|
Universidad en curso
José Portillo
Si bien han existido instituciones encargadas de la creación
y trasmisión del saber en algunas civilizaciones asiáticas,
en especial en China y en el mundo árabe, la Universidad
tal cual la entendemos, es una típica institución
de la cultura y la civilización occidental. Autores como
Henríquez Ureña sostienen que es una herencia de
Grecia a la civilización moderna; es la trasmisión
del pensamiento libre y reflexivo desde la Academia y el Liceo
de Atenas.
La Universidad no es un cónclave misterioso de iniciados,
sino el vínculo para orientar la capacidad del hombre y
la sociedad frente a la naturaleza, contribuyendo a la felicidad
de los hombres sobre la tierra.
José Ingenieros
Esta Universidad del segundo milenio de nuestra era, es una típica
institución europea, cuyo origen está estrechamente
vinculado al de los burgos de la Edad Media, antecesores de las
ciudades modernas. En el siglo X, vinculado con el renacimiento
de la actividad comercial, las murallas de la fortalezas y castillos
que eran centros administrativos y de poder, se rodean de artesanos
y comerciantes. El nacimiento de los burgueses, rompe las estructuras
rígidas del sistema feudal y Europa es penetrada y transformada
definitivamente. La sociedad "adquiere un carácter
más dúctil, activo y variado".(2) Se produce
una nueva división del trabajo, la nueva clase de los comerciantes,
surgida fundamentalmente en Venecia, va desplazando a la nobleza
de la riqueza y el poder, son los "nuevos ricos". El
comerciante aparece como un hombre libre y privilegiado. Y a medida
que las ciudades se engrandecen, los artesanos y los comerciantes
son más numerosos. Por las propias razones de su nacimiento
como centros comerciales, la ubicación de los primeros
burgos medievales recayó obviamente sobre las vías
comerciales más o menos tradicionales. Y a partir del siglo
XI, estos noveles burgos empiezan a transformarse en una atracción
para la población rural que afluye hacia las nuevas condiciones
de vida, muchas veces miserables.
Los orígenes
Los mercaderes y los artesanos se agrupan en cofradías,
a menudo vinculadas a iglesias y monasterios. Estas cofradías
se denominan Universitas, Communitas o Gildas y sus miembros vinculados
por tener el mismo oficio, son solidarios entre sí. Su
fuerza nace de la unión y se van transformando en corporaciones
independientes y autónomas de otros poderes: su ley es
su voluntad. Sus jefes, libremente elegidos, son Deanes o Conde
de la Hansa. Habitualmente existía gran cohesión
entre sus miembros, que realizan aportes económicos periódicos
para solventar las necesidades urgentes de alguno de sus miembros.
Estas organizaciones comienzan a disponer de prestigio y reconocimiento
social, así como de poderío económico, todo
lo cual le da independencia del poder político y cierta
clarividencia de las necesidades colectivas. Adquieren estatuto
jurídico reconocido por el poder político.
Esta clase incipiente, la burguesía de artesanos y comerciantes,
va adquiriendo preocupaciones colectivas: construye hospitales
para los pobres y los inválidos, catedrales por devoción
y para embellecer con sus majestuosas torres. Pero también
necesitan reproducir el conocimiento, los saberes de sus oficios,
trasmitirlos a las nuevas generaciones. Su poder surge de conocimientos
técnicos y no como en el caso de la nobleza, de títulos
heredados.
Estas corporaciones encargadas de la reproducción de los
saberes, son las primeras corporaciones universitarias y sus orígenes
son simultáneos a las otras corporaciones de oficios y
a la propia constitución de los burgos.(3) Las principales
necesidades urbanas en materia de "saberes complejos"
tienen que ver con la teología, el derecho, las artes y
las ciencias, que constituyen las primeras disciplinas universitarias.
Maestros y discípulos se agrupan para defender sus intereses
específicos e instaurar un monopolio en su beneficio.
Dos son los arquetipos de Universidad, que dieron origen a su
vez a dos tradiciones distintas.(4) La primera surge a principios
del siglo XII, por el impulso de estudiantes, que buscan primero
y (contratan) luego a sus profesores y maestros. Por lo tanto
en su administración y gobierno predomina el elemento estudiantil.
Los estudiantes llegan a Bolonia, de toda Europa, por "las
vías del comercio". La segunda nace a fines del siglo
XII, en el seno de la Escuela de la Catedral de Notre Dame, con
la preocupación central de un grupo de maestros de enseñar
teología.
Con el transcurso del tiempo, ambas Universidades se constituyen
en verdaderas corporaciones (Universitas o Gildas) de maestros
y estudiantes con privilegios y fueros propios. Se hacen autónomos
de otros poderes y pretenden un cierto carácter democrático:
Studium Generale (escuela para todos).
A Bolonia y París le siguieron Parma y Oxford.(5) Su éxito
fue tan grande que en 1300 ya había 16 Universidades en
Italia, Francia, Inglaterra y España. En el siglo XIV eran
30, incluyendo a Austria, Polonia y Bohemia. Por el 1500 ya llegaban
a 60 e incluían a Escocia, Hungría y Escandinavia.
La primera Universidad española fue la de Salamanca, como
las de Europa Meridional, influida por el modelo de Bolonia, mientras
que la Europa Septentrional lo fue mayoritariamente por el modelo
de París.
Las congregaciones de maestros y estudiantes van logrando en forma
sucesiva nuevas conquistas en su beneficio. El poder político
va siendo "obligado" a reconocer y sancionar, con fuerza
de ley, los estatutos de las congregaciones.
Con la conquista y colonización de América, se produce
una situación diferente, siendo el poder político
y eclesiástico el que crea las Universidades. Así
la corona española funda, por la bula de Pablo III, las
primeras Universidades del Nuevo Mundo, entre 1538 y 1551: Santo
Domingo, Lima y México, inspiradas en los modelos de Salamanca
y Alcalá de Henares. En la Nueva Inglaterra, la llegada
de la Universidad, inspirada en Oxford y Cambridge, es más
tardía: Harvard (1636), Yale (1718), Princeton (1746).
De estos modelos de la modernidad temprana, hasta llegar el siglo
XIX, se producen grandes modificaciones. No solo un número
cada vez mayor de disciplinas (incluyendo la medicina) adquieren
estatuto universitario, sino que fundamentalmente cambia el soporte
filosófico que la respalda, su origen es confesional y
devoto. Pero la consolidación de la Ciencia y la Razón,
la influencia del Iluminismo en el Siglo de las Luces, transforman
y secularizan a la Universidad. Se produce la separación
del poder político del poder eclesiástico. Pero
también el poder cultural se separa de los otros poderes.
Ahora la Universidad es no solo autónoma desde el punto
de vista administrativo, sino también del epistemológico.
En el siglo XIX, se pueden considerar tres modelos de Universidad,
de acuerdo con el énfasis en algún aspecto de sus
fines: la Universidad inglesa, con gran énfasis en una
formación humanística y culturalmente amplia (visión
aristócrata); la Universidad alemana, con gran énfasis
en la investigación científica, en la creación
de conocimiento (visión científica); y la Universidad
francesa, con gran énfasis en la captación profesional
(visión pragmática). Estos modelos, y algunas combinaciones,
serán luego exportados (vía colonialismo) a los
cinco continentes.(6)
Como dice Aranguren,(7) es bueno tener presente que, dado su largo
período teológico, la Universidad no fue la cuna
ni de la ciencia ni de las artes. La filosofía y la ciencia
moderna se han hecho, desde el siglo XVI al siglo XVIII, fuera
de la Universidad y aún en contra de ella. La secularización
que vivió la sociedad en su conjunto, "secularizó"
a la Universidad, que de ese modo se hizo "científica".
La Universidad se independizó de los dogmas (por lo menos
en la mayoría de los casos) y recién entonces se
puede señalar con propiedad su analogía con la época
de los atenienses.
Aún con su espíritu confesional, la Universidad
fue ámbito de luchas ideológicas, como nos cuenta
Eco,(8) a propósito de una refriega en la que murieron
cinco estudiantes a manos de la policía en el año
1200, cuando el canciller de Notre Dame prohibió las obras
de Aristóteles. Las protestas de esa época cuestionaron
también una enseñanza demasiado autoritaria en aulas
"demasiado llenas". Como se ve, la historia se repite.
Se unen, en las reivindicaciones, aspectos materiales e ideológicos.
Pero volviendo a las Universidades modernas, productoras de profesionales,
hay que destacarlas como instituciones sociales formadoras de
especialistas del saber, con poder social y poder cultural, con
autoridad en términos weberianos. Estas Universidades del
siglo XIX, ascendientes directas de las actuales, son fundamentalmente
responsables de "las profesiones". "Profesión
es una ocupación que se regula a sí misma, mediante
una capacitación sistemática y obligatoria y una
disciplina universitaria; que se basa en conocimientos especializados
y técnicos y que se orienta más hacia el servicio
que hacia las utilidades pecuniarias, principio consagrado en
su código de ética", según la define
Paul Starr.(9) El auge y consolidación de las profesiones,
típico producto universitario, puede considerarse como
el resultado del doble proceso tendiente a conseguir autoridad
cultural y movilidad social. La autoridad ya no depende tanto
del carácter del individuo ni las actitudes de los legos,
se finca cada vez más en la estructura de instituciones
como la Universidad. Van aumentando progresivamente en el seno
de la sociedad las funciones de certificación y vigilancia
y éstas serán cumplidas solo por aquellos legítima
y legalmente capaces. Los legos dependen cada vez más de
los profesionales y éstos dependen cada vez más,
unos de otros. El profesionalismo sigue sirviendo, al igual que
en el siglo X, como base de solidaridad para enfrentar las fuerzas
que amenazan la posición económica y social del
grupo. La medicina, que entró tarde a la Universidad, se
puede considerar el paradigma de las profesiones (en sentido sociológico).
La modernidad y la racionalidad
La consolidación de la modernidad trae consigo la consolidación
de la razón. En el esquema del pensamiento positivista
de Compte, significa la evolución desde el pensamiento
mítico y místico hacia el pensamiento científico.
Es de acuerdo a la epistemología genética de Piaget,
habría producido "una maduración" del
pensamiento colectivo. Las cosmovisiones holísticas son
sustituidas por un pensamiento analítico y cuestionador.
La naturaleza y la sociedad y su interacción ya no son
explicadas por mecanismos unívocos. Las corrientes filosóficas
más idealistas, o más materialistas, se apoyan por
encima de todo en una confianza ilimitada en la ciencia: la ciencia
y la técnica serán capaces de ir solucionando los
diferentes problemas del hombre en su relacionamiento con la naturaleza
y conquistar finalmente la felicidad plena. Hubo algunas voces
pre-claras como Rousseau en el siglo XVIII y Nietzsche en el siglo
XIX, que llamaron la atención sobre "las virtudes"
de la ciencia.
Sin embargo el pensamiento científico positivista sería
dominante y hegemónico durante mucho tiempo. La Universidad
decimonónica en sus versiones inglesa, francesa o alemana,
se adueñará de este pensamiento, transformándose
en la institución social por antonomasia que reivindicará
la producción y la difusión del saber científico.
Esta corriente sostiene "que la mente del hombre es intencionalmente
racional y científica",(10) la Universidad solo se
encargará de "educarla". Esta Universidad es
directa heredera del Iluminismo y se nutre del Positivismo (a
pesar de que, paradojalmente, Compte enseñó desde
afuera de la Universidad). Para el ignorante, la libertad es imposible,
señalan los filósofos de Las Luces. "La escuela"
dice Finkielkraut citando a Condorcet "tiende a borrar el
límite entre la porción grosera y la porción
iluminada del género humano".(11) En cierta forma
ese "límite" es el muro de la Universidad: un
intramuros iluminado y un extramuros oscuro e ignorante.
Esta formación universitaria se va haciendo progresivamente
cientificista y necesariamente fraccionada y atomizada, dado el
crecimiento de los saberes específicos. La formación
holística y "metafísica" de los orígenes
universitarios ha desaparecido. Habermas dice: "nuestros
estudiantes, al ser instruidos en los procedimientos indispensables
sobre procedimientos a dominar, pero ninguna orientación
prácticamente adecuada a las situaciones de la vida".(12)
El triunfo de la modernidad sobre "lo tradicional" es
también el triunfo de la incertidumbre sobre las viejas
"certezas".(13) La duda impregna la vida moderna a través
de la razón crítica no solo en la conciencia filosófica
sino también en la vida cotidiana. La modernidad nos introduce
en la era de la "incertidumbre fabricada", en la "cultura
del riesgo". Se hacen imprescindibles los sistemas expertos
y la Universidad es la que forma los sistemas expertos. A pesar
del claro triunfo de la razón providencial, pueden encontrarse
en el seno de las sociedades modernas, vestigios de concepciones
fatalistas derivadas de épocas premodernas. Pero la resultante
muestra una clara tendencia hacia el optimismo de la razón
instrumental y la Universidad será el abanderado de este
optimismo.
Esta incertidumbre afecta las dimensiones de tiempo y espacio.
Las sociedades pre-modernas tienen rasgos identificatorios, relacionales
e históricos, más o menos claros. Se transforman
en principios de sentido para aquellos que la habitan y principio
de inteligibilidad para los que la observan. Estos rasgos pueden
definirse como lugar antropológico. La modernidad borra
los límites de los lugares, hay una pérdida de sentido,
un predominio de los "no-lugares".(14) Lugares de tránsito,
de pasaje. Es el predominio de la razón estratégica
por sobre la razón de los valores.
El optimismo de la razón instrumental llega a sostener
que para reformar toda la sociedad, es necesario, fundamentalmente,
un duro trabajo científico y un paciente rastreo y sistematización
de los hechos sociales.(15) Para ello alcanzaría con una
elite bien dotada científicamente, que lógica y
naturalmente se formaría en la Universidad. Este conocimiento
científico guiaría el progresivo proceso de industrialización
y la consolidación del capitalismo moderno. La ciencia
y la técnica son la nueva religión; alcanza con
tener fe en ellas. El templo es la Universidad.
Las resistencias culturales al proceso modernizador (culturas
tradicionales pre-modernas) son vistas como obstáculos
al dinamismo del proceso progresivo de la modernidad. Las "autopistas"
de la ciencia conducen a la felicidad, los "caminos"
de las tradiciones son efectos retardatarios y por lo tanto deben
ser eliminados.(16) Si todos son modernos, seguramente llegarán
a ser felices (sanos y bellos). La noción de "atraso"
es sinónimo de cultura pre-moderna y para evitar que siga
"atrasada" se modernizará, se eliminará
o se "guardará" en reservas (poco visibles y
poco productivas). Esta utopía redentora de la modernidad,
cuyos apóstoles fueron Compte y Spencer, se originó
en las metrópolis y las fuerzas colonialistas se encargaron
de difundirlas entre los "atrasados" de Africa, Asia
y América. Los puertos recibían los barcos de guerra
con los soldados de la civilización y las Universidades
a los profesores del cientificismo. "Ilustraos y dejaréis
de ser pobres".
A lo largo del siglo XIX van surgiendo muchas voces que cuestionaron
el cientificismo y la dimensión "mística"
de la ciencia, incluso desde adentro de la Universidad. Muchas
de estas voces surgen de movimientos estéticos o de la
filosofía. Sin duda se puede señalar en Nietzsche
uno de los pensadores más representativos de esta corriente
cuestionadora de la ciencia como fuente de "la verdad".(17)
Este autor nos dice que "todo aquello de lo que nuestra época
se siente tan orgullosa es considerado como lo totalmente opuesto
respecto al tipo noble, casi como malos modales; valgan como ejemplo
la famosa objetividad, la compasión por los que sufren,
el sentido histórico con su servilismo para con el gusto
de los demás, con su arrastre ante los hechos pequeños,
el cientificismo". Es difícil no encontrar la influencia
de Nietzsche en todas las corrientes de pensamiento crítico,
tanto en la estética como en la epistemología. Las
críticas contra la modernidad tendrán que ver con
el efecto masificador de la cultura y la tecnología, que
atenta contra la individualidad, como forma absolutamente única
y original de cada ser humano. El proceso creativo de cada individuo
se disuelve en el conjunto social.
Por otra parte, la ciencia y la técnica no solo producen
bienestar (cosa que indiscutiblemente sucede) sino también
producen enfermedad y muerte: el malestar de la tecnología.
Incluso el hombre ha logrado lo que antes hubiera sido imposible:
crear gracias a la ciencia y la técnica, medios para arriesgar
la destrucción absoluta de la humanidad. Y generalmente
los estudios que han permitido estos logros han surgido de Universidades.
El cientificismo ha sostenido que la ciencia es neutra ideológicamente;
sin embargo muchos profesores universitarios se han horrorizado
de los alcances en capacidad destructiva de sus descubrimientos.
Y de esto no se salva ni la ingeniería, ni la física,
ni la genética, ni la biología y ni siquiera la
matemática.
A partir de estas consideraciones se han generado los debates
de filosofía de la ciencia, que generalmente se han ubicado
fuera de los ámbitos universitarios, salvo algunas muy
considerables excepciones. Sin negar el conocimiento científico
(cosa que sería absurda e impensable) se busca el rescate
de otros saberes. Conocimiento y ciencia no son necesariamente
sinónimos. El "quiebre o la inflexión"
epistemológica no parecen tan claros. Muchas veces el pensamiento
científico aparece contaminado por residuos míticos.
El conocimiento no necesariamente avanza, a veces retrocede.
La trasmisión del conocimiento
En cierta forma, las diferentes corrientes del pensamiento en
la modernidad se caracterizaron por un abandono de la sociedad
tradicional, en un intento de unificación e integración,
de racionalidad y subjetividad, tanto en sus versiones materialistas
como idealistas.
Actualmente, la posmodernidad o modernidad tardía ha visto
el resurgimiento del dualismo cartesiano. Viendo el "peligro"
del productivismo y la tecnología, han surgido numerosas
corrientes que oponen la racionalización a la subjetivación.
Esta es llamada por Touraine,(18) sociedad "postindustrial"
o programada. Las corrientes que se oponen a la racionalización
llegan a constituir verdaderos "fundamentalismos verdes".
En esta sociedad programada predomina la producción y difusión
de bienes culturales por sobre los bienes materiales, como se
caracterizó la sociedad industrial (por lo menos así
sucede en grandes sectores de la sociedad "occidental").
En esta sociedad predomina la educación, el cuidado de
la salud y los grandes medios de difusión, los que a su
vez interactúan y se relacionan dialécticamente
entre sí.
En cierta forma la razón implicó la muerte de Dios,
entendida como la muerte de explicaciones holísticas y
dogmáticas. Sin embargo, el triunfo de la razón
instrumental, implicó de cierta forma la muerte del hombre,
como ser ético, con arreglo a valores como se pensante
y crítico. La sociedad de masas destruyó la individualidad.(19)
El sistema educativo ha sido un fiel reflejo de la realidad social
en la cual está inserto. Lejos de buscar la formación
de "individualidades críticas y reflexivas",
ha evolucionado hacia la formación de "masas"
relativamente bien dotadas técnicamente, "enciclopedistas",
pero sin mayor capacidad crítica.
El discurso científico es producido en los países
más desarrollados y en particular en algunas Universidades
e institutos de muy alto nivel, que se transforman en "los
centros del saber" desde los cuales se irradia hacia la periferia,
es la "transnacionalización del saber".(20) Los
países de mayor capital económico son también
aquellos que detentan el mayor capital cultural y simbólico.
Se produce una transferencia de los paradigmas educativos desde
el centro a la periferia. Estos paradigmas, lejos de ser cuestionadores
y críticos, se transforman en "caricaturas" pobres
de los modelos aplicados en el centro y reproducen la formación
de "técnicos de segunda".
Desde este punto de vista, el sistema educativo ha sido un instrumento
del "imperialismo", como forma extendida del capitalismo,
que ha contribuido a formar mano de obra calificada para las elites
dominantes.(21) Otras hipótesis plantean que la educación
puede considerarse una llave para lograr el desarrollo y la autonomía.
En realidad es probable que la Universidad contemporánea
combine en diferentes proporciones ambas hipótesis. En
todo caso, no es exclusivamente ni la una ni la otra.
También es cierto que en las sociedades contemporáneas
el sistema educativo juega un rol muy importante en el control
social. De Azevedo,(22) señala muy claramente: "por
medio de esa intrincada red de relaciones pedagógicas y
de relaciones sociales no pedagógicas, todo medio social
ejerce sobre el individuo no maduro una acción para modelarlo
a su imagen". En realidad no es una relación mecánica.
Las influencias individuales, familiares, de clase social, influyen
notoriamente. Por eso la resultante final es variable en cada
individuo. Pero en general, a pesar de un discurso relativamente
progresista, el sistema educativo en general y la Universidad
en particular, es profundamente conservador.
Sin embargo, algunos sociólogos, como por ejemplo Duvignaud,(23)
han encontrado elementos que permiten ser optimistas. Nos dice
este autor "entre los hombres y mujeres más jóvenes,
en el momento de entrar en la vida, aparece una intensa necesidad
de creer y de provocar o penetrar en participaciones unánimes,
fanáticas, siempre y cada una de ellas, absoluta".
Habría que aprovechar esta coyuntura bio-psico-social favorable,
para rescatar el principio de la crítica intelectual que
escapa a "compromisos doctrinarios" y ubicarse en "el
nivel de la reflexión donde no se ha engendrado aún
lo normativo ni la ontología". Esta sería una
tarea liberadora, que la Universidad debiera considerar. Liberadora
en el sentido de crear la autonomía y la heterodoxia del
individuo frente a los sistemas "dados".
Según Colom y Melich,(24) la situación contemporánea
muestra la convivencia de dos perspectivas ideológicas
diferentes, una de signo antihumanista, basada fundamentalmente
en la tecnociencia y en la necesidad de conocimiento como base
para seguir desarrollando la tecnología (que se ve ahora
como salvadora y propiciadora de los avances de la humanidad)
y la otra de signo humanista y colectivista, que se asienta más
en la fuerza liberadora del nosotros que en la seguridad de las
posibilidades individuales". La organización social
contemporánea, sin duda, privilegia la primera perspectiva.
Una de las funciones de la Universidad pudiera (o debiera) ser
la compensación de esta hegemonía. Buscar la veta
solidaria que existe en aquellos paradigmas que priorizan la solidaridad
entre los individuos y no el individualismo no solidario.
En esta época altamente burocratizada es difícil
la labor docente crítica y reflexiva. Esta requiere de
investigación y de una permanente evaluación. Si
"el propósito central de la educación es la
trasmisión, interpretación y desarrollo críticos
de las tradiciones culturales de nuestra sociedad, es obvia la
necesidad de una investigación que concentre sus cuerpos
y sus recursos, sobre las políticas, los procesos y las
prácticas con que se trata de realizar dicho propósito".(25)
Se hace difícil, en el campo de los micropoderes académicos,
concentrar los "esfuerzos" en políticas realmente
críticas y transformadoras. Esos "micropoderes"
tienden a la consolidación de las viejas estructuras, son
funcionales al mantenimiento de ciertos privilegios.
Homo academicus
El ambiente universitario puede ser entendido como un habitus
en el sentido de Bordieu,(26) es decir, como "un sistema
de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas,
principios generadores y organizadores de ciertas prácticas
y representaciones objetivamente adaptadas a su fin". Estos
habitus mantienen con el conjunto de la sociedad, una especie
de complicidad, que, como dice el mismo Bordieu,(27) permite un
"conocimiento sin conciencia, una intencionalidad sin intención
y un dominio práctico de las regularidades, que permite
adelantar el porvenir sin tener ni siquiera necesidad de presentarlo
como tal". Es una especie de representación teatral,
con un conjunto de actores, un libreto conocido y donde lo máximo
que se puede esperar en materia de innovación, es un agregado
circunstancias. Siguiendo en el contexto interpretativo de Bordieu,
el sujeto (en este caso académico) tendrá una capacidad
creadora activa, inventiva, innovadora, como un agente actuando
en marco de ciertas predisposiciones.
Existe un campo académico (al igual que un campo artístico)
en el seno del cual existe un sistema de relaciones objetivas
entre posiciones adquiridas como fruto de luchas anteriores.(28)
Estas luchas logran un cierto monopolio de dominio, fundado en
la autoridad producto de la suma de capacidad técnica y
prestigio social. Muchas veces la dinámica universitaria
debe ser entendida más como un mecanismo perverso que tiende
a la perpetuación del monopolio de la autoridad, que como
una institución social que pretendería instituir
el cambio social a través de la democratización
del conocimiento. Tanto el campo académico como el científico
están sobredeterminados por prácticas sociales más
amplias. Sin embargo no se puede desconocer que estos campos tienen
un grado de autonomía relativamente significativo ya que
sus productos detentan un gran capital simbólico: reputación,
prestigio, autoridad, competencia. Existen instituciones (Universidades,
institutos) dotados de gran prestigio, cuyos cargos o títulos,
son obviamente más prestigiosos que otros, aunque éstos
tengan más relevancia por la calidad de su proceso educativo
o la adecuación con la calidad social en la cual está
inmerso. Un riguroso análisis sociológico del campo
académico implica descubrir las estrategias ideológicas,
generalmente disfrazadas de tomas de posición epistemológicas,
y sus respectivas condiciones sociohistóricas de producción.
Aquellos que detentan mayor cuota de capital cultural y capital
simbólico son los que monopolizan "las rentas universitarias
y los diplomas".(29) Si la escuela contemporánea se
ha transformado en un instrumento que refuerza la segregación
social, la Universidad la acentúa (efecto perverso) aún
más. Los sistemas "igualitarios" están
en crisis (escuela, Universidad, seguridad social). No han servido
como instrumentos redistributivos. El campo académico es
una muestra de iniquidades.
Dice Norbert Elías,(30) que "la factual expansión
del conocimiento y crecimiento de los niveles educativos, resulta
todavía insuficiente para incrementar en forma claramente
perceptible el potencial de la población". Mientras
que en términos de distribución del poder, parecería
que se han logrado los efectos exactamente opuestos, ya que el
conocimiento técnico y científico, es accesible
únicamente a un reducido grupo de expertos, los "oligarcas
del conocimiento" según este autor. Por otra parte
y como refuerzo de lo anterior, el conocimiento científico,
a diferencia del conocimiento pre-moderno, es fuertemente autoritario.
Y aunque el conocimiento científico desprecia otras formas
de conocimiento, a veces la investigación científica
se basa en valores y axiomas totalmente ajenos al conocimiento
científico. Muchas veces los científicos y los académicos
"se encierran en la torre de marfil de símbolos incomprensibles
con el fin de alcanzar gloria y autoridad, en virtud de su oscuridad".
Quiere decir que tanto la producción del conocimiento (investigación),
como su distribución (enseñanza), llevan en sí
mismos condiciones objetivas que estimulan el individualismo y
el autoritarismo. Se producen distintas formas de hegemonía
y de dominación tanto en el interior de la comunidad universitaria,
como entre ésta y el resto de los actores sociales. Volviendo
a sus orígenes la Universidad estimula el corporativismo,
que contribuye al mantenimiento de las desigualdades, en función
de las rigideces de los derechos adquiridos. Los distintos actores
en el campo de las luchas universitarias han sufrido una retracción
en sus ambiciones: ya no pretenden el interés colectivo
sino del pequeño grupo. El corporativismo es otra cara
del individualismo. El logro de metas comunes, es decir, "la
universidad de intereses y valoraciones, depende de las normas
y valores que encuentran reconocimiento intersubjetivo en circunstancias
determinadas".(31)
La crisis
De acuerdo con la teoría de sistemas y siguiendo a Habermas,(32)
puede hablarse de crisis "cuando una estructura admite menos
posibilidades de resolver problemas que las requeridas para su
conservación". Son perturbaciones intrínsecas
(ínsitas en sus estructuras) que atacan la integración
sistémica. Estos procesos de crisis deben su objetividad
a problemas de autogobierno no resuelto.
Recapitulando, en la problemática del sistema universitario
señalada anteriormente no es difícil reconocer una
"crisis de identidad", siguiendo el concepto habermasiano.
Si bien no cabe suponer que esta crisis signifique "la disolución"
de la Universidad, es fácil entender toda la problemática
que la aqueja. En su contexto global civilizatorio de crisis,
una de las instituciones sociales más viejas de esta civilización,
no está al margen de una crisis de legitimación.
"En la crisis de fundamentos y dado la complejidad de lo
real, todo conocimiento tiene hoy en día, la necesidad
de reflexionar, reconocerse, situarse, problematizarse",
dice Morin.(33)
Duby,(34) señala muy gráficamente que a "la
Universidad, ese medio eminentemente conservador y rutinario",
es adecuado y conveniente el uso del vocabulario de las corporaciones
medievales. Eglau dice: "una reglamentación burocrática
de todos los procesos decisorios y una mentalidad de funcionario,
dominado por una manifiesta idea de seguridad, han provocado el
agotamiento del espíritu investigador en las Universidades".(35)
Bobbio, refiriéndose a los Parlamentos, destaca un concepto
muy aplicable a la realidad universitaria, "una de las plagas
de nuestro parlamentarismo, tan denunciada como poco resuelta,
es la proliferación de las llamadas liguillas, que son
precisamente el efecto de predominio de los intereses particulares,
de grupo, de profesión, en el peor sentido de la palabra,
corporativos".(36)
Se pueden considerar algunos factores externos vinculados a la
realidad social contemporánea, que sin duda contribuyen
a la crisis de la Universidad.
Entre ellos cabe mencionar(37): saturación de ciertas áreas
del mercado profesional y el surgimiento de otros nuevos; costo
creciente de la educación; significación de la enseñanza
y la investigación en el desarrollo nacional; regionalización
e internacionalización de las actividades universitarias;
desarrollo de nuevas tecnologías pedagógicas; costo
creciente de los programas de educación; necesidad de coordinación
multiinstitucional en la investigación; intensa tasa de
caducidad de conocimientos y capacitaciones; significación
creciente de la extensión universitaria; y finalmente,
el incremento significativo en el ingreso de estudiantes.
Las rigideces propias de los sistemas de gobierno y administración
dificultan enormemente, respuestas rápidas y adecuadas,
a los problemas y cuestiones enumerados.
"La historia reciente de nuestras Universidades demuestra
que ellas se adaptan mal a la creación de nuevas carreras
profesionales y de nuevos campos de conocimiento. Ellas tienden
a preservar sus tradiciones, más que a desplazar recursos
a nuevos objetivos. Numerosos son los ejemplos de profesiones
nuevas, para las cuales la Universidad no prepara" nos señala
Alain Touraine.(38) "Yo reclamo Universidades más
ambiciosas y con motivaciones positivas". "Hoy la Universidad
se ha portado mucho peor, comparativamente, que el sector productivo"
dice Michel Crozier.(39) En el conjunto de la trama social, incluso
en los países más desarrollados o de mayor poderío
económico, la Universidad ha sufrido un retraso: no hay
capacidad de adaptación a rápidas transformaciones.
En realidad, dicen Fossaert y Vallue, "la crisis de la Universidad
recién va a comenzar, vista como conjunto de problemas
que se determinan unos a otros y que terminan en todos los casos
oponiéndose a los principales objetivos".(40)
Como la crisis civilizatoria es obviamente mucho más amplia
que la crisis universitaria, se agregan problemas propios de las
grandes "incertidumbres" actuales. La crisis ha afectado
los fundamentos de la cultura occidental. Es decir que a los problemas
de "forma" mayormente enumerados en este artículo,
hay que agregar los de "fondo".
Definiciones conceptuales que tienen que ver con la tecnología,
la hiperespecialización, la capacidad de reflexión,
la ética, la justicia social, la democracia. Ya que todos
estos conceptos están en tela de juicio, no puede prescindirse
de su consideración en una "reconversión"
universitaria.(41) La tarea no es sencilla, pese a lo cual habremos
de referirnos a ella en un próximo trabajo.
Referencias
1. Henríquez Ureña, P. Universidad y Educación.
Ed. UNAM. México, 1969.
2. Pirenne, H. Las ciudades de la Edad Media. Ed. Alianza. Madrid,
1972.
3. Le Goff, J. Los intelectuales en la Edad Media. Ed. Gedisa.
Barcelona, 1986.
4. Tünnermann Bernheim, C. De la Universidad y su problemática.
Ed. UNAM/UDUAL. México, 1980.
5. Brunner, J.J. Educación superior en América Latina:
cambios y desafíos. Ed. Fondo de Cultura Económica.
Santiago de Chile, 1990.
6. Borrero Cabal, A. The University as an institution today. Ed.
UNESCO. París, 1973.
7. Aranguren, J.L. El futuro de la Universidad y otras polémicas.
Ed. Taurus. Madrid, 1973.
8. Eco, H. La estrategia de la ilusión. Ed. Lumen. Barcelona,
1986.
9. Starr, P. La transformación social de la medicina en
los Estados Unidos de América. Ed. Fondo de Cultura Económica.
México, 1991.
10. Shweder, R. La rebelión romántica de la antropología
contra el Iluminismo o el pensamiento es más que razón
y evidencia. En "El surgimiento de la antropología
post-moderna", C. Geertz; J. Clifford y otros. Ed. Gedisa.
Barcelona, 1992.
11. Finkelkraut, A. La derrota del pensamiento. Ed. Anagrama.
Barcelona, 1987.
12. Habermas, J. Teoría y praxis. Estudios de filosofía
social. Ed. Tecnos. Madrid, 1987.
13. Giddens, A. Modernidad e Identidad del Yo. Ed. Península.
Barcelona, 1995.
14. Augé, M. Los "no lugares" espacios del anonimato.
Ed. Gedisa. Barcelona, 1994.
15. Lepenies, W. Las tres culturas. La sociología entre
la literatura y la ciencia. Ed. Fondo de Cultura Económica.
México, 1994.
16. Arocena, F. Muerte y resurrección de Facundo Quiroga.
Historia cultural de lo que ha significado "ser moderno"
para los latinoamericanos. Ed. Trilce. Montevideo, 1996.
17. Nietzsche, F. Más allá del bien y del mal. Ed.
Editores. Madrid, 1993.
18. Touraine, A. Crítica a la modernidad. Ed. Fondo de
Cultura Económica. Buenos Aires, 1994.
19. Portillo, J. Las corrientes del pensamiento contemporáneo.
III Encuentro de Salud colectiva del Cono Sur. Montevideo, 1995.
20. García Gaudilla, C. Producción y transferencia
de paradigmas teóricos en la investigación socio-educativa.
Ed. Tropykos. Caracas, 1987.
21. Carnoy, M. La educación como imperialismo cultural.
Ed. Siglo XXI. México, 1980.
22. De Azevedo, F. Sociología de la educación. Ed.
Fondo de Cultura Económica. México, 1982.
23. Duvignaud, J. Sociología del conocimiento. Ed. Fondo
de Cultura Económica. México, 1982.
24. Colom, A. y Melich, J.C. Después de la modernidad.
Nuevas filosofías de la educación. Ed. Paidós.
Barcelona, 1994.
25. Carr, W. y Kemmis,S. Teoría crítica de la enseñanza.
La investigación-acción en la formación del
profesorado. Ed. Martínez Roca. Barcelona, 1988.
26. Bourdieu, P. El sentido práctico. Ed. Taurus. Madrid,
1991.
27. Bourdieu, P. Cosas dichas. Ed. Gedisa. Barcelona, 1993.
28. Bourdieu, P. Sociología. Ed. Atica. S_o Paulo, 1983.
29. Minc, A. La máquina igualitaria. Crisis en la sociedad
del bienestar. Ed. Planeta, 1989.
30. Elías, N. Conocimiento y poder. Ed. De la Piqueta.
Madrid, 1994.
31. Habermas, J. Conocimiento e interés. Ed. Taurus. Madrid,
1982.
32. Habermas, J. Problemas de legitimación en el capitalismo
tardío. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1975.
33. Morin, E. La méthode. La connaissance de la connaissance.
Ed. Du Seuil. París, 1986.
34. Duby, G. La historia continúa. Ed. Debate. Madrid,
1992.
35. Eglau, H.O. Lucha de gigantes. Europa, USA y Japón
rivalizan por la hegemonía económica. Ed. Planeta.
Barcelona, 1983.
36. Bobbio, N. El futuro de la democracia. Ed. Fondo de Cultura
Económica. México, 1986.
37. Pérez Correa, F. y Steger, H.A. La Universidad del
futuro. Ed. Universidad Nacional Autónoma. México,
1981.
38. Touraine, A. Un nouveau type d'université. Le Monde,
mars, 1985.
39. Crozier, M. Un nouveau type d'université. Le Monde,
mars, 1985.
40. Fossaert, R. y Vallue, G. La vraie crise de l'Université
va bient"t commencer. Le Monde Diplomatique. Novembre, 1987.
41. Dascal, M. La Universidad del 2000. Relaciones, 137. Octubre,
1995.
Los intelectuales
Artículos publicados en esta serie:
|
(I) | La trasmutación de los intelectuales (Augusto Pérez Lindo, N§ 101)
|
(II) | Gramsci y los intelectuales (Ma. Teresa Camarena, N§ 104/105)
|
(III) | Intelectuales y modernidad. El caso norte-americano (Wlad Godzich, N§ 111)
|
(IV) | Vida intelectual en U.S.A. (Daniel Bell)
|
(VI) | Los años 60 en U.S.A. (Daniel Bell, N§ 130)
|
Volvamos al texto
|