dicciones

Prueba de múltiple opción para diagnosticar lengua

Oscar Yáñez

Cuando nos proponemos evaluar las competencias lingüísticas de nuestros alumnos, se nos presenta un problema: ¿cuál es el instrumento pertinente? Encontraríamos respuesta si determinamos qué pretendemos de nuestros alumnos; esto es, definir qué queremos de ellos a partir de los aprendizajes en una clase de lengua.

¿Qué significa enseñar lengua? Enseñar lengua significa presentar modelos lingüísticos a los alumnos, para crear en ellos una conciencia metalingüística, de tal manera que solos o ellos y su conciencia sepan resolver, de acuerdo con sus habilidades, las más variadas situaciones comunicativas. "Son estas habilidades las que hacen posible la elección y el control, y es el ejercicio de la elección y el control de lo que es central en la alfabetización. El aprendizaje de la lectura y la escritura jugará un rol importante en el desarrollo general. Las actividades implicadas favorecerán el ulterior desarrollo de la reflexión sobre el lenguaje y también llevarán al niño a usar su diversa gama de conocimiento metalingüístico de una forma integrada al hablar, escuchar, leer y escribir.(1)

Uno de nuestros objetivos, entonces, consiste en mostrar, en hacer tomar conciencia de cuáles son las herramientas disponibles para una comunicación eficaz: desarrollar una actitud de análisis de las diferentes manifestaciones lingüísticas, que actúen, como ya dijimos, de modelos para lograr una verdadera incorporación no una copia y posterior aplicación de conocimientos en actos comunicativos reales.

Por lo tanto, la función de un docente de lengua se desarrolla a partir de su capacidad y su habilidad en analizar modelos lingüísticos, que permitan, luego, trasladarse desde ese plano analítico a un plano productivo. El alumno debe producir textos orales y escritos que le garanticen la eficacia comunicativa y ser capaz de reflexionar y reparar su producción, apelando a la aplicación de sus herramientas.

Entonces, los esfuerzos de los docentes de lengua deberían tener varias acciones complementarias. Analizar es una; otra, incorporar esos recursos observados; finalmente, trasladar esas observaciones a una producción concreta, de acuerdo con las diferentes necesidades del usuario de la lengua.

Veamos un ejemplo. Todos los docentes de lengua hemos enseñado los diferentes usos del tilde. Por cierto, también los hemos evaluado. Y muchas veces hemos quedado satisfechos por los resultados favorables de evaluaciones, que le preguntan al estudiante por qué determinadas palabras llevan tilde. Sin embargo, en otra instancia evaluativa, como una producción textual específica, nos horrorizamos porque esos mismos alumnos cometen numerosos errores ortográficos. No usaron el tilde, abusaron de él o lo usaron mal. No resolvieron adecuadamente una situación comunicativa precisa, porque no aplicaron ciertas normas propuestas por la lengua.

Por lo tanto, se relativiza aquella satisfacción inicial. Nadie duda que los alumnos aprendieron a reconocer por qué algunas palabras llevan tilde. Pero no significa que esos mismos estudiantes aprendieron a colocar el tilde en esas palabras. Es probable que haya fallado ese complicado proceso que consiste en transitar por la integración de conocimientos lingüísticos, desde el análisis a la producción.

Con esto no decimos que aquella primera evaluación fuera innecesaria. Consideramos que fue insuficiente, desde ópticas formativas y sumativas. Para nuestra seguridad de evaluadores (¿?), deberíamos complementarla con otra, en una fase productiva. Entre una y otra, tiempo. Sí, tiempo. El tiempo de la transición; el tiempo que todo individuo necesita y que transcurre desde el momento en que aprende a tomar una herramienta y el momento en que aprende a usarla; el tiempo imprescindible para la organización de ideas previas y la consolidación de contenidos significativos.

Qué es saber lengua

¿Cuáles son los mecanismos que nos aseguran que las informaciones, obtenidas mediante una prueba de múltiple opción, reflejan conocimientos lingüísticos verdaderamente asimilados y en condiciones de ponerse en funcionamiento en diversas situaciones comunicativas? Tal vez, con los resultados de una prueba de múltiple opción, destinada a relevar la adquisición y dominio de estrategias lingüísticas e implementada en listados, señalaciones, etc., nos suceda lo mismo que con aquella primera evaluación sobre los usos del tilde. Quizás sea necesaria, pero insuficiente. Por lo tanto, sus resultados son creíbles, pero ¿capaces de proyectarse a conclusiones determinantes y confiables? ¿Correremos el riesgo, con una prueba de estas características, de quedarnos a medio camino en esa compleja y ardua tarea de evaluar lengua?

¿Acaso nuestros alumnos saben lengua porque reconocen los constituyentes de una palabra, porque localizan oraciones, porque definen el concepto de enunciado, porque señalan verbos, sustantivos o adjetivos y sus términos adyacentes? Acaso nuestros alumnos sepan lengua cuando los morfemas, las oraciones, los enunciados, los verbos, los sustantivos, sus términos adyacentes, etc. estén suficientemente incorporados y esta incorporación se manifieste en sus textos.

"Para poder escribir bien hay que tener aptitudes, habilidades y actitudes. Es evidente que debemos conocer la gramática y el léxico, pero también se tienen que saber utilizar en cada momento. ¿De qué sirve saber cómo funcionan los pedales de un coche, si no se saben utilizar los pies"(2)



Referencias


1. Garton, Alison y Pratt, Chris: "Aprendizaje y proceso de alfabetizaciónî. Paidós, Barcelona, 1991.

2. Cassany, Daniel: "La cocina de la escrituraî. Anagrama, Barcelona, 1995.


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