Los que han visto la película La Red (The Net) tendrán ahora alguna idea de este gran mito que se llama Internet. Lo llamo mito porque la moda lo ha puesto en primer plano de la actualidad informática, a pesar de su uso todavía limitado a pocos. La publicidad se identifica como moderna cuando tiene la dirección de Internet incluida en su diseño. La informática se diferencia cuando integra la entrada a la red. Todo está en Internet, e Internet está en todo. En La Red, esta presencia va hasta la identidad del individuo dejada en manos de los ordenadores. El que no está en la red no existe.
Los que ya entraron en el juego, que navegan a veces en la red, seguros de existir, pueden gozar de todo lo que les aporta la red. Para la gran mayoría, se trata del correo electrónico y de la visita de los museos. Para otros, de los servicios pornográficos. Pero ¿quién realmente recurre a la diversidad de servicios que propone Internet? La red de redes es mucho más que los mensajes electrónicos o las páginas web. Además de estos dos servicios, Internet ofrece servicios de teleconferencia (dialogos anónimos, llamados "chat services"), grupos de diálogo (news groups), intercambio de archivos informáticos (Telnet o FTP). Las páginas web también son más que las páginas de una revista que se verían en pantalla: en éstas, se puede escuchar sonido (música, radio, hasta teléfono), ver películas (cortas por ahora), consultar bases de datos, y usar lo último en tecnología: realidad virtual, animación en tres dimensiones, etc. También algunos servicios ofrecen la posibilidad de buscar la información a través de la red. Encontraremos información, publicidad, vidriera comercial, divertimento, y servicios como los horarios de tren, avión, barcos, calendarios culturales, hasta supermercados virtuales que les envían las compras en el día (por lo menos si uno vive cerca de la empresa que propone este servicio; hasta ahora no disponible en Uruguay).
La cantidad de elecciones posibles empieza a marearnos. ¿Todo esto está disponible? Si, y a precio de llamada local, pero necesita una buena máquina, buenos programas y un poco de imaginación. Se necesita buscar -en Internet- los programas para poder escuchar, ver películas, participar en una "chat", y sobre todo, se necesita un buen modem (el aparato que nos conecta a la red) para poder ver y escuchar en "tiempo real". El resto no depende de nosotros: la velocidad de transmisión es la que nos dan las líneas de Antel y nuestra conexión depende de la carga de las líneas cuando nos comunicamos.
El "boom" de Internet es también fuente de inventividad. Internet no es sólo un producto para consumir, sino un evento que queda siempre para inventar. La autopista cibernética, al contrario de una carretera, se construye en base al aporte de cada uno. No está reservada a alguna elite, sino que cada uno puede tener su propia página y participar en muchos de los servicios propuestos. Las herramientas (software) para aportar su participación a esta construcción se encuentran en Internet mismo: un poco de paciencia permitirá "bajar" (o sea transferir de un servidor a su propia máquina) los programas para crear páginas web y darles un poco de vida y de imaginación.
Esto no quita la necesidad de un conocimiento profundo de Internet y del diseño, por lo menos en el uso profesional. La historia reciente de la informática muestra que el único conocimiento de la máquina no es suficiente en diseño. Los ordenadores gráficos revolucionaron el mundo del diseño, dando a cada uno la posibilidad de crear documentos destinados a ser impresos desde su casa o su oficina. Pero la falta de profesionalismo se sintió en la producción de la última década: cualquiera, sin conocimiento del diseño, pudo imprimir sus documentos, boletines, folletos y revistas a costo de un mal diseño y una mala tipografía. Poco a poco se mejoró la situación con la creación de oficinas especializadas en diseño por informática: las capacidades de la máquina no quitan la necesidad del conocimiento del usuario. La situación es la misma en el diseño para Internet: no es suficiente manipular programas, sino que se precisa conocer las "reglas" del diseño. El armado de una página va a dirigir al lector cibernético en su lectura. El objetivo es facilitarle su tarea, no marearlo con demasiados cambios de tipografía o elementos que distraen su atención. Las letras no se mezclan de cualquier manera, las imágenes no se colocan en cualquier lugar de la página. El conocimiento de estas reglas no debe ser una prisión de la cual no se puede salir: conociendo el porqué de aquellas, uno puede transgredirlas para lograr efectos particulares. La cibertransgresión existe si hay conocimiento previo: lo contrario es sólo cibercaos.
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