El por qué no de las cosas
Feliciano Dublé
"Carece la mencionada retroescritura- de filiación y, en términos convencionales, de trata de un desbarajuste genérico", dice Amir Hamed en el primer capítulo de su libro Retroescritura, un archipiélago de textos crecidos del humus fértil de la cultura occidental, es decir: Virgilio, Platón, Joyce, Ridley Scott, el inspector Clouseau, las piernas de Hillary Clinton y el Cadillac de Reagan, Calvin Klein, Terminator y Benetton, Kurt Cobain y los Rolling Stones en sus giras de la tercera edad, Alien, y Back to the Future, la escritura bustrófeda y Patrick Süskind, Frankenstein y el mito del Minotauro, Nietszche, Metrópolis, Dafnis y las modelos vestidas de novia al final de los desfiles.
Hamed insiste (como en su novela Troya Blanda, donde un discurso
totalizador convierte a Montevideo en el centro de la
historia universal) en mirar al mundo sin complejos de inferioridad.
Complejos que nos hacen a menudo restringir la visión al
barrio, que nos permiten sólo hablar de algo supuestamente
nuestro (supuesto nuestro, a veces, por ignorancia). Complejos
que nos hacen decir que somos cultos y educados, y nos mantienen
con la vista fija en el espejo.
Retroescritura mira el mundo sin dar explicaciones ni pedir permiso: "La saga de la teniente intergaláctica abre un resquicio por donde atisbar cierta gesticulación de occidente en los últimos lustros del siglo de las comunicaciones".
Tal vez el núcleo y la clave del arco de textos que componen
el libro se encuentre en los primeros capítulos, que revisan
Alien, Volver al Futuro, Terminator y por qué los informativistas
de televisión no usan anteojos: la reescritura de las sagas
taquilleras, que a la vez juegan con el regreso en el tiempo,
o la conversión del mundo en escritura instantánea,
en "registro de horda".
En el origen, tal vez, de la retroescritura, está la
preposteración, trastocamiento del orden secuencial de
los hechos que en los
casos que muestra Hamed encuentra una correspondencia simbólica
precisa, tanto en su fondo como en las circunstancias de su realización,
su presentación formal y el momento histórico en
que ocurren como hechos culturales. Retroescritura creció
como rebrote de textos escritos antes de 1995, con motivo de aquella
misteriosa eclosión irreverente que fue La República
de
Platón. Fiel al "desbarajuste genérico",
comienza con un capítulo posterior y termina con un postfacio
que discurre en torno a
la idea de retroescritura (a cargo de Sandino Núñez).
Textos de fino y profundo análisis que rechazan con
virulencia los cánones académicos de la crítica
cultural. La poesía y el
juego tipográfico aparecen con frecuencia, punciones a
la imaginación y la reelaboración del lector. Detrás
de la indefinición del
concepto de retroescritura, cuya precisión queda a cargo
del lector, hay un método: el de la observación
obstinada, penetrante,
que no deja escapar ni el desliz fonético de un actor inglés
actuando un francés con acento:
Dice Hamed que dice Clouseau: "Es sólo el olfato
[...] el que nos dice que cuando recogemos algo que han abandonado
estamos en presencia de
A bemb.
Not a bomb. Clouseau la ha desarticulado al malreconocerla
en su idiolecto. (No la reconoce como dirigida a él). Una
bemb es bastante más inofensiva que una bomba y sale de
ella con algunos rasguños. Una bemb es apenas un disfraz
de bomba.
Clouseau es eso: un disfraz."
El método es la inteligencia que, como un trasmallo
de urdimbre prieta, no deja escapar el origen planctónico
de la cadena
nutricia.
Hacia el final, el libro se abre a una experiencia lectora
tan abierta, tan profusamente ávida de conexiones múltiples
y
retrolecturas que, como Clouseau, se convierte en un disfraz.
Análisis con ropajes propios de las ficciones. Desarticula
el
discurso crítico. Como un canto de trance, se deja aprehender
en un estado alterado, se niega a dejarse penetrar por la razón
desnuda. Exige del lector la misma actitud alerta, la misma capacidad
de comprensión del detalle definitivo, la misma insaciable
voracidad lectora que el autor.
Un detalle significante: la belleza de la prosa, la calidad
de la textura, el cuidado por evitar las muletillas eruditas de
la crítica,
que construyen una cosa nueva, que bien podría ser, a pesar
de su vocación prepóstera, el inicio de un nuevo
orden, ojalá de
un género.
* Publicado en Insomnia, número 66, suplemento cultural de Posdata