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Una respuesta para el Senador Fernández Huidobro
Argumentar,
pero no mucho
En el diario La República del pasado 15 de
abril aparece un artículo del Senador de la República Eleuterio
Fernández Huidobro con el que intenta fundamentar o justificar su
posición contraria al proyecto de ley que despenaliza el aborto. A
partir de un sesgamiento del que abusa, el Senador encabeza su artículo
con un título melodramático: Se trata de la vida. Y a partir del título
y del sesgamiento, desarrolla un reduccionismo de tipo terrorista por el
cual todos los que estamos a favor de la despenalización del aborto,
caemos en la categoría de criminales. Palabra más, palabra menos, una
simple variante de las homilías cotugnescas.
Haciendo una formidable exhibición de carencia de método, el Senador de
la República se introduce en el tema del aborto a partir del
descubrimiento o de la comprobación de que la concepción surge a partir
de los 46 cromosomas que, a su vez, son producto de la fecundación del
óvulo femenino por un espermatozoide. En tren de ir más atrás, el
Senador podría haber llegado hasta el momento más picante, ilustrativo y
determinante que es cuando el pene se introduce en la vagina. Aunque es
posible que desde su ineludible perspectiva judeo-cristiana tal
descripción habría aparecido como un poco impúdica y también pecaminosa.
Así pues el Senador (solo o con sus asesores) omite analizar el tema del
aborto desde la globalidad de sus cuatro enfoques posibles y necesarios:
el cultural, el moral, el de los derechos individuales y el biológico.
Cuando titula su artículo Se trata de la vida está escamoteando a
la polémica otros enfoques posibles y distintos del biológico los que,
sin quizá, son mucho más importantes, como vamos a verlo.
Cada cultura crea, aplica y transmite determinados valores espirituales
y materiales; pero esos valores no son eternos (¡Senador, ni los dioses
son eternos!) sino que van cambiando durante el transcurrir de la
sociedad humana y mucho de lo que hasta ayer era aceptable, hoy no lo es
(la esclavitud, por poner un solo ejemplo). La inmutabilidad sólo existe
en el terreno religioso y en aquellos donde predomina el pensamiento
dogmático; en todos los demás, no. Y si los cambios que se producen en
la sociedad humana constituyen un progreso o un retroceso, es una
cuestión que compete a las filosofías pero no a las culturas, que son un
hecho vivo, cambiante, mutante. Así es que hoy, aun desde una ineludible
perspectiva judeo-cristiana no se admite el recurso de la hoguera para
quienes discrepan con el o los dogmas religiosos, así como tampoco con
la lapidación de la mujer adúltera.
Cuando el Senador de la República Fernández Huidobro afirma y subraya
que habla (o escribe) desde una ineludible perspectiva judeo-cristiana
al decir de algunos, occidental y cristiana sostienen otros, y así
sucesivamente. No puedo hablar desde otra. Nací y me crié en Uruguay, lo
está haciendo desde lo que se denomina determinismo; y el determinismo
no es más que una concepción filosófica que se sostiene en el rango, en
la importancia que asigna a la causalidad. En tanto ese es su
fundamento, el determinismo se presenta como una concepción mecanicista
que excluye la casualidad y, en consecuencia, cree que existen leyes y
procesos de naturaleza inmutable. Desde esta naturaleza, el determinismo
conduce inevitablemente a una especie de fatalismo para el cual las
cosas no pueden ser de otro modo distinto al que son.
El Senador Fernández Huidobro, a pesar de que apela al determinismo,
sabe muy bien que no existe el determinismo geográfico ni el político;
porque si no fuera así, jamás podría haber sido guerrillero, como se
ufana, y tampoco dirigente político dentro del Frente Amplio sino de
alguno de los partidos tradicionales. Así pues su salmodia sobre una
ineludible perspectiva judeo-cristiana y su nací y me crié en Uruguay,
suena más bien a un acto de fe que descansa en alguna supuesta
predeterminación divina.
Pasemos a otro punto. La iglesia católica -tal como permanentemente nos
lo recuerda el arzobispo Cotugno- cree que la llamada moral cristiana no
sólo es válida para todos los hombres sino que, además, es la que
contiene los valores humanos más elevados. Esta pretensión, sin embargo,
no condice con su propia historia llena de hogueras, de inquisiciones,
de guerras santas y de la justificación permanente de las clases
dominantes, al tiempo que predica para los pobres, para los desposeídos
y para los desheredados, una resignación en la tierra a cambio de la
promesa de un más allá. Pues bien, esta pretensión es la que asume
también el Senador de la República Fernández Huidobro cuando reivindica
su ineludible perspectiva judeo-cristiana al incursionar en el tema del
aborto. Pero más allá de colegios, comuniones y vaya a saber uno qué
más, el Senador debería conocer, recordar y respetar la existencia de
ciudadanos que no comulgan con sus comuniones y que, por no hacerlo,
tienen el legítimo derecho a reivindicar otras creencias y otros valores
morales.
Dice en su artículo el Senador de la República: Tan trémula alborada de
todos un buen día es sacramental y sagrada. Dejando de lado el fallido
intento de poetizar sobre el tema, el Senador, intencionalmente, nos
oculta su filiación y enfoque religioso porque, precisamente, lo
sacramental y lo sagrado competen pura y exclusivamente a lo religioso,
a los dogmas de la iglesia. ¿No habría resultado menos rebuscada la
simple confesión; porque cuál era el riesgo, que alguno sacara la
consigna ¡El Ñato y Cotugno un solo corazón!, era ese el riesgo? ¡Vamos
Senador, por tan poco!
Pasemos al tema de los derechos individuales que el Senador Fernández
Huidobro se saltea alegremente. El ser humano -creado por un dios o no,
según el gusto de cada uno-, posee no solamente los atributos sexuales
que conducen a los 46 cromosomas que el Senador recuerda; tiene también
el impulso sexual que conduce al goce sexual y todavía, por si fuera
poco lo anterior, derechos sobre su propio cuerpo. Así, por ejemplo,
puede ser adicto al asado a pesar de los riesgos del colesterol; al
cigarrillo a pesar de las potenciales amenazas de cáncer; a la acción
política armada a pesar de los riesgos de vida; al alcohol, a la
politología o a tocar la guitarra, a pesar de los riesgos que ellos
conllevan. Va en gustos, como dice la expresión popular.
En el marco de ese libre albedrío, la mujer tiene el derecho a tener
sexo y al mismo tiempo a no querer tener hijos, Y en el ejercicio de
esos derechos puede ocurrirle que, accidentalmente, quede embarazada. El
mismo accidente que puede tener un militante de la lucha política armada
cuando recibe una herida y no por ello abandona sus convicciones y su
militancia. Y otro tanto podríamos ejemplificar si habláramos de
jugadores de fútbol, de conductores de auto, de políticos o de comedores
de asado. Son riesgos que la vida presenta y no el castigo de alguna
supuesta deidad superpuesta a la sociedad humana. Pero hete aquí que
desde la ineludible perspectiva judeo-cristiana que nos predica el
Senador de la República Fernández Hidobro, la mujer está condenada a una
tutela divina, a una tutela bíblico-jurídica que establece sin lugar a
dudas, qué es lo que puede y qué es lo que no puede con relación a su
propio cuerpo, a sus propios deseos, a su propia elección.
El Senador Fernández Huidobro, en una sutil variante del machismo que
dice no compartir, nos mete de contrabando el machismo bíblico gracias
al cual la mujer siempre jugó en la B. Y sin embargo… Al Senador, que
tiene debilidad por la aritmética, le proponemos este simple ejercicio:
sume usted a la mitad de los cromosomas que dan lugar al embrión, los
nueve meses de gestación, los meses del amamantamiento y los años que
vienen después con la crianza y las otras tareas inherentes a la
condición de madre. Obtenido el resultado, pregúntese Senador si la
mujer, en vez de la tutela desde la ineludible perspectiva judeo-cristiana,
de la suya y la de los otros senadores que votarán contra el proyecto de
despenalización del aborto, en fin, pregúntese si esa mujer que hasta
hoy comete delito cuando aborta, no tiene mucho más derecho a decidir
por sí misma, en vez de que lo hagan usted y Cotugno desde la
perspectiva judeo-cristiana.
Tal vez resulte utópico pensar que el Senador Fernández Huidobro pueda
revisar su posición a partir del descubrimiento de otros aspectos que
conciernen a la cuestión del aborto. Es muy probable. Pero de todos
modos, más vale intentarlo que no hacerlo.
Montevideo, 18 de abril de 2004.
Jorge Torres
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