Estas alusiones a un personaje tan relevante y a la determinación que éste tomó en un momento tan decisivo de la historia judía no fueron casuales, sino que están íntimamente vinculadas con las circunstancias especiales que Freud estaba viviendo después que los alemanes habían anexado Austria. Durante esa terrible época tuvo la necesidad de buscar en Rabí Johanan ben Zakkai, alguien con quien identificarse y a quien ofrecer de modelo para sus colegas y seguidores. Para los estudiosos de la vida y obra de Sigmund Freud, es sumamente importante el intentar comprender este hecho.
En el presente trabajo, me he de ocupar de las circunstancias político-sociales por las que estaba atravesando Austria en particular, y el mundo en general, y al modo que Freud reaccionaba ante ellas. También me he de referir a dichas citas y a Rabí Johanan ben Zakkai, el personaje a quien Freud alude, deteniéndome con cierta extensión en la situación histórica que imperaba en su época y a las leyendas vinculadas con él. Por otro lado, haré un señalamiento respecto al particular modo en el cual Sigmund Freud cita los hechos histórico-legendarios, ya que su versión difiere de las versiones conocidas.
Tengo la esperanza de que todo ello permitirá arrojar una mejor luz, tanto sobre los modelos de identificación que pesaron en Freud, algunos de ellos vinculados con las vicisitudes de su identidad judía, como sobre su forma de pensar y obrar durante los últimos años de su vida.
Las hipótesis que formularé son un aporte de una investigación que comienza.
Son varias las identificaciones que Sigmund Freud fue haciendo a lo largo de su vida, con personajes contemporáneos suyos o pertenecientes al pasado, reales o legendarios. Quiero mencionar algunos de dichos modelos para luego centrarme en su identificación con Rabí Johanan ben Zakkai.
José, el hijo del patriarca Jacob, fue para Freud un modelo de identificación, por su función de onirocrítico. Es lo que explícitamente hace saber en su Interpretación de los sueños (Standard Edition -S.E.- V, 484). En esta misma obra, que contiene tantos datos autobiográficos, se ocupa del famoso episodio del gorro de piel, que el padre le había narrado. El desengaño que sintió por la postura tan poco valiente de su progenitor (así, por lo menos, lo entendió en ese momento) lo llevó a tomar como modelo a Haníbal, el cartaginés. De acuerdo con este héroe, había que vengar las humillaciones sufridas (S.E. IV, p.197).
Daría la impresión que dicha identificación fue la que predominó en él durante mucho tiempo, y lo llevó a tener una actitud combativa, al extremo de no medir, por momentos, las consecuencias de sus actos. Quiero traer algunos breves ejemplos pertenecientes a su juventud, a modo de ilustración.
En la carta del 16-XII-1883, le escribe a su novia Martha Bernays desde Leipzig, un suceso acaecido la noche anterior, mientras viajaba en tren desde Viena. A raíz de su deseo de abrir una ventana, fue criticado por otros pasajeros, sobre todo por dos de ellos que se habían expresado de una manera insultante. "Es un sucio judío", había dicho uno de ellos. "No me sentí atemorizado en absoluto por la actitud de aquella gente, y me limité al primero a que guardara para sí sus frases vacías, ya que éstas no contribuían a aumentar mi respeto hacia él, diciendo al otro que se levantara y preparase para recibir el vapuleo que se había merecido. Yo estaba dispuesto a matarle, pero no se levantó". Un rato más tarde, al reanudarse los ataques verbales, Freud sigue contándole a su novia "…me volví y grité al que llevaba la voz cantante que se acercara a donde yo estaba. No las tenía todas conmigo en cuanto al resultado de la pelea. Nadie movió un dedo y nadie volvió a dirigirme la palabra" (Freud: Epistolario, pp. 88-93).
En otra carta del 6-I-85 Freud le relata a Martha un incidente ocurrido entre su colega Karl Koller y otro médico. Este último lo llamó "puerco judío", "…cualquiera de nosotros hubiera reaccionado como lo hizo Koller; es decir, abofeteando a quien lo insultó". A raíz de eso, el ofensor lo retó a duelo. Termina la carta con estas palabras: "Todo ha salido bien, mujercita mía. Nuestro amigo salió ileso y su oponente tiene dos profundos cortes. Estamos todos encantados, y éste ha sido un día que recordaremos con orgullo. Vamos a hacerle un regalo para conmemorar su victoria".
En la carta del 2-II-86 Freud le relata a su novia, aspectos de su personalidad. "Difícilmente podrá deducirse esta faceta de mi apariencia, pero ya en el colegio fui el revolucionario audaz, dispuesto a defender los extremos aunque hubiera de expiarlos con algún castigo". Más adelante, agrega un comentario que Breuer le había hecho al respecto: "Díjome que había descubierto, oculto bajo el barniz de mi timidez, a un ser humano muy osado y valiente. Yo siempre había opinado así, mas sin atreverme a compartir con nadie mi certidumbre. A menudo me parecía que había heredado todo el arrojo y la pasión con que nuestros antepasados defendieron su Templo, y que estaría dispuesto a sacrificar alegremente mi vida por un gran momento de la historia" (Freud: Epistolario, p. 222-6).
En el transcurso de su vida se fueron presentando otras situaciones frente a las cuales no debía ser nada fácil para él saber cuál debía ser la postura más apropiada.
Fue en Moisés, el personaje bíblico, en quien encontró en momentos muy críticos, otro modelo de identificación. Su ensayo "El Moisés de Miguel Angel" es un excelente ejemplo que muestra cómo Sigmund Freud se construyó un modelo, probablemente tomado de aquel padre que le enseñó el difícil arte de contener la ira, con el propósito de evitar males mayores. En un momento crítico en el que sus disidencias con Jung y el grupo suizo habían llegado al punto de ruptura, le resultaba difícil contener su cólera. Pero darle libre curso implicaba que todo el movimiento psicoanalítico corriese el riesgo de perderse en el fuego de la pelea. Necesitaba algún héroe, para quien la preservación de su valiosa obra fuera más importante que la descarga de su furia, con quien poder identificarse. Y encontró a dicho héroe en la Iglesia de San Pietro in Vincoli. La recreación que hace de la estatua de Miguel Angel, no coincide demasiado con el relato bíblico. Coincide más con una figura que, reforzando aspectos preexistentes de su personalidad, le da a entender qué fuerte es aquel que puede contener sus pasiones, en aras de propósitos más dignos que la simple descarga de la ira.
A partir de 1934, cuando el nazismo estaba en su apogeo y todos los sucesos presagiaban un final terrible, se volcó al estudio de Moisés, el más grande héroe judío y al período más aciago de la historia de su pueblo, la esclavitud en Egipto y la larga y penosa lucha por la libertad y el logro de los más altos ideales éticos. Producto de dicho estudio fue su última gran obra "Moisés y el monoteísmo"...
Al final de su vida, en ocasiones especiales, también se identificó con el patriarca Jacob. En mayo de 1938 le escribe desde Viena a su hijo Ernst, que ya estaba en Londres: "En estos días negros solo hay dos perspectivas que nos pueden reconfortar: reunirnos con todos ustedes y morir en libertad. A veces me comparo al viejo Jacob, a quien sus hijos llevaron ya anciano, a Egipto. Es de esperar que el resultado no sea el mismo, un éxodo de Egipto. Es hora de que Ajashverus pueda descansar en alguna parte". Es oportuno recordar que Jacob también era el nombre de su propio padre. En la misma carta de identificación con Ajashverus, el Judío errante, el cual, por su condición de eterno nómada, pasó a ser el símbolo de todo el pueblo judío.
Sigmund Freud, en el ocaso de su vida, fue testigo y víctima de las etapas iniciales de la mayor catástrofe social que la humanidad haya padecido. La situación en Austria, su patria adoptiva, era tan compleja, que el precario equilibrio en el cual se encontraba amenazaba con romperse en cualquier momento, dando paso a funestas consecuencias. Esto sucedió finalmente, a partir del 12 de marzo de 1938, después que Alemania la invadió y anexó.
A principios de 1933, Hitler asumió el poder en Alemania. Su programa nacional-socialista, ya publicado en "Mi lucha" en 1925 y 1927, y ampliamente difundido, recibió un amplio apoyo en todos los estratos de la sociedad, desde los más cultos y encumbrados hasta los lumpen. Fuera de Alemania, la ideología nazi encontró muchos adherentes. El crecimiento del poderío alemán y el antisemitismo en acción allí desplegado, mucho más radical que todo otro movimiento antisemita pasado o presente, fue tolerado por muchos gobiernos, que colaboraron activa o pasivamente. Una de las formas más dramáticas en la que se exteriorizó dicha colaboración fue dificultar la inmigración de los judíos alemanes, y posteriormente de aquellos atrapados en los países dominados por Alemania.
El gobierno alemán, desde su ascenso al poder, comenzó a poner en marcha, a pasos agigantados, el programa nazi. El nuevo Reich alemán se había propuesto realizar sus proyectos. Los germanos, como raza superior, debían conquistar amplios territorios y aniquilar a las razas inferiores, especialmente a los judíos, en quienes veía la fuente de todos los males. Una teoría racista seudocientífica y una legislación apropiada daban la apoyatura necesaria para llevar esa forma de antisemitismo hasta sus últimas consecuencias.
En esos años, Austria estaba atravesando una época terriblemente grave. El partido Social Cristiano, un movimiento fascista, con Dollfuss como líder, asumió el poder en mayo de 1932. Los serios problemas económicos y políticos que convulsionaban a este país, fueron el caldo de cultivo que permitió la instauración de dicho régimen dictatorial. Los social-demócratas, que se oponían a su régimen, fueron vencidos en febrero de 1934, en la guerra civil que duró cuatro días y de la cual Dollfuss salió victorioso. Los nazis austríacos, que bregaban por una unión con Alemania, constituían su otro grupo enemigo. Al mismo tiempo que luchaba en el frente interno, Dollfuss debía defenderse de la amenaza de anexión de parte de Alemania. A tal fin, recurrió exitosamente a Mussolini, quien le otorgó garantías y envió tropas a su frontera para protegerlo.
El 25 de julio de 1934, un golpe de estado nazi intentó tomar el poder en Austria. Asesinaron a Dollfuss, pero los cabecillas nazis fueron reducidos y ejecutados. El canciller que lo sucedió fue Shuschnigg. Después del pacto entre Hitler y Mussolini en 1936, Austria quedó librada a su suerte. Ante la negativa de las grandes potencias de proteger a Austria, ésta debió transar con Alemania con la esperanza de mantener su soberanía.
A pasos agigantados se incrementó la infiltración nazi en Austria hasta que a principios de 1938 la amenaza de un nuevo golpe nazi y de una invasión alemana hizo que los hechos se precipitasen. Shuschnigg decidió desafiar a Alemania. El 24 de febrero de 1938, en respuesta a amenazas de Hitler, declara que Austria es conciente de su "misión germana", pero que también es un "estado cristiano y un estado libre". A tal fin, llama a un plebiscito para el 13 de marzo para decidir la independencia o no de Austria (Encyclopaedia Britannica, T. XIX, p. 979).
La respuesta de Hitler fue rápida y enérgica. Con la neutralidad de Italia asegurada, una crisis ministerial en Francia, y la seguridad que había recibido del gobierno de Gran Bretaña de que ésta no se opondría a la anexión de Austria, la invade finalmente el 12 de marzo de 1938 y la anexa al día siguiente. Francia y Gran Bretaña protestaron, pero, al igual que todos los demás gobiernos, terminaron aceptando el hecho consumado (Encyclopaedia Britannica, T. II, p. 478).
Hasta ese momento, la política oficial austríaca no era antisemita. Sin embargo, el antisemisto austríaco, profundamente arraigado desde la Edad Media, se fue intensificando. Mucho se debió al apoyo prestado por el aparato de propaganda de la Alemania nazi. La discriminación contra los judíos y el boicot económico que llevó a muchos a la ruina, fue aumentando progresivamente. La única posibilidad de que se mantuviese cierta estabilidad dependía de las buenas intenciones del gobierno fascista de Shuschnigg y de la Iglesia Católica que lo apoyaba.
Esta síntesis muestra la complejidad de la situación imperante en Austria y la difícil situación por la que estaban atravesando Sigmund Freud, sus colegas, sus connacionales y todos aquellos que se oponían al régimen dictatorial vigente. No es difícil imaginarse el momento desesperante en el que se encontraban, y que llegó a su nivel máximo después de que fuera anexada.
La dominación nazi, especialmente en Viena, comenzó con un terrible pogrom contra los judíos. Inmediatamente entraron en vigencias todas las leyes antijudías y los actos de violencia y crueldad fueron de una envergadura mayor que los que se perpetuaban en Alemania. Los derechos civiles básicos le fueron negados a los judíos, quedando éstos a merced de las organizadas o semi-organizadas bandas nazis. Las actividades de las asociaciones judías fueron prohibidas y muchos de sus dirigentes fueron deportados al campo de concentración de Dachau, donde gran cantidad de ellos fueron asesinados. La situación, desde los primeros días, se hizo imposible de sobrellevar. Quedaba para los judíos una única alternativa: la muerte o la emigración.
Mientras que en Alemania, las expulsiones masivas de comunidades enteras comenzaron varios meses después del comienzo de la segunda guerra, en Austria, tanto las expulsiones como los despojos comenzaron inmediatamente después de la ocupación nazi. Las misma atrocidades y torturas que tuvieron lugar, en esos momentos, a la vista de los jerarcas nazis, fueron luego puestas en marcha durante los años de guerra, contra los judíos de todos los países que los alemanes conquistaron. Solo el número de víctimas fue mayor, pero las atrocidades fueron las mismas.
Después de anexada Austria, se terminó de sellar el destino de los judíos en la "gran Alemania". Las propiedades judías fueron confiscadas. Los que se negaban a cederlas fueron arrestados, asesinados o enviados a Dachau, donde se los ejecutaba. A los expulsados se les otorgaba documentos donde figuraba su condición de judíos. Desde 1939, y para que no existiese ninguna duda respecto al origen no-ario de ellos, se hizo agregar el nombre de Israel y Sara al nombre pre-existente de cada varón y mujer judíos. Las pocas sinagogas que aún quedaban en pie, después del progrom de noviembre de 1938, fueron destruidas.
Diferentes organizaciones judías se ocuparon de socorrer y reubicar a un gran número de judíos que de esa manera fueron salvados de ser asesinados. Ningún país intervino a favor de las víctimas. Solo tibias declaraciones de simpatía se dejaban oír de diferentes mandatarios. Estas declaraciones contrastaban con la política oficial de dichos países que toleraba que el nazismo pisotease todos los acuerdos internacionales y que al mismo tiempo mantenía casi cerradas las puertas a los que querían escapar del horror nazi (Maks Viner: "La vida judía en Alemania y Austria", Algemenine Entziklopedie, Idn D, págs. 522/3).
La siguiente cita servirá, de modo más que elocuente, para ilustrar dicha situación: "La emigración desde Austria era mucho más dificultosa que desde Alemania. Un diplomático de un país neutral le dijo al corresponsal del New York Times: "I no longer try to prevent Jews from committing suicide because there is absolutely no hope for them. They come here and talk about doing it tomorrow or next week as calmly as if there were saying that they are going to make up their accounts. And what can I say?" (Earl A. Grollman: Judaism in Sigmund Freud's world. Appleton-Century. New York 1965, p. 148).
Como judío y como humanista, Sigmund Freud no podía ni quería permanecer indiferente a estos hechos. Por otro lado, estaba en juego el destino del psicoanálisis y de los que lo ejercían. Además, siendo Viena el centro del psicoanálisis, tenía temor que lejos de su capital, el movimiento por él iniciado corriese el riesgo de perderse, ya que, a pesar de que este último se había extendido por todo el mundo, "…aún no encontró ningún hogar que pudiera ser más preciado que la ciudad donde nació y se desarrolló" (S.E. XXIII, 55).
Como pensador, se abocó a la comprensión de lo que estaba aconteciendo, especialmente del antisemitismo, que había alcanzado niveles hasta ese momento desconocidos. En "Moisés y el monoteísmo" dio a conocer sus ideas respecto a los orígenes y psicodinamismo de dicho fenómeno.
Mientras Austria fue un estado independiente, Sigmund Freud se cuidaba de no irritar a la autoridad. Quería evitar a toda costa que la Iglesia Católica pudiera tomar a mal sus ideas sobre el origen y contenido de la religión, y que a raíz de ello pudiera llegar a empeorar la endeble situación de los judíos y se prohibiese el ejercicio del psicoanálisis. Comentando esta decisión, escribe: "Esto no es cobardía sino prudencia" (S.E. XXIII, 55).
Es por esto que se abstuvo de publicar la tercera parte de su "Moisés y el monoteísmo", y no precisamente por la otra razón por él aludida, al final de la segunda parte, que ya no se sentía "…con fuerzas suficientes para realizar esta labor." (S. E. XXIII, 53).
Después de ser anexada Austria, la situación se volvió extremadamente grave. La necesidad de ponerse a salvo, hizo que Freud y sus seguidores tomasen urgentes medidas, cuyos detalles se pueden encontrar en las biografías de Freud.
Ernst Jones relata en su Vida y obra de Sigmund Freud lo siguiente: "Los pocos días que pasé en Viena fueron días agitados. Estaba constantemente asediado por los que me pedían ayuda para pasar de Austria a Inglaterra. Naturalmente, yo no podía prometer nada. Aparte del problema de conseguir el permiso del gobierno, yo entendía que debía consultar previamente a mis colegas para conocer su actitud en cuanto a admitir un gran número de analistas vieneses, que no gozaban de todo el afecto de algunos de los nuestros. Muller-Braunschweig, entonces acompañado por un comisario nazi, vino de Berlín con el propósito de liquidar el movimiento psicoanalítico. Se hizo, sin embargo, una reunión de la Comisión de la Sociedad de Viena el 13 de marzo, y en ella se decidió que se fueran todos los que tuvieran la posibilidad de hacerlo y que la sede del Psicoanálisis estaría dondequiera se estableciera Freud. Este comentó: 'Después que Tito destruyó el Templo en Jerusalén, el rabí Johanan ben Zakkai pidió permiso para abrir una escuela en Jabneh para estudiar la Torah. Nosotros vamos a hacer lo mismo. De todos modos, estamos acostumbrados a la persecución por nuestra historia, por la tradición, y algunos de nosotros por la experiencia personal', y agregó riendo, mientras señalaba a Richard Sterba, "con una sola excepción". Pero Sterba decidió compartir la suerte de sus colegas judíos, y salió para Suiza dos días más tarde." (T. III, p. 242).
Gracias a la activa intervención de Marie Bonaparte y Ernst Jones, y después de arduos esfuerzos, pudo obtener el permiso para radicarse en Londres, abandonando Viena el 4 de junio de 1938.
El 1o. de agosto de 1938 tuvo lugar en París el XV Congreso Psicoanalítico Internacional. Sigmund Freud envió a éste "El progreso de la espiritualidad", perteneciente a "Moisés, su pueblo y la religión monoteísta", la parte tercera de su obra "Moisés y el monoteísmo". En dicho capítulo Freud escribe: "Ya sabemos que Moisés había trasmitido a los judíos la soberbia de ser un pueblo elegido: la desmaterialización de Dios agregó un nuevo y precioso elemento a este secreto tesoro. Los judíos conservaron su inclinación a los intereses espirituales, y con los infortunios políticos que su nación sufriera, aprendieron a valorar debidamente el único bien que les quedó: su literatura, sus crónicas escritas. Inmediatamente después que Tito destruyó el templo de Jerusalén, el rabino Johanan ben Zakkai solicitó el permiso de abrir en Jabneh la primera escuela para el estudio de la Torah. Desde entonces, el pueblo disgregado se mantuvo unido gracias a la Sagrada Escritura y a los esfuerzos espirituales que ésta suscitó." (SE XIII, 115).
Fue Ana Freud quien leyera dicho trabajo ya que por su enfermedad Freud estaba imposibilitado de viajar desde Londres. "Moisés y el Monoteísmo" en su versión definitiva, ya estaba en ese momento en prensa en Holanda (Yerushalmi, Y. H. Freud's Moses, Yale University Press, New Haven, 1991, p.51).
No debe haber sido por casualidad que Freud eligiera dicho apartado para ser leído durante ese Congreso. Las mismas palabras que utilizó en Viena, inmediatamente después de la invasión alemana, las vuelve a dirigir a sus colegas europeos sobre los cuales se cernía el peligro nazi. Tampoco para esta oportunidad encontró otro personaje más apropiado que Rabí Johanan ben Zakkai para dar a entender, a través de su ejemplo, que el único camino a seguir era abandonar lo que ya era indefendible, y mantenerse unidos alrededor de lo más preciado.
Durante su estadía en Londres, y a pesar de la grave enfermedad que lo atormentaba, no permaneció apartado de lo que estaba ocurriendo. Prueba de ello son sus notas de apoyo a las causas que consideraba justas. A una de ellas me he de referir.
El Ivo bleter, publicación mensual del IVO (Instituto Científico Judío) que aparecía en Vilna, la capital de Lituania, en su número de setiembre-octubre de 1938 (T. XIII, n 5-6, pág. 26) comenta, entre las noticias referentes a las actividades de su filial de Londres, que "…Una delegación compuesta por Iosef Leftvich, Dr. I. Maitlis y el Dr. I.N. Schteinberg, visitó al miembro del Presidium del Ivo, Prof. Sigmund Freud y lo saludó en nombre del Instituto Científico Judío. El renombrado estudioso se interesó mucho en todo lo concerniente a las actividades de la Institución y expresó que está ligado al Instituto Científico Judío por una comunidad de intereses y de afectos".
En el número siguiente de esta publicación (noviembre-diciembre de 1938, T. XIII, n 7-8, pág. 32) apareció el llamamiento que Sigmund Freud hizo para el IVO, cuyo texto, que he traducido del idish, es el siguiente: "Haced todo lo necesario para restablecer el interés de nuestros connacionales (folksbrider) para nuestro Instituto Científico Judío en Vilna. Nosotros los judíos, siempre hemos tenido en alta estima los valores espirituales. Gracias a ellos hemos permanecido juntos y hemos perdurado hasta el día de hoy. Para mí, siempre fue un ejemplo de nuestra historia, que inmediatamente después de la destrucción del Templo de Jerusalén, Rabí Johanan ben Zakkai haya pedido permiso al opresor para abrir la primera escuela superior para estudios judaicos.
También ahora ha llegado una época difícil para nuestro pueblo. Esta época exige de nosotros que nuevamente unamos nuestras fuerzas para poder sostener en estas tormentas nuestra cultura y ciencia. Y bien sabéis del papel que juega en esta tarea, el Instituto Científico Judío de Vilna".
Para poder entender porqué Sigmund Freud eligió a este personaje de la historia judía como modelo con el cual identificarse, es necesario que conozcamos las circunstancias en las que vivió y su manera de reaccionar frente a ellas. Por ello lo haré en forma sintética a continuación.
La situación de Judea bajo la autoridad romana era compleja. Desde el año 63 a.C., en que Roma pasó a ser la potencia dominadora, la situación de los judíos se fue paulatinamente agravando. La reacción contra el poder central no era unánime, ya que diferentes facciones querían imponer su forma de pensar, movidos por ideologías e intereses antagónicos. Por un lado estaban los saduceos, constituidos por el ala sacerdotal conservadora, que colaboraban con los romanos. Los fariseos, en cambio, eran los que detentaban ideas más progresistas. La autoridad máxima judía era ejercida por el Sanedrín, la asamblea que se ocupaba de los asuntos concernientes a lo que restaba de la vida autónoma judía. Paulatinamente fueron los fariseos los que constituyeron su mayoría.
Cuando el peso de los vejámenes romanos se fue haciendo imposibles de sobrellevar, se hicieron fuertes los grupos radicalizados, los zelotas, llamaban a la rebelión armada. los sicarios (llamados así por estar armados con una sica, daga en latín) conformaban el grupo más extremista entre éstos. Los fariseos aunque eran partidarios de una resistencia pasiva, trataban de evitar una confrontación abierta con el enemigo.
En el año 66 d.C. estalló la rebelión contra la tiranía romana, y finalizó después de cuatro años de cruentas luchas. Jerusalén fue capturada y el Templo destruido en el año 70. Algunos grupos siguieron luchando en bolsones de resistencia, hasta que el último de ellos, refugiado en la fortaleza de Masada, cayó tres años después, luego que sus defensores prefirieron suicidarse colectivamente para no caer en la esclavitud romana. También fuera de su tierra, varias comunidades judías se rebelaron contra los romanos. Entre los años 132 y 135 de nuestra era, Judea volvió a recuperar su independencia bajo el mando de Bar Kojba, pero finalmente fue derrotada.
A los sabios de los dos primeros siglos de esta era se los denominaba tannaim. Este es el plural de tanna (del arameo teni: trasmitir oralmente, estudiar, enseñar). La obra máxima que se debe a los tannain es la Mishnah, la gran recopilación de la ley oral, que varios siglos después sirvió de base al Talmud.
Rabí Johanan ben Zakkai uno de los más grandes tannain, a quien Sigmund Freud se refiere, fue el personaje histórico al que se le deben las reformas que permitieron la persistencia del pueblo judío como tal.
La caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, en el año 70 d.C., marca un hito muy importante en la historia del pueblo judío. El Templo y el culto que en él se realizaba, era uno de los tres pilares fundamentales sobre los cuales se sostenía el judaísmo(1). Se suponía que la pérdida de la ciudad santa y del Templo, el centro de la vida judía, tanto para los residentes de la Tierra de Israel como para los que habitaban fuera de ella, iba a constituir un golpe tremendo y que la subsistencia del pueblo estaba en peligro.
A raíz de las reformas introducidas por Rabí Johanan ben Zakkai, la sinagoga (del griego synagoge: asamblea) pasó a ser el lugar de estudio y reunión. A partir de ese momento se transformó en el centro de la vida comunitaria judía. Existía un importante antecedente en ese cambio: el cautiverio babilonio que se extendió entre los años 586 y 536 a.C. El destino de los exilados de Judea fue muy distinto al de los cautivos del Reino de Israel, desterrados unos años antes, desaparecieron como grupo nacional, probablemente mezclándose con otros pueblos. A pesar de la dispersión en tierras extrañas, los oriundos del Reino de Judea corrieron otra suerte. Tanto los que residían en Babilonia, en Egipto como los que permanecieron en la tierra natal, siguieron teniendo un fuerte vínculo entre sí, manteniendo su identidad nacional, sus creencias y costumbres, y la esperanza de un retorno. Esto se debió a un conjunto de factores, entre los cuales las enseñanzas de los profetas jugaron un papel relevante. La religión judía, bajo su influencia, había dejado de ser una religión local para transformarse en una religión universal. El Dios de Israel pasó a tener las características con las que se lo conoce actualmente en las grandes religiones monoteístas y ya no estaba localizado en una tierra y en un Templo exclusivamente. Su presencia y sus leyes tenían vigencia fuera de los límites habituales y el culto se podía adaptar a esos cambios.
Después del retorno a su tierra y especialmente después de la reconstrucción del Templo de Jerusalén, el culto quedó nuevamente centralizado allí. La casta sacerdotal era su encargada y los sacrificios ocupaban en dicho culto un lugar predominante. No obstante, las sinagogas ya funcionaban, tanto en Palestina como en la diáspora.
El gran cambio se produjo a partir de las modificaciones introducidas por Rabí Johanan ben Zakkai y sus discípulos. El culto cambió de manos al dejar de ser posesión exclusiva de una casta privilegiada y su contenido se modificó fundamentalmente al suprimirse los sacrificios. Tal vez es a partir de ese momento que se puede hablar de un avance (ya que triunfo es un término más absoluto) de la espiritualidad. Para Sigmund Freud dicho progreso estaba centrado en la prohibición de representar plásticamente a la deidad. Para los profetas, el avance dependía de otros factores. Una leyenda ejemplifica esto último: en una oportunidad, cuando Rabí Johanan ben Zakkai estaba alejándose de Jerusalén, Rabí Joshua, que estaba caminando tras él, vio el Templo en ruinas. Dijo Rabí Joshúa: "pobre de nosotros que esto fue destruido, el lugar donde se expiaban nuestros pecados". "No, hijo mío. ¿No sabes que tenemos otros medios para la expiación que son igual a aquellos?(2) ¿Y cuáles son? Son los actos de amor, como está escrito (Oseas, 6:6): "Porque misericordia quiero, y no sacrificios, y conocimientos de Dios más que holocaustos" (Avot de Rabí Nathan: 4, 21).
A Rabí Johanan ben Zakkai lo sucedió Rabí Gamaliel de Jabneh, quien completó la obra iniciada por éste.
Un lugar particular merece la leyenda que se refiere a la forma en que Rabí Johanan ben Zakkai abandonó la Jerusalén sitiada. Cuatro son las fuentes donde aparece relatado este hecho: 1) Talmud de Babilonia, tratado Gittin, 56 a-b, 2) Lamentaciones Rabba 1:5 nº 31, 3) Avot de Rabí Nathan (versión 1) 4, 22-24, y 4) Avot de Rabí Nathan (versión 2) 6, 19. Todas coinciden en los detalles más importantes, que a continuación, en una forma abreviada transcribiré.
Los zelotas que estaban defendiendo a la Ciudad Santa, estaban decididos a luchar por ella hasta el final y se oponían a todos los que buscaban transar con los romanos. Las condiciones se habían tornado muy difíciles y el hambre reinaba. La muralla que protegía la ciudad, era al mismo tiempo una trampa para los que hubiesen deseado salir de ella. Entre ellos se encontraba Rabí Johanan ben Zakkai, quien tenía la certeza que la lucha contra Roma iba a terminar en una catástrofe. Contando con la ayuda de un jefe zelota que era sobrino suyo. Aba-Sicara ben Batiaj, urdió una estratagema para burlar el sitio. Con la complicidad de algunos discípulos se hizo correr la noticia que Rabí Johanan ben Zakkai había muerto y se hizo sacar por ellos en un ataúd, fuera de Jerusalén. Pudo llegar hasta Vespasiano, en ese entonces a cargo de las tropas romanas. Le profetizó que iba a ser nombrado emperador de Roma, cosa que en ese momento sucedió, y gracias a esto logró se le concediera su pedido: "ten li Yabne vejajamea", concédeme Jabneh y sus sabios. Ese fue, según esta tradición, el comienzo del establecimiento de la nueva sede que remplazó a Jerusalén. Esta última fue, dos años después, conquistada y destruida por Tito, el hijo de Vespasiano, quien había quedado a cargo de las tropas romanas.
Jabneh fue el modelo sobre el cual se reconstruyó el judaísmo. Diferentes centros se fueron estableciendo, unidos por una doctrina que emanaba del estudio de las Escrituras. El estudio y el cumplimiento de las obras de bien remplazaron los sacrificios que tenían lugar en el Templo de Jerusalén. El judaísmo ya no estaba atado a un punto geográfico en particular. Es en ese espíritu que muchos siglos después, el poeta Heine, al referirse a la Biblia, la califica como "la patria portátil de los judíos".
Me he referido en un apartado anterior a Sigmund Freud y a los diferentes personajes que fue tomando como modelos de identificación. Pero la identificación con Rabí Johanan ben Zakkai tiene características especiales que son dignas de señalar.
Lo primero es el hecho de haber elegido a un personaje conocido casi únicamente por judíos que poseen un conocimiento suficiente de su historia. Evidentemente, Sigmund Freud está interiorizado con dicha historia. En la tradición judía, la decisión de Rabí Johanan ben Zakkai es un hecho paradigmático, al cual se ha recurrido en situaciones de graves crisis, cuando es necesario ubicarse en una realidad penosa y tratar de salvar lo más valioso, en lugar de caer en desesperanza o recurrir a conductas apocalípticas.
Otro aspecto a considerar, es el hecho de que se sentía responsable por las determinaciones que los demás iban a tomar. No era algo que solo a él en particular le atañía. Era una toma de decisión de la cual dependía el futuro del movimiento psicoanalítico y la supervivencia de muchos de sus miembros. No pudo elegir como ejemplo, para tal fin, una mejor época que los últimos momentos de Jerusalén, previos a la caída y destrucción, ni un mejor héroe que le indicase el camino a seguir que dicho tanna. Y es este camino el que también le indica a sus colegas atrapados en la Viena nazi. No hay otra alternativa que abandonar Viena, salvarse, salvar lo más valioso, el psicoanálisis y reconstruir el centro del psicoanálisis de acuerdo con las nuevas circunstancias.
Muchos años habían pasado desde que le había escrito a su novia: "A menudo me parecía que había heredado todo el arrojo y la pasión con que nuestros antepasados defendieron su Templo, y que estaría dispuesto a sacrificar alegremente mi vida por un gran momento de la historia". Su identificación con los zelotas dejó paso a una forma menos apasionada, pero no por eso menos valiente, de obrar. Poco bien se le hace a un ideal si no se actúa en forma responsable, organizada, y ubicándose en la realidad. Los modelos apocalípticos siempre conducen a funestas consecuencias.
La identificación con Rabí Johanan ben Zakkai puede servir también como un indicador de lo arraigada que había sido su identidad nacional judía, después de todas las vicisitudes que esta había sufrido en el transcurso de su vida. No creo que se pueda hablar de un retorno al judaísmo, ya que nunca hubo un alejamiento total. Tal vez haya sido un reforzamiento de esa identidad, en gran parte debido a las circunstancias históricas imperantes.
Un comentario aparte merece la particular forma de citar los hechos histórico-legendarios que se refieren a la huida de Rabí Johanan ben Zakkai de Jerusalén. Para Freud, de acuerdo con las tres citas, el hecho ocurrió después de la destrucción del Templo, no antes, y el pedido de Jabneh se lo habría efectuado a Tito en lugar de a su padre Vespasiano. Quiero reiterar que además de las cuatro fuentes que anteriormente cité, todos los textos de la historia judía describen los sucesos de la misma forma.
Muchas hipótesis podrían hacerse al respecto. Pero carezco de una serie de elementos para determinar si la versión de Freud fue a consecuencia de haberse basado en una fuente errónea, si fue el producto de un lapsus (cosa que le sucedió en varias oportunidades cuando citaba textos de memoria) o si fue intencional, para adaptarla a las circunstancias.
La Mishnah, en el Tratado Sutah, 9, dice: "Mishemet raban Iojanan ben Zakkai batl ziv hajojmah", (Desde que murió Rabí Johanan ben Zakkai, desapareció el brillo de la sabiduría). Respecto a la expresión brillo de la sabiduría, dice Rashi, el más grande exegeta de la Biblia y el Talmud: "no se a qué se refiere esto". Si se me pidiese mi opinión respecto al porqué Freud citó de esa forma los hechos antes mencionados, me abstendría de hacer conjeturas y siguiendo el ejemplo de Rashi, diría que desconozco la causa. De lo que sí podemos estar seguros, es del hecho de que al haber elegido como modelo, en circunstancias tan cruciales, a Rabí Johanan ben Zakkai y a su decisión de abandonar a Jerusalén, dicha elección no fue casual.
FreudianaArtículos publicados en esta serie: (I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, Nº 131).(II) ¿Cuánto de judío? (Alan A. Miller, Nº 131). (III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, Nº131). (IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº 132) (V) Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, B. De León, Nº 132) (VI) Un vacío en el diván (Héctor Balsas, Nº132) (VII) Génensis del "Moisés" (Nº 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº l33) (VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, Nº 133) (IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, Nº 133) (X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, Nº 134) (XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, Nº 134) (XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, Nº135) (XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, Nº 135) (XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, Nº 136) (XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, Nº 136) (XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, Nº 137) (XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, Nº 138) (XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi Nº 139) (XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, Nº 140/41) (XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, Nº 143) (XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, Nº 145) |
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