Ciencia, tecnología y futuro
Trataban de explicar la dinámica del cambio, determinar su trayectoria y examinar sus consecuencias preguntándose cuáles son los nuevos mundos que se están creando y qué alternativas hay a las tendencias de hoy. Hicieron análisis precursores del cambio tecnológico y su visión de las posibilidades sociales en el futuro tuvo naturalmente un gran efecto social.
Antes de la economía política clásica ya existían en cierta forma "estudios sobre ciencia y tecnología". Francis Bacon y otras figuras fundamentales en la revolución científica de los siglos XVI y XVII habrían escrito muchas obras acerca de su filosofía de la ciencia y las consecuencias sociales que, según preveían, dimanaban de "la concreción de todo lo posible" (como decía Bacon en The New Atlantis). Agrippa, con una orientación más descriptiva, se había referido a los sistemas de producción en la minería, y los enciclopedistas se habían dedicado a la tarea de crear taxonomías de la tecnología. Un sinnúmero de viajeros habían dado cuenta de las tecnologías utilizadas en otros países y los fabulistas habían escrito relatos ficticios de lugares utópicos y remotas maravillas donde se mezclaban la especulación tecnológica con la social. Podría citar muchos ejemplos más. En todo caso, el rápido cambio en la revolución industrial, con sus manifiestas consecuencias de vasto alcance, hizo que la mente se centrara en la tarea de entender cómo y por qué se estaba transformando la tecnología y, en el caso de Marx, la propia ciencia.
También antes de la revolución industrial había habido alguna forma de "estudios sobre el futuro". Ciertos relatos especulativos tenían lugar en el futuro y no en algunas islas remotas o en la luna, como ya hemos visto, filósofos y científicos habían escrito acerca de las consecuencias de una ciencia aplicada a "la realización de todas las cosas posibles". Estos últimos intentos incluso han sido objeto de una sátira de Jonathan Swift en su Viajes de Gulliver.
En todo caso, la rapidez del cambio en la revolución industrial promovió una conciencia de las contradicciones, la desigualdad y la falta de continuidad de la evolución social. Eso alimentó las especulaciones acerca del mercado libre, las economías de crecimiento cero y el socialismo científico como modelos para el futuro, especulación que guardaba íntima relación con la acción política y apuntaba a dar al futuro la forma deseada.
Los economistas políticos clásicos eran generalistas por definición. Lo que en su caso se refiere a lo que hoy calificaríamos de estudios sobre ciencia y tecnología (o sociología de la ciencia y tecnología) y de prospectiva (o futurología) representa una parte mínima, pero importante, de su obra. Las exposiciones al respecto tienen relación, según sus autores, con disquisiciones sobre la filosofía moral, la producción del valor, la política contemporánea o multitud de otros temas donde la aportación de dichos autores ha sido considerable. Tal vez sea el cambio socioeconómico profundo, junto al cual se desbarata la sabiduría heredada, lo que haya catalizado una conceptualización tan amplia y de índole tan precursora como la que hicieron los autores citados y numerosos contemporáneos o cuasicontemporáneos suyos. Tal vez sea también la consolidación del orden social lo que frene o reste urgencia a la actividad intelectual. Los historiadores de las ciencias sociales no están de acuerdo acerca de si la consolidación de las especialidades en los siglos XIX, y XX traduce un progreso de la racionalidad o constituye una forma de eliminar los análisis globalizantes y perturbadores de los fenómenos sociales.
Cualquiera que sea la explicación, el desarrollo de la economía y de las demás ciencias sociales a fines del siglo XIX y principios del XX descartó en gran medida los elementos de la economía política relativos a los estudios sobre ciencia y tecnología y los estudios sobre el futuro, y fragmentó el pensamiento intelectual en numerosas disciplinas y subdisciplinas. Si bien los historiadores, los economistas y los sociólogos siguieron haciendo pronósticos sociales, con tendencia a disociarlos de cualquier análisis evolutivo de la ciencia y la tecnología, si bien ellos expresaban un interés general por el aumento de la riqueza, de vez en cuando alguna voz aislada advertía que las reservas de carbón algún día se agotarían y preguntaba ¿qué vamos a hacer entonces?
Es interesante observar que, si existe un pensador que haya mezclado los estudios sobre ciencia y tecnología y prospectiva éste ha sido H.G. Wells, periodista científico y luego novelista y ensayista. Wells recurría a sus conocimientos científicos para concebir el progreso tecnológico futuro y no consideraba indigno introducir, cuando lo estimaba necesario, elementos puramente imaginarios como la "cavourita" antigravitatoria de First Men in the Moon que tanto molestaba a Julio Verne (para el cual la ciencia ficción tenía un cometido educacional) por carecer de pureza pedagógica.
Wells era partidario, a principios del siglo XX, de que se hicieran estudios sistemáticos y académicos del futuro. Una y otra vez en sus obras de ficción y sus ensayos se destacaba la importancia del cambio tecnológico en la configuración del futuro (véase el estudio de sus obras Anticipations [1901] y The Discovery of the Future [1902] en Wagar, 1992). Wells sabía con absoluta claridad que era posible aplicar la ciencia y la tecnología al servicio de la opresión política y social, pero estaba convencido de que una "conspiración abierta" de los científicos podría crear una utopía tecnocrática que impidiera esa posibilidad.
Las ideas de Wells encontraron eco en los Estados Unidos entre las dos guerras mundiales. Hubo en Europa un examen de vasto alcance de las perspectivas de futuro, como la serie de libros de los editores británicos Kegan Paul, en los cuales eminentes intelectuales se referían al futuro de diversos temas. J.B.S. Haldane en Daedalus (1923), aducía que el progreso científico llevaba al progreso social (que él asimilaba como socialismo), mientras Bertrand Russell respondía con una visión mucho más pesimista del papel social de la ciencia en Icarus (1924).
En muchas obras europeas sobre el futuro se encuentra la tendencia a destacar preocupaciones políticas. En breves palabras, cabe describir este fenómeno como un interés, en la época de entreguerras, en la historia cíclica y "el declive de Occidente", suscitado por el trauma de la Gran Guerra, la depresión económica y el auge del fascismo; en la posguerra se manifiesta el deseo de encontrar una "tercera vía" entre los dos sistemas, encarnados (aunque en forma muy distorsionada) por las imágenes polarizadas que Smith y Marx tenían del futuro.
En los Estados Unidos, por contraposición, se hicieron análisis precursores del cambio social y tecnológico a cargo de especialistas en ciencias sociales (especialmente William F. Ogburn y S. Colum Gilfillan) que se movían con facilidad entre el análisis de las tendencias tecnológicas y las curvas de difusión, la estadística social y las primeras versiones de lo que ahora llamaríamos evaluaciones tecnológicas y análisis de impacto (para un análisis retrospectivo de parte de esta obra, véase Gilfillan, 1968; Duncan, 1964, contiene una útil recopilación de la obra de Ogburn y, para una reseña general, véase también Miles, 1975). En el segundo cuarto de siglo, estos autores desarrollaron métodos de extrapolación de tendencias y teorías de las consecuencias sociales del cambio tecnológico. Estos autores, si bien no empleaban los términos de estudios sobre ciencia y tecnología prospectiva que no arraigaron hasta después de la Segunda Guerra Mundial, fueron importantes para el desarrollo de ambas disciplinas.
En particular, dieron a las ciencias sobre el futuro en América del Norte un fuerte ingrediente de determinismo tecnológico. El análisis del cambio tecnológico que hacía Ogburn era relativamente "asocial"; la innovación era, para él, un proceso más o menos endógeno que resultaba de la combinación y recombinación de conocimientos e ideas que se acumulaban. Por lo que se refiere al cambio social éste registraba un "desfase cultural" a medida que las instituciones y las personas se adaptaban a las nuevas prácticas que las nuevas tecnologías hacían posible. Ciertamente, se reconocía también la presencia de fuerzas endógenas que impulsaban al cambio social, inventos sociales incluidos. En todo caso, la configuración de la sociedad por la tecnología fue objeto de gran atención (en algunos casos muy aguda) mientras que la información de la tecnología por la sociedad recibe muy poca y ésta se halla formulada desde el punto de vista de los obstáculos sociales al progreso tecnológico.
Los estudios de prospectiva, como disciplina académica conciente, en realidad no se cristalizan hasta el decenio de 1960 en que aparecen una enorme cantidad de libros y otras publicaciones. En los Estados Unidos, su génesis guarda estrecha relación con el desarrollo de la planificación bélica, es decir, se prestaba atención a la formulación de hipótesis que entrañaban el despliegue de fuerzas armadas, y al programa espacial, en el que hay que pensar a largo plazo para ver cómo se pueden alcanzar objetivos tales como un paseo lunar y cómo justificar esas misiones desde el punto de vista económico y social. Los investigadores que trabajaban en grupos de reflexión y en equipos universitarios relacionados con esos estudios comenzaron a hablar de prospectiva y a aplicar su talento hacia evaluaciones más generales del cambio social, especialmente de la llegada del año 2000 (véase por ejemplo la edición del verano de 1967 de Daedalus, Vol. 96, Nº 3, "Toward the Year 2000: work in progress").
Al mismo tiempo surgían otros temas de estudio: advertencias de las consecuencias a largo plazo del aumento de la población mundial y un número cada vez mayor de obras sobre la sociedad postindustrial (para un útil examen del auge de los estudios sobre el futuro, con especial referencia a los debates sobre ecologismo a que ha dado lugar en el decenio de 1970, véase el estudio Limits to Growth, véase Moll, 1991).
En la Europa continental numerosos estudios y grupos de investigación apuntaban hacia el cambio institucional, lo que tal vez ponía de manifiesto la sensación de estar situado entre las dos grandes superpotencias o quizás las modalidades concretas del desarrollo económico, de consenso sobre el bienestar, que caracterizaban a gran parte de Europa occidental. Surgieron importantes grupos, como los Futuribles en París, y los ya existentes se consolidaron. En todo caso, la orientación dominante de los estudios sobre el futuro, durante los decenios de 1960 y 1970, era el determinismo tecnológico. Incluso los análisis posindustriales tendían a basarse en conceptos deterministas de la evolución y en las incidencias de la automatización industrial (para una crítica contemporánea véase en Kleinberg, 1973). En el estudio Limits to Growth, el tratamiento de la tecnología era muy estático y ello explica en parte el papel contradictorio que ha desempeñado en la sensibilización de la opinión pública ante los problemas ecológicos.
Como ya se ha indicado, este determinismo tecnológico se deriva de los orígenes institucionales de gran parte de la investigación sobre el futuro hecha en los Estados Unidos. Sin embargo, había otros dos factores que también eran importantes. En primer lugar, era innegable que la tecnología era una parte determinante en la creación del mundo moderno y que su evolución proseguía a un ritmo espectacular; de hecho, con frecuencia se sostenía que el cambio tecnológico se estaba acelerando. En segundo lugar, era relativamente sencillo dar ejemplos de las maravillas tecnológicas que vendrían. En muchos de los primeros libros y periódicos dedicados a estudios sobre el futuro aparecían atractivas imágenes de estaciones espaciales y robots industriales, listas de innovaciones técnicas y grandes avances científicos (descritos, tal vez, mediante el método de Delphi), ofreciendo extrapolaciones sobre la velocidad de los medios de transporte de pasajeros o de la capacidad de los sistemas informáticos. Incluso las obras más estrictamente sociológicas referidas a la sociedad posindustrial partían de la hipótesis de que la automatización seguiría transformando la estructura de la mano de obra hacia la de una "economía de servicio", con todo lo que ello implica para los trabajadores y para las prácticas sociales en general.
Mi obra de juventud titulada The Poverty of Prediction (Miles, 1975) constituyó una reacción ante este determinismo tecnológico omnipresente. En todo caso, quisiera referirme ahora a las contribuciones más positivas de los estudios sobre ciencia y tecnología a la prospectiva. Esto significa analizar la forma en que los estudios sobre ciencia y tecnología pasaron de una concepción "asocial" del cambio tecnológico a una evaluación más sutil de la ciencia y la tecnología en cuanto a construcciones sociales.
En el decenio de 1970, los estudios sobre ciencia y tecnología se habían implantado en numerosas universidades, cuyos departamentos se ocupaban básicamente de la historia y la filosofía de la ciencia y tecnología. De alguna forma esto parecía estar convirtiéndose en otra disciplina cómoda que nos daba datos fascinantes acerca de cómo habían evolucionado las sociedades tecnológicas y los factores que impulsaban las revoluciones científicas, pero la investigación aplicada era escasa. Sin embargo, esto ha cambiado en los dos últimos decenios.
La demanda cada vez mayor de las aportaciones de las ciencias sociales para la forma de decisión política en materia de ciencia y tecnología ha constituido un importante factor en este cambio. A su vez, ello refleja la importancia creciente de la política en materia de ciencia y tecnología tanto desde el punto de vista financiero como del de la idea de que se trata de ámbitos estratégicos importantes para las economías avanzadas. Se sostenía que la competitividad nacional se basaba menos en factores tradicionales de la producción, como las materias primas, y más en actividades basadas en el conocimiento. Era bastante común que los gobiernos financiaran no sólo la investigación pura sino también la investigación y el desarrollo, cabe ver su difusión en entornos industriales. Esta política de apoyo a la industria fue objeto de críticas por los partidarios de la economía de mercado, que sostenían que los gobiernos generalmente se equivocaban en su afán por decidir a quién había que apoyar y nunca habían ayudado a quienes más lo merecían.
En todo caso, aunque fuese la industria privada quien financiera la investigación y el desarrollo de índole aplicada, se ponía de manifiesto que la distinción entre investigación "pura" y "aplicada" perdía su razón de ser: los avances de la investigación fundamental en campos tan diversos como la biología molecular, la física del estado sólido, los rayos láser y la ciencia informática cobraba una gran importancia industrial. De ahí nació la idea según la cual existían ciertos ámbitos de la investigación estratégica que se encontraban al mismo tiempo tiempo en las fronteras de la ciencia y en las de la tecnología (Irvine y Martin, 1984, examinan los métodos de previsión en materia de investigación que se emplean en diversos países: véase también en Irvine, Martín e Isard, 1990, información detallada acerca de la financiación por los poderes públicos de la investigación). Las desiciones acerca de la financiación pública de la investigación cobraron cada vez mayor relación no solo con grandes programas de ciencia pura sino también con las posibilidades de aplicar rápidamente los conocimientos en la industria, la medicina y otros ámbitos. Los trabajos sobre el genoma humano constituyen actualmente un buen ejemplo de lo que estamos diciendo, aún más dramático en los últimos años, es el gran número de programas de tecnología de la información establecidos en muchos países después que Japón anunciara a principios del decenio de 1980 el programa de ordenadores de quinta generación. Las ciencias con mayúscula ya no eran tanto una cuestión de prestigio nacional como de competitividad.
Los especialistas en ciencias sociales participan cada vez más en estudios que apuntan a evaluar los resultados de estos programas, proporcionando información (que a veces sirve de legitimación, y a veces de análisis crítico) a sus patrocinadores políticos y extrayendo pautas en cuanto a la administración y diseño de grandes iniciativas de investigación (la aparición de la publicación periódica Research Evaluation indica cuánto ha crecido este ámbito de actividad). Si bien la decisión de establecer grandes programas tiene evidentemente un enorme contenido político, se están utilizando las ciencias sociales como fuente de datos para la selección de programas que complementan los procedentes de las ciencias naturales y la ingeniería, que resultan los beneficiarios financieros directos de los fondos para investigación.
En razón de la orientación cada vez mayor hacia la investigación aplicable y a la competencia por recibir fondos del presupuesto destinado a las ciencias, se ha venido recurriendo cada vez más a métodos derivados de las "scientometrics" y disciplinas conexas. Esos métodos aportan información acerca de nuevos e importantes ámbitos, como efecto de la investigación llevada a término y complementan el método tradicional para determinar a qué investigación básica se deben asignar fondos (este método tradicional es objeto de crítica porque entraña un conservadurismo intrínseco; se crean profesionales para seguir promoviendo el desarrollo de sus propios ámbitos de investigación).
La creciente demanda para que los profesionales de las ciencias sociales aporten una contribución en la adopción de decisiones de política en materia de ciencia y tecnología ha causado cambios y fisuras en el marco de los estudios sobre ciencia y tecnología y, como resultado, algunos departamentos de historia y estudios sociales de ciencias ha quedado divididos internamente entre los investigadores que realizan tareas más tradicionales y los que trabajan en las que no son aplicadas directamente pero tienen una gran influencia en los debates políticos. En las dos universidades británicas que mejor conozco, Manchester y Sussex, el resultado a la larga ha consistido en que el departamento tradicional se convirtiera en lo que básicamente es una dependencia de investigación con una clara orientación política: PREST (Programa de investigación de política en materia de ingeniería, ciencia y tecnología) y SPRU (Dependencia de investigación en materia de política científica) respectivamente. (En Manchester hubo una prolongada etapa intermedia en que un Departamento de Política Científica y Tecnológica coexistía con el PREST.) Estas unidades de investigación, junto con investigadores de diversos departamentos universitarios de carácter más tradicional y en varias organizaciones gubernamentales, han desempeñado una importante función en la tarea de impartir nuevas orientaciones a los estudios sobre ciencia y tecnología. Simultáneamente, han hecho importantes contribuciones a los recientes estudios sobre el futuro.
La SPRU, por ejemplo, ha constituido una fuente importante en la formulación de la llamada economía neoschumpeteriana, que procura comprender el papel que cabe a la innovación tecnológica en el cambio económico a largo plazo. Tuvo también gran influencia en los estudios sobre el futuro en Gran Bretaña, pues produjo una serie de ellos, de los cuales tal vez el más conocido sea la crítica del estudio del Club de Roma Limits de Growth titulado Thinking about the Future en el Reino Unido y Models of Doom en los Estados Unidos (Cole y otros, 1973); el más destacado probablemente sea World Futures: the Great Debate (Freeman y Jahoda, 1978). Uno de los editores de ambos volúmenes, Chris Freeman, ha tenido también gran influencia en la aparición del método neoschumpeteriano. PREST ha contribuido también al desarrollo de la nueva teoría económica, aunque el calificativo neoschumpeteriano sea menos popular y se emplee en general el término "economía evolutiva". Según los informes anuales de PREST, uno de sus cuatro ámbitos de trabajo es el de los "estudios prospectivos", en el cual se han preparado gran cantidad de obras.
Cabe mencionar otros grupos del Reino Unido que trabajan tanto con estudios sobre ciencias y tecnologías como en estudios sobre el futuro, incluidos dos grupos no universitarios, el Technical Change Centre, que ya no existe, y el Policy Studies Institute (PSI), que tal vez haya aportado menos contribuciones a la teoría social, pero ha realizado estudios precursores de la difusión de nuevas tecnologías (Northcott y Walling, 1988, por ejemplo) preparando recientemente el estudio titulado UK 2010 (Northcott, 1990); también en este caso el mismo investigador ha ocupado un lugar central en ambos ámbitos. El caso de Gran Bretaña tal vez sea particularmente destacado porque el deterioro a largo plazo de la economía británica tiene mucho que ver con los fallos estructurales en el proceso de innovación y difusión en el Reino Unido.
En todo caso, en la mayoría de los países industrializados se puede observar un crecimiento similar de los estudios sobre ciencia y tecnología con orientación normativa y, en muchos casos, de nuevas instituciones de investigación que se dedican a esos estudios; ello también se manifiesta con la aparición de nuevas publicaciones periódicas en la materia (Prometheus, Research Policy, Science and Public Policy, Technological Forecasting and Social Change, Technology Analysis and Strategic Management y Technovation, por mencionar algunas) y en la proliferación de monografías de aplicación normativa en foros tales como la conferencia internacional de la Sociedad para los Estudios Sociales de las Ciencias. El programa FAST (pronóstico y evaluación en materia de ciencia y tecnología), que ha realizado tanto estudios sobre el futuro como estudios de ciencia y tecnología con orientación normativa (FAST, 1988), se ha convertido en una fuerza importante en los países miembros de la Comunidad Europea. Habida cuenta de que en esos estudios se dedica gran atención a la creación, al desarrollo, la difusión y la aplicación de nuevas tecnologías, les ha sido aplicado el término estudios de innovación y las nuevas teorías evolutivas del cambio económico y tecnológico (junto con algunos de los métodos ya establecidos como la teoría del ciclo de la duración del producto) suelen ser clasificadas de "teorías de la innovación".
Uno de los puntos de partida, tácitos o expresos, en gran parte de la investigación sobre innovaciones se refería a la sensación de que los profesionales de las ciencias sociales no habían abordado adecuadamente la cuestión de la tecnología. Los partidarios del determinismo tecnológico han presentado la evolución tecnológica como la fuerza motriz del desarrollo social pero no han prestado mayor atención a las características concretas de esta deus ex machina. La historia normal del cambio tecnológico a largo plazo ha consistido en un gran número de invenciones discretas y de tendencias a mejorar el control sobre la naturaleza que estas invenciones facilitan, junto con un examen de los obstáculos sociales que se interponen a la invención e innovación (por ejemplo, por qué Occidente tuvo éxito en la explotación a gran escala de tecnologías que para otra civilizaciones no eran más que novedades). En cambio, muchos de quienes se oponían al determinismo tecnológico han indicado que la opción tecnológica es efectivamente infinita, y que el hecho de que se empleen determinadas constelaciones tecnológicas depende únicamente de factores contingentes. Este enfoque "voluntarista" de la tecnología parte de profesionales de las ciencias sociales tan diversos como son los etnógrafos y economistas neoclásicos (para los cuales la opción tecnológica no es en la práctica más que una cuestión de selección entre distintas combinaciones de factores de producción).
Desde hace tiempo los economistas tienen un lugar dominante en las ciencias sociales cuando se trata del asesoramiento en política y el auge de los estudios sobre ciencia y tecnología con esta orientación solía entrañar una crítica por las cosas que no sabían en materia e cambio tecnológico. El volumen editado por Dosi y otros (1988) constituye un importante intento de dejar de lado esta crítica para determinar formas más productivas de examinar el problema. Las monografías que componen esa colección destacan los diversos acontecimientos en la nueva economía evolutiva y ponen de manifiesto que la estrategia de los diversos actores (especialmente empresas) tiene un papel central en el desarrollo tecnológico. Esas estrategias y sus resultados son configurados por los "sistemas nacionales de innovación" y por la naturaleza de los mercados en que operan, junto con los conocimientos tecnológicos, acumulados y parciales, de los diversos participantes en esas instituciones. La colección, si bien representa un intento particularmente importante de determinar la ausencia de algunos de los principales ámbitos de trabajo en la economía evolutiva o neoschumpeteriana, no constituye más que una representación parcial de una disciplina que crece con rapidez.
Detengámonos a considerar una de las características interesantes de esta disciplina, el hecho de que haya tomado el término "paradigma" de la historia y la filosofía de la ciencia y lo haya aplicado a la tecnología (cabe recalcar que hay muchos otros aspectos de esta disciplina en que cabría referirse a los vínculos entre los estudios sobre ciencia y tecnología y los de prospectiva. Estos aspectos van desde los ámbitos de trabajo sumamente teóricos, como la conceptualización de los procesos evolutivos de generación de variedad y selección en los planos social y tecnológico a los muy aplicados, como el establecimiento de procedimientos para la evaluación de proyectos y la evaluación tecnológica). En los estudios científicos, se consideraba que los "paradigmas" representan opiniones discrepantes acerca de la naturaleza de la realidad o parte de ella; estas opiniones guardaban relación con claros conceptos acerca de qué problemas era importante superar, cómo proceder a ello, qué tipo de datos son válidos para someter a prueba teorías, etc. La obra precursora en este campo es la de Kuhn, 1970.
Diversos autores han hablado de "paradigmas tecnológicos" haciendo referencia a las hipótesis centrales que comparten los agentes sociales en cuanto a cuáles son las características clave de la tecnología, en qué forma ésta puede ser aplicada y qué tipo de progreso cabe prever de ella (varios de estos escritores figuran en Dosi y otros, 1988). En un artículo titulado Futures, de Fleck y otros (1990), se formula una nota de advertencia acerca de los paradigmas). Surgirá una "trayectoria tecnológica" a medida que se trate de crear más productos comerciales sobre la base de esas hipótesis. El concepto de paradigma tecnológico puede emplearse en un sentido muy limitado, como los estudios que se refieren al diseño característico de un determinado producto, o en un sentido muy amplio, como los relativos a las revoluciones tecnológicas.
Por más que se ha hecho habitual calificar de revolucionarias a las nuevas tecnologías, las recientes obras teóricas sobre innovación industrial han dado al concepto de "revolución tecnológica" un contenido más preciso. Para ello ha establecido distinciones entre diversas clases de tecnología. Así, según Freeman y Pérez (1988), las revoluciones tecnológicas son resultado del desarrollo y la utilización de ciertos inventos fundamentales y del conocimiento tecnológico de vasto alcance que entrañan. Se trata de la introducción de nuevas "tecnologías fundamentales", que pueden emplearse para transformar procesos que abarcan una amplia gama de actividades económicas. Por ejemplo, la aplicación de la fuerza motriz es común a muchas actividades en la manufactura, el transporte, la agricultura y la construcción. La aplicación de tecnologías fundamentales tales como la energía hidráulica y eólica, la generación de vapor, la energía eléctrica y el motor de combustión de petróleo ha introducido cambios sustanciales en esos ámbitos de la actividad económica.
El análisis de las revoluciones tecnológicas representa una etapa en el proceso por el cual el análisis en los estudios sobre innovación se desplaza de las innovaciones discretas y únicas a los grupos y "enjambres" de innovación; asimismo, introduce en los análisis evolutivos la idea de discontinuidad, Freeman y Pérez distinguen entre las revoluciones tecnológicas, por una parte, y las innovaciones graduales y radicales, por la otra. Las innovaciones graduales ocurren en forma más o menos continua y se refieren a pequeñas modificaciones en productos o procesos o, como máximo, a cambios menores en la capacitación y la organización del trabajo. Esas innovaciones suelen derivar de mejoras y sugerencias hechas por ingenieros y trabajadores en el propio puesto de trabajo o por los propios usuarios. Las innovaciones radicales, en cambio, suelen dimanar de actividades formales de investigación y desarrollo, realizadas por lo general en los laboratorios de los proveedores (esta descripción corresponde a las modalidades contemporáneas de organización de la investigación y el desarrollo; en el siglo pasado, la cosa era bastante distinta). Pueden entrañar cambios sustanciales en los procesos de producción y en las disposiciones de organización o nuevos productos que establecen nuevos mercados o sustituyen productos conocidos en los mercados establecidos.
Una revolución tecnológica, si bien engloba gran número de innovaciones graduales y radicales, constituye una transformación más profunda. Por lo general, se basará en descubrimientos científicos, un conocimiento básico nuevo, en muchos casos producido por científicos puros en marcos no industriales ("investigación básica" en universidades y laboratorios especializados, por ejemplo). El nuevo conocimiento se refiere a procesos fundamentales en la transformación de materia y energía (más recientemente) en el campo del material biológico e incluso de información y prevé la creación de nuevas técnicas para llevar a cabo tales transformaciones. De esta manera se pueden introducir cambios en una enorme diversidad de productos y procesos.
De la aplicación de la nueva tecnología fundamental en grandes sectores de la economía resulta una revolución tecnológica a medida que se reconocen nuevas oportunidades que se tienen en cuenta en las estrategias de las empresas y otros agentes, con los cambios concomitantes en los productos y procesos, en las prácticas de trabajo, en las relaciones entre empresas y en el equilibrio de poder económico entre empresas y países. Las nuevas hipótesis acerca de la mejor forma de organizar la producción, la pericia y la estructura ocupacional de la fuerza de trabajo, la forma de la demanda de consumo y numerosos otros factores pasan a formar parte del nuevo paradigma tecnológico (a veces se emplean términos tales como "paradigma tecnoeconómico" para una constelación tan amplia de actitudes y percepciones y se reserva el término "paradigma tecnológico" para los que guardan relación más directa con las tecnologías propiamente dichas).
Es evidente que este tipo de análisis es pertinente en el campo de los estudios sobre el futuro. En efecto, el análisis obedece en gran medida a la conciencia de que nos encontramos en medio de una revolución tecnológica que entraña una nueva tecnología de la información, y a la expectativa de que en el futuro cercano tengamos que llegar a conclusiones similares respecto de la biotecnología y de nuevos materiales. En muchos estudios sobre el futuro, la tecnología de la información ha sido calificada de revolucionaria y se ha tratado de evaluar sus consecuencias para el futuro. En todo caso, la teoría de la innovación sirve de marco más sistemático para el examen de esas cuestiones, por más que siga siendo bastante incompleto (véase Miles y otros, 1990).
En consecuencia, ha habido un considerable grado de intercambio entre los ámbitos de los estudios sobre el futuro y sobre ciencia y tecnología que tienen interés en la nueva tecnología de la investigación y vale la pena observar que Futures, probablemente la publicación académica de mayor reputación en el ámbito de los estudios de prospectiva, ha cobrado gran importancia en el debate de los cambios en los paradigmas tecnoeconómicos, publicando trabajos de muchos de los autores más destacados en la materia.
Asimismo, Futures ha servido de medio para el debate de la idea conexa de las "ondas de Kondratieff", prolongados ciclos en la economía mundial que, según muchos comentaristas (pero no todos), guardan relación con el auge y la caída de esos paradigmas (Tylecote, 1992, constituye una fascinante contribución reciente a estas obras y combina un análisis histórico de vasto alcance con un estimulante examen, en el último capítulo, de las perspectivas para el futuro). También se han publicado en Futures artículos sobre la conceptualización de la evolución social y diversos temas en los cuales los estudios sobre ciencia y tecnología y sobre el futuro se superponen; hay que observar la misma tendencia, aunque menos marcada, en otras publicaciones periodísticas tales como Futuribles y Technological Forecasting and Social Change.
El hecho de que muchos investigadores de la innovación hayan entrado en un debate con la economía tradicional ha tenido un deplorable efecto secundario: han prestado menor atención a los recientes ensayos en el ámbito de la sociología de la tecnología, los cuales, en realidad, han seguido un curso paralelo al de la teoría de la innovación, utilizando una terminología diferente e inspirándose en otras obras de referencia.
Los estudios sobre ciencia y tecnología comprenden disciplinas distintas de la economía (incluso la nueva economía evolutiva) y lo que antecede no menoscaba la contribución de los nuevos sociólogos de la tecnología, que tienden a escribir con mayor frecuencia para publicaciones periódicas tales como Social Studies of Science. Los escritos de estos investigadores suelen ser complementarios de los que se han reseñado, prestando más atención a los agentes sociales y a las redes en el proceso de cambio tecnológico. Los sociólogos suelen criticar a los partidarios de la economía evolutiva por reiterar el determinismo tecnológico con una nueva cara (ver por ejemplo, Elliot, 1988). Las tesis sobre las "trayectorias tecnológicas naturales" y los "impactos de la tecnología" no ayudan a contrarrestar sus críticas (Freeman, en 1987, ha escrito incluso un artículo titulado "Argumentos en favor del determinismo tecnológico", si bien igualmente podría haberse titulado "La tecnología como relación social materializada").
Los sociólogos, a su vez, tienden a evitar la confrontación con los aspectos materiales de la tecnología y los partidarios de la economía evolutiva, cualesquiera que sean las omisiones en que incurran, son menos renuentes a este respecto. Por más que sea perfectamente correcto hablar de la "configuración social" y la "construcción social" de la tecnología (véase Bijker y otros, 1987; Hoffman, 1991; Silverstone y Hirsch, 1992), es indispensable recordar que lo que hay que configurar es la materia prima y que en las construcciones hay que utilizar las propiedades del mundo natural. Aunque la tecnología no tenga su propio impulso intrínseco ni genere sus propias trayectorias naturales, tampoco cabe calificarla de tabula rasa, sobre la cual puede escribirse cualquier mensaje.
El conocimiento técnico acumulado y la idea que existe en cuanto al curso que ha de seguir el cambio tecnológico aportan una contribución crítica a la evolución de la tecnología. El determinismo subyace en forma tácita en el razonamiento de los que sostienen que las estructuras sociotécnicas deben organizarse de determinada manera y los debates en curso acerca de esas dos maneras de enfocar los estudios sobre ciencia y tecnología desempeñan una útil función en el contexto de las hipótesis sobre la necesidad de muchos arreglos contemporáneos y de muchos pronósticos acerca de cuál será el futuro tecnológico.
Los problemas ambientales constituyen un contexto esencial en el cual cabría haber esperado más del intercambio entre los estudios prospectivos y sobre ciencia y tecnología. Los estudios prospectivos han desempeñado un papel de importancia al hacer que se cobre más conciencia de la magnitud de los problemas ambientales que se avecinan e indicar la impractibilidad de mantener las modalidades actuales de empleo de la tecnología; también en este caso, Futures fue uno de los primeros foros de debate acerca de la probabilidad de que la utilización de combustibles fósiles tuviera un "efecto invernadero". Se han formulado muchos argumentos a favor de que hay que modificar las trayectorias tecnológicas para no agravar más los problemas ambientales, determinándose algunas de las características de los sistemas tecnológicos preferibles en este contexto (el cambio en las modalidades en el consumo de energía para lograr mayores niveles de eficiencia energética, las reducciones en la emisión de los gases más peligrosos, etc.). En todo caso, si bien se ha prestado sin duda algo de atención a los graves problemas que entraña movilizar el apoyo político para introducir los cambios necesarios, prácticamente no se han tenido en cuenta los problemas conexos de modificar los paradigmas y las trayectorias tecnológicas.
Los análisis dimanados de los estudios sobre ciencia y tecnología y la teoría de la innovación, en particular, indican que la acumulación de conocimiento parcial en diversos lugares, el conflicto entre los nuevos objetivos y la rutina establecida de las empresas y los gobiernos pueden plantear graves limitaciones: estos análisis dan a entender también que el tipo de instrumento normativo que cabría utilizar para efectuar el cambio hace necesario proceder a una reevaluación sustancial de la formulación de la política ambiental. Hasta hace poco tiempo en los estudios sobre el futuro prácticamente no se había hecho alusión a estas cuestiones; cabe esperar que un artículo publicado en Futures por los investigadores Kemp y Soete (1992) constituya el principio de un diálogo productivo en este ámbito tan importante (como primer paso en el mismo sentido, véase Cramer y Zegfeld, 1991).
Este constituye también lo más apremiante para profundizar el diálogo entre los estudios sobre ciencia y tecnología y los de prospectiva, pero, más en general muchos futurólogos dependen todavía del determinismo o el voluntarismo tecnológicos y desestiman las aportaciones de los estudios sobre ciencia y tecnología en la comprensión de la índole del cambio tecnológico. En el caso del determinismo tecnológico, se deducen de la observación las tendencias en una determinada tecnología, se supone que dichas tendencias se mantendrán y se trata de bosquejar sus consecuencias sociales (o, peor aún, sus "impactos"). En cambio, en los estudios sobre el futuro, de índole más normativa, a veces se parte del supuesto de que el cambio social hará aparecer tecnologías aptas para un nuevo conjunto de objetivos e instituciones, como si la tecnología fuese una tabula rasa abierta a cualquier tipo de influencia. Los estudios contemporáneos sobre ciencia y tecnología muestran las limitaciones de ambos enfoques y hacen notar el carácter material del conocimiento tecnológico, que presenta a los innovadores opciones limitadas en entornos inciertos.
Es posible optar por nuevas orientaciones, pero el proceso de cambio de las trayectorias tecnológicas entraña una relación entre numerosas partes interesadas (todas ellas con un conocimiento parcial). La discontinuidad puede desbaratar una tendencia pero no se trata ni de acontecimientos al azar ni del resultado de una expresión de deseos. La pauta de difusión de nuevas tecnologías y su utilización, con el tiempo suelen ser bastante distintas de las que imaginaron los innovadores originales. Y sus consecuencias (no sus "impactos", porque los agentes sociales activamente se apropian de tecnologías, las rechazan o les dan nuevas formas en lugar de recibirlas pasivamente) obedecen a la percepción que esos agentes tienen de las oportunidades que se les ofrecen y de su capacidad de escoger.
La tecnología no es infinitamente maleable. Es material y como todo material impone sus propiedades en las relaciones sociales, lo que significa no hacer siempre lo que los innovadores esperarían que hiciera. Así, una tecnología no se crea de la nada con vistas a alcanzar un objetivo concreto; el desarrollo tecnológico es un proceso social creativo realizado por agentes que tropiezan con las limitaciones de los mundos material y social en que se mueven. En el curso del cambio tecnológico lo inevitable se reduce (a menos que las instituciones estén embarcadas en un curso inalterable), pero éste no es un proceso totalmente voluntarista que pueda reorientarse de un día para otro. Aunque ciertos especialistas de las ciencias sociales vean una forma de determinismo, aunque para algunos sea tecnológico, dicho paradigma, en el sentido que lo entiende la teoría de las innovaciones, puede ayudarnos a formular esta compleja interrelación de limitaciones y oportunidades. También pueden hacerlo otras contribuciones a los estudios contemporáneos sobre ciencia y tecnología a los que no hemos podido referirnos en este breve ensayo (como selección diversa, véase además de Dosi y otros, 1988, autores tales como Collingridge, 1992, Hill, 1988, y MacLeod, 1986).
Las consideraciones de este tipo no facilitan para nada la previsión del futuro, pero al formularlas, los especialistas del estudio de la ciencia y de la tecnología no buscan ver los obstáculos para un conocimiento preciso del futuro. También se presenta a los estudios de prospectiva (que en todo caso apuntan más a esclarecer nuestras opciones que a una predicción exacta) un conjunto más sustancial de instrumentos para pensar acerca de los procesos y las consecuencias del cambio tecnológico.
Cabe esperar que pueda pagar su deuda con los estudios sobre ciencia y tecnología haciendo que los investigadores con una orientación más académica cobren mayor conciencia de la importancia de su labor ante los problemas apremiantes del mundo de hoy, advirtiendo a quienes se dedican a la investigación aplicada, y sobre todo a la innovación, que no se limiten solo a examinar las consecuencias económicas a más corto plazo de sus estudios.
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