|
Derecho
a la vida, feliz
Diana Mines
(Integrante del CIEI - Centro de Investigación y Estudios Intersexuales)
A pesar de que la Ley de Salud Reproductiva
-que el Senado retomará el próximo martes- atiende a una vasta lista de
temas candentes y pendientes en Uruguay, como la educación sexual,
información sobre adopción, métodos de planificación familiar, etc., lo
cierto es que el gran circo montado por el fundamentalismo local se
encargó de reducir la polémica al único tema que realmente le preocupa
del proyecto: la despenalización del aborto.
Aún a riesgo de entrar en su juego perverso, se hace necesario salir al
cruce de algunas falsedades científicas que la bioética católica ha
echado a rodar para convertirlas en verdades... Veamos algunos de estos
equívocos:
"La fecundación de un óvulo por un espermatozoide da comienzo a una
vida cuyo código genético es único e irrepetible".
Este argumento no resiste el sencillo ejemplo de los hermanos gemelos,
cuyo código genético es idéntico. Hoy se sabe que en las etapas
iniciales de la división del óvulo fecundado se esbozan frecuentemente
embriones gemelos, y que en la mayoría de los casos uno de ellos
fagocita al otro. Algo así como un aborto natural, tal vez un recurso de
selección de la especie. El propio espermatozoide fecundador es el único
sobreviviente entre millones presentes en cada emisión de semen,
destinados a morir en pocas horas.
Por otra parte, como lo ha estudiado el médico y sexólogo clínico
uruguayo, Dr. Dante Olivera, las posibles repeticiones del código
genético en personas sin vínculo familiar son más altas de lo que
imaginamos. Los aproximadamente 30.000 genes que conforman ese código no
se recombinan arbitrariamente, sino por segmentos determinantes de
funciones y características del futuro ser. Si bien esto sigue dado un
número elevadísimo de probables combinaciones, el número de seres
humanos que han existido es mucho mayor, por lo cual es muy probable la
repetición.
Lo que en realidad hace únicas e irrepetibles a las personas –incluso a
las gemelas- no es su genoma sino la expresión de cada gen y su
interacción con el medio, fundamentalmente luego del nacimiento.
"A partir del momento de la concepción, existe una persona completa
en potencia."
En primer lugar, no se puede hablar de organismo completo antes de la
12ª semana de gestación, cuando en el embrión aún no se ha desarrollado
el sistema nervioso central ni sus órganos vitales. Conviene recordar
que es la denominada "muerte cerebral" la que determina el fin de la
vida de una persona adulta y habilita la desconexión de cualquier
soporte vital mecánico y la extracción de sus órganos con fines de
transplante.
Pero en este concepto de "vida en potencia" la Biblia iba mucho más
lejos y condenaba la masturbación en el hombre –la de la mujer no era
siquiera mencionada- porque derramaba semen capaz de engendrar hijos. El
planeta habría colapsado si hubieran nacido todos los embriones
concebidos en la Historia! En el caso de Uruguay, ni siquiera es
razonable esgrimir la despoblación como argumento para forzar más
nacimientos, si el principal factor de disminución –la emigración- no es
combatido.
"La vida es sagrada".
Esta enunciación de apariencia irrebatible encierra, en realidad, una
profunda hipocresía. Tomada en su sentido general, queda desmentida por
la cantidad de especies animales y vegetales que se extinguen casi a
diario por la acción directa o indirecta del hombre. Pero resulta cínica
incluso si se entiende por "vida" la humana, tan alto es el costo pagado
por las guerras, hambrunas, enfermedades y violencia de todo tipo que
los intereses de los poderosos han provocado –y siguen provocando- con
el complaciente silencio o el respaldo explícito de los sistemas
religiosos.
Podría argumentarse que su sacralidad es inherente y no puede ser
desmentida por las infracciones cometidas contra ella. Pero la misma
palabra "sagrada" alude a una condición divina e inexplicable, no a
razones generadoras de un compromiso auténtico con la vida. La supuesta
sacralidad de la vida del hombre proviene de su proclamada hechura "a
imagen y semejanza de Dios", pero nunca aclararon los expertos en
bioética confesional cuál de los hombres inauguró ese parecido: si el
Australopitecus, el Hombre de Java, el de Neanderthal o el Homo Sapiens.
¿O fueron los homínidos proyectos abortados por el Señor, como los
antecesores de Noé?
La vida no es sagrada sino valiosa, en todo su rango. Su valor proviene
del inagotable despliegue de sus capacidades y complejidades, de su
diversidad, su poder de adaptación y sus interacciones, de la
irrepetibilidad que genera su historia. La valoración de la vida humana
debe pasar necesariamente por el respeto y el afecto recíproco. La
reproducción, que en los animales no racionales obedece al instinto, en
la humana requiere compromisos y no puede ser impuesta por la violencia
sexual o porque "Dios manda". La mujer tiene un útero, no es un útero.
Es un ser humano con plenos derechos, muchos de ellos silenciados
durante siglos por un sistema de valores que le asignó la tarea de
servir al varón –padre, hermano, esposo, hijo, cura, patrón-
postergándose a sí misma a veces hasta el sacrificio. Una lectora de
este diario apuntaba hace pocos días que semejante imposición es una
forma de aborto a la realización de la mujer como persona.
Entre todos los derechos que asisten a los individuos –más allá de que
sean respetados o no- está el de ser felices. La indefensión del
embrión, tantas veces invocada para reclamar su nacimiento obligatorio,
lo expone a la perspectiva de una vida no deseada ni bienvenida, una
vida infeliz. Por la mujer y por él es que se vuelve tan imprescindible
educar, prevenir, legislar. Para no tener que abortar.
|