Señor,  estamos cansados, fatigados.
Demasiado trabajo, sobre todo demasiadas preocupaciones.
Por momentos nos sentimos acosados por todos lados,
tironeados, abrumados...
Dificultades en el trabajo,
complicaciones en la familia, falta de dinero,
deudas que se acumulan,
urgentes mejoras que nunca llegan.

   

Tú lo sabes Señor,
exámenes que dar,
trabajos para presentar o corregir,
cartas que escribir,
reuniones ineludibles a que asistir,
compromisos de toda índole.

Oh Señor, estamos cansados,
reventados, no damos más.
Esta es una oración sin duda,
poco poética,
pero la única que nos sale
de nuestros huesos.

 

Un día tu dijiste, lo recordamos muy bien,
"acérquense a Mí
 todos los que estén rendidos y abrumados,
porque yo les daré respiro" (Mateo 11, 28).
Eso es lo que necesitamos,
lo que pedimos con sencillez y confianza,
un poco de respiro.
Tú Señor, conociste muy bien al cansancio,
a la fatiga,a los acosos incesantes.

Juan nos cuenta como por descuido,
sin darle importancia,
que una vez, yendo hacia tu tierra
natal, Galilea, atravesabas la
provincia de Samaria.
Y entonces, un mediodía "agobiado
de cansancio te sentaste sin más
junto al pozo"(Jn.4,5).
Tomaste un respiro mientras tus
discípulos iban en busca de comida.

   

También en tus Evangelios
se nos cuenta de tu cansancio en forma indirecta.
Así, cuando la tempestad en el lago,
la barca se hundía en medio de una gran tormenta
y tú dormías en la popa
como un bendito.

Tuvieron que sacudirte para que
despertaras.
¡Mira si estarías rendido de cansancio!
Sí Señor, tú conoces nuestro
cansancio en tu cansancio,
y Mateo pone en tus labios esta
frase: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos,
pero este Hombre no tiene dónde
reclinar la cabeza"(Mt.8,20).

Y Juan que siempre va al fondo de las cosas, nos dice que Tú recién reposaste tu cabeza sobre el madero de la Cruz,
cuando nos entregaste tu Espíritu.
                                                                               (Juan 20,30)
 

Así que nuestro cansancio no te extraña
no te sorprende, no te irrita, no lo
desprecias,
porque sabes que es humano, profundamente
humano, sentirse cansado, fatigado,
hastiado, saturado, harto, desbordado,
acosado, irritado...

Y Tú nos ofreces remedios para nuestro cansancio,
por ejemplo, nos dices simplemente
que descansemos.
Seis días Dios trabajó y el séptimo
descansó.
Así nosotros que somos su imagen.

 

¿Qué significa, Señor el descanso?
¿Qué dignifica el sábado dedicado a la oración y al reposo?

Significa que el hombre no es un esclavo del reloj,
 de los autobuses, del patrón,
del apresuramiento.
Que somos señores y reyes,
que disponemos de nuestro tiempo,
es decir de nuestra vida.

 

 

 

Significa que podemos gozar viendo crecer a nuestros hijos,
conversar en pareja, con nuestros amigos,
plantar un árbol,
ponernos en íntimo contacto Contigo,
fuente de toda Vida y de toda Hermosura,
que podemos adorarte con reverencia y confianza,
aligerar nustra carga,
tomar gusto por la vida,
festejar...

 

El día de sábado
curaste a muchos paralíticos, ciegos, enfermos,
con escándalo de algunos de tus contemporáneos,
que no comprendieron que tú les mostrabas
el significado verdadero del sábado o sea,
llegar a ser hombres plenos.
Durante el sábado, día del Señor,
el hombre es libre.

 
 
 
 

Descansar, sí descansar,
reposarse, tomar un respiro,
irse "afuera", al campo, a la playa,
broncearse al sol,
zambullirse en el mar,
pescar....

Sí, Señor, soñamos con todo eso.
Tú nos dices que sí,
que debemos descansar, según nos explicas
en la Biblia,
en dónde el descanso no es sinónimo de
pasividad
sino de gran actividad del corazón y
del Espíritu

 

Descansar, significa liberarse, recuperar la paz,
la alegría, la creatividad,
la capacidad de contemplar y de escuchar.

Danos, Señor, esas vacaciones
y haz de nosotros
hombres y mujeres, niños y jóvenes descansados.
Y así retomar nuestros trabajos
llenos de tu Espíritu Creador.
                                                         Amén.
                                                                                          r. viola.