La República
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(Diario LaRepública de Montevideo) |
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El 27 de noviembre de 1983, 400.000 personas reclamaron democraciaHace 15 años un "Río de Libertad" hirió de muerte a la dictaduraEL 27 se cumplieron quince años de un hecho histórico, una multitud convocada por todos los partidos políticos y las organizaciones sociales reclamó libertad para los presos, elecciones libres y desproscripciones. |
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El Obelisco se vio desboradado por "un río de Libertad" como lo documentara la histórica foto de José Pla en la contratapa del semanario Aquí y la proclama leída por el actor Alberto Candeau conmovió a todos los presentes. Las agencias internacionales estimaron la concurrencia en 400.000 personas. Un general de la dictadura no tuvo mejor idea en su torpe intento por minimizar el hecho que afirmar: "Había más gente en las playas". La movilización, además no se limitó a Montevideo, 10.000 personas se movilizaron en Salto, 3.000 en Artigas, 5.000 en Melo, entre 10.000 y 12.000 en Paysandú, 10.000 en Florida y se reportaron actos multitudinarios en Fray Bentos y Young. La entidad del acto capitalino, que no obstante lo anterior fue el centro de la movilización, podía percibirse claramente desde tempranas horas según relata en su crónica Aquí: "La multitud comenzó a confluir hacia el Obelisco en forma tranquila y ordenada y a concentrarse frente al gigantesco estrado de 20 metros por 8, en el que se leía la consigna de la jornada: Por un Uruguay Democrático y sin exclusiones". Las columnas venían precedidas en muchos casos por murgas; de las canciones que se emitieron las más aplaudidas fueron las de Alfredo Zitarroza y Los Olimareños y especialmente el tema de Piero "Que se vayan ellos" y el del grupo español Jarcha "Libertad, Libertad". Las pancartas fueron muchas. Sobservaba una que decía: "Amnistía General Irrestricta para todos los presos políticos", firmada por las Madres de Procesados por la Justicia Militar; otras decían: "Exiliados al Paisito", "Amnistía", "Libertad de Enseñanza", "Libertad de Agremiación", "Fuera yankees de América Latina", "El Pueblo unido jamás será vencido". A la fuente luminosa del Parque de los Aliados llegó una de las columnas más numerosas, la que conformaban el Plenario Intersindical de Trabajadores, Asceep y Fucvam. Los organizadores del acto exhortaron a que no hubiera enseñas partidarias, sin embargo varias fueron desplegadas. En particular se destacó una enorme del Frente Amplio que era mostrada por primera vez. En el estrado, 124 políticos y sindicalistas que abarcaban todo el espectro político expresaban un nivel de unidad nunca antes alcanzado en reclamo de democracia. Los lugares de algunos dirigentes de primera línea que por diferentes motivos no pudieron estar --Líber Seregni presidente del Frente Amplio, Wilson Ferreira Aldunate líder nacionalista, José Luis Massera dirigente comunista preso, Héctor Gutiérrez Ruiz senador nacionalista asesinado y Zelmar Michelini senador frenteamplista asesinado-- fueron suplidos por sus familiares (ver nota aparte). En el acto se leyeron adhesiones de los Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel y Lech Walessa; los partidos Radical y Justicialista de Argentina, del PT de Brasil, firmada por Lula y del Parlamento Europeo, entre otros. * Negociación y movilizaciónLas negociaciones entre militares y dirigentes políticos venían sucediéndose con idas y venidas prácticamente desde que en 1980 la dictadura fue derrotada en las urnas. Se volvieron particularmente intensas luego de las elecciones internas de los partidos políticos permitidos en 1982, en las que las opciones democráticas de los partidos tradicionales se impusieron claramente y los más de 90.000 votos en blanco marcaron la vigencia del Frente Amplio, clandestino y reprimido. Las primeras negociaciones que se desarrollaron en el Parque Hotel culminaron en un fracaso y la irrupción del pueblo en la calle mucho tuvo que ver con que se gestaran condiciones para una nueva negociación en mejores condiciones. Fueron decisivas la jornadas del 1º de Mayo de 1983 donde una gigantesca multitud respondió al llamado del Plenario Intersindical de Trabajadores por las consignas "Libertad, Trabajo y Amnistía"; la semana del estudiante convocada por Asceep; el 9 de noviembre de 1983 cuando miles de personas enfrentaron una brutal represión en los alrededores de la Universidad de la República; el "Obeliscazo" y posteriormente el 1º de mayo de 1984 y la serie de movilizaciones obreras y estudiantiles que incluyeron un gigantesco paro cívico nacional. La gente movilizada y reclamando una salida pasó a ser un ingrediente fundamental en el proceso que terminó en la caída de la dictadura. La represión continuó: en 1983 se detuvo a militantes estudiantiles de la UJC que fueron brutalmente torturados en un hecho que luego sería denunciado por el senador Germán Araújo tras recuperarse la democracia; también fue asesinado en la tortura el médico Vladimir Roslik. En los días previos al acto del Obelisco la prensa informaba de los primeros contactos entre los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y dirigentes de los partidos tradicionales. El 18 de noviembre se reunieron con Carlos Julio Pereyra, Dardo Ortiz y Juan Pivel Devoto, unos días después se entrevistaron con Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo. Las reuniones, de las que participaron los tres comandantes en jefe, se realizaron en las instalaciones del Club Naval. Comenzaba un largo y polémico camino hacia la recuperación democrática. * La proclama que leyó CandeauA continuación reproducimos textualmente la proclama que leyó el actor Alberto Candeau colmando de emoción a la multitud que concurrió al acto: "Ciudadanos: Los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos, sin exclusión alguna, han invocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984. Lo hacen al pie del Obelisco a los constituyentes de 1830, autores del primer Código Fundamental de la República, en el que los orientales ratificamos nuestra voluntad de constituirnos en Nación libre y soberana y consagramos la norma sesquicentenaria que instauró la noble práctica de renovar a los representantes de la ciudadanía mediante su voto libérrimo, en un día como el de hoy, el postrer domingo del mes que ya fenece. Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra. Y el pueblo ha dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica, jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque es un pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e Independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la imposición de los detentadores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición democrática y republicana de la patria. Ese mismo pueblo que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Sí a los partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28 de noviembre de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad y porque no ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su "autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana" y que su primer deber es poder deciros, un día ya no lejano, que "vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos" y "ved ahí todo el fruto de mis ansias y desvelos, y ved ahí también todo el premio de mi afán". El país se apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que todos los partidos reclaman y que se precisaron en la declaración conjunta de los partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre, a iniciar nuevas conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas a regular el tránsito de la actual situación de facto al gobierno de Derecho a instalarse el 1º de marzo de 1985. Los partidos políticos ratifican así su fe en el diálogo como el mejor método para restaurar las Instituciones democráticas en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo político estará enmarcado, de su parte y al igual que en oportunidad anterior, por la defensa irrenunciable de los principios liberales y democráticos que configuran la esencia de la Constitución uruguaya desde la de 1830 hasta la de 1967, la cual, además, ninguno de ellos considera necesario reformar en las actuales circunstancias. Ciudadanos: no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición de militantes de determinada colectividad política, autorizada o excluida, que no la negamos y que ostentamos con legítimo orgullo, cada uno según sus honradas convicciones. Hemos venido en nuestra común calidad de uruguayos y de patriotas, herederos de un legado de libertad, de paz, de justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia. Dirigentes, afiliados y simpatizantes de todos los partidos políticos, de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero que habrán de serlo, desde que no se concibe la democracia sin el pluralismo político irrestricto, hacemos pública nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia. No existe discrepancia alguna, por profunda que pueda ser, que autorice a comprometer el destino libre y democrático de la República. El gobierno de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el conjunto de las naciones democráticas del mundo. Por ello hemos venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la nación su dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a los partidos políticos su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho a ganar el pan con el sudor de su frente. Restituiremos así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella una tierra de libertad. De libertad y también de orden. Pero orden emanado del estricto cumplimiento de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que archiva la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y garantido por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos, que hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas, con la frente muy alta y la conciencia tranquila. Con esta conciencia tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y partidos, sabedores de que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante ella para el desempeño de los cargos de gobierno. La victoria está próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado público inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó. Victoria que nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo largo de una década de ejercicio discrecional del Poder. Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos la inmensa dicha del reencuentro fraterno y de los que no están presentes, de quienes aún padecen injustamente la amargura de la prisión o del exilio. De aquí a un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios. El último domingo de noviembre de 1984 un partido y sus candidatos emergerán triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia, de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como quizás no las haya conocido el país en toda su historia. Ese compromiso también lo asumen pública y solemnemente todos los partidos Políticos, porque es imperativo irrenunciable del patriotismo que el próximo gobierno sea nacional, más allá de la filiación de los hombres que lo asuman, nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa conjunción de todos los sectores políticos y sociales, necesarios protagonistas del rescate del país. Ciudadanos: hoy nos hemos congregado al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido porque es con ese espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a la gran victoria común que, una jornada espléndida como ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales. ¡COMPATRIOTAS!: proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó: ¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA LA LIBERTAD! ¡VIVA LA REPUBLICA! ¡VIVA LA DEMOCRACIA!" |
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