|
Sin duda, el despeje del interrogante propuesto por el título
debe comenzar por las implicaciones del vocablo casuística.
Este deriva de caso -tomado en su pluralidad-, circunstancia
que lo flexiona y lo inscribe en una serie de campos disciplinares
y de prácticas sociales diversas.
"No hay que olvidar con qué rapidez las visiones del
genio llegan a ser manjares en conserva para intelectuales."
S. Bellow, Herzog.
"¡Tierra labrable del sueño! ¿Quién
habla de edificar?"
Saint-John Perse, Anábasis.
"Cuando habéis eliminado lo imposible, lo que queda,
aun improbable, debe ser la verdad."
A. Conan Doyle, El signo de los cuatro.
Caso denota lo que cae; así, da cuenta de
un resto producido por la acción de la estructura. Resto,
claro, mas no desecho, por cuanto su función es fundante
de aquélla. Indica, como denominador común, una
variación, una modalización, una declinación
como sucede en la lengua tal que, sin embargo, logre la
preservación de sus características, deslizables
válidamente hacia otro caso. Dicho de otra manera: rescata
y enfatiza el rango de la singularidad, mas su testimonio tiene
estirpe de apólogo; por eso, no es una singularidad cerrada
y autosuficiente, sino que y esta es una de sus flexiones:
la de sesgo jurídico "sienta jurisprudencia".
Por ende, cada trazo del caso ilustra la eficacia de la estructura,
antes de connotar el presunto ìvalorî imaginario
propio de una anécdota irrelevante, frívola y efímera
en cuanto a sus alcances.
Presenta, entonces, un tipo, al que los casos similares
repetidos deberán remitirse, a los efectos de tornarse
inteligibles y juzgables. Desde los casuistas, o idóneos
en filosofía y teología moral, aislamos otra característica:
en efecto, los nombrados tienen injerencia en el análisis
y clasificación de los casos de conciencia estimados como
dudosos en lo tocante a la moral en consideración (que
puede ser, entre otras, cínica, estoica o cristiana). Así,
el caso se perfila conforme con la traza de una desviación;
por lo tanto, si retiramos a dicha apreciación el rango
de anatema, podemos leer el carácter novedoso puesto
en juego por dicho caso, en tanto vehículo de una ruptura
con la expectativa pautada. En síntesis: de la jurisprudencia,
extractamos lo inicial, el ìtipoî, y la repetición;
del casuista moral, la desviación ña enmendarñ,
y lo novedoso. Y ambos, desde ya, apuntan a una singularidad que
requiere nominación, sea por el lado del nombre propio,
sea por el del seudónimo, sea por el del apodo.
Las aludidas dos últimas maneras de nominar simbólicamente
constituyen un capítulo decisivo de los casos policiales.
Los periódicos, en la respectiva sección, abundan
en noticias referentes a malhechores que operan con nombres falsos,
y/o que portan alias o apelativos en tanto acompañantes
o sustitutos de su nombre. ¿Qué trazo se infiere de
estos casos? El del ocultamiento de la identidad civil, interponiendo
un velo para preservar el secreto.
En lo manifiesto, ello sucede debido a motivos de aparente ìconvenienciaî
pragmática, a los fines de llevar a cabo actividades marginales,
delictivas; en nuestra lectura, en cambio, es a los efectos de
nutrir un goce transgresivo que, convocando a la mirada como objeto
pulsional, burla esa convocatoria mediante un señuelo.
Señuelo que oculta el agalma, es cierto, pero que
no deja, al unísono, de indicarlo, de acotarlo y, por qué
no, de ofertarlo, para suscitar la caída del velo (y la
consiguiente licuación del agalma).
Pero es claro: si de algún ámbito o práctica
cabe decir que la casuística marca surco por peso propio,
ese ámbito, de modo a mi juicio indiscutible, es
el de la medicina. Para ésta, la noción significa
el registro y estudio de los casos de una enfermedad. Aquí
condensamos casi todas las notas que hemos ido desglosando, tomando
debida cuenta de una más: se trata también, ahora,
del contrapunto señalado por la definición
vigente entre lo plural y lo singular. Véase, si no: los
casos/una enfermedad.
Para explicitarlo de un modo diverso: cuantos más casos
puedan sumarse de una enfermedad, más ésta obtendrá
su consistencia, mejor definido se encontrará su perfil
como entidad nosológica y, por ende, mayor será
su ganancia en lo tocante a la precisión y a la eficacia
de la eventual terapéutica específica, pasible de
ser, entonces, protocolizada para su transmisión hacia,
y su uso por parte de, otros profesionales. Es, entonces, la recurrencia
simultánea de una serie de síntomas la apta para
diseñar un sindrome; por otro lado, es la recurrencia del
sindrome en una cantidad de enfermos, la que dará ocasión
a hablar de la conformación de la casuística de
dicha enfermedad.
En suma: cuanto mayor sea la casuística, tanto más
ella será representativa y confiable. Cabe preguntarse,
entonces: ¿así se despliega y configura la casuística
de Freud? ¿Se trata de la búsqueda y del acopio cuantitativo
de testimonios coincidentes? ¿Indica Freud, en su obra, la
necesidad de esperar el mencionado acopio para recién después
dar cuenta de los casos/una enfermedad? Creo que,
sin temor a equivocarme, la respuesta a estos interrogantes debe
ser rotundamente negativa. Y debe serlo porque el psicoanálisis
realiza una ruptura epistemológica con la medicina, con
la salvedad cierta de instrumentar varios vocablos similares a
los de esta última, mas con una denotación divergente;
entre ellos, a mi entender, cabe posicionar el lugar diferencial,
novedoso, ocupado por el tándem caso-casuística.
Veamos esto con mayor detenimiento.
Lo nuevo del lugar
En primer lugar, se requiere destacar que el caso fundante
del psicoanálisis, esto es, el que boceta su mito del origen,
no fue un caso de Freud, sino de Breuer; aludo, claro está,
a Anna O. (seudónimo de Bertha Pappenheim). Resulta sorprendente,
al respecto, lo que puede leerse en diversos textos, especialmente
en los de ciertos autodenominados "lacanianos" (?):
los mismos arguyen que, ante la eclosión ingobernable de
la transferencia erótica de Anna O. para con Breuer, este
huyó de manera presurosa, abandonando así el caso,
y que fue Freud, entonces, quien consiguió llevar la cura
a feliz puerto.
Es interesante detectar cómo, mediante este reiterado error,
se confunde a la paciente con la terapéutica; en efecto,
el método de la talking cure fue relevado y sostenido
transferencia incluida por Freud, mas este solo escuchó,
impactado, el relato del caso varios meses después de
haber concluido Breuer su asistencia, además por parte
de su, en ese entonces, más avezado colega. Y fue el propio
Freud quien lo verbalizó, con posterioridad, ante Charcot,
aludiendo luego por escrito frecuentemente al mismo, hasta
tornarlo partícipe de su casuística. ¿Qué
enseñanza se desprende de esta circunstancia? Pues que
el caso, en psicoanálisis, no necesariamente se
constituye desde la copresencia de los cuerpos en el artificio
de la cura psicoanalítica; porque el caso, en última
instancia, es del Otro. Por eso, su "realidad" es discursiva,
comportando una materialidad sutil (Lacan).
Para quienes erróneamente creen que Freud trató
a Anna O., empero, no habría caso de no mediar tal copresencia.
Y esto último es medicina, pero no es psicoanálisis.
Porque es desde la tácita influencia, es desde la inyección,
del discurso médico, que se ha tenido a circunscribir machaconamente
la casuística de Freud a "los cinco historiales",
en tanto conjunto cerrado y ocluso. Se trata, como bien se sabe,
de "el caso Schreber" (nombre propio), "El Hombre
de las Ratas" y "El Hombre de los Lobos" (apodos),
"el caso Dora" y "el caso Juanito" (seudónimos).
Ha sido una vez más Lacan quien advirtió que inclusive
estos cinco casos no son homogéneos en lo referente al
contacto empírico con el creador del psicoanálisis,
pues de Schreber, Freud se centró en sus Memorias,
así como vio un par de veces a Juanito Herbert Graf
durante el transcurso del análisis conducido por el padre
de la criatura.
¿Por qué, entonces, delimitar de esa forma restrictiva
nuestro corpus, si hasta Strachey ha incluido, entre los que llama
"historiales clínicos más extensos de Freud",
a otros casos? Allí se encuentran, a su parecer, los de
Estudios sobre la histeria (Emmy von N., Lucy R., Katharina,
Elisabeth von R.), tanto como "Un caso de paranoia que contradice
la teoría psicoanalítica" y "Sobre la
psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina".
Mas no sería improcedente, a mi entender, incorporar también
a "Dostoievski y el parricidio", "Un recuerdo infantil
de Leonardo da Vinci", "Un niño es siendo pegado",
"Una neurosis demoníaca en el siglo XVII" y "Moisés
y la religión monoteísta", en una serie que
no se pretende exhaustiva.
¿Qué diferencia puede resaltarse entre mi propuesta
y la de Strachey, a la que también me sumo? La del empirista
inglés rescata del olvido la obviedad de los casos mutilados
por la mención irreflexiva, canónica y estereotipada
a ìlos cinco historialesî; por mi parte, procuro
elevar a la dignidad de caso aquellos estudios de Freud donde
la clínica discursiva muestra cómo lo singular
del sujeto allí considerado logra hacer avanzar la teoría.
Esta, entonces, no se "aplica" como en la fallida
"Gradiva", sino que se desprende, se decanta, inventándose
a partir del caso. Parafraseando la etimología de éste,
diría que es lo que cae del caso. Por eso, la obra
de Freud se encuentra fecundamente preñada, en su argamasa
misma, de una casuística notable en su riqueza y en
su alcance.
El caso como paradigma
Mas este alcance ¿es estadístico? ¿Es tributario,
por ende, del positivismo? Es claro que no; como lo enseñó
en acto Lacan, el caso en Freud hace apólogo, configura
paradigma, transmite ñdesde eventualmente un casoñ
cierta constancia para inventariar conceptos de la estructura.
Pruebas al canto: los lobos del famoso sueño, apareciéndose
en el nogal a través de la ventana, sientan el concepto
de marco y ventana del fantasma; la deuda pecuniaria impagable
del ìHombre de las Ratasî da lugar a la noción
de deuda simbólica; la presunta amante del padre de Dora
origina la categoría de ìla otra mujerî como
partícipe inexorable de la histeria, y así de seguido.
Algo bien distinto a lo que denominásemos como "acopio"
médico, según es dable acercar a Freud a la episteme
detectivesca, antes que a la médica. Como lo narra
¿anecdóticamente? su empleada de muchos años
Paula Fichtl: "(Freud) casi siempre leía una novela
policíaca de Sherlock Holmes, pero también G. Chesterton,
Agatha Christie y Dorothy Sayers
El señor profesor
sabía casi siempre quién era el asesino, pero si
luego resultaba ser otro se enfadaba". Es que, como adepto
e integrante inequívoco e insoslayable del nominado por
Ginzburg como paradigma indiciario, Freud construía
el caso con base en significantes de detección y remisión
no convencionales, tal como lo indica el soberbio capítulo
de su casuística atinente a la única psicopatología
que estimó como nominable de esa forma: la de la vida cotidiana.
Véase, entonces, cómo la casuística de Freud
toma ponderable distancia tanto del exclusivismo de "los
cinco historiales" como de la patencia médica del
caso, recalando, en síntesis, en cada lugar de su obra
donde se tematice cómo la singularidad del deseo del sujeto
da cuenta de los límites de lo Real de su (sobre)determinación.
Para ello, el criterio del contacto empírico con el fundador
del psicoanálisis no conforma un cartabón excluyente.
Por eso, la casuística de Freud es teoría en acto;
si no, sería mera materia bruta, que en nada contribuiría
a la enseñanza y a la transmisión del psicoanálisis.
Referencias
D. BERTHELSEN. La vida cotidiana de Sigmund Freud y su familia.
Recuerdos de Paula Fichtl. Península, Barcelona, 1995,
p. 38.
L. BRAIER. Diccionario enciclopédico de medicina.
Heracles, Buenos Aires, 1955, t.I, p. 211.
R. HARARI. "Lectores: ¿lecturas?", Psyché:
III, Nº 23, agosto de 1988, p. 36.
R. HARARI. "Historiales clínicos", Intensiones
freudianas. Nueva Visión, Buenos Aires, 1991. pp. 31/38.
R. HARARI. ¿Psicopatología?, Intenciones
(cit.), pp. 45-67.
C. GINZBURG. Mitos, emblemas, sinais. Companhia Das Letras,
São Paulo, 1989, pp. 143-179.
J. LACAN. "Función y campo de la palabra (parole-habla)
y del lenguaje en psicoanálisis". Escritos I,
Siglo XXI, México, 1975, p. 65.
J. STRACHEY. "Apéndice. Historiales clínicos
más extensos de Freud", en S. Freud, Obras Completas.
Amorrortu, Buenos Aires, 1979, t. XVII, p. 112.
Freudiana
Artículos publicados en esta serie:
(I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, Nº 131).
(II) ¿Cuánto de judío? (Alan A. Miller, Nº
131).
(III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica
Buscarons, Nº131).
(IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi,
Nº 132)
(V) Sobre "Las márgenes de la alegría"
de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, B. De León, Nº
132)
(VI) Un vacío en el diván (Héctor Balsas,
Nº132)
(VII) Génensis del "Moisés" (Nº 132).
Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi,
Nº l33)
(VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl
Paciuk, Nº 133)
(IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis
(Kostas Axelos, Nº 133)
(X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, Nº 134)
(XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, Nº 134)
(XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos
Sopena, Nº135)
(XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, Nº 135)
(XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, Nº
136)
(XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I.
Rosa, Nº 136)
(XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, Nº 137)
(XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, Nº
138)
(XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi
Nº 139)
(XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck,
Nº 140/41)
(XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, Nº 143)
(XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta,
Nº 145)
(XXII) Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, Nº
147)
(XXIII) Transferencia y maldición babélica (Juan
Carlos Capo, Nº 148)
(XXIV) Babel, un mito lozano (Juan Carlos Capo, Nº 150)
(XXV) La pulsión de muerte (Carlos Sopena, Nº 151)
(XXVI) Un rostro del "acting out" (Daniel Zimmerman,
Nº 152/53)
|
VOLVAMOS A LA NOTA
|
|
|