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Mujeres en el tren del Mercosur

Carina Gobbi

El tren de la integración se puso en marcha en 1991. Si las mujeres conocen los temas polémicos del proceso y logran incorporar a las negociaciones la perspectiva de género, estarán en condiciones de viajar en la locomotora. De lo contrario, verán sus temas atados al vagón de cola, una vez más. Un seminario organizado por el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo del Uruguay (Ciedur) tuvo por objeto contribuir a ensanchar la vía para no retrasarse más.

La situación laboral de las mujeres de los cuatro países ubicó las preocupaciones de este seminario, que fue la continuación del realizado en agosto de 1995 en São Paulo, bajo el lema "Mujer y Mercosur". El informe preliminar del seminario de Montevideo, que fue coordinado por las sociólogas Rosario Aguirre y María Bonino, indica que, partiendo de diferencias objetivas -superficie, población, producto bruto interno (PBI)- se encontraron algunas similitudes significativas en la región. A partir de la década de los 80 en los cuatro países aumentó el sector servicios como fuente de empleo. Este absorbe casi la mitad del empleo y genera una parte aun mayor del PBI. Emplea una proporción muy alta de mujeres, ubicándose sobre todo en las actividades de menor nivel de productividad, tales como el comercio informal y el servicio doméstico. Persisten algunas diferencias entre los países que tienen notorias consecuencias en el perfil ocupacional de las mujeres activas. "En Paraguay por ejemplo, alrededor de la cuarta parte del producto se genera en el sector agrícola, mientras que en Argentina y Uruguay, este sector aporta sólo el 10% del PBI", dice el informe preliminar del seminario.

El descenso del nivel de vida de la población y el aumento de la pobreza (crisis de la deuda y políticas de ajuste que incluyen la disminución del gasto público mediante) es común a los cuatro países. En este cuadro la incorporación de la mujer al mercado de trabajo aparece en ellos como una constante de la búsqueda de complemento de los ingresos familiares.

La desigualdad de la distribución del ingreso entre los habitantes es una característica del continente. Sólo Uruguay ha disminuido entre 1980 y 1992 su "índice Gini" (tabla de ubicación de los países según su distribución del ingreso) Argentina y Brasil en cambio lo aumentaron.

El aumento de los hogares con jefatura de hogar femenina, con mayor incidencia en los hogares pobres, es otra tendencia común a los cuatro países.

El informe hace hincapié en la necesidad de advertir el subregistro" que por falta de adecuación de los cuestionarios, de entrenamiento de los encuestadores y sobre todo por las declaraciones de las propias mujeres, en censos, se lleva en cada país de la situación laboral de las mujeres. En el caso de las mujeres rurales, es común la falta de apreciación subjetiva de las tareas que desarrollan junto al marido y en la casa, como parte del trabajo del predio rural. Tal vez por haberse vuelto más "visible" el trabajo de la mujer rural al cambiar la estructura de la producción rural en los últimos años, lo cierto es que Uruguay y Paraguay presentan un aumento de la participación económica femenina en ese sector.

Más allá de las diferencias del registro, es sabido que Brasil y Uruguay tienen los incrementos más importantes de la tasa de actividad femenina.

En los cuatro países, las mujeres son ante todo asalariadas, más que patronas o empleadoras. Se equiparan a los hombres las cuantapropistas.

La segregación del mercado laboral en muy alta. Las tres cuarta partes del empleo femenino está ubicado en el comercio, oficinas y servicios personales. Ha crecido el número de profesionales y técnicas, así como de empleadas de comercio. Entre los desempleados, la situación de las mujeres se destaca. Ellas tienen las tasas de desocupación más altas, tanto a nivel rural como urbano. Son las que tienen un nivel medio de educación las que sufren más esta situación.

El informe concluye: "En forma consistente, las mujeres en los cuatro países, perciben ingresos inferiores a los hombres por la actividad que desempeñan. Esto se debate tanto a la discriminación por categorías ocupacionales (ellas acceden poco a los cargos altos) como a la discriminación directa en cargos similares".

El informe señala que "surge la necesidad de generar una conciencia social sobre esta problemática para poder así implementar mecanismos de presión en las esferas de toma de decisiones".

Algunos boletos al optimismo apuesta el informe, ya que las mujeres se incorporan aceleradamente al mercado de trabajo y la revolución tecnológica borra cada vez más las diferencias entre las ocupaciones "femeninas" y "masculinas", y la flexibilidad laboral que la hora impone es una modalidad de trabajo que, para las mujeres, siempre ha sido familiar. A estas esperanzas, ya señaladas en el seminario de São Paulo, las mercosurianas agregaron ahora:: "el sector servicios, al que las mujeres tradicionalmente se han incorporado en forma masiva, parecería ser el sector en expansión en todos los países y las mujeres tienen igual o mejor niveles educativos que los hombres, de manera de poder insertarse en forma competitiva en el mercado".

El informe destaca que "todo lo anterior es cierto si las mujeres pueden llegar a obtener la necesaria capacitación e igualdad de oportunidades para insertarse y mantenerse en el mercado laboral. Asimismo, para que esto ocurra, es necesario desarrollar capacidades para proponer, negociar y presionar organizadamente en el escenario social y político". (frempress).

Carina Gobbi


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