Capítulo 5.-
   
 

Esto es mi cuerpo

         
         
         
   

Todos tenemos una tendencia a apropiarnos
de lo que nos rodea.
Nos apropiamos y poco a poco los transformamos
 en instrumentos, máquinas pequeñas o grandes
que ponemos a nuestro servicio.
Desde la comida que cocinamos,
la ropa que confeccionamos,
hasta los autos, aviones, tractores, etc.

 
         
         
         
   

El hombre como especie biológica, no puede volar,
tampoco navegar bajo las aguas y
menos llegar a otros planetas,
pero esa tendencia y el ingenio van haciendo de la naturaleza
una extensión de su cuerpo.
Así tiene aviones para volar, submarinos para desplazarse
bajo las aguas y naves espaciales para poder
dejar este planeta.
 

 
         

 Alguien expresó lo dicho diciendo que el ser humano va incorporando a la naturaleza
con la siguiente expresión: "Esto es mi cuerpo",
la misma expresión que Jesús usó para la consagración.

       
       
       
       
   

 

En la celebración de la Eucaristía hay un momento donde el sacerdote repite las palabras
de Jesús en la última cena.

“Jesús,
cuando iba a ser entregado a su pasión
voluntariamente aceptada,
tomó pan,
dándote gracias lo partió,
y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes.

 Del mismo modo
acabada la cena,
tomó el cáliz,
y dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos diciendo:
Tomen y beban todos de él,
porque este es el cáliz de mi sangre,
sangre de la Alianza nueva y eterna,
que será derramada por ustedes
y por todos los hombres y mujeres
para el perdón de los pecados.

Hagan esto en conmemoración mía".

Por la fe creemos que bajo el símbolo del pan y vino, está realmente presente
el Cuerpo resucitado y glorioso de Jesús.

El pan y el vino no son destruidos ni desplazados, son asumidos por otra realidad:
el Señor Resucitado

 

 
       
         
   

 

 

La conversión del pan y del vino se
hace no por la destrucción de estas materias
sino por elevarlas a una categoría superior.
Si partes el pan consagrado,
no partes el cuerpo de Jesús.
Si comes la hostia al comulgar,
no somos antropófagos.
Tomamos el pan y el vino,
símbolos de la presencia real del Resucitado.

         
         
   

A su vez, nosotros nos vamos transformando en el cuerpo resucitado de Jesús,
llevados por el viento del Espíritu,
o sea que la creación entera
a través de los humanos
va alcanzando lo que llamamos “cristificación”. 
La Eucaristía celebra esta evolución del universo.

 

 

 
       
       
    Para tener en cuenta durante la semana  
       
    Te invitamos a leer y meditar la siguiente oración:  
             
 



Cristo no tiene manos,
sólo tiene nuestras manos
para hacer su trabajo,
HOY





Cristo no tiene pies,
Sólo tiene nuestros pies,
para guiar a los hombres,
HOY

 

 

Cristo no tiene boca,
sólo tiene nuestra boca,
para hablar de sí
a los hombres,
HOY

 

Cristo  no tiene medio,
sólo tiene nuestra ayuda
para conducir a
los hombres
hacia El,
HOY.

 

 

Somos el único mensaje de Dios,
escrito en obras y palabras. HOY.
 

                    Santiago Alberione