yo, a la casa de Suárez y Reyes. Y lo que recuerdo es que él dijo que ya sabía que era así, que 'por cada militar muerto, ellos iban a matar a diez tupamaros. Por suerte esta vez mataron sólo a cinco'. Y que con respecto a Amaral, él 'no tenía la varita mágica para hacerlo aparecer'. Después nos dio un pase para hablar con el inspector Castiglioni en Jefatura, y ese señor nos dijo directamente con respecto al asesinato de mi hermano: 'Bueno, antes nos tocaba a nosotros; ahora les tocó a ustedes'.
    Fueron muchas las presiones que sufrimos en todos los cuarteles, muchas angustias...
    El
5 de febrero de 1975 me llamaron para que fuera al cementerio, a la tumba de mi hermano, que allí iba a encontrar a Amaral. No sé si fue una broma de mal gusto, pero me pasé toda la tarde, y nada.
    Luego nos contactamos con las Abuelas de Plaza de Mayo, y ellas nos dijeron que Amaral estaba en Formosa, con una familia de militares".
    Amaral había quedado desde el momento de su secuestro en poder de una pareja de integrantes de las fuerzas represivas, Lilián Dorothy Ramona Calderón y José Antonio Moreno, quienes lo inscribieron como hijo propio. Estas personas fallecieron y Amaral quedó a cargo de quienes figuraban como sus abuelos maternos. Al morir estos, el niño pasó a manos de un falso medio hermano que trabajaba en el Servicio de Inteligencia del Estado, y él fue quien se lo llevó a Formosa.
    "No teníamos medios para ir hasta allá a buscarlo, por eso hablamos con (el ex senador) Germán Araújo, que nos ayudó. Así pudimos traer en
1985 a Amaral de nuevo a Uruguay".
    Consultado acerca de si está en contacto con las organizaciones de derechos humanos, respondió: "Yo estoy dispuesto a seguir buscando justicia; lo estuve cuando la Dictadura, ¿no voy a estar ahora?
    Una placita en Los Olivos
   
Hoy, a más de 30 años de su desaparición forzada, los vecinos rinden homenaje al amigo: en el cruce de Torricelli y Chapicuí, un rinconcito del barrio se llamará Plaza Gualberto Floreal García.
    Juan Gargiulo, actual presidente del Centella, cuenta cómo surgió la iniciativa del homenaje a Floreal García. "El club entendió que había que hacer justicia con uno de sus socios. La institución presentó la iniciativa en la Junta Departamental de Montevideo, y comenzó los trámites correspondientes. El proyecto nace en
1998, y fue tomado por los vecinos de Los Olivos y también por parte de la Junta Local de la Zona 11. Luego de la aprobación en la Junta, el proyecto pasa al Centro Comunal, y hace dos años el señor Nelson Gómez nos comunica que ya había salido. Nosotros no podemos dejar de mencionar a los hermanos Humberto y Aldo Bonilla, que también contribuyeron para que esto se pudiera realizar".
    La plaza está en construcción. Ya se terminó la base y fueron instalados los juegos infantiles; próximamente se instalará el alumbrado. "Va a venir un arquitecto para definir qué clase de monumento tendrá Floreal. Nosotros calculamos que para mayo o junio, más o menos, se podrá inaugurar".
    Se impulsaría la reapertura del caso: Los fusilamientos de Soca
    El día
20 de diciembre de 1974 cinco cadáveres, acribillados, fueron encontrados al borde de un camino rural, en las inmediaciones de Soca. Las víctimas, que habían sido secuestradas el día 8 del mismo mes en Buenos Aires, eran Graciela Estefanell Guidali, Héctor Brum Cornelius y su esposa María de los Angeles Corbo Aguirregaray (embarazada de cinco meses), y Floreal García Larrosa con su esposa Mirtha Yolanda Hernández. Amaral García -hijo de Floreal y Mirtha, quien sólo tenía tres años de edad- quedó en Buenos Aires, en manos de una familia de policías hasta 1985.
   
El 7 de noviembre del año pasado, un sobreviviente del secuestro rompió el silencio. Se trata de Julio Abreu, quien entrevistado por el periodista Roger Rodríguez, para el diario La República, relató los hechos que vivió. Extractamos parte de la nota, en la cual además de Abreu también participó Amaral García.
    Abreu, que no tenía nada que ver con los Tupamaros (era votante del Wilson), había ido a Buenos Aires a buscar trabajo. El 8 de noviembre de
1974 su hermano lo invitó a un cumpleaños donde había algunos uruguayos que conocía, incluido Floreal. Al llegar, le piden que vaya a comprar un pollo porque la comida no alcanzaba, y Floreal se ofreció para acompañarlo. Llegando a la esquina un comando vestido de civil los secuestró.
    Abreu relata: "Fuimos golpeados e insultados y caímos al suelo, me esposaron a una mano de Floreal. Nos pusieron en la parte de atrás de un coche muy amplio (un Falcon). Uno me puso el pie arriba y nos apuntaba. Floreal me dijo: 'Nos van a matar'.
    "Yo tenía tres años -interviene Amaral-, no me acuerdo de mucho. Los autos sí. Había autos. Lo del televisor, siempre había tratado de encajarlo en un lugar dentro de mi memoria
. (...) Recuerdo de bajar por una escalerita donde yo me encontraba con mis padres y debajo había un garaje. También recuerdo a mi madre y mi padre durmiendo en el piso y yo en el medio. Era un lugar completamente bañado de creolina". La descripción corresponde al centro de torturas de Automotoras Orletti. Luego los trasladan a dos lugares más.
    "En determinado momento -recuerda Abreu- trajeron a Brum y a Floreal. 'Quedate tranquilo' -me dice el petiso Floreal- que a vos no te van a matar'. Estaba destrozado. Tenía quemados los testículos y el pene. No sé dónde no lo habían tocado".
    "Fue en el celdario la despedida de mis padres, -recuerda Amaral-. Yo no estaba con ellos. Me tenían en otro lado y me llevaron en un auto. Había una rotonda antes de llegar. Bajé y me llevaban a upa. Entré en un lugar lleno de azulejos blancos, con un piletón. Abrieron una puerta y estaban mi madre y mi padre en un colchón, tapados con una frazada. Me paran junto a mis viejos. Ellos estaban comiendo churros y me convidan... Eso es lo que tengo en la memoria como la última vez que veo a mis padres y que fue como una despedida".
    El vuelo cero
   
Ya en Montevideo, los trasladan a la casa de Punta Gorda, que los servicios utilizaban como centro de tortura clandestino. Relata Brum: "Una voz dura, imperativa dice: 'Bueno, ya los matamos; están todos muertos estos comunistas'. Fue por atrás mío, me puso una mano en el hombro y me dijo: 'Vos quedate tranquilo, a vos no te vamos a matar porque no sos comunista. Nosotros matamos a los comunistas' (...) Me dijo que no dijera nada y que no me fuera del país. 'Así como matamos a estos cinco, si hablás te matamos a vos y a toda tu familia'. Después de muchas vueltas, me hicieron bajar mirando para atrás y me ordenaron que esperara unos cinco minutos. Cuando sentí que se fueron, fui a lo de mi madrina. Y por primera vez, volví a respirar".
    El abogado Javier Miranda -hijo de Fernando Miranda, cuyos restos acaban de ser identificados- es representante de Familiares de Desaparecidos y patrocinará la denuncia de Amaral García en el caso de los crímenes de Soca. Se están recopilando documentos para la reapertura de la causa, que fue archivada durante el gobierno de Julio María Sanguinetti. En los antecedentes figuran datos de los familiares, que habrían constatado las torturas en los cuerpos de los asesinados.
    Por otra parte, el escritor y penalista uruguayo Carlos Martínez Moreno relata en el libro El color que el infierno me escondiera que hubo una votación en el Consejo de Seguridad Nacional donde se decidió el homicidio de los cinco tupamaros secuestrados. Bordaberry habría dejado constancia en actas de que no acompañaba la medida. Y también recuerda que en aquellos años los militares habían resuelto que por cada militar que muriera en la lucha contra la subversión, asesinarían a cinco guerrilleros.
    En declaraciones recientes el ex senador Guillermo Chifflet calificó al quíntuple crimen de Soca como una puesta en escena para "ocultar el crimen del coronel Ramón Trabal en París". Vale recordar que Trabal había sido desplazado a Francia a causa de discrepancias con quienes en ese momento lideraban el proceso. Antes de viajar había comentado a su familia que era probable que atentaran contra su vida. Y la Policía francesa confirmó que el atentado fue realizado por un comando croata de derecha, por encargo.Todas las pesquisas vuelven sospechosos de ordenar el crimen a los propios personeros de la dictadura.
    Es sintomático que el
MLN nunca haya asumido la responsabilidad por ese atentado. Chifflet señala que existen pruebas para determinar a los autores de los fusilamiento de Soca. Periscopio / vecinet

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