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Babel, un mito lozano
Juan Carlos Capo
Transferencia y contratransferencia; el enfoque lleva a
la segunda, lo que supone atender el "aquí y ahora"
en la "situación analítica", tributarias
de un pensamiento fenomenológico y existencial que dejó
su impronta _y sigue ejerciendo su influencia_ en el psicoanálisis
de esta modernidad languidecente en que vivimos.
En un artículo anterior ("Transferencia y maldición
babélica", relaciones N§ 148) se intentó
recorrer la noción de transferencia, llegando al punto
en que fuegos y vientos pasionales se desatan y el padecimiento
alcanza, aunque quizá no por igual, al paciente y al analista.
Ha sido dicho que un psicoanálisis es una borrasca en un
diván y las consecuencias de tal borrasca pueden no ser
evitadas. Si ellas se producen es propio del psicoanálisis
que se produzcan. Pero si los sentimientos pueden ser recíprocos
en esa comunidad entre dos(1) la efectividad posible de la marcha
no se sustenta en una simetría, sino que el eventual avance
implica erguirse ante la palabra (y actos) del paciente, de un
modo interrogativo que busca hablar de eso, y es preciso que se
analice ese entre dos, cuando sea necesario.
Una intersubjetividad se instala de pleno en la situación
transferencial, falseándola, pero antinómicamente
haciéndola también más veraz, y más
operativa (no a pesar de ello, sino precisamente por eso).
Esa dialéctica intersubjetiva no deja de crear problemas
como ya vimos a propósito del amor de transferencia.
En 1910, en "Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica",
Freud mencionó la contratransferencia (gegenübertragung),
que se instala en el médico por el influjo que el paciente
ejerce sobre su sentir inconciente, y "no estamos lejos de
exigirle que la discierna dentro de sí y la domine".(5)
Volvió a usar el término en dos o tres menciones
más que hizo de ella en "Puntualizaciones sobre el
amor de transferencia".(6)
Su propia experiencia, junto a otras causales que abonaban en
la misma dirección, más los atascamientos en que
se trabaron Jung y Ferenczi, con sendas pacientes, Sabina y Elma,
debieron dar motivo a este trabajo.
Freud vuelve a hablar allí de contratransferencia, y se
explaya largamente sobre que el enamoramiento de la paciente ha
sido impuesto (al analista) por la situación analítica
y no puede él atribuirse que esto sea por las excelencias
de su persona. Se pronuncia, además, en contra de propiciar
artificialmente estas condiciones, sabe que está escribiendo
para médicos que tienen que luchar con dificultades serias.
Luego, en "Consejos al médico sobre el tratamiento
psicoanalítico" (1912), acuña la siguiente
fórmula, (él, que era renuente a darlas): _(el médico)
"debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su propio
inconciente como órgano receptor".(7) Era la metáfora
del teléfono que, como la del espejo, incluida en el mismo
trabajo, tanta pólvora levantó (y continuará
haciéndolo). Ficción del espejo, entendida en el
sentido que la persona del analista no fuera transparente para
el analizando, ofreciendo su persona pero como una superficie
de azogue lo más bruñida y fiel posible, para despejar
el inconciente del paciente.
Por añadidura, la virtualidad aniquilante del espejo evoca
la duplicación y (y la multiplicación), "los
espejos y la cópula so abominables, porque multiplican
el número de los hombres",(4) conjugándose
en el hallazgo borgiano sexualidad y muerte. El espejo evoca también
la mirada de la madre, dando lugar a una "estrategia de ilusión",
al decir de Umberto Eco, y a una resonancia winnicottiana de objeto
y fenómeno transicional.
Si pensamos como fue su trato con "el hombre de las Ratas"
o el análisis con Kardiner, veremos que la fábula
del espejo con su meta de impasible opacidad era una aspiración
imposible de efectivizar. Esto no quería decir que rechazara
la idea del analista medio en el proceso de análisis, y
menos aún que Freud lo considerara un espectador "incluido
afuera".
Me inclino a pensar en cambio que Freud comprendía que
el analista estaba radicalmente implicado en el proceso que allí
se desenvolvía, que estaba instalado en el ojo de la tormenta
de la relación transfero-contratransferencial.
"El psicoterapeuta analista debe librar así una lucha
triple: en su interior, contra los poderes que querrían
hacerlo bajar del nivel analítico (el subrayado me pertenece)
(_) sabe que trabaja con las fuerzas más explosivas y que
le hacen falta la misma cautela y escrupulosidad del químico,
sostiene Freud en "Puntualizaciones_ Deberá trabajar
con arte, con hierro y con hielo, así de compleja es su
tarea y así de envuelto está por ella.(6)
(El vocablo "contratransferencia" pasó a tener
en el ámbito analítico una relevancia equiparable
a la de "Transferencia". Es de preguntarse si la fuerza
que arrienda, en cierto modo, del prefijo "contra" y
la connotación defensiva que la misma partícula
connota, pudiera esclarecer en algo la consagración alcanzada
en el lenguaje y en el solar analítico).
La complejidad
La dialéctica intersubjetiva del par analista analizando(1)
y la noción de "Contratransferencia" se puede
rastrear en el trabajo de Melanie Klein: "Los orígenes
de la transferencia"(10) donde la autora plantea que el amor
y el odio, las fantasías, angustias y defensas, operan,
ab initio, inextricablemente ligadas a las relaciones de objeto
(_) y la transferencia se origina en esos mismos procesos. (_)
Así pues el análisis de la transferencia negativa,
que ha recibido relativamente poca atención en la técnica
analítica, es una condición previa del análisis
de los niveles más profundos del psiquismo. (_) El análisis
de la transferencia negativa como el de la transferencia positiva
y la interconexión de ambas es, (_) un principio imprescindible
para el tratamiento de todo tipo de pacientes, tanto niños
como adultos".
Y más adelante_ "los relatos de los pacientes acerca
de su vida de cada día, sus amistades, sus actividades,
no solo dan una comprensión del funcionamiento de su yo,
sino que revelan _si exploramos su contenido inconciente_ las
defensas contra las angustias despertadas en la situación
transferencial". (Subrayado mío)
El corolario de este enunciado doctrinario de Melanie Klein lleva
inexorablemente a lo que Christopher Bollas en 1983 llamó
"la revelación del aquí y ahora",(3) entendida
la palabra revelación en su acepción mística,
de militancia religiosa.
Esta noción de "revelación", el analista
norteamericano, radicado en Londres, la extrae como un fruto del
pensamiento kleiniano, que se contraponía a la doctrina
del Grupo independiente de la Sociedad analítica británica.
"El recurso kleiniano, resume Bollas, consistía en
que todos los objetos narrativos, eran forzosamente metáforas
de la relación paciente-terapeuta.
Paula Heimann le había dicho al autor, a este propósito:
_"Pero eso no es interpretar la transferencia. Es una forma
demente de traducción, y no de interpretación!"
_ Escuche lo que dice el paciente, _insistían a su turno
los kleinianos, cuenta Bollas_, habla de usted y de él
(_) cambie su discurso en interpretación de la transferencia"
(subrayado mío)
De este modo, concluía Bollas, el analista está
constantemente ocupado en traducir cada fragmento de material
en referencia a sí.
Si los "aquí y ahora" del analista golpean al
paciente y contradicen su punto de vista, entonces, el analista
tomará eso por una resistencia a la interpretación
de la transferencia e, ironía profética, el analista
encontrará finalmente que tenía razón porque
donde antes reinaba la confianza, no habrá allí
ahora más que una transferencia negativa. Meta inconciente
del analista, sostiene Bollas, esta necesidad (subrayado de Bollas)
de favorecer la transferencia negativa, porque es bien cierto
que a partir del momento en que el analizando está furioso
contra el analista, la interacción entre ellos se transforma
en el corazón del la sesión, lo que también
lo lleva a la siguiente pregunta:
_ "Ciertas cosas que el analista descubre ¨son válidas
o bien se trata de necesidades contratransferenciales? ¨Busca
curar al analizando_ o bien busca curarse del analizando? (subrayado
de Bollas).
Pienso que del artículo kleiniano, transcripto más
arriba, que centraba el trabajo en la situación transferencial,
en la pesquisa de la transferencia negativa, de cómo el
inconciente del analista se entendía con ella, como repercutía
en él, en su inconciente, ante todo, y de ahí franquear
hasta el "aquí y ahora", como pivote de la tarea,
hay un pequeño tranco, porque hay un continuum de contenido.
Bion, en "Atención e interpretación" (1970),
afirma lo siguiente: "En una carta a Lou Andreas-Salome,
Freud sugirió su método para lograr un estado mental
que le diera ventajas para compensar la oscuridad cuando el objeto
investigado era peculiarmente oscuro. Habla de enceguecerse de
una manera artificial. Como método para lograr esta ceguera
artificial he señalado ya la importancia de evitar la memoria
y el deseo. Para continuar y extender el proceso incluyo la comprensión
de la memoria, el deseo, la comprensión y las impresiones
sensoriales puede parecer imposible sin una negación completa
de la realidad pero el psicoanalista está buscando algo
diferente de lo que normalmente se conoce como realidad;"(_)(2)
En 1949 Paula Heimann escribe el célebre artículo:
"Acerca de la contratransferencia".(9) en él
la entiende como "la totalidad de los sentimientos que el
analista vivencia hacia su paciente". Esto, continúa,
no lleva a la conclusión que la contratransferencia sea
un factor de perturbación y que el analista deba abstenerse
de sentirla y prescindir de ella, sino que debe utilizar su respuesta
emocional como una llave hacia el inconciente del paciente. Paula
Heimann se pronuncia en sentido contrario a que esto implique
una respuesta o confesión a hacer al paciente como así
lo entendieron Sandor Ferenczi, Alice Balint, Money-Kyrie, entre
otros.
El artículo de Paula Heimann mereció la desaprobación
expresa de Melanie Klein, para quien la contratransferencia era
algo en principio que debía merecer un autoanálisis
relámpago e inmediato. La contratransferencia interferiría
por insuficiente "autoanálisis" la buena marcha
del proceso, ella sería causa del malestar del analista,
contribuiría a las interpretaciones erróneas, verdadera
simiente de acting-out, y debiera ser ubicada como resultado de
una estructura prototransferencial (Neyraut, L. de Urtubey) yuxtapuesta
o contrapuesta a la estructura de la transferencia. Sostenía
la posición de Klein un punto de vista desidealizante del
analista, afectado de humanas debilidades que a todo ser humano
afligen. Se alineaba en este punto junto a Freud, sobre todo en
"Análisis terminable e interminable" cuando aquel
afirma: _ "No es seguro que los dragones del tiempo primordial
se hayan extinguido", rechazando al igual que él,
el mito de un analista modelado definitivamente en salud, con
una legendaria suficiencia de sí.
_ "El analista no es una persona sana", _lo repiten
tanto que parece que dudaran"_ espetó Melanie Klein
a un grupo de colaboradores(8). Lo que sostuvo Heimann pasó
a integrar de todos modos el corpus teórico kleiniano,
dice Phyllis Grosskurth, pero no es seguro que entre los kleinianos
se suscriba en forma unánime la afirmación de Grosskurth.(8)
Winnicott dio su aprobación a Paula Heimann en otro artículo
revelador: Hate in Counter-Transference, donde dice que si el
paciente busca odio objetivo o justificado, debe ser capaz de
encontrarlo; y en sentido contrario no debe sentir que puede encontrar
amor objetivo.(8, 13) (Importa consignar que en éste Winnicott
se refería a pacientes psicóticos).
En el artículo de Winnicott, "La contratransferencia",
de 1960, el autor hace otras puntualizaciones, a saber, la de
que el analista tiene necesidad de proseguir su análisis,
pero advierte sobre la extensión posible que puede tomar
la palabra contratransferencia. Se extiende entonces en lo que
denomina la actitud profesional del analista que, por supuesto
se edifica sobre una base de defensas, inhibiciones, disciplina
obsesiva (_) Winnicott entiende que el analista está particularmente
bajo tensión porque "toda estructuración de
las defensas de su yo disminuye su aptitud para enfrentar la situación
nueva en análisis" (subrayado de Winnicott) (_) pero
pone de relieve la actitud profesional que compara al simbolismo
en el sentido que supone una distancia entre el analista y el
paciente. El símbolo está en la distancia entre
el objeto subjetivo y el objeto que se percibe objetivamente.
(_) Ponía nuevamente de relieve que entre el paciente y
el analista se encuentra la actitud profesional del analista,
su técnica, el trabajo que efectúa con sus facultades
intelectuales. Agregaba que no temía decirlo porque no
se consideraba un intelectual, sobre todo porque entendía
que trabajaba con su yo corporal, pero además:
_ "Me vienen ideas, aparecen sentimientos, se estudian y
se pasan por el tamiz, antes que una interpretación sea
hecha. Eso no significa que los sentimientos no se tengan en cuenta.
Puede pasar que esté mal del estómago, lo que no
afecta generalmente mis interpretaciones, o que esté algo
estimulado, en sentido erótico o agresivo por una idea
evocada por el paciente, pero eso no afecta por lo general mi
trabajo de interpretación, ni lo que digo, no como lo digo,
o el momento en que lo digo."(13)
Winnicott se pregunta si no sería mejor dejar que el término
contratransferencia vuelva a su significación primera:
lo que se espera eliminar por la selección, análisis
y formación del analista; pero, en lo que respecta a la
respuesta total del analista para las necesidades del paciente,
sobre todo para enfermos psicóticos. (_) Ahí sí
habría mucho para decir de las reacciones concientes e
inconcientes del analista frente al impacto que hace el psicótico,
o la parte psicótica del paciente, sobre la personalidad
del analista y las repercusiones sobre su actitud profesional.
Eso debiera ser el punto de vista sobre futuros intercambios,
sostiene. Y por el contrario, piensa, que no puede resultar sino
confusión si se busca extender en demasía lo que
recubre el término de contratransferencia.
Esta extensión es el punto de vista que adopta Luisa de
Urtubey en un dilatado artículo sobre contratransferencia,
editado en el boletín de la Sociedad Psicoanalítica
de París, en 1994.(11)
Tributaria del pensamiento de Racker, y de Willy Baranger, Luisa
de Urtubey desprende la noción de contratransferencia de
la situación analítica. En el resumen hecho para
la revista de la Asociación Psicoanalítica argentina,
lo comienza por una larga enumeración de la contratransferencia
que se podrá manifestar (no directamente) "a la conciencia
como un signo a descifrar no identificado ni comprendido de inmediato,
que surge bajo forma de afectos, sentimientos, asociaciones, representaciones,
fantasías, imágenes, lapsus, actos fallidos, interpretaciones
o intervenciones surgidas de manera impensada", y continúa:
"sueños, proyectos, metáforas o comparaciones
inesperadas, todos fenómenos que son o bien retoños
derivados del inconciente o bien sus expresiones directas, tales
como algunos afectos invasores".
No aparece ella como afectando a uno de los integrantes de la
pareja, quizás porque, siguiendo a Racker, entiende la
contratransferencia como una situación que afecta a ambos
y aquí estaría incluido el entre dos de Willy Baranger.
Urtubey caracteriza a Racker como formulador de la teoría
moderna o totalista de la contratransferencia, expositor de los
puntos de vista más interesantes y válidos sobre
ella y bastante distintos de los de Heimann, agrega.
Las hipótesis de Racker sostienen la participación
del analista en la situación analítica; la necesidad
de comprender la transferencia gracias a la contratransferencia;
la descripción de dos tipos de identificación del
analista a su paciente; la búsqueda de solución
al problema de la fuente de energía de la contratransferencia;
la referencia al rol de la señal de angustia; la noción
de neurosis de contratransferencia. Asimismo Racker sostiene que
la interpretación debe ser hecha cuando el analista sabe
que el paciente no sabe, tiene necesidad de saber y es capaz de
eso. La interpretación principal es la de la transferencia,
que surge de la contratransferencia. Afectando a la capacidad
del analista, la contratransferencia influye también al
paciente y sobre todo a su transferencia, pero es la toma de conciencia
por el analista de su contratransferencia lo que permite romper
los círculos viciosos. (_) Existe un paralelismo entre
la situación psíquica del analista y la del paciente:
ambos en inter-relación, ambos asociando, con la diferencia
de que el primero tiene más recursos para concientizar
sus asociaciones y toma conciencia de la contratransferencia latente,
dinámica, por medio del autoanálisis. La noción
de contratransferencia queda reservada para el analista, la de
transferencia, para el paciente.
El pensamiento de Racker impresiona como una pasamanería
de muchos ornamentos. Añade a la neurosis de transferencia
de Freud una neurosis de contratransferencia; a la transferencia
positiva y negativa, le agrega una contratransferencia positiva
y negativa, a las identificaciones del paciente con el analista
(yo o superyó), les suma identificaciones del analista
con el yo, con el ello, con el superyó de su paciente,
y aún otras.
Esta posición rackeriana es bastante concordante con la
cita kleiniana, transcrita arriba, y opuesta, por ende, a la de
Paula Heimann.
Lacan critica el término contratransferencia y defiende
que existirá siempre un saber ignorado del analista. El
análisis se yergue y a través del inconciente de
alguien que se dirige al inconciente de otro. Se descuenta, por
lo tanto, una comunicación, de inconciente a inconciente,
(lo que implica un contrasentido, ya que no se trata de la Teoría
de la Comunicación, meramente) y sostiene que la contratransferencia
queda subsumida en la transferencia, por lo que concluye que ese
término le sobra como herramienta teórica útil.
Coda
En la historia de las ideas (e ideales) psicoanalíticos
se deberá entender a que desde una perspectiva plural,
los diferentes objetos teóricos: freudiano, kleiniano,
lacaniano, winnicottiano y bioniano, reseñados en este
trayecto personal, reflejan una perspectiva analítica naturalmente
limitada.
La búsqueda de la lengua perfecta _de la que daba noticias
Umberto Eco y fue lugar del que partimos para este viaje junto
al mito babélico de la Torre de Babel, torre de confusión_,
es, finalmente, la historia de un fracaso. Fracaso debido al insano
empeño de los hombres por alcanzar el cielo y un más
allá del cielo de un Saber. De la historia de este fracaso
habrían resultado sin embargo consecuencias invalorables.
Parafraseando a Eco, cada objeto teórico en psicoanálisis
podrá no tener la misma aceptación, pero habrá
dejado la posibilidad de una estela de consecuencias benéficas.
Cada teoría podrá ser entendida y ubicada, continúa
el texto de Eco, como un ejemplo de felix culpa: muchos de los
rasgos teóricos que en la actualidad ponemos en práctica,
o muchas de las prácticas sobre las que teorizamos (desde
las taxonomías de las ciencias naturales a la lingüística
comparada, de los lenguajes formalizados a los proyectos de inteligencia
artificial y las investigaciones de las ciencias cognitivas),
han nacido como efectos colaterales de una investigación
sobre la "lengua perfecta". (Ed. Crítica)
Es justo, pues, que reconozcamos a algunos pioneros (así
los teóricos del Psicoanálisis) el mérito
de habernos dado algo, aunque no sea lo que nos habían
prometido, (o lo que nosotros esperábamos).
Los analistas se caracterizan porque saben mucho menos de lo que
se les atribuye (por algunos), o de lo que quizás puedan
ellos mismos creer que saben. Es de esta condición menesterosa,
que se debiera entender como declinante, donde, paradojalmente,
reside la virtualidad que es dable llamar promisoria del análisis.
Este recorrido que hice por un sendero histórico de ideas
(e ideales psicoanalíticos), y en el que pude quizás
revelar pensamientos amalgamados a amores y odios, quizás
pueda equipararse a la historia de un psicoanálisis.
Y más aún: quizás pueda dejar salvaguardada
la esperanza de que, esta historia de amor, no necesariamente
tenga que terminar mal.
Referencias
1. Baranger, W. y M. La situación analítica como
campo dinámico. Problemas del campo analítico. Kargieman,
Buenos Aires, 1969.
2. Bion, W.R. Atención e interpretación. 1970. Paidós,
Buenos Aires, 1974.
3. Bollas, Ch. La révélation de l'ici et maintenant.
Nouvelle Revue de Psychanalyse. Numéro 27, Printemps 1983.
4. Borges, J.L. Ficciones. 1941. Alianza Emecé. Barcelona,
1985.
5. Freud, S. Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica.
1910. Obras completas. Tomo XI. Amorrortu editores. Bs. As. 1980.
6. Freud, S. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia.
1914. Obras completas. Amorrortu editores. Bs. As. 1979.
7. Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico.
1912. Obras completas. Tomo XII. Amorrortu editores. Bs. As. 1980.
8. Grosskurth, Ph. Melanie Klein. Su mundo y su obra. 1986. Paidós.
Barcelona, 1990.
9. Heimann, P. Acerca de la contratransferencia. Rev. Uruguaya
de Psicoanálisis, IV (1), 1961. 62 p. 129.
10. Klein, M. Los orígenes de la transferencia. Obras completas.
VI. Paidós. Hormé. Bs. As. 1980.
11. Urtubey, L. de. Le travail de contre-transfert. 1994. Rev.
Fran. Psychanal. N§ 31. 1994. pp. 1-187.
12. Urtubey, L. de. Sobre el trabajo de contra-transferencia.
Rev. de psicoanal. V. 51, N§ 4. 1994.
13. Winnicott, D.W. De la pédiatrie
la psychanalyse.
1935-1963. Payot. Paris, 1969.
Freudiana
Artículos publicados en esta serie:
|
(I) | referencia |
(I) | La transferencia sublimada (Carlos Sopena, N§ 131). |
(II) | ¨Cuánto de judío? (Alan A. Miller, N§ 131). |
(III) | La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, N§131). |
(IV) | Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, N§ 132) |
(V) | Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, . De León, N§ 132) |
(VI) | Un vacío en el diván (Héctor Balsas, N§132) |
(VII) | Génensis del "Moisés" (N§ 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, N§ l33) |
(VIII) | Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, N§ 133) |
(IX) | El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, N§ 133) |
(X) | Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, N§ 134) |
(XI) | Freud: su identidad judía (Alan Miller, N§ 13) |
(XII) | El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, N§135) |
(XIII) | Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, N§ 135) |
(XIV) | Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, N§ 136) |
(XV) | Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, N§ 136) |
(XVI) | Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, N§ 137) |
(XVII) | Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, N§ 138) |
(XVIII) | Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi N§ 139) |
(XIX) | "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, N§ 140/41) |
(XX) | El concepto de placer (Ezra Heymann, N§ 143) |
(XXI) | Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, N§ 145) |
(XXII) | Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, N§ 147) |
(XXIII) | Transferencia y maldición babélica (Juan Carlos Capo, N§ 148) |
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