Para comprender la estructura política en Uruguay
Introducción
Antecedentes históricos del
sistema político.
La
importancia de las estructuras políticas en la Democracia uruguaya.
El sistema de partidos en Uruguay.
El
sistema electoral en Uruguay.
Régimen
de Gobierno en Uruguay.
Bibliografía
Consultada
Anexos Estadísticos con comentarios
Anexo 2: comportamiento
electoral del FA por sublemas
Introducción.
El objetivo de estas líneas es ayudar a la comprensión del sistema
político uruguayo, de manera simple y al alcance del variado público lector de los
Documentos de Trabajo del Cencadec.
Por estructura o sistema político, entenderemos en este caso, el tipo de régimen de
gobierno operante en el país, su sistema electoral y el sistema de partidos políticos
vigente. Como veremos más adelante, el análisis de estos fenómenos es fundamental para
comprender algunos de los acontecimientos más traumáticos de nuestra historia política,
y además, para facilitar la comprensión de los futuros acontecimientos en el sistema.
Efectivamente, hoy en día, uno de los temas más preocupantes para la academia y los
actores políticos, es sin duda el de la gobernabilidad. En realidad, tal
preocupación se remonta en el plano académico, al menos desde la aparición de la obra
de Huntington, Crozier y Watanuki, "la crisis de la democracia" (1975), donde
planteaban el problema de la ingobernabilidad del sistema democrático, partiendo de la
hipótesis de un Estado sobrecargado. Desde las ciencias sociales, esta temática
toma relieve con la obra de Jurgen Habermas en "Problemas de legitimación en el
capitalismo tardío" (1973). Allí el autor alemán define al capitalismo tardío
como un régimen en el que el conflicto de clases del capitalismo liberal se ha vuelto
latente y las crisis periódicas se han convertido en una crisis permanente y larvada.
Metodológicamente, las tesis habermasianas parten de la teoría de sistemas para
interpretar el fenómeno de la crisis. En ese sentido, dice Habermas, las crisis surgen
cuando la estructura de un sistema de sociedad admite menos posibilidades de resolver
problemas que las requeridas para su conservación. Se trata en definitiva, de un problema
de autogobierno, donde la legitimidad del sistema político se vuelve un aspecto central
(Habermas, 1973).
En definitiva, para el caso uruguayo, el problema de la gobernabilidad empieza a ser
trascendental con la apertura democrática. A nuestro entender juegan aquí dos factores
fundamentales: en primer lugar una revalorización de todos los actores políticos del
sistema democrático y sus instituciones, relegando la discusión sustantivistas vs.
formalistas a un segundo plano; en segundo lugar, y ligado a lo anterior el reconocimiento
explícito de los "déficits" del sistema y la necesidad de lograr acuerdos que
logren superar las trabas impuestas por la lógica electoral y de gobierno.
Es en ese marco que surgen dos líneas de trabajo en el seno de la clase política. En
primer lugar, nos referimos a la búsqueda de una Reforma Constitucional que desbloquee el
sistema. A ella se llega finalmente en 1996, aunque luego discutiremos si verdaderamente
cumplió con esa función, o primaron otras. En segundo lugar, en tanto no se modificaran
los mecanismos institucionales, se intentaron formas de cogobierno que sustentaran la
fragilidad del sistema puesto en cuestión. Recordemos, por ejemplo las instancias de la
Conapro en los años de apertura; el Gobierno de Unidad Nacional como continuidad de la
Conapro en 1984; el llamado a una "coalición a la europea" por parte de Lacalle
en 1989; y finalmente la forma más pura de coalición que logran los Partidos Colorado y
Blanco con el segundo gobierno de Sanguinetti.
Obviamente, lo interesante para nuestro análisis es comprobar cómo más allá de una
larga historia de coparticipación, desde la apertura los alcances coalicionales han sido
limitados. El gobierno a base de vetos por Sanguinetti en el período 1985-1989 por un
lado, y el fracaso del llamado a la unidad nacional en el gobierno de Lacalle de
1990-1994, contrasta con la vigencia hasta último momento de la coalición
"rosada" como se le ha llamado popularmente. Esta última, no sólo ha permitido
la legislación de fundamentales reformas (seguridad social, estado, constitucional;
además de Leyes de envergadura como seguridad ciudadana, nuevo Código de Proceso Penal,
el Presupuesto de 1995 que no admitió nuevos gastos en las sucesivas rendiciones de
cuentas, Ley de Inversiones, etc.), sino que además ha perdurado en el tiempo hasta el
final del mandato presidencial. Veremos luego, cuál es el contexto de este episodio
histórico y las posibles explicaciones del caso.
El trabajo estará dividido en cinco partes. En primer lugar haremos una breve síntesis
de cómo operó desde sus orígenes el sistema político en el Uruguay. Luego analizaremos
algunas de las tesis más arraigadas sobre la estructura política, para finalmente
analizar el sistema de partidos, el sistema electoral y el sistema de gobierno. Finalmente
se incluirán en el Anexo, una serie de cuadros con los principales resultados electorales
de los últimos años.
Antecedentes históricos del sistema
político.
Una de las características específicas del Uruguay fue la temprana
instalación de un sistema político pluralista, con un sistema electoral que permitía la
renovación regular de sus figuras públicas, una participación universal (incluido
analfabetos) masculina desde 1916 y femenina desde 1934. A esto se suma una rotación
cierta de los partidos en el Gobierno (aunque los colorados lo controlaron de forma casi
monopólica desde 1865 hasta 1958), lo que arroja una cultura democrática atípica entre
los países en desarrollo, que sucumbiría por primera vez luego de prolongada resistencia
(G. Rama, 1987).
El proyecto modernizador e industrial democrático.
Desde la colonia, nuestra economía estuvo vinculada a un sistema de
tipo mercantilista. Aún bajo el "dominio honorario" del Imperio Británico al
cual nuestro país se asoció hacia 1870, la base de la economía nacional fue de tipo
"extractiva", donde el interior rural-ganadero marcaría fuertes contrastes con
el puerto-capital. Aquí se consolidarían tres órdenes económicos: el nuevo
empresariado rural de tipo capitalista y productor de lanas, los estancieros-caudillos
propiamente extractivos y productores de carne, y los comerciantes vinculados al puerto.
En ese marco, el Estado durante todo el Siglo XIX se puede caracterizar como muy débil.
Ello iba de la mano con una identidad nacional muy difusa. Así tiene lugar el desarrollo
de los partidos blanco y colorado, participantes de numerosos enfrentamientos hasta el
año 1904 donde el Estado y el Partido Colorado gobernante- pasaban a detentar el
monopolio de la violencia pública. Por entonces empezaban a definirse los perfiles de
simpatías: los colorados con mayor presencia en la capital y adhesiones de los sectores
comerciales de origen europeo, en los inmigrantes (fundamentalmente italianos) y entre los
pequeños agricultores; los blancos con mayor presencia en el medio rural y
específicamente con amplio apoyo entre los ganaderos.
Ante la ausencia de un Estado fuerte, el siglo pasado fue testigo del surgimiento de
numerosas experiencias asociativas ya sea de base comunitaria (inmigrantes) o sindical.
También los grupos superiores se fueron organizando dando origen a la Asociación Rural,
la Bolsa de Comercio, grupos bancarios, etc. En todos estos casos, una de las
características de la cultura política del país fue la ausencia de los integrantes de
la burguesía en el sistema político. No sería hasta el Gobierno de Bordaberry que
éstos se integraran al aparato del Estado. Hasta entonces constituirían grupos de
presión que influirían en la toma de decisiones del Estado.
Sobre principios de este siglo se fue generando el proyecto innovador. Algunas de las
condiciones previas para que éste pudiera afirmarse fueron: el agotamiento precoz de la
modernización ganadera (recordemos el alambramiento de los campos) articulada con el
dominio inglés, la transformación de una burguesía agraria emprendedora, y la crisis
del esquema político tradicional (G. Rama, 1987). Esto último tuvo lugar en 1904 con la
muerte de Aparicio Saravia, y la posterior desarticulación del sistema de reparto de
departamentos que no respondían al Estado, sino al caudillo partidario.
Recién entonces estaban dadas las condiciones para emprender tres décadas de
transformaciones que irían a fundamentar la creación del Uruguay moderno.
En materia económica las principales transformaciones tuvieron lugar entre 1911 y 1915:
creación de un sistema bancario nacional, con funciones monopólicas en la emisión,
hipotecas y seguros; creación de empresas públicas en diferentes actividades: puertos,
electricidad, ferrocarriles, pesca, química, y más adelante (1932) refinación de
petróleo y teléfonos. En ese marco fueron generándose discursos fuertemente
progresistas, donde el Estado tenía un rol fundamental en la distribución de la riqueza,
y donde no faltaban citas y referencias hacia el socialismo, y el bienestar obrero.
El proceso de modernización termina robusteciéndose con otros acontecimientos: el
proceso de secularización, que se centra en la separación entre Iglesia y Estado;
pioneras legislaciones liberales en política familiar (Ley de Divorcios de 1907); y en
definitiva, un espectro de políticas reformistas como gratuidad de la enseñanza media y
universitaria; legislación laboral protectora (Ley de 8 horas de 1915; día semanal de
descanso de 1920; obligación patronal de tomar medidas preventivas contra accidentes de
trabajo de 1914; salario mínimo para trabajadores rurales de 1923, etc.). En materia de
seguridad social se comprendió la pensión de vejez para indigentes (1919);
reorganización de caja de jubilaciones para empleados públicos (1904), creación de caja
para empleados de servicios públicos (1919), empleados bancarios (1925) y empleados de la
industria y el comercio (1928), etc. Todos estos cambios progresivos tendrían
lógicamente su repercusión en la más equilibrada estratificación social de la región.
Aún así, y más allá de los éxitos indudables en los diferentes campos, hay cierto
concenso en señalar el mantenimiento de statu quo en la estructura minifundio
latifundio, manteniéndose además la baja productividad por hectárea en el medio rural.
A todo esto, Batlle quiso sumar a su proyecto de transformación, cambios en el sistema de
gobierno que permitieran privilegiar un sistema de dominación de tipo carismático a uno
de tipo antiautoritario, por medio de un organismo colegiado. Un organismo de este tipo,
además, según la concepción modernizante obligaría a los Partidos a adecuar sus
estructuras sin hacerlas depender de figuras y liderazgos individuales.
En el plano social, se habla de una "estatización de la sociedad" (G. Rama,
1987), que tuvo lugar conforme se privilegiaba la integración democrática, que luego
reforzará la identidad de la sociedad uruguaya. Posteriormente cuando la sociedad devenga
hiperintegrada y el Estado carente de proyecto de desarrollo, la imagen será la inversa.
Sin embargo esta tesis ha sido cuestionada por numerosos historiados, quienes releyendo la
historia de estos años, han logrado posicionar en sus justos términos a una sociedad
civil que nunca dejó de carecer de fuerza. Valga en tal sentido, citar el rol de los
sindicatos anarquistas y cristianos de principios de siglo, como agentes particularmente
importantes para la reivindicación de numerosas leyes aprobadas por el parlamento
(Zubillaga y Cayota, 1988; Zubillaga, 1989).
Este período signado por el proyecto innovador tendrá un revés con la crisis del 29. En
términos generales, esta crisis provocó en A.L. la crisis del sistema oligárquico de
dominación. Para el Uruguay redundará en crisis institucional (dictadura de Terra en
1933) y la irrupción luego de un nuevo estilo de desarrollo, esta vez basado en la
sustitución de importaciones.
El Golpe de 1933 fue liderado por Gabriel Terra, electo por el Batllismo y aliado en su
nueva aventura con los colorados riveristas y a la mayoría del Partido Nacional, liderada
por el notorio conservador Luis Alberto de Herrera. Ambas tendencias, entonces, se
caracterizaban sin dudas, por ser fieles representantes de la alta oligarquía nacional.
Las orientaciones económicas, tendientes a privilegiar la ganadería exportadora, vuelve
a recordarnos el esquema del Dominio Honorario Británico. La oposición estaba conformada
por el futuro Partido Nacional Independiente, por el batllismo, por la Unión Cívica y
los socialistas. Desde la sociedad civil no irrumpieron revueltas, lo que evidencia la
debilidad de la misma, a pesar de los matices ya sugeridos. La dictadura (o
"dictablanda" como se le llamó popularmente por la ausencia de represión
masiva) duró hasta 1938, legitimada por una nueva Constitución Presidencialista (1934).
En 1938 asume la presidencia el Gral. Baldomir quien inicia una apertura que dará lugar a
elecciones libres en 1942.
Luego de una caída en la economía en los años que van de 1930 a 1944, se emprende
nuevamente una expansión que genera un "decenio glorioso" entre 1945 y 1955,
con un crecimiento anual del 8.5%. Son años en que los dirigentes catalogarán al Uruguay
como "Suiza de América", "a la vanguardia del mundo en materia
social", etc. El neo-batllismo, en este marco lanza otra serie de políticas de
bienestar social, lideradas esta vez por los Consejos de Salarios de 1943 (Finch, 1989).
Este espacio histórico ha sido denominado por Rama, "proyecto democrático
industrializador". En efecto, la industrialización fue dominante en este período
histórico. La concepción del desarrollo giraba en torno al papel de la Industria y del
Estado. Evidentemente se cometerían los mismos errores que en el resto de A.L. en cuánto
al modelo sustitutivo. A su vez, nuevamente estos momentos históricos irían de la mano
con un mayor nivel de conflicto entre los intereses rurales y los industriales.
En el plano social, se rescata un reforzamiento de la sociedad civil, y una vigorosa
movilidad social que despertó una numerosa clase media.
En lo político el Partido Colorado se organizó en torno al liderazgo de Luis Batlle
Berres, a la vez que el Partido Nacional robustecería sus perfiles conservadores.
Sociedad hiperintegrada y crisis.
Como se dijo, el modelo sustitutivo cometió errores que fueron
manifestándose en la economía desde fines de los cincuenta. Al inicio esta crisis se
hace sentir menos pues se echó mano al capital preexistente, a las reservas monetarias, y
al endeudamiento. Incluso la inflación producida por la presión de los grupos sociales
dio al principio una imagen de dinamismo. No obstante ello se empezó a sentir las
consecuencias de las transferencias del sector ganadero al urbano, lo que unido a la
caída de los precios de la lana luego de finalizada la guerra con Corea, irían a afectar
la relación gobierno ganaderos.
Se crea así en 1951 la Liga Federal de Acción Ruralista de tendencia conservadora,
liderada por Benito Nardone. En definitiva, el crecimiento de este grupo le daría la
victoria por fín al Partido Nacional en 1958, donde al ruralismo le cupo la mitad de los
puestos de la mayoría del Consejo Nacional de Gobierno.
En el plano social, la sociedad civil pasa a invadir el Estado, por medio de crecientes
demandas y reivindicaciones particularistas. En el plano económico, el triunfo del
Partido Nacional en 1958, traería cambios. En el primer período de Gobierno (1959-63)
comienza un traslado de riquezas hacia el sector agrario y una desarticulación de los
mecanismos intervencionistas del Estado. La influencia de Nardone se hizo sentir en las
políticas económicas, lideradas entonces por el Ministro de Hacienda, Juan Eduardo
Azzini, para quien la "vieja mentalidad de oligarquía capitalina, nunca comprendió
que primero estaba el sector agropecuario". Estudios posteriores confirmarían sin
embargo, que a pesar de las políticas económicas impuestas en su momento
(fundamentalmente la Ley de Reforma Monetaria y Cambiaria de Diciembre de 1959), la
alianza herrero-ruralista no pudo revertir claramente la transferencia de recursos del
medio rural al urbano. Las elecciones de 1962, vuelven a dar la victoria al Partido
Nacional, pero esta vez a una nueva mayoría, integrada por la UBD y el herrerismo
ortodoxo, liderado por Eduardo V. Haedo. Acabado el modelo neobatllista, y
fracasado su alternativa ruralista, el perfil de este segundo gobierno nacionalista, que
predicaba fundamentalmente limitaciones al intervencionismo estatal, pasó por el intento
de buscar fórmulas técnicas que permitieran al país salir de la crisis. Se rescata, en
ese marco, la necesidad de contar con instrumentos de planificación en el plano
socio-económico, lo que llevaría a la constitución de una Comisión de Inversiones y
Desarrollo Económico (CIDE), fuertemente inspirada en los planteos Cepalinos de la
época. Sus principales contribuciones, sin embargo, no pudieron nunca llevarse a la
práctica.
Por lo demás, en el plano político, se afirmaron tendencias en el bipartidismo que
incidirían en la posterior crisis del sistema:
mayor fraccionalización al interior de los partidos
se exacerbó la política de clientelismo
se abusó del pasaje de políticos de segundo rango a funciones
públicas
polarización a la interna de los partidos
instalación de grupos económicos en esferas estatales
El primer punto es de enorme interés. Fíjese el lector, el dinamismo
de las fracciones al interior de los partidos tradicionales. En el Partido Nacional, luego
de la muerte de Herrera, el herrerismo se quiebra en dos alas: una más ligada el
ruralismo, liderada por Martín Etchegoyen, y la otra, conocida como herrerismo ortodoxo,
liderada como se dijo, por Eduardo V. Haedo. Este sector, a su vez, se alió para las
elecciones de 1962 con la única intención de detener a "Chico-Tazo". La
alianza electoral se realizó con la Unión Blanca Democrática (UBD), fundada en 1956,
por tres vertientes nacionalistas: el Movimiento Popular Nacionalista (MPN),
"Reconstrucción Blanca" y Partido Nacional Independiente. El triunfo de 1962
fue para los liderados por Daniel Fernández Crespo, conocidos como la ubedoxia. La
muerte de Fernández Crespo, sin embargo, vuelve a facilitar los desgarramientos: el MPN
se alía con los herrero-ruralistas en la "Alianza Nacionalista"; en tanto los
nacionalistas independientes y "Reforma Blanca" se unen al Movimiento de Rocha
(fundado en 1964) integrando el "Movimiento Reforma y Desarrollo".
En el Partido Colorado, por su lado, a la tradicional divergencias entre las listas 14 y
15, se sumaron interesantes movimientos políticos. En 1958 concurrieron tres listas
batllistas: el quincismo (Manuel Rodríguez Correa); el catorcismo (Cesar Batlle Pacheco);
y la minoritaria lista 16. Fuera del lema se presentaron algunos terristas, reunidos al
amparo de la Unión Demócrata Reformista. Para 1962 se logran rearticular los sectores
riveristas, terristas, baldomiristas y blancoacevedistas; pero surge el sublema "Por
el Gobierno del Pueblo", provisto de dirigentes de la 15 (Michelini, Batalla, Lanza)
y de la 14 (Renán Rodríguez, Enrique Martínez Moreno). La 14, por su lado, conformaría
la "Unión Colorada y Batllista". Tras la muerte de Batlle Berres, sin embargo,
vuelven a sucederse nuevos recortes. Jorge Batlle logra "ganar la interna" del
sector y funda "Unidad y Reforma". Los disidentes se reunirán en torno a la
"315". Así se llega a 1966 con cinco fórmulas presidenciales: la que se impuso
(Oscar Gestido y Pacheco); seguida de Batlle-Lacarte Muró; Vasconcellos-R.Rodríguez;
Michelini-Lanza; y la lista encabezada por Justino Jiménez de Aréchaga, de poca
significación.
A esto se sumaron crisis en las dimensiones de la identidad de las clases medias, obreros
e intelectuales, que se expresaron en la radicalización del movimiento estudiantil y la
gravitación del mov. sindical; la ampliación de bases de los partidos marxistas; la
transformación progresista de la Unión Cívica en PDC; y la posterior creación del
Frente Amplio, etc.
En efecto, los años sesenta también marcaron importantes hitos en los partidos menores:
cívicos, socialistas y comunistas. La Unión Cívica, empieza a mostrar signos de
decadencia en lo programático, lo que motivara el surgimiento de jóvenes demócrata
cristianos y un "Movimiento Social Cristiano" que levantarían banderas
progresistas en lo socio-económico, inspirados en el éxito de otras democracias
cristianas en Europa y América, fundamentalmente el caso chileno. El complicado proceso
de gestación del PDC, tiene importantes avances en los años 1963, 64 y 65. En este
último, se integra el citado Movimiento Social Cristiano, y se alejan figuras
conservadoras vinculadas a la vieja dirección de la UC. Estos disidentes, junto al
senador Flores, fundan el "Movimiento Cívico Cristiano", que en disputa
electoral con el PDC sólo cosecharían 4.230 votos. Por su lado, la dupla Gelsi
Bidart-Chiarino, conseguiría 37.219 votos. Por su lado, el Partido Socialista, que venía
de una polémica interna entre una concepción más social-demócrata de Frugoni, con otra
más ideologizada, concreta con otras fuerzas acuerdos electorales que dan origen a la
Unión Popular, de escaso impacto electoral. Mientras tanto el Partido Comunista, conforma
sus propias alianzas, fundando el Frente Izquierda de Liberación (Fidel) que lograría
más de 40 mil votos en las elecciones de 1962, y casi 70.000 en 1966.
En este marco las elecciones de 1966, en medio de un bipartidismo fragmentado, volvían a
proponer nuevas vías de solución a la crisis. Se plebiscitaría entonces una Reforma
Constitucional por la cual se vuelve a un régimen presidencialista para darle mayor
ejecutividad al gobierno. El otro cambio fue la elevación por parte de los partidos
tradicionales de figuras alejadas de la cara demagógica y clientelística de la
política. Gestido ganaría entonces las elecciones, pero con su fallecimiento, asume un
prácticamente desconocido Sr. Pacheco Areco, quien accede a la postulación después de
haberse negado Michelini, Luisi y Lacarte Muró. El ex director de "El Día",
inauguraría así un nuevo período crucial para nuestra historia política.
El Gobierno de Pacheco aplica en lo económico un modelo de intervencionismo
estabilizador, transfiriendo ingresos de los salarios al capital, unido a políticas
antiinflacionarias que no pudieron modificar el estancamiento. Aquí el sistema político
se volvió a mostrar inoperante. A duras penas se llega a las elecciones de 1971 donde se
polarizan las posiciones e intervinieron de diversa forma, los actores sociales. Esto se
dio en medio de un panorama anómico, de desagregación social, con irrupción de la
violencia. No es raro ni fortuito entonces, que los tupamaros integraran sus filas con un
perfil que sintetiza claramente la crisis de integración entre quienes habían conformado
el eje social del modelo mesocrático batllista).
En lo concerniente al sistema político, merece especial atención a nuestros efectos, el
pasaje a un cuadro de "pluralismo limitado", o sistema de dos partidos y medio:
nos estamos refiriendo sin duda al origen de un Frente Amplio que logra terciar en el
panorama electoral. Esta coalición empieza a manifestarse como una opción real luego del
llamado que hace el PDC en Junio de 1968 a adelantar las elecciones de acuerdo con las
normas constitucionales; y a conformar un frente de partidos y fracciones opuestos a la
orientación política, social y económica del gobierno (Zubillaga y Pérez, 1983). En
Febrero de 1971 se constituye entonces el FA con la participación de la democracia
cristiana, la 99, el Movimiento Blanco Popular y Progresista, el Fidel, el Partido
Comunista, los socialistas, el movimiento socialista, y la lista 58 del Partido Nacional.
Luego de las elecciones del 71, que son ganadas por el continuismo pachequista, en este
caso, a través de la presidencia de Bordaberry, se procesan duros años que manifiestan
una alta polarización política, y un fuerte enfrentamiento entre los poderes
legislativos y ejecutivo; lo que termina con la disolución de las Cámaras el 27 de Junio
de 1973. Se llega así, en una apretada síntesis, al golpe de Estado. Luego le sucede la
restauración democrática. Aquí sobresale, por fín, la discusión sobre cómo el
sistema político y el sistema de gobierno pudieron haber influído en la caída de las
instituciones.
La
importancia de las estructuras políticas en la Democracia uruguaya.
Esta temática ha sido ampliamente difundida en el medio académico
uruguayo a partir de la aparición pública de la tesis doctoral de Luis E. González:
"Estructuras políticas y democracia en Uruguay". González parte del concepto
menos multidimensional, y por lo tanto menos polémico, de poliarquía, para definir y
delimitar el concepto de democracia. Como se sabe, el concepto de poliarquía ha sido
ampliamente difundido por Dahl, a partir de un fructífero trabajo de 1971. En efecto,
este autor norteamericano, propone dos dimensiones fundamentales: "public
contestation" (oposición, competencia pluralista) e "inclusiveness"
(participación política). Además de estas, Dahl adelantó que la democratización
podría tener otras dimensiones, entre las cuáles, las que tendieran a lo que hoy se
conoce como "democracia social".
De esta manera, en términos operativos, existirá poliarquía si se dan dos condiciones:
a) una participación política significativa, y b) la posibilidad de organizar la
oposición pública contra quienes gobiernan; esto es: existencia de sistemas
multipartidarios y elecciones regulares. Al menos estas dos dimensiones parecen legítimas
para países que han superado ciertas condiciones previas en el plano económico social,
entre los cuáles, señala González, el caso de Uruguay y al menos Argentina y Chile para
el caso de A.L. En todo caso, la discusión de estos asuntos, parecería estéril en la
medida que la poliarquía no pretende ser un sinónimo de la mucho más compleja
democracia.
En efecto, el concepto de democracia incluso reviste raíces particularmente complejas que
se remontan a la Grecia Ateniense de los siglos IV y V A.C. (Cfr. Política, de
Aristóteles), para ser luego retomada por la literatura política de los Siglos XVIII y
XIX. La moderna ciencia política, por su lado ha divulgado numerosas significaciones y
clasificaciones de la democracia. Quizá una de las simplificaciones más divulgadas haya
sido la que distinguía entre la democracia mínima o "procedimental" y
democracia máxima o "sustantiva". Sin duda la primera es la que ha primado en
la academia; y recoge contribuciones de Schumpeter y del citado Dahl. Bobbio en esta
línea señalará que la democracia procedimental designa un conjunto de reglas jurídico
institucionales, donde la libertad se asume como fundamental ante la igualdad, a
diferencia del concepto de democracia sustantiva.
Parecería ser una realidad que la democracia en Uruguay ha sido la más exitosa en el
concierto latinoamericano: funcionamiento continuo del sistema salvo la dictadura de Terra
(1933-1942) y la militar (1973-1984); subordinación del poder militar al civil (salvo la
dictadura militar de 1973), la ampliación temprana de los derechos políticos, etc.
La poliarquía uruguaya habría nacido en 1918, para derrumbarse claramente en 1973. La
pregunta central es porqué, y la respuesta que da González pasa por la centralidad de
los procesos políticos. En concreto intentará demostrar que: (i) "algunas
características del sistema político uruguayo que precedieron a la democracia su
tradición presidencialista, su sistema bipartidista y la fraccionalización de sus dos
partidos tradicionales no se modificaron en las etapas iniciales de la poliarquía y
duraron ininterrumpidamente por lo menos durante medio siglo; (ii) se convirtieron
entonces en estructuras políticas; cuando algunas de estas características se
enfrentaron a crisis profundas en particular el presidencialismo y la
fraccionalización de los principales partidos contribuyeron a la pérdida de
eficacia, eficiencia y legitimidad que a su vez condujo al golpe de 1933, y especialmente
1973; (iii) y aunque en 1973 algunos de esos aspectos estructurales habían cambiado,
precisamente los responsables de los efectos señalados en (ii) no se modificaron. En
realidad, desde un punto de vista estructural las transformaciones desvanecimiento
del bipartidismo, agudización de la fragmentación y polarización en el sistema de
partidos- empeoraron la situación. La situación de 1984 restaura este escenario
empeorado" (L.González, 1993).
En definitiva, si bien González no descuida los problemas socio-económicos y las
dinámicas de corto plazo, cree que hay factores político-estructurales que crearon
predisposiciones para que ocurrieran estos hechos: en concreto la fraccionalización de
los principales partidos y las instituciones cuasi-presidenciales, a lo que se agrega en
1973, un aumento de la fragmentación y un alto incremento de la polarización del sistema
de partidos.
El
sistema de partidos en Uruguay.
El sistema de partidos en el Uruguay se remonta a los primeros
años de la Independencia. Aunque por entonces la Constitución liberal de 1830 no los
contemplaba, lo cierto es que ya empezaban a notarse las distancias entre el "país
legal" y el "país real" que discurría mucho más inorgánicamente a
influjo de la acción política caudillesca (Caetano, 1998). En efecto, ni la citada
Constitución ni la Ley de Abril de 1830 que fijaba las reglas para la elección del
Presidente, contemplaba a los Partidos. Con las divisas y la acción de los caudillos, sin
embargo, tenemos el origen de verdaderos "protopartidos".
El otro hito puede ser considerado la Guerra Grande. Allí González explica que los
Partidos irían adquiriendo sus principales rasgos: un Partido Colorado más liberal, de
tendencia anticlerical y ligado a los intereses urbanos; y un Partido Nacional más
conservador y de mayor inserción en el medio rural. De todas formas los dos partidos eran
policlasistas, abarcando un amplio espectro ideológico. En torno a ellos, sin duda se ha
ido edificando el sistema de partidos en Uruguay. Ello no implica desconocer, por su lado,
la existencia de partidos menores, que en el caso del Partido Socialista y de la Unión
Cívica, remontan sus orígenes a principio de siglo. Sin embargo, éstos como veremos
luego, no son considerados de relevancia para los esquemas de análisis más utilizados en
el ámbito de las ciencias políticas.
Para definir nuestro sistema, entonces, podemos partir de los criterios propuestos por el
ítalo-norteamericano Sartori. El primer criterio que propone el autor es el numérico,
esto es, la cantidad de partidos existentes. Sin embargo, no se trata de contar los
partidos legalmente instituidos, y ni siquiera aquellos con representación parlamentaria,
sino aquellos relevantes politológicamente. Así diseña un método para contar los
partidos: en ese sentido, el partido para ser relevante debe haber integrado acuerdos de
gobierno (este es, el criterio "posibilidad de coalición") (Sartori, 1980).
Pero además, puede suceder que un Partido jamás haya formado parte de un Gobierno, en
tal caso, se entenderá clasificable si su presencia influye en la gestión gubernamental:
es el criterio conocido como "posibilidad de chantaje".
De tal manera lo anterior que el formato de un sistema dependerá del número de
partidos con posibilidad de coalición y chantaje: podrá existir un sistema con un
partido, bipartidista, pluralista limitado, y pluralista. A su vez, en un sistema con un
solo partido, distingue el autor entre partido totalitario (caso de los regímenes
comunistas), hegemónicos (permite la existencia de otros partidos, pero no hay
competencia real) y predominante (hay un solo partido dominante).
Por su lado, la mecánica del sistema dependerá de tres componentes: la
"distancia ideológica" (envergadura de las diferencias entre partidos); la
"intensidad ideológica" (importancia que los partidos le asignan a lo
ideológico); y el tipo de competencia (competencia centrípeta donde los partidos buscan
ocupar el mismo espacio, o centrífuga, esto es, de mayor polarización).
Sartori entonces, define al sistema uruguayo como de partido predominante: al haber
ganado el Partido Colorado las elecciones desde 1868 hasta 1958, y luego de dos períodos
vuelto a ganarlas, deduce el autor italiano que hubo un solo partido de tipo predominante.
Operacionalmente, si un partido es capaz de ganar tres mayorías consecutivas en la
cámara baja, entonces hay sistema predominante. González discute esta afirmación,
aunque basado en criterios más bien formales. Señala en ese sentido que: (i) recién en
1918 se establecieron garantías reales, lo que deja el período 1868-1918 fuera de
discusión. (ii) En el período que va de 1918 a 1933, los colorados nunca obtuvieron tres
mayorías consecutivas en la cámara baja (la perdieron en 1925). (iii) después de la
dictadura de Terra, los colorados ganaron las cuatro elecciones siguientes 1942,
1946, 1950 y 1954- pero en 1946 no lograron mayoría absoluta en la cámara baja. (iv) los
blancos triunfaron en 1958 y 1962. (v) los colorados volvieron a ganar las tres elecciones
siguientes (1966, 1971 y 1984) pero en las dos últimas no lograron mayorías en las
cámaras.
Concluye González que "bajo gobiernos democráticos, Uruguay tuvo un sistema
bipartidista la mayor parte del tiempo, pero los colorados lograron convertirse en partido
predominante durante cerca de un tercio de la vida democrática del país". Además
agrega que bajo gobiernos no democráticos el Partido Colorado también se posiciona mejor
siendo predominante de 1868 a 1917, y en el control de la dictadura de Terra.
Independientemente de todo esto, parece claro que a lo largo de todo el siglo, más allá
del formato, la mecánica del sistema fue siempre de tipo bipartidista. Así lo confirma
el hecho de constatarse una cultura de coparticipación, que se observa en múltiples
acuerdos políticos, en la distribución de cargos en los entes autónomos, la
distribución de cuotas para empleos en el Estado, negociaciones para modificar la
Constitución, etc. (Mieres, 1992).
La otra característica de nuestro sistema es la alta fraccionalización de esos
partidos, al punto de haberse hablado de verdaderas coaliciones al interior de los
partidos. Incluso se llegó a decir que nuestro bipartidismo en realidad escondía un
sistema multipartidista (Lindahl, 1962; Sartori, 1976, Errandonea, 1996). Sin embargo,
González vuelve a oponerse a esta visión, señalando la primacía del bipartidismo.
El sistema, por su lado, comienza a cambiar a partir de 1971. Según los términos de
Sartori, estaríamos frente a un sistema de tipo "pluralismo limitado".
Efectivamente en 1971 aparece el FA y logra un 18% a nivel nacional, y un 31% en
Montevideo, desplazando al PN al tercer lugar en la capital del país. Los resultados de
1984 confirman el nuevo formato (a pesar de los esfuerzos de la dictadura por lograr lo
contrario) con una votación a nivel nacional de la izquierda del 21% y del 33% en
Montevideo. Se registra un nuevo cambio en 1989, con el surgimiento de un cuarto actor
(Nuevos Espacio). El FA repite el 21% pero logra un 36% en la capital, obteniendo así la
intendencia Municipal de Montevideo (IMM). El Nuevo Espacio, por su lado, llega a un 9% a
nivel nacional.
¿Qué determinó la primacía del sistema bipartidista?. Pues bien, el sistema electoral
ofrece muchas pistas. Aún así, parecería ser que el sistema electoral no determina el
sistema político, más bien es una variable entre tantas. En ese sentido, se presentan
"leyes tendenciales" (Duverger) de importancia para nuestro caso:
Ley tendencial 1: Las fórmulas de mayoría facilitan un formato bipartidista y obstruyen
el multipartidismo;
Ley tendencial 2: Las fórmulas de representación proporcional facilitan el
multipartidismo, y difícilmente conducen al bipartidismo.
Para el Uruguay tenemos que un sistema semipresidencial donde la
atención se enfoca en la carrera hacia la presidencia, que se decide por mayoría simple,
y al ser las elecciones simultáneas, bloquea el efecto de la ley 2 y prima la ley 1.
Hoy por hoy podemos discutir si acaso el pasaje de la elección
presidencial por mayoría absoluta a dos rondas, no facilita el surgimiento del
multipartidismo. Creemos que definitivamente podría ser esa una de las tendencias futuras
del novel sistema electoral inaugurado por la Reforma de 1996.
Ahora bien, las lecciones que deja el autoritarismo son que según
González, hay dos estructuras que demostraron ser adversas a la estabilidad democrática.
La fraccionalización que bloqueó la implementación de medidas; y el
semi-presidencialismo. Según Sartori, los sistemas presidencialistas implican riesgos
adicionales para la estabilidad de los sistemas altamente polarizados. Efectivamente, el
sistema antes del golpe estaba constituído por un bipartidismo fraccionalizado, a lo que
se suma fragmentación y polarización
El sistema
electoral en Uruguay.
El régimen electoral del Uruguay históricamente, se puede sintetizar
en los siguientes rasgos:
mayoría simple para la elección presidencial
múltiples candidaturas a presidencia en cada partido
representación proporcional en el ámbito parlamentario
múltiple voto simultáneo
simultaneidad y vinculación de todas las elecciones
Nótese como los puntos ii y iv, en realidad forman parte de un mismo
fenómeno que es el del doble o múltiple voto simultáneo. Este mecanismo, absolutamente
original para el caso uruguayo, y que como vimos fue funcional a la performance de los
partidos, se remonta a la Ley 3640 del 11 de Julio de 1910. De hecho, dicha Ley tiene
origen en la propuesta realizada en la época por el entonces Ministro del Interior José
Espalter, quien por este medio quería asegurar la permanencia del Partido Nacional en las
elecciones de ese año. Apoyándose en las fórmulas ideadas por el belga Borely en 1870,
y difundidas por Justino Jiménez de Aréchaga, se sancionó la Ley que en definitiva
permitiría a los nacionalistas concurrir divididos pero bajo un mismo lema, de forma de
poder acumular sus votos. Con otras tres leyes del los años 34, 35 y 39, se termina de
conformar un sistema que permite la acumulación bajo un mismo lema de distintas opciones
electorales plasmadas en sublemas y listas. Popularmente, a este concierto de leyes se le
conoce como "Ley de Lemas".
La representación proporcional, también forma parte de la cultura
política de nuestro país, y fue establecida como principio con la Constitución de 1919.
Ambos elementos terminarían caracterizando el sistema electoral uruguayo.
Por su lado, la normativa constitucional aprobada en el plebiscito del
8 de Diciembre de 1996 con el 50.45% de los votos, implica sustituir cuatro de los cinco
puntos (aunque los puntos ii y iv, como dijimos, pertenecen a un mismo esquema):
mayoría absoluta a dos rondas para la elección del Presidente (sistema
de balotaje)
se limita drásticamente el uso del múltiple voto simultáneo (se
elimina sublemas a diputados, hay un solo candidato presidencial por partido, y un máximo
de dos candidatos a intendencias).
se desvinculan y separan las elecciones nacionales y departamentales;
las nacionales a su vez pueden sufrir variantes en las Parlamentarias (Octubre) y balotaje
para la presidencia (Noviembre).
Régimen
de Gobierno en Uruguay.
La tradicional separación de poderes, se remontan a formulaciones de
Locke (1632-1704) y más propiamente Montesquieu (1689-1755), quien propone clasificar las
funciones del gobierno en fundamentalmente tres: legislativas, ejecutivas y judiciales.
Pues bien, según la organización de cada uno de los poderes del Estado, aunque más
específicamente entre Ejecutivo y Legislativo, se suele distinguir el tipo de gobierno.
Surgen de esta manera dos grandes tipos: Presidencialistas y Parlamentaristas.
El Presidencialismo se caracteriza por separar nítidamente los
poderes del Estado (lo que no implica un aislamiento, que no conduciría a otra cosa que
no fuera un bloqueo permanente). Teniendo en cuenta el sistema de partidos que impere, la
cultura política, etc., podemos distinguir diversos tipos de presidencialismos. Este dato
no es menor, pues la discusión en los ochenta, parecía catalogar al presidencialismo
como una única cosa. Linkhart, si bien distinguió entre parlamentarismos continentales y
británico, no hizo lo mismo al referirse al presidencialismo, en sus estudios sobre estos
temas.
Estas son las siguientes peculiaridades del sistema presidencialista:
1.- El poder ejecutivo no está dividido en Jefe de estado y de
Gobierno, sino que cae directamente en el Presidente, elegido o bien directamente (como
sucede generalmente) o bien por Asamblea.
2.- Los ministros son nombrados por el Presidente, aunque en ocasiones
se necesita el aval del Parlamento. Por lo general los ministros no pueden ser miembros de
las Cámaras.
3.- El presidente no es responsable ante el Parlamento
4.- Por lo general, tampoco el Presidente puede disolver las Cámaras
(Del Aguila, 1997).
Este sistema, con sus variantes, ha sido fundamentalmente extendido en
Latinoamérica. En el continente, sin embargo, la proliferación de sistemas
multipartidistas, pone un signo de interrogación sobre la eficacia del sistema para
gobernar democráticamente (recuérdese la tendencia clásica, hoy discutida, de
presidencialismo con bipartidismo, caso de EUA).
El Parlamentarismo, es heredero del constitucionalismo europeo,
especialmente el inglés; donde la figura del monarca debía poner nuevas herramientas en
la arena.
Sus características más salientes son:
1.- El P.E. se divide en dos órganos: Jefe de Estado (monarca o
presidente de la República)y el Gobierno (a su vez aquí se suele distinguir entre el
jefe de Gobierno y el Gobierno en sí).
2.- El Jefe de estado nombra al Jefe de Gobierno y éste a los
ministros. El Jefe de Gobierno, a su vez, es designado por el Parlamento.
3.- El Gobierno como cuerpo político colegiado, tiene fuerte papel
político.
4.- Los ministros suelen ser miembros del Parlamento.
5.- El Gobierno es políticamente responsable ante la Asamblea
6.- El Parlamento puede hacer caer al Gobierno, y éste puede llamar a
nuevas elecciones del Parlamento.
El nuestro, como surge de lo anterior, se inclina a ser un régimen
semi presidencialista que acentuó sus variantes presidencialistas en la última reforma
(P. Guerra, 1996). En tal sentido, la nueva Constitución refuerza el Presidencialismo a
través de su art. 138, que reduce las posibilidades del Parlamento de bloquear los vetos
del Presidente: además de requerir ahora 3/5 de cada Cámara, se reducen los plazos para
las observaciones a la mitad. El numeral 7 del art. 168 ofrece la facultad al Presidente
de proponer proyectos de Ley que podrán ser enviados con declaratoria de urgente
consideración: aquí se vuelven a reducir los plazos vencidos los cuáles se reputará
aprobado el proyecto enviado. Por su lado, el Art. 174 expresa que el Presidente de la
República podrá requerir de la Asamblea General un voto de confianza para el Consejo de
Ministros. El Parlamento se debe pronunciar al respecto sin debate. Y en el Art. 175 se
señala: "El Presidente de la República podrá declarar, si así lo entendiere, que
el Consejo de Ministros carece de respaldo parlamentario". En ese caso podrá
sustituir total o parcialmente a los miembros no electivos de los Entes Autónomos (sic) y
de los servicios descentralizados, como a los Directores Generales.
Si bien el presidencialismo potencia la lógica de que "quien gana
gobierna" (Pareja, 1991), sin duda que la cultura política es la que termina
moldeando estas fórmulas. Así en esa materia, se diferencias las democracias
mayoritarias (donde efectivamente se practica aquello de quien gana gobierna) de las democracias
pluralistas (donde se necesita de la negociación). Uruguay, al decir de Lanzaro, se
presenta como un sistema presidencialista pluralista. Las variantes del pluralismo a su
vez son: de compromiso y de coalición (33´, 42´, y segunda gobierno de Sanguinetti).
Por su lado, para complejizar el panorama, los regímenes
presidencialistas tienden a estimular un régimen electoral mayoritario en el plano
parlamentario. Uruguay, sin embargo, presenta un régimen proporcional en materia
electoral. Ello condujo a dos partidos y su fraccionalización, lo que se explica además,
por su particular legislación electoral.
Indudablemente, a lo largo de estas líneas podemos coincidir en
señalar que las reglas de juego electorales y los sistemas de gobierno favorecen
tendencialmente ciertos formatos de sistemas de partidos y ciertas lógicas de competencia
y cooperación, pero no las determinan (Filgueira & Filgueira, 1998).
Coincidimos además con los citados autores, en que el crecimiento
sostenido del Encuentro Progresista, que llegó a arañar el Gobierno Nacional en las
elecciones de 1994 (alcanzó casi un 31% contra un 33% del Partido Colorado), es la
explicación de la estrategia coalicionista de los partidos tradicionales: entre las
numerosas reformas votadas en el Parlamento por la coalición figura la reforma
constitucional que cambia las reglas de juego en materia electoral.
La pregunta que debemos hacernos todos es qué sucederá de aquí en
más con los nuevos cambios impuestos. Pues bien, la inclusión del balotaje pretende en
primer lugar mantener las opciones tradicionales como hegemónicas en el plano de la
Presidencia: parece bastante plausible pensar en una unión de los dos partidos
tradicionales si sólo uno de ellos llegara a la instancia final. Esta tesis, sin embargo
es matizada por otros autores (Errandonea, 1998). Más allá de las elucubraciones al
respecto, la mecánica parece haber sido pensada a los efectos de cortarle el paso a una
izquierda que con las mismas reglas de juego de la constitución anterior, seguramente
sería gobierno en el 2000.
En este marco, uno vuelve a preguntarse con numerosos académicos
(Pareja, R. Pérez, Filgueira), cuál ha sido la razón por la cuál no se aspiró a un
sistema parlamentario para el logro de coaliciones más estables. Quizá la respuesta
esté justamente en ese detalle: en un sistema de partidos altamente fragmentalizados,
parece lógico que los partidos tradicionales le escapen a coaliciones de tipo estable. El
costo político pagado por Volonté, por ejemplo, viene a confirmar esta tesis. Una
reforma como la de 1996, por lo tanto, evita ese problema. Además, al aumentar el poder
del Presidente de la República, se parte de la base que la gobernabilidad está más
asegurada que antes. Conclusión dudosa, por cierto, si nos remitimos a los diversos
escenarios hipotéticos que podría acarrear de aquí en más el nuevo sistema; y a la
triste historia de una serie de mandatarios elegidos en segunda vuelta.
Sin caer en la tentación de hacer girar las hipótesis futuras en
torno a una variable central (régimen de gobierno), volvemos a insistir en la particular
importancia de la cultura política, la historia de los partidos, y el significado de
"lo político" para la ciudadanía uruguaya.
Bibliografía
Consultada
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Buquet, D.: "Uruguay fín de siglo. Tiempos de coalición", en Rev. Nueva
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Caetano, G.: "Del primer batllismo al terrismo", en Cuadernos del CLAEH Nro. 48,
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Del Aguila, R. (Ed.): Manual de Ciencia Política, Madrid, Trotta, 1997.
Duverger, M.: Los partidos políticos, México, FCE, 1990.
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reforma en el Uruguay de fin de siglo"; en Cuadernos del CLAEH, Nros. 78-79,
Montevideo, Claeh, 1997.
Finch, H.: "La política de bienestar social posterior a 1940", en Cuadernos del
CLAEH Nro. 52, Montevideo, Claeh, 1989.
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1994.
Guerra, P.: "Esta reforma constitucional no nos sirve", en La República, Nov,
de 1996.
Habermas, J.: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, Bs.As.,
Amorrortu, 1985.
Marius, J. y Bacigalupe, J.: Sistema electoral y elecciones uruguayas 1925-1998,
Montevideo, Kas, 1998.
Mieres, P.: "Los cambios del sistema de partidos políticos", en Cuadernos del
CLAEH Nro. 62, Montevideo, Claeh, 1992.
Pareja, C.: "La academia y la política ante la alternativa parlamentarista", en
Cuadernos del CLAEH Nro. 56, Montevideo, Claeh, 1991.
Pérez, R., Caetano, G. y Rilla, J.: "La partidocracia en el Uruguay", en
Cuadernos del CLAEH Nro. 31, Montevideo, Claeh, 1985.
Rama, G.: La Democracia en Uruguay. Una perspectiva de interpretación, Bs.As.,
Gel, 1987.
Real de Azúa, C.: El impulso y su freno. Tres décadas de batllismo, Montevideo,
EBO, 1964.
Rial, J.: "Elecciones. reglas de juego y tendencias" en Historia y Política
Nro. 3, Montevideo, Ciep, 1984.
Sartori, G.: Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza, 1980.
Zubillaga, C. y Pérez, R.: "Los partidos políticos", en El Uruguay de Nuestro
Tiempo Nro. 5, Montevideo, Claeh, 1983.
Zubillaga, C. y Cayota, M.: Cristianos y cambio social en el Uruguay de la
modernización (1896-1919), Montevideo, EBO, 1988.
Zubillaga, C.: "Sincronía de un fracaso: la primera democracia cristiana en
Argentina y Uruguay (1902-1924)", en Cuadernos del Claeh Nro. 50, 1989.
Anexos Estadísticos con
comentarios
Anexo 1: comportamiento electoral de los lemas en elecciones nacionales.
Cuadro Nro. 1: Elección Nacional de 1938 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
UC |
PS |
PCU |
Total |
58.6 |
32.3 |
3.95 |
3.51 |
1.53 |
En esta elección votan por primera vez las mujeres, aunque la
situación política genera una alta abstención que llegó al 44% del padrón electoral.
Gana las elecciones, como era previsible, el Partido Colorado, accediendo a la presidencia
el Gral. Baldomir.
Cuadro Nro.2: Elección Nacional de 1942 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN y PNI |
UC |
PS |
PCU |
Total |
57.1 |
34.5 |
4.25 |
1.57 |
2.49 |
Nuevamente triunfa el Partido Colorado, esta vez con la fórmula Juan
José de Amézaga Alberto Guani, que contó con el apoyo de los batllistas y
baldomiristas. Los nacionalistas votaron separados y quedaron muy por detrás de los
triunfadores. Esto era previsible, y contribuyó a la alta abstención. La UC consolida su
presencia mayoritaria entre los partidos ideológicos.
Cuadro No. 3: Elección Nacional de 1946 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
PNI |
UC |
PCU |
PS |
PD |
Total |
46.35 |
31.05 |
9.39 |
5.25 |
4.87 |
2.34 |
0.75 |
Como se puede observar, el triunfo de Tomás Berreta fue claro, sacando
más de quince puntos de ventaja al Partido Nacional, que en esta oportunidad compareció
dividido en dos lemas. Se observa además una buena votación de la Unión Cívica, que
logra cruzar el umbral del 5%.Entre los tres partidos ideológicos, se llega a casi un 12%
del electorado, porcentaje que no se volverá a repetir hasta 1971.
Cuadro No. 4: Elección Nacional de 1950 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
PNI |
UC |
PCU |
PS |
OTROS |
Total |
52.62 |
30.95 |
7.62 |
4.39 |
2.32 |
2.07 |
0.03 |
El triunfo del Dr. Andrés Martínez Trueba es contundente. El Partido
Colorado obtiene más de la mitad de los votos. El Partido Nacional reduce su votación en
sus dos lemas. La caída, sin embargo es más resonante en el Partido Nacional
Independiente. Mientras la Unión Cívica pierde algo menos de un punto, la caída del
Partido Comunista es de la mitad de su electorado.
Cuadro No. 5: Elección Nacional de 1954 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
PNI |
UC |
PCU |
PS |
OTROS |
Total |
50.56 |
35.24 |
3.67 |
5.03 |
2.22 |
3.26 |
O.O2 |
Estas elecciones marcan el pico del líder quincista, Luis Batlle
Berres. Consigue nuevamente más de la mitad del electorado para su Partido. El Partido
Nacional logra recuperar en algo su votación, lo que obedece a una disminución del PNI.
La Unión Cívica vuelve a cruzar el umbral del 5%. El PCU continúa estancado, mientras
que el PS logra aumentar en algo más de un punto su electorado.
Cuadro No. 6: Elección Nacional de 1958 por Lemas, en porcentajes.
|
PN |
PC |
UC |
PS |
PCU |
UDR |
MR |
Total |
49.68 |
37.70 |
3.75 |
3.53 |
2.69 |
1.98 |
0.63 |
El Partido Nacional logra su primer victoria electoral, pegando un
salto del 35 al casi 50% de los votos. Sin duda el fenómeno de "Chico-Tazo"
explica en buena medida este espectacular ascenso. Los votos parecerían provenir de un
Partido Colorado que cae vertiginosamente en trece puntos. La Unión Cívica logra su peor
votación hasta el momento, aunque sigue siendo el mayor de los partidos chicos.
Cuadro No. 7: Elección Nacional de 1962 por Lemas, en porcentajes.
|
PN |
PC |
PDC |
FIDEL |
UP |
OTROS |
Total |
46.54 |
44.52 |
3.05 |
3.49 |
2.31 |
0.09 |
El Partido Nacional vuelve a ganar, aunque esta vez lo hace por escaso
margen. Pierde una porción de su electorado que la gana el Partido Colorado. El PDC, por
su lado, muestra evidencias de su transición orgánica, en tanto el Fidel logra aumentar
en términos relativamente considerable la votación comunista. La UP, por su lado,
demuestra no ser buena alternativa socialista.
Cuadro No. 8: Elección Nacional de 1966 por Lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
FIDEL |
PDC |
PS |
MCC |
UP |
Total |
49.32 |
40.34 |
5.67 |
3.02 |
0.93 |
0.35 |
0.22 |
Nuevamente el Partido Colorado gana las elecciones. Llega a casi la
mitad del electorado, en tanto el Partido Nacional cae a los niveles anteriores a 1958. la
nota entre los partidos ideológicos la da el comunismo, que con su alianza en el Fidel
logra la mejor votación de los partidos chicos. El PS pasa por su peor momento, y el MCC
demuestra una baja receptividad entre los votantes católicos.
Cuadro No. 9: Elección Nacional de 1971 por lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
FA |
URC |
OTROS |
Total |
40.97 |
40.19 |
18.28 |
0.53 |
0.03 |
El panorama electoral de 1971 cambia radicalmente. Por primera vez gana
un Partido Tradicional con menos de un punto de diferencia con respecto al otro, y con un
bajo porcentaje a nivel general. El surgimiento de un tercer actor político con más del
18% de los votos cambia el sistema político y obliga a reconsiderar su validez, sobre
todo en materia electoral y de gobierno.
Cuadro No. 10: Elección Nacional de 1984 por lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
FA |
UC |
OTROS |
Total |
41.24 |
35.02 |
21.26 |
2.43 |
0.05 |
Nuevamente triunfa el PC; pero la lectura más interesante pasa por un
crecimiento mayor de la tercera fuerza, que esta vez cosecha más del 21% de los votos. El
PN, por su lado, logra su peor votación desde su unificación. Finalmente, la UC logra un
meritorio 2.43%, que sin embargo pareció ser más coyuntural que estructural.
Cuadro No. 11: Elección Nacional de 1989 por lemas, en porcentajes.
|
PN |
PC |
FA |
NE |
OTROS |
Total |
37.78 |
30.69 |
22.30 |
8.68 |
0.55 |
Con las elecciones de 1989, el sistema vuelve a mostrarse ineficiente.
Por primera vez en la historia, gana un partido con bastante menos del cuarenta por ciento
de los votos, esta vez, el Partido Nacional. El PC, por su lado, logra la peor votación
de su historia, lo que confirme la tesis del desgaste en el gobierno con sistemas
inadecuados. El FA logra su primer triunfo electoral en la capital y cosecha ya el 22% de
los votos, a pesar de la separación de dos partidos importantes (PDC y PGP) que
conformaron una cuarta fuerza electoral con resultado mediocre teniendo en cuenta la
votación recibida como sublemas del FA. El sistema se muestra totalmente fragmentado e
ineficiente para gobernar.
Cuadro No.12: Elección Nacional de 1994 por lemas, en porcentajes.
|
PC |
PN |
FA-EP |
NE |
OTROS |
Total |
32.36 |
31.21 |
30.61 |
5.16 |
0.66 |
Las elecciones de 1994 sin duda contribuyeron al cambio de reglas de
juego. Vuelve a ganar un partido tradicional, y esta vez con sólo el 32% de los votos. Le
siguen muy de cerca el PN y el FA-EP; de manera que el escenario político se presenta con
tres actores casi idénticos en materia electoral. El NE, por su lado, cosecha un
importante 5.16% de los votos, porcentaje trascendente en las actuales condiciones.
Anexo 2:
comportamiento electoral del FA por sublemas
Cuadro 13: Sublemas del FA, elección de 1971.
Depto. |
Fidel |
Patria Grande |
PDC |
99 |
PS |
Otros |
Total |
Mont. |
70832 |
57385 |
39551 |
18516 |
23409 |
2638 |
212406 |
Interior |
29379 |
13559 |
21706 |
12963 |
12518 |
1669 |
91869 |
Total |
100211 |
70944 |
61257 |
31479 |
35927 |
4307 |
304275 |
Como se puede observar, en su primera instancia electoral, el FA se
nutrió de cinco grandes sectores. El mejor votado fue el Fidel que logra el 33% de los
votos en Montevideo, y el 32% en el interior,lo que de alguna manera desmiente el mito de
un comunismo mal votado en el interior del país. Más bien, ese ha sido un problema de
toda la izquierda. En segundo lugar se ubicó Patria Grande quien logra el 27% de los
votos en Montevideo, y el 14.7% del interior. El PDC, por su lado, ubicado en tercer
lugar, obtiene el 18.6% de los votos de la capital, y el 23.6% en el interior. Estamos,
por tanto, frente al primer partido que contribuyó más en el interior que en Montevideo.
La lista 99, por su lado, en sublema con la democracia cristiana, obtiene el 8.7% de los
votos en Montevideo y el 14.11% en el interior. Esto confirma un mayor peso relativo del
"Frente del Pueblo" en el interior del país. El Partido Socialista, obtiene el
11% de los votos montevideanos y el 14% en el interior.
Cuadro 14: Sublemas del FA, elección de 1984.
|
PS |
99 |
PDC |
1001 |
IDI |
TOTAL |
Mont. |
41417 |
128805 |
22170 |
83491 |
21341 |
297490 |
Interior |
19950 |
27756 |
20417 |
29725 |
5444 |
103614 |
Total |
61367 |
156561 |
42587 |
113216 |
26785 |
401104 |
El mapa interno cambia sustancialmente en 1984. El sector más votado
ahora es el de la lista 99, con una notable votación en Montevideo, donde recoge más del
43% de los votos del Frente Amplio. Le sigue Democracia Avanzada (1001) que obtiene mejor
votación que la 99 en el interior del país, y por lo tanto se transforma en la lista
mejor votada fuera de la capital. En tercer lugar se ubica el PS con una votación
sustancialmente mejor en Montevideo con respecto al interior. El cuarto lugar lo ocupa el
PDC, único partido que baja su votación con respecto a 1971. Su electorado esta vez se
reparte casi en mitades entre Montevideo y el interior, lugar en el que supera la
votación socialista. La caída, por tanto, ha sido notoria en la capital. La IDI mientras
tanto, sólo recoge algo más de 26 mil votos, la inmensa mayoría de los cuáles tienen
origen en la capital del país.
Cuadro 15: Sublemas del FA, elección de 1989.
|
1001 |
PS |
VA |
MPP |
UP |
TOTAL |
Mont. |
146431 |
69238 |
52245 |
37239 |
7224 |
312778 |
Interior |
56605 |
25167 |
12885 |
7906 |
2694 |
105615 |
Total |
203036 |
94405 |
65130 |
45145 |
9918 |
418393 |
Para 1989 vuelve a cambiar el panorama político del FA. Para entonces,
sufriría la separación de dos de sus grupos fundadores, el PDC y la 99. Incorpora, por
su lado, a los tupamaros que en alianza con otros grupos radicales conforman el MPP. El
otro grupo nuevo es la Vertiente Artiguista, que reúne a su interior a ex IDI, ex
demócrata cristianos e independiente. La UP/20 de Mayo por su lado, reúne grupos
radicales con desertores de la 99. Lo primero que se rescata del cuadro es el
estancamiento en el interior del país con respecto a la votación anterior. Sin embargo,
lograría aumentar su votación en Montevideo, fruto de lo cuál logra el gobierno de la
IMM. A nivel de sectores, la elección de 1989 muestra una excelente votación de la 1001,
que se transforma en el sector más poderoso tanto en Montevideo (donde logra el 47% de
los votos), como en el interior del país (donde logra el 53.5%). El segundo grupo mejor
votado es el PS que sigue aumentando su caudal electoral desde 1971. La Vertiente
Artiguista, por su lado, muestra un interesante debút, fundamentalmente en Montevideo. El
MPP, por su lado, cosecha 45 mil votos, de los cuáles sólo 7 mil en el interior.
Cuadro 16: Sublemas del NE, elección de 1989.
|
PGP 99 |
PDC |
UC |
Total |
Montevideo |
97380 |
18797 |
2695 |
118977 |
Interior |
41237 |
13238 |
3819 |
58476 |
Total |
138617 |
32035 |
6514 |
177453 |
El Nuevo Espacio de 1989 no logra repetir la votación reunida al
amparo del Frente Amplio. Además, muestra una fuerza hegemónica, la 99, que reúne casi
el 80% de los votos. El PDC sigue mostrando un permanente descenso en su performance desde
la apertura democrática. Esta vez pierde aproximadamente 3500 votos en Montevideo, y
7000 en el interior. La UC,por su lado, muestra una casi irreversible
caída y desaparición de su electorado.
Cuadro 17: Sublemas del FA-EP, elección de 1994.
|
Asamblea Uruguay |
PS |
VA |
CONFA |
MPP |
Montevideo |
168507 |
70311 |
42988 |
15446 |
39883 |
Interior |
75976 |
41824 |
15786 |
16146 |
15155 |
Total |
244483 |
112135 |
58774 |
31592 |
55038 |
|
PCU |
78 |
PDC |
TOTAL |
Montevideo |
41344 |
16607 |
9043 |
405111 |
Interior |
24244 |
15101 |
10280 |
216115 |
Total |
65588 |
31708 |
19323 |
621226 |
Nuevamente varía el cuadro interno del FA, esta vez en alianza con
otros grupos componiendo el Encuentro Progresista. Además de un salto cuantitativo en
Montevideo e interior del país, que lo acercaron a arañar el triunfo nacional, hay
interesantes lecturas a nivel de sectores. Llama la atención la importante votación de
un sector nuevo "Asamblea Uruguay" obteniéndo el 40% de los votos, y casi 76
mil votos en el interior, una cifra nunca obtenida por ningún otro grupo. Le sigue en su
orden el PS, el PCU (debilitado por la crisis ideológica del 89) y la Vertiente
Artiguista que sigue siendo una fuerza mayoritariamente montevideana. El otro grupo fuerte
fue el MPP con 55 mil votos, también de perfil montevideano. Los restantes grupos
obtienen menos de 40 mil votos: la lista 78, encabezada por el dos veces intendente
nacionalista arachán, Nin Novoa, que cosecha la misma cantidad de votos en Montevideo e
Interior; Confa (escindidos del PCU), de votación similar a la 78, aunque con mejor
votación en el interior, y el PDC que logra la peor votación de su historia, con menos
de 20 mil votos, quedando de esta manera sin representación parlamentaria. Es otro de los
grupos que votó mejor en el Interior con respecto a Montevideo. Aún así es la fuerza
con menor cuantía del EP también fuera de Montevideo.
Cuadro 18: evolución de la votación demócratacristiana 1958 - 1994.
Año |
Votación |
1958 (como UC) |
37.625 (3.7% del electorado) |
1962 (primera votación como PDC, tras
ruptura con la UC) |
35.703 (3.05% del electorado) |
1966 (primera votación luego de ruptura
con guardia vieja de la UC) |
37.219 (3.02% del electorado) |
1971 (primera votación en el FA, luego de
ruptura con Ciganda) |
61.257 (3.7% del electorado) |
1984 (segunda votación en el FA, luego de
ruptura con dirigentes anti-frentistas) |
42.587 (2.3% del electorado) |
1989 (primera votación en el NE, previa
ruptura con sectores pro-frentistas) |
32.035 (1.5% del electorado) |
1994 (primera votación como EP, con
fuertes disidencias internas) |
19.323 (0.95% del electorado) |
Para comprender la estructura política en Uruguay
Serie Documentos de Trabajo No. 1
Para comprender la estructura política
en el Uruguay.
Soc. Pablo A. Guerra
Pablo A. Guerra. Sociólogo, Magister en Ciencias Sociales del Trabajo y
Doctorando con tesis en Economía de la Solidaridad. Es profesor de la Universidad de la
República y Universidad Católica. Autor de numerosos artículos e investigaciones
publicados en Uruguay y el exterior. Director del Cencadec y Secretario de Formación del
Partido Demócrata Cristiano del Uruguay. |