Serie: Fin de la Historia

Proliferación de las historias

Alfredo Alpini

 

La idea del fin de los grandes relatos sustentada por el pensamiento posmoderno, aunque no explícitamente, también está arraigada en el pluralismo de las de las sociedades contemporáneas. Estas nuevas subculturas surgen por el fracaso experimentado por las grandes palabras que movilizaron a los hombres de la modernidad occidental en aras de la verdad, la libertad, la justicia y la racionalidad.

Estos nuevos sujetos históricos se originan, en suma, por el desencanto ante conceptos tan firmes y convincentes para la sociedad moderna: razón, historia, progreso y emancipación. El hombre moderno y universal es sustituido por la identidad de pequeños grupos que poseen una visión fragmentada de la realidad.

Llyotard: el fin de los metarrelatos

El libro de Lyotard "La condición postmoderna"(1) aparecido en 1979, inició la polémica en torno a la posmodernidad. La condición posmoderna designa "el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo XIX. Aquí se situarán esas transformaciones con relación a la crisis de los relatos"(2). Se llaman modernas a las sociedades que anclan los discursos de verdad y de justicia en los grandes relatos históricos. El eje de la modernidad es el metadiscurso que "recurre explícitamente a tal o tal otro gran relato, como la dialéctica del espíritu, la hermenéutica del sentido, la emancipación del sujeto razonante o trabajador, se decide llamar ‘moderna’ a la ciencia que se refiere a ellos para legitimarse"(3).

Lyotard, al hablar de la condición posmoderna, quiere hacer notar que los sucesos históricos no se desenvuelven de la misma manera de como lo hacían en la modernidad. Es decir, que si hasta entonces las sociedades modernas habían tenido sus relatos de legitimación y éstos habían funcionado, el agotamiento de la confianza en dichos relatos indicaba que había que comenzar a preparar una legitimidad para la sociedad futura.

Según Lyotard, los metarrelatos "son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la modernidad (...), salvación de las creaturas por medio de la conversión de almas vía el relato crístico del amor mártir. La filosofía de Hegel totaliza todos estos relatos y, en este sentido, concentra en sí misma la modernidad especulativa"(4). Estos relatos de la modernidad tienen como propósito legitimar las instituciones, las prácticas sociales y políticas, las legislaciones, etc. Pero, fundamentalmente, buscan la legitimidad en un futuro que se ha de producir, es decir, en una idea -libertad, socialismo- a realizar.

Lyotard entiende que el proyecto moderno no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado. En este sentido, explicita y enumera una serie de nombres, de hechos, de personas, que han destruido totalmente la idea de emancipación comprendida en los grandes relatos: "-Todo lo real es racional, todo lo racional es real: ‘Auschwitz’ refuta la doctrina especulativa. Cuando menos, este crimen, que es real, no es racional. -Todo lo proletario es comunista, todo lo comunista es proletario: ‘Berlín 1953, Budapest 1956, Chescolovaquia 1968, Polonia 1980’ (...) refutan la doctrina materialista histórica: los trabajadores se rebelan contra el Partido. -Todo lo democrático es por el pueblo y para el pueblo, e inversamente: las ‘crisis de 1911, 1929’ refutan la doctrina del liberalismo económico, y la ‘crisis de 1974-1979’ refuta las enmiendas poskeinesianas a esta doctrina"(5). Así, Lyotard se pronuncia por el fin del sentido emancipador de la historia. La idea de progreso que conlleva su par, la de emancipación, ha sido eliminada en estos últimos cincuenta años de la historia.

El fin de la historia para Lyotard significa el final del historialismo, o sea, de entender las vicisitudes humanas como comprendidas en un curso unitario dotado de un sentido determinado, el cual se nos revela como sentido emancipador. Los grandes relatos, aquellos que legitimaban un sentido de la historia, han perdido credibilidad. Este fracaso, para Lyotard, en vez de una pérdida trágica es una ventaja, pues tales metarrelatos no han sido otra cosa que la expresión de una violencia ideológica.

VATTIMO: EL MUNDO FRAGMENTADO

Gianni Vattimo entiende que la modernidad se caracteriza por el culto a lo nuevo y por la valoración de lo original. Estas ideas trasladadas a la historia se expresan como un proceso progresivo de emancipación, como la realización cada vez más perfecta del hombre ideal.

El fin de la historia unitaria. Una de las concepciones más características de la modernidad es aquella que considera a la historia como la secularización de la herencia judeocristiana: la idea de la historia como historia de las salvación articulada en creación, pecado, redención, espera del juicio final, confiere dimensión ontológica a la historia y da significado determinante a nuestra colocación en el curso de la historia. La secularización de la concepción judeocristiana de la historia otorga un sentido progresivo al desarrollo de la humanidad. Ahora bien, la condición para entender a la historia como realización progresiva de la humanidad auténtica radica en que pueda ser vista como un proceso unitario: "Sólo si existe la historia se puede hablar de progreso"(6). Vattimo sostiene que la modernidad se acaba cuando "deja de ser posible hablar de la historia como de algo unitario".

En efecto, tal visión de la historia implicaba la existencia de un centro alrededor del cual se reunieran y ordenaran los acontecimientos. Nosotros pensamos la historia ordenándola en torno al año cero del nacimiento de Cristo, y, más concretamente, como el contatenarse de las vicisitudes protagonizadas por los pueblos de la zona ‘central’: el Occidente, que representa el lugar de la civilización, fuera del cual quedan los ‘primitivos’, los pueblos ‘en vías de desarrollo’"(7).

Walter Benjamin en "Tesis sobre la filosofía de la historia" sostiene que la concepción de la historia como curso unitario es una representación del pasado construida por los grupos dominantes. Lo único que se transmite del pasado es aquello que tales grupos consideran relevante. Así, la historiografía tradicional se ha dedicado a historiar batallas, revoluciones y tratados. Recién comenzada la segunda mitad del siglo XX surgió la posibilidad de estudiar las transformaciones relativas a la vida cotidiana, a la sexualidad, etc. En la medida en que surgen historias de este tipo se desemboca en la disolución de la idea de la historia como curso unitario. No hay una historia única, y es absurdo pensar que haya un punto de vista privilegiado de historiar. "La crisis de la idea de historia -dice Vattimo- entraña la de la idea de progreso: si no hay un curso unitario de las vicisitudes humanas no podrá sostenerse tampoco que éstas avancen hacia un fin, que efectúen un plan racional de mejoras, de educación y emancipación"(8).

Ahora bien, esta historia unitaria estaba regida por un ideal de hombre: el hombre europeo. Hegel, Marx y los historiadores positivistas creían que el sentido de la historia se encontraba en la realización de la civilización europea. Del mismo modo que la historia unitaria se concibe sólo desde un centro-eje, el progreso se concibe sólo asumiendo como principio un determinado ideal del hombre que, en la modernidad, coincide siempre con el hombre moderno europeo: "(...) nosotros los europeos somos la forma mejor de humanidad, todo el curso de la historia se ordena en función de realizar, más o menos acabadamente, este ideal"(9). Sin embargo, una vez producida la descolonización mundial, el ideal europeo-occidental de humanidad se ha debido enfrentar con otros modelos de hombres que han cuestionado la historia unitaria y centralizada.

La sociedad de los "mass media"

Sin embargo, no sólo el fin del imperialismo y el colonialismo pusieron fin a la modernidad, también el surgimiento de la sociedad de la comunicación ha influido en su término. Los medios de comunicación desempeñan, según Vattimo, un papel fundamental en el surgimiento de la sociedad posmoderna. Esta sociedad massmediatizada se caracteriza por ser más compleja y caótica. Los medios han determinado la disolución de los puntos de vista centrales de la historia permitiendo que minorías de todo tipo salten a la palestra de la opinión pública. Culturas y subculturas de toda clase han asaltado con su propio discurso la sociedad contemporánea. Vattimo sostiene que "a pesar de todos los esfuerzos de los monopolios y de las grandes centrales capitalistas, ha sido más bien que, radio, televisión, prensa han venido a ser elementos de una explosión y multiplicación general de Weltanschauungen de concepciones del mundo"(10).

Esta proliferación de subculturas -movimientos feministas, ecológicos, homosexuales, étnicos, juveniles de la más variada gama imaginable- que han tomado la palabra es el efecto más evidente de los medios de comunicación y es a su vez, el factor fundamental que liquida la concepción de una historia unitaria. La historia de las sociedades ya no tiene unidad, de forma que ningún sujeto histórico -llámese proletariado u hombre liberal- posee el monopolio del sentido. La creencia de una historia unitaria dirigida hacia una meta fue sustituida por la generalización de múltiples culturas que atentan contra una legitimación única.

Según Vattimo, la proliferación de varias culturas y de diversas concepciones del mundo, ha determinado la dificultad de concebir sólo una realidad. "¿Cómo y dónde podríamos acceder a una tal realidad ‘en sí’? Realidad, para nosotros, es más bien el resultado del entrecruzarse, del ‘contaminarse’ (en el sentido latino) de las múltiples imágenes, interpretaciones y reconstrucciones que compiten entre sí, o que, de cualquier manera, sin coordinación ‘central’ alguna, distribuyen los media"(11).

Es en esta sociedad de los mass media donde se abre el camino para un ideal de emancipación. Y ésta se logra en base a la pluralidad y a la erosión de un principio único de realidad. La emancipación liberadora se alcanza en base a un "extrañamiento, que es, además y al mismo tiempo, un liberarse por parte de las diferencias, de los elementos locales, de todo lo que podríamos llamar, globalmente, el dialecto. En cuanto cae la idea de una racionalidad central de la historia, el mundo de la comunicación generalizada estalla en una multiplicidad de racionalidades ‘locales’ -minorías étnicas, sexuales, religiosas, culturales o estéticas- que toman la palabra, al no ser, por fin, silenciadas y reprimidas por la idea de que hay una sola forma verdadera de realizar la humanidad, en menoscabo de todas las peculiaridades, de todas las individualidades limitadas, efímeras, y contingentes"(12).

En este sentido, el hecho de que múltiples culturas conciban su propia identidad como diferente a las otras, cuestiona la historia concebida como un proyecto moderno único. La posmodernidad, según Vattimo, es un modo diverso de experimentar la historia y la temporalidad, lo que ocasiona la crisis de la legitimación historicista moderna que se funda en una concepción lineal-unitaria del suceder histórico.

LA PROLIFERACION DE LAS HISTORIAS

La modernidad, tanto en su vertiente marxista como liberal, concibió a la historia como un todo, con un principio y un final. La historia concebida de esta manera se dirigía hacia un objetivo: el fin era la emancipación del hombre, la liberación. Al final del milenio parece cumplirse la utopía liberal: la democracia capitalista, según entiende Fukuyama, es la edad madura del hombre.

Al cruce de estas interpretaciones hegelomarxistas de la historia surgió como crítica, el pensamiento posmoderno. En palabras de Lyotard, la intención de Fukuyama no sería otra que la recuperación de los grandes relatos legitimadores de una historia única que conduce a la emancipación, se entiende, la emancipación del hombre liberal. Podemos decir, que la historia universal de Fukuyama es la historia del hombre burgués al llegar a su madurez. Y para arribar al fin de esa historia, se borran todas las historias que no conducen a la democracia liberal ni al último hombre. Pues recuperar, por ejemplo, otros sujetos históricos que no fuese el hombre liberal o su ancestro, sería tergiversar el sentido y la dirección de la historia de la humanidad.

Vattimo al postular el fin de la modernidad y el de la historia direccional y unitaria, nos abre las puertas a muchas otras historias que, no necesariamente, conducen al fin de la historia como lo entiende Fukuyama. Si para el pensamiento posmoderno existe un fin, ese fin es el de la historia moderna, europea, direccional y única que persigue el ideal de humanidad occidental. En esencia, tanto el marxismo como el liberalismo perseguían lo mismo, dejando de lado todas aquellas historias que no se embarcaran en sus causas últimas.

Quizás, la historiografía francesa de mediados de los sesenta, y posteriormente, muchos historiadores del resto del mundo, no hicieron otra cosa que otorgarle la razón, explícita o implícitamente, a la idea del fin de la historia con un sentido único. La historia de las mujeres, de los niños, de la sexualidad, de la familia, de los jóvenes, de los pobres, de los alimentos, y las infinitas historias que se descubrirán, no hacen sino echar por la borda la historia creada por la modernidad: aquella historia que buscaba la emancipación de un solo hombre.

Lo que hemos experimentado en estos tiempos, no es el fin de la historia, sino el descubrimiento de múltiples historias. Coincidimos con Walter Benjamin, quien sostenía la necesidad de la recuperación de la memoria de los vencidos y olvidos de la historia para realizar una vida cabalmente humana. ¿Acaso las metahistorias como la marxista y la de Fukuyama no han olvidado a múltiples sujetos históricos en beneficio de sus filosofías liberadoras, que en definitiva no han sido otra cosa que violencias ideológicas en pos de la razón? Esa historia unitaria y racional en aras del progreso, según Benjamin, ha sido la historia de nobles, príncipes, gobernantes y poderosos. Y su traducción en fechas de batallas, de tratados y de "grandes" ideas.

Nos encontramos ante el fin del proyecto normativo que concebía a la historia como una totalidad racional. La historia dirigida hacia un fin (la racionalidad científica, la emancipación, etc.) ha sido sustituida por la multiplicación indefinida de historias que no poseen un único criterio de legitimación. Hasta un pensador como Manuel Cruz, al cual precisamente no se le puede acusar de posmoderno, reconoce la crisis de las grandes narraciones de la historia heredadas de los siglos pasados. El error de estas meta-historias, sostiene Cruz, radica "en buscar un fundamento objetivo, exterior, a la esperanza o a la ilusión: al sentido positivo del desarrollo, en definitiva"(13).

Pero la crítica fundamental a la visión moderna de la historia orientada al progreso de la humanidad proviene del cuestionamiento de qué progreso se trata: ¿del hombre liberal?, ¿del inmigrante latino o del africano?, ¿de la mujer estadounidense o de la asiática?, ¿del joven sudamericano o del europeo? Realidades distintas, culturas múltiples, necesariamente tienen historias distintas, y por supuesto, utopías distintas. No existe una utopía, sino muchas. Así como tampoco una historia, que siempre se nos la presentó como la occidental europea.

Progreso, ¿de quién?, se pregunta Manuel Cruz frente a la proliferación de múltiples historias. Y contesta: "Una dimensión de la respuesta es de imposible omisión: la pretensión de universalidad del ideal queda seriamente dañada a partir del momento en que nos declaramos incapaces de encontrar un sujeto a su media"(14).

Esta crisis del ideal de progreso se hizo evidente más que nunca en los últimos treinta años del siglo XX. Era la crisis de las creencias y principios en los que se habían basado las mentes modernas, tanto liberales como marxistas, para construir una sociedad en base a principios racionalistas y humanistas(15). Sin embargo, no era una crisis de una forma concreta de organizar las sociedades, sino de todas las formas posibles. El siglo XX ha demostrado, según Hobsbawm, el fracaso empírico del proyecto marxista y el cuestionamiento del liberalismo en sus principios fundamentales -autorregulación del mercado, Estado-mínimo, etc.-. Ante el fracaso de los proyectos modernos, Hobsbawm termina su libro "Historia del siglo XX" con las siguientes palabras: "No sabemos a dónde vamos, sino tan sólo que la historia nos ha llevado hasta este punto y (...) por qué. Sin embargo, una cosa está clara: si la humanidad ha de tener un futuro, no será prolongando el pasado o el presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre estas bases, fracasaremos. Y el precio del fracaso, esto es, la alternativa a una sociedad transformada, es la oscuridad"(16).

Por supuesto que la historia continúa, pero no dirigida hacia una meta final como nos lo quiere -o quiso- hacer entender la tradición marxista, idea ahora reflotada por el liberalismo. Las metas unilaterales casualmente siempre son creadas en beneficio de alguien. Quizás en la proliferación de estos múltiples sujetos históricos que han asaltado la realidad social y política contemporánea resida la emancipación del hombre. Después del largo proyecto histórico de racionalización rigurosa -marxista o liberal- que se construyó en base al eje de la cultura europea, se abre actualmente un sentido de la historia más plural y tolerante que la historiografía contemporánea parece recibir con beneplácito.

REFERENCIAS

1) Lyotard, J.F.; "La condición postmoderna", Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.
2) Ibid., p. 9
3) Ibid.
4) Lyotard, J.F.; "La posmodernidad (explicada a los niños)", Barcelona, Gedisa, 1987, p. 29.
5) Ibid., p. 30.
6) Vattimo, G.; "La sociedad transparente", Barcelona, Paidós, 1990, p. 74.
7) Ibid., pp. 74-75.
8) Ibid., p. 76.
9) Ibid., p. 77.
10) Vattimo, G.; "Posmodernidad: ¿Una sociedad transparente?", p. 14. En: Vattimo, G., y otros; "En torno a la posmodernidad", Barcelona, Anthropos, 1990.
11) Vattimo, G.; "La sociedad transparente", op. cit., p. 81.
12) Ibid., p. 84.
13) Cruz, M.; "Filosofía de la historia", Barcelona, Paidós, 1991, p. 30.
14) Ibid.
15) Hobsbawm, E.; "Historia del siglo XX", Barcelona, Crítica, 1996.
16) Ibid., p. 576.

 

Fin de la Historia

En esta serie se ha publicado:

(I) Historia de finales, (Perry Anderson, Nº 163)
(II) El fin de la historia (Francis Fukuyama, Nº 164/65)
(III) Fukuyama, la alarma. (Perry Anderson, Nº 166)
(IV) Respuesta a mis críticos (Francis Fukuyama, Nº 167)
(V) El último hombre (Perry Anderson, Nº 168)
(VI) Posmodernidad y fin de la historia (Gianni Vattimo, Nº 169)
(VII) Las Historias continúan (Alfredo Alpini, Nº 170)

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