La evolución de los objetos
Texto Florencia Sader
“Objectum” la nueva realización de Daniel
Escardó es una instalación que recoge elementos de su
carrera artística y experiencia personal, asociándolos
en una suerte de retrospectiva por la obra y la vida de
este artista.
Nos
da algunas pistas de las influencias que lo llevaron a
su particular forma de trabajo, un vistazo a sus raíces,
parte de diferentes etapas y anteriores instalaciones.
Escardó apela a la inteligencia del espectador, con una
visión limpia y depurada de sus objetos. También
nos presenta los rasgos evolutivos de éstos, donde las
diferentes partes se unen para dar lugar a un singular
lenguaje expresivo.
En una primera instancia, el espectador recorre un
espacio habitado por estructuras metálicas, divididas en
distintos niveles. Nos da la idea de un laboratorio de
ciencias naturales, con sus vitrinas conteniendo
muestras de diferentes especies. Una visión más próxima,
nos permite comenzar a recorrer este extraño mundo de
objetos inanimados, como en un juego de piezas para
armar.
Es entonces cuando todo el conjunto
empieza a cobrar sentido, aún para quienes no han
visto las anteriores instalaciones de Escardó. Hay una
idea de representación superior, de limpieza curativa,
de exorcismo. Trae algunos elementos del pasado y al
unirlos a los actuales, genera un nuevo orden. Este
nuevo orden es
un esfuerzo deliberado del artista por
darnos una visión que nos permita entender el origen de
algunas de sus creaciones, la evolución de su obra, el
ambiente que lo ha moldeado desde su infancia, también a
manera de acertijo y homenaje a ciertos objetos y el
significado de los mismos en su vida.
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Dice
Escardó “Uno de mis pasatiempos favoritos era jugar con
el equipo de rayos X. En esa época no estaba claro el
daño que podían causar las radiaciones. Una máquina
fantástica que podía ver el interior de los objetos y
las personas”.
Esta curiosidad no lo
abandona a lo largo de su vida, posicionándolo como uno
de los artistas uruguayos más eclécticos y coherentes de
su generación. Ecléctico, porque no ha titubeado en
experimentar con distintas técnicas, ya sea fotografía,
pintura, escultura en distintos materiales o programas
de realidad virtual.
Experimenta con todos estos
medios de expresión sin vacilar en abandonarlos para
después retomarlos, en constante búsqueda de un
lenguaje, una forma de expresión particular que le
permita plasmar el nuevo concepto a explorar en ese
momento. Al mismo tiempo es coherente en su búsqueda.
Durante toda su carrera la fascinación por la
investigación lo ha llevado a ensayar nuevos proyectos
siempre dentro de una misma premisa: encontrar el
soporte más adecuado para plasmar sus ideas y darle vida
a un universo que imagina posible.
Hay en “Objectum”, partes y
objetos de series más actuales, como “Especies en Vías
de Aparición”, “Salisis” y “Juguetes de Culto. Es
entonces posible comprender, cómo las últimas
realizaciones derivan, o están apoyadas, en las
anteriores. De cómo fue necesario atravesar por esas
etapas, para descubrir las claves que le permitieron
construir la siguiente generación.
Hay otras líneas de lectura,
que no corresponden a lo cronológico. El encadenamiento
y el ritmo, están representados por una columna
vertebral humana, por un pequeño objeto indígena de
madera, o por un fragmento de escultura generada con
patrones que van aumentando de tamaño. La proporción y
el orden priman en esta instalación, como si del caos
original, la clasificación, la discriminación y el
sentido primordial de la creación hubiesen intervenido
para revelarnos su “modus operandi”. La arquitectura de
los espacios, el rigor de la geometría tridimensional y
la naturaleza accidental de la vida orgánica, aparecen
aquí amalgamados dentro de toda esta frialdad de
laboratorio, en una secuencia rítmica que nos introduce
progresivamente, en un mundo particular, como el de un
coleccionista de raros tesoros.
Lo que a
primera vista nos parece como una colección de objetos
refinados de diseño, empieza luego a funcionar como una
vorágine, que nos traslada a un entorno particular. Un
mundo en el que las piezas parecen haber sido hábilmente
dispuestas de una manera lúdica, para rodear al
espectador y activar sus sentidos.
Escardó
nos lleva en un recorrido por su pasado y nos ofrece las
claves que permiten imaginar en que va a incursionar en
el futuro. Pero aquí está una de las características más
importantes de este artista, siempre logra sorprendernos
con su impredecible lógica y su espíritu de explorador
incansable.
Florencia Sader
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El viaje de
regreso
Texto por Horacio
Campodónico
Cada
hombre vive en su propio laberinto de recuerdos, que se
agitan sin una estructura visible. Son imágenes
aleatorias que sacuden el alma. Pero detrás de ese caos,
sólo aparente, el orden existe. En 1274, en su obra “Ars
compendiosa inveniendi veritatem”, (Arte Abreviado de
Encontrar Verdad), Raimundo Lulio afirmaba: “Equilibrio,
orden, simetría, son los signos por los cuales se
reconoce a la Obra Divina”. Por eso, cada artista
intenta, a través de una selva de formas, trazos y
colores, encontrar estos signos de la Obra y
descenderlos al plano de lo materialmente tangible.
En “Objectum”, Escardó va en
busca de ese orden para recomponer sus propios
recuerdos, para reconocerse y estructurar su obra. En el
principio, comienza con la mirada asombrada del niño que
observa los equipos médicos con los cuales trabajaban su
padre y su abuelo. Es la fascinación y la magia del
metal, los cables, el cromo, los espejos, las lentes y
las extrañas lámparas que vibran con su luz azul.
“El encanto de la belleza, reside en su misterio
-explica Schiller- y si deshacemos la trama sutil que
enlaza sus elementos, se evapora su esencia toda”. En
“Objectum”, la trama del misterio se rehace ahora en las
estructuras que vuelven a recomponer ese pasado y que
irán generando otro futuro.
En busca de ese misterio, Escardó se entrega el estudio
de las estructuras biológicas. La cámara fotográfica se
transforma en una herramienta de investigación. Los
lentes macros, con su capacidad de amplificación,
exploran las formas ocultas de los insectos, la catedral
de fibras que componen los huesos, o los laberintos que
forma el óxido mientras corroe el metal.
De estos estudios surgirán después, las esculturas
zoomorfas que habitan en su obra y en el mundo de
“Objectum”. Criaturas metálicas que, como la obra un
naturalista alucinado, son creadas y catalogadas como:
el “Perro Mosca”, el “Pezzotto”, ó el “Insectopez”.
Más allá del mundo bidimensional de la imagen
fotográfica, Escardó pasa a trabajar con los cuerpos
tridimensionales, ahora procesados por medios
informáticos. Es el aprendizaje de nuevos códigos.
Comprende que la textura de un liquen, o una piedra,
pueden ser atrapados en una red digital y envueltos
sobre las mallas tridimencionales. Los objetos cobran
nueva vida. Los colores, las luces y los movimientos de
rotación pueden ser alterados sin limitaciones, al
ingresar al universo de una nueva realidad electrónica.
Este es el período de “Naturaleza Digital” (1997) y de
“Pop-Pollock (2003).
La
digitalización de las imágenes, dispara nuevas ideas.
Para los antiguos griegos, el Aire es la idea, el
pensamiento que surge. Pero en el principio está el
Fuego, que da origen y anima todo lo que vive. Sin
embargo, es necesario que la energía del Fuego descienda
sobre la Tierra para darle una forma material a la vida.
En el plano superior: Aire, Fuego, Tierra. En el plano
terrenal: Idea, Espíritu, Materia.
De la
abstracción perfecta de una pantalla de computadora,
Escardó hace el necesario viaje de regreso. Ahora la
idea se transforma en metal incandescente, que va
tomando forma cuando la fundición se vuelca sobre la
tierra. Fuego, metal, moldes, tierra, pulimento. De ahí
saldrán los nuevos peces de aluminio, las largas patas
de aves desconocidas, las innumerables partes que se
vertebran en un complejo ensamblado, cuyo orden sólo el
artista conoce.
Pero el
equilibrio y la belleza de las formas vivientes, no son
posibles sin la presencia de la Gracia. Cuando en 1779,
Gotthold Lessing observa el vuelo de las aves,
reflexiona: “La gracia es la hermosura en movimiento”.
Es entonces la gracia, lo que permite que el ave vuele.
La gracia, la ironía y el humor son la chispa que
disparan el mecanismo de la vida. Lo contrario es lo
grave, lo pesado, lo oscuro. A tiempo, Escardó se aparta
del abismo de lo solemne y les concede la gracia a sus
criaturas. Así, sus aves metálicas precisan de una
hélice de madera para moverse en el aire, o sus peces se
desplazan sobre ruedas multicolores.
Pero el
metal tiene sus propios misterios. Para los alquimistas,
los metales eran considerados como diferentes estados de
lo viviente, en un mismo intento que los otros seres por
alcanzar la perfección. Este nacer y renacer continuo de
todo lo que existe, estaba representado por la imagen
del “Ouroboros”, la serpiente que se muerde su propia
cola, formando un círculo: el del Eterno Retorno.
El
Ouroboros, al auto-alimentarse con su propio cuerpo
unido por la cola, tenía a la vez, la propiedad de
auto-fecundarse. Como el metal que representa, el
Mercurio, es el símbolo de la perpetuidad y el
movimiento continuo, de la armonía cósmica y terrenal,
en continua transformación e intercambio de energías.
Como en
el Ouroboros de los alquimistas, Escardó reordena sus
orígenes y sus objetos, cierra su círculo a través de
esta instalación. Pero no es el final, sino el comienzo
de otro ciclo más del Eterno Retorno, del cual surgirán
nuevas realizaciones
Horacio
Campodónico
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