Medio milenio después de publicada, sigue pasando: adolescentes la encaran temiendo un libro aburrido que después no pueden dejar. Su magia sigue siendo materia de discusión académica, análisis literario y debates encendidos como el mismo amor.

Así como no se sabe dónde empieza la rosa, tampoco quién escribió en definitiva La Celestina. En verdad ni siquiera se llamó originalmente así, sino la "Tragicomedia de Calisto y Melibea". El otro nombre, "La Celestina", se lo puso la gente que la leyó sin saber (y al día de hoy lo discuten) si es novela u obra de teatro. 

Es posiblemente la obra literaria más discutida en términos de género y autoría. Defensores de la novela se oponen a creerla una obra de teatro, mientras varios investigadores sostienen que Fernando de Rojas es su único autor a diferencia de otros que aseguran que los autores son dos y en otros casos tres. 

Pero más allá de las afirmaciones y dudas de la academia, "La Celestina" es una obra que inevitablemente despierta curiosidad y fascinación, así pasen los años. Desde los estudiantes de secundaria que se enfrentan a un texto que poco tiene que ver con su leguaje cotidiano hasta espectadores de todos los rincones del mundo adonde el amor o su ausencia llegan, todos buscan la posibilidad de verla puesta en escena por algún arriesgado director. 

Las dudas sobre el género son varias y no sería aventurado afirmar que una de ellas es la dificultad de su realización como obra dramática. La Celestina tiene como constante atrapar, dentro y fuera del argumento. Los encantamientos de una "bruja" mueven la trama y determina la pasión con la que viven sus personajes. Ese mismo entusiasmo y pasión surgen nuevamente en la lectura como corolario de los hechizos. 

El amor carnal, el egoísmo, la avaricia, esas grandes pasiones humanas, determinan las vidas de los personajes sin incluir la presencia divina en ningún caso. Desde hace siempre, porque 500 años no es poco, esta obra describe lo más humano y lo más terrenal, donde dios ninguno juega papel alguno. Lejos de mostrar amores platónicos, Calisto y Melibea se ven envueltos en una pasión que poco tiene de "romántica" y la cual los lleva a una destrucción también lejana a la que años más tarde inmortalizará el amor de Romeo y Julieta. 

Celestina es por su lado un personaje dual, repugnante y al mismo tiempo cautivante. Uno de los personajes, Pármeno, en un monólogo describe al universo cantando a la Celestina, alabándola (exquisito elogio) como "vieja puta": 

"E demás desto, es nombrada e por tal título conocida. Si entre cient mugeres va e alguno dize: ¡puta vieja!, sin ningún empacho luego buelue la cabeça e responde con alegre cara. En los conbites, en las fiestas, en las bodas, en las cofadrías, en los mortuorios, en todos los ayun tamientos de gentes, con ella passan tiempo. Si passa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aues, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dizen: ¡puta vieja! Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dizen sus martillos. Carpinteros e armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el ayre su nombre. Cántanla los carpinteros, péynanla los peyna- dores, texedores. Ladradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas con ella passan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas, que son hazen, a do quiera que ella está, el tal nombre repre- sentan. ¡O qué comedor de hueuos asados era su marido! ¿Qué quieres más, sino, si una piedra toca con otra, luego suena ¡puta vieja?"

Parece increíble que una alabanza descanse en este grito unánime de todos los seres, pero es así como el entorno construye al personaje y la deja realizarse como personaje y también como realidad de la vida cotidiana. Así que pasen 500 años. 

El texto merece ser analizado, profundizado, sumergiéndose en el goce intelectual y estético de esta maravilla. Se está recomendando para eso un único enlace, que parece suficiente. Pero está sí en Chasque la necesidad de recordar una vez más, a sus 500 años, esta maravilla que Fernando de Rojas o quienes hayan sido nos dejaron como herencia, hoy patrimonio de la humanidad. (Por Alicia Dogliotti para CHASQUE, 1.7.99)  

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